Cabe aclarar que una cosa son los instintos y otra muy diferente los subtipos.
Antes de explicar la diferencia, querido lector, te pregunto: ¿Quién crees que te domina la mayor parte de la vida: tu mente o los instintos?
Ejemplo: tienes mucha hambre y llegas a un restaurante de comida rápida. Vas con la firme intención de pedir algo saludable para contrarrestar los 4 kilos que tienes de más. Revisas el menú y hay dos opciones: una deliciosa hamburguesa a las brasas con una carne jugosa y queso derretido o una ensalada verde con trozos de pollo frío.
Bueno, te platico, los estudios demuestran que 73% de las personas se dejan llevar por el impulso y la gratificación inmediata (cuando te dices: “¡Bueno, pues ya ni modo, si voy a pecar, voy a pecar bien!”). En este caso, tu cerebro reptiliano se activa para sobrevivir y se inclina de forma instintiva por la deliciosa hamburguesa (aunque después vengan los sentimientos de culpa de tu cerebro racional).
Aunque vivimos en un mundo invadido de información, tenemos la fantasía de controlarlo todo y nos sentimos orgullosos de ser “seres inteligentes y racionales”. Pero la realidad nos dice otra cosa: los queridos instintos nos gobiernan 24/7 y te sorprendería saber que la gran mayoría de las decisiones y la forma de comportarnos están motivadas por nuestros instintos y emociones.
Es decir, es mucho más fácil venderle a tu cerebro emocional o instintivo que al racional. Piensa ¿por qué compraste un reloj o un perfume carísimo? El neuromarketing de la actualidad se enfoca en venderle al cerebro reptiliano; se concentra más en el botón del placer, prestigio o reconocimiento, que en la parte racional y económica del producto o servicio.
¿Qué son los instintos?
Los instintos son impulsos o reacciones automáticas inconscientes que nos incitan a actuar de forma determinada frente a un estímulo o un objeto. Es la parte animal más reactiva de la personalidad, cuyas energías en el cuerpo son muy difíciles de controlar porque son innatas, instintivas e involuntarias. Cabe aclarar que los animales se rigen por su sabiduría instintiva, mientras que los humanos, al ser racionales, mezclamos los instintos con conductas voluntarias que no necesariamente son saludables.
¿Por qué es importante conocer los instintos?
Porque nos gobiernan todo el tiempo sin darnos cuenta y juegan un papel fundamental en nuestra personalidad. Además, son la fuerza o el motor que nos impulsa a:
• Luchar o a huir para sobrevivir.
• Buscar compañía y pertenencia.
• Conquistar, pelear o a defender una relación significativa para continuar la especie.
• Conocer el instinto de los demás y evitar problemas en nuestras relaciones.
• Observar por dónde surge lo mejor de nosotros (al igual que la parte más reactiva y negativa).
Al descubrir tu tipo de personalidad en el Eneagrama, seguro te cambió la percepción del mundo y la visión que tenías de ti. Ahora, al identificar cuál instinto predomina en tu vida, entenderás y sacarás a la luz tus aspectos más inconscientes y persistentes, los miedos más ocultos que cubres con comportamientos aparentemente “benévolos”. Al descubrirlos, ampliarás tu consciencia y llevarás una vida más equilibrada contigo y con los demás.
Recuerda: todos los seres humanos tenemos tres instintos básicos de supervivencia que se encuentran ubicados en el cuerpo: instinto de conservación, instinto social e instinto sexual. En palabras más sencillas son “las inteligencias de la naturaleza” que tenemos para sobrevivir como individuos y especie.
¿Cómo descubrir el instinto que predomina en ti?
Todo el día usamos los tres instintos de forma inconsciente, pero tenemos uno muy fuerte, del cual nos sentimos orgullosos y le prestamos mayor atención (se vuelve tan importante en nuestras vidas, que llega a moldear nuestro camino). Y tenemos otro muy débil al cual nos resistimos, lo criticamos en otras personas, lo olvidamos o descuidamos.

Me preguntarás: ¿Y qué pasa con el que ocupa el segundo lugar? ¡Nada! Lo manejas bastante bien, es como si estuviera de vacaciones y sólo lo usas para reforzar al primero.
Para crecer como persona, lo ideal es cuidar y mantener en equilibrio los tres instintos (de conservación, sexual y social). La clave es trabajar en el más olvidado para que las energías se nivelen y logres armonía en la vida.

A continuación, te presento los tres “paquetes instintivos” que acuñó K. Chernick en 1995 para identificar el orden en el que tendemos a usarlos:

• Primer paquete: tienes un instinto súper dominante y otro muy bajo, lo que facilita su identificación. Ejemplo: de conservación alto y sexual bajo.
• Segundo paquete: tienes dos instintos casi igual de fuertes, acompañados de un tercero muy bajo. Este patrón dificulta la identificación del instinto dominante. Ejemplo: sexual y de conservación muy pegados, y social olvidado.
• Tercer paquete: tienes los tres instintos en forma de escalera descendente. Este patrón es muy común y facilita la identificación del dominante. Ejemplo: social muy alto, sexual sin problema y debes trabajar en el de conservación.
Cuando logramos balancear estas tres áreas de nuestra vida, vivimos en coherencia y armonía. Esto nos acerca a una espiritualidad cotidiana, la cual se transita con presencia, claridad, intimidad y sencillez.
A continuación, explicaré cada uno de los tres instintos. Seguro, después de revisarlos identificarás cuál es tu dominante. Mientras los lees, piensa: “¿Cuál de estas tres áreas es la más importante para ti? ¿A cuál le dedicas más tiempo y energía? ¿Cuál te amenaza más?, quedarte sin dinero (de conservación), perder a una persona significativa (sexual) o perder tu prestigio (social). ¿En qué área de tu vida tienes más problemas? ¿En dónde te alocas y sale tu parte reactiva, en descuidar tu cuerpo y solvencia económica, en tus relaciones de uno a uno o en la convivencia con los demás?
Recuerda: el instinto dominante siempre trabaja de manera positiva y negativa. Por lo tanto, sacará lo mejor y lo peor de ti.
INSTINTO DE CONSERVACIÓN
Este instinto piensa más en singular que en plural porque busca la sensación de seguridad y bienestar físico que asegura la supervivencia. Es el primero y más antiguo de los tres instintos que desarrollamos en la infancia. Es la inteligencia que nos mantiene vivos y está orientado a cuidar y regular tu cuerpo para mantenerlo sano, seguro y cómodo.

Si te identificas con este instinto:
Tus frases son: “¡Yo voy primero!” “¡Yo soy mi cuerpo, tengo que cuidarlo y honrarlo para sobrevivir!”
Buscas: seguridad, protección y bienestar físico.
Tienes miedo a: la escasez de recursos, quedarte pobre, la enfermedad, la vejez, depender de otros, perder tus capacidades intelectuales y no tener lo suficiente para sobrevivir.
Tu atención está enfocada: en ti y tu mundo, en tener suficiente tiempo para ti, limpiar y cuidar tu cuerpo, tener salud, confort y buena nutrición, satisfacer tus necesidades (comida, agua, techo, ropa, viajes, ejercicio, masajes, dietas, vitaminas, medicinas). Te concentras en tener solvencia económica y suficientes recursos materiales para que no falte nada en la casa y oficina. En el trabajo, te enfocas en ser autónomo y autosuficiente (salvo el DOS de conservación). Cuidas tu hogar para tener una casa práctica, agradable, acogedora y pasar mucho tiempo en ella. Aprovechas las rebajas, tienes momentos de esparcimiento, unión y placer con tu familia cercana.

Te preocupa: prever y planear el futuro, proteger a tu familia, crear una base financiera, tener seguros de todo tipo, llevar un orden, una rutina, acumular comida y recursos de primera necesidad (jabones, cobijas, medicinas, papel de baño) para prevenir cualquier desgracia que pueda ocurrir. Ahorras en luz, agua y comida.
Tu energía: es más plantada, contenida, firme y arraigada (tiendes a pararte en dos pies de forma equilibrada). Sueles vestirte para estar cómodo.
Si el instinto de conservación se apodera de ti y lo usas de forma distorsionada: tu comportamiento se irá a los extremos: de la mesura pasará a la ostentosidad o tacañería como explica Chernick: El extremo se convertirá en “exceso, con una tendencia a la contención, al egoísmo, a la acumulación o acaparamiento, a la paranoia, a exagerar en la salud y la conservación, y con una actitud caracterizada como defensiva/agresiva, donde el objetivo se convierte en perseguir agresivamente lo que uno necesita y defender de manera defensiva lo que uno tiene”.1

En otras palabras, el instinto de conservación abarca muchas áreas. En unas serás bueno, hábil y destacarás, mientras que en otras serás nefasto. Por ejemplo: puedes ser muy eficiente para crear negocios y ganar mucho dinero, pero al mismo tiempo odias hacer deporte, te saltas comidas o fumas tres cajetillas de cigarros diarios. ¿Te das cuenta de que vas en contra de tu instinto?
Creo que la velocidad de la vida nos impide reflexionar y agradecer la salud y el cuerpo que nos permite movernos, expresar, acariciar, vibrar y disfrutar el mundo. Esa falta de contacto con nosotros nos lleva a sofisticar y distorsionar la inteligencia instintiva que la naturaleza nos dio. Si realmente escucháramos a nuestro cuerpo, dormiríamos las horas que éste requiere, no comeríamos de más, pensaríamos un poco más en el futuro y dejaríamos de despilfarrar tanto el dinero como la salud.
Practica el instinto
Imagina que eres soltero(a) y te invitan a una boda de día cerca de tu ciudad. Si te identificas con el instinto de conservación, tus pensamientos serán: “¿Cómo me iré (manejando, en camión, en Uber)? ¿Necesitaré ropa extra por si hace calor o frio? ¿Habrá suelo firme o pasto para los zapatos (en caso femenino)? ¿A qué hora nos darán de comer? ¿Habrá un hotel cercano por si se hace tarde?” Al llegar, observarás el lugar y detalles como el volumen de la música, la temperatura del aire, la decoración, la calidad de la comida y el vino, la comodidad de las sillas. También cómo se siente tu cuerpo: contento, cansado, hambriento, etcétera.

Cuando satisfaces algunas de estas necesidades, tu instinto se relaja y tu cuerpo se siente contento. Entonces sacas tus otros dos instintos para ser muy social o relacionarte de manera más profunda con otra persona.
INSTINTO SEXUAL O DE ATRACCIÓN
Este segundo instinto aparece en una etapa más madura de nuestro desarrollo. Está orientado a la conservación de la especie, impulsado por la atracción erótica entre la fuerza y la belleza que nos motiva a conquistar y pelear por ese alguien que nos atrae con fines procreativos.
Este instinto va más allá de la sexualidad y de nuestros vínculos de intimidad de uno a uno con amistades cercanas, se trata de la energía vibrante que se da entre dos personas. Es la “potencia creadora”, la vitalidad y electricidad interna que te impulsa a ir más allá de la comodidad o supervivencia. Es la fuerza interior que te incita a crear algo nuevo, evolucionar, luchar por alguien, arriesgarte a hacer las cosas diferentes, plasmar lo mejor de ti en un lienzo, en un baile o en un libro impregnado de pasión. Es cuando te sientes vivo por dentro y la noción del tiempo se pierde.

Si te identificas con el instinto sexual:
Tus frases son: “¡Yo soy mi relación!” “¡Tenerlo todo, es tenerte a ti!” “¡Mi (pareja, música, proyecto) y yo somos un mundo aparte!”
Buscas: intimidad, vinculación emocional profunda con otra persona (pareja, amigo, hermana); encontrar una pareja que te haga vibrar, que sea tu confidente, amigo, amante y anhelas “ser deseable” para atraerla. Necesitas la energía, el contacto físico, la compañía de alguien significativo en tu vida. Sin importar dónde estés, siempre piensas en esa persona especial. De igual forma experimentas una energía de vida por encontrar todo eso que te estimula y te atrae de la vida.
Tienes miedo a: no ser deseable ni atractivo, no ser querido por lo que eres, no valer la pena, sentir que se apagó la chispa, romper o dañar tu relación, sentirte incompleto o desconectado con esa persona especial.
Tu atención está enfocada: en el mundo energético que existe entre la persona significativa y tú, en conocerla más a fondo o tener un encuentro con gente que vibre con tu misma intensidad. Te arriesgas y sales de tu zona de confort para evolucionar. Te concentras en descubrir la electricidad que te prende en una canción, una conversación, la divinidad o cualquier cosa que te haga sentir plenamente vivo.
Te preocupa: qué estrategia usar para atraer a esa persona, cómo conectarte y desnudar tu alma, qué decir, cómo comportarte, qué tanto puedes o no intimar y abrirte con ella, cómo puedes romper con las fronteras de protección y tocar su mundo vulnerable. Te inquieta la opinión de tu pareja hacia ti, si te considera inteligente, atractiv@, sensual. Te preocupa sacrificarte por el bien de la relación.
Tu energía: es alta; juguetona, aunque intensa y en ocasiones agresiva. Eres un ser carismático y seductor. Tiendes a recargar tu peso en un pie y luego cambiarlo al otro. Una característica típica de los sexuales es la mirada profunda y penetrante como un rayo láser. Sueles vestirte para atraer.
Si el instinto sexual se apodera de ti y lo usas de forma distorsionada: tu comportamiento se irá a los extremos: ya sea que lo niegues, te retraigas y no quieras intimar ni profundizar con nadie (volviéndote ansioso, frío y aburrido) o busques de manera forzada, te comportes de forma intensa, obsesiva, posesiva y celosa, con mucho miedo al abandono. También están las fronteras entre abstención sexual y su extremo hacia la autodestrucción a través de la adrenalina y la sobreestimulación de tus sentidos con alcohol, drogas, promiscuidad, la sensación de poder versus obediencia y sumisión.
Practica el instinto
Imagina que eres soltero(a) y te invitan a una boda de día cerca de tu ciudad. Si te identificas con el instinto sexual, seguro tus pensamientos serán: “¿A quién invitaré para pasármela bien durante muchas horas? ¿Qué vestido, traje, corbata, loción, accesorio voy a usar para atraerl@? ¿Me gusta alguien de l@s invitados por su energía, por ser divertido, ameno, inteligente, profundo?” Cuando estés con alguien, pensarás: “¿Me atrae o me aburre su energía? ¿Qué tema nos conectan para profundizar? ¿Quiero saber más de esta persona o ya la quiero mandar a volar?” Al llegar, escaneas el ambiente para detectar a quién te gustaría saludar, cómo abordar a la persona que te atrae y platicar de una forma más profunda.

Interesante: cuando interactúas con personas significativas, tu instinto se relaja, entonces ya puedes socializar de manera rápida y disfrutar del ambiente. Al final de la boda te darás cuenta de que platicaste con pocas personas pero de forma profunda.
INSTINTO SOCIAL
Al tercer instinto lo desarrollamos de niños, en una etapa más madura, cuando surge el impulso instintivo por conectarnos de manera social para jugar, ir a fiestas, o conectarnos con el mundo exterior.
Sabemos que somos seres gregarios por naturaleza. Los humanos, al igual que los animales, se agrupan en manadas para sentirse aceptados y seguros. Es una fuerza instintiva que busca la conexión con los otros para sentirnos parte de algo más grande, útiles, cobijados y protegidos.

En esta relación, brota una necesidad imperiosa por caer bien, por encajar y adaptarnos al grupo. De lo contrario nos sentimos solos, débiles y vulnerables.
Es importante aclarar una confusión muy común de este instinto. Hay personas que son “sociales” y a la vez introvertidas y tímidas, o su capacidad social es baja, pero les interesa participar desde sus trincheras, saber qué pasa en el mundo y encontrar su lugar en la sociedad desde un sitio más callado, sin ir a fiestas o eventos sociales.
Si te identificas con el instinto social:
Tus frases son: “¡Yo soy (mi grupo, mi equipo, mis amigos)!” “¡Necesito un sentido de pertenencia!” “¡Tengo que ser alguien importante para sobrevivir!”
Buscas: conectarte para pertenecer y participar en grupos específicos (ya sean de amistad o de trabajo como clubs, asociaciones, causas sociales, partidos políticos). Te interesa el estatus, poder, prestigio, éxito, reconocimiento, las alianzas, ser popular en tu grupo o ser famoso.
Tienes miedo a: el rechazo, sentirte inferior, solo, marginado o perdedor.
Tu atención está enfocada: en los otros, tu grupo de amigos, la comunidad, el mundo exterior; en adaptarte a los demás para crear vínculos de protección mutua. Te gusta incrementar tus redes sociales, saber nombres y quién es quién en la sociedad para interactuar con esas personas importantes o interesantes. Te comparas con los demás. Te interesa la historia, la política, las noticias (saber lo que acontece en el país y el mundo), el cuidado del planeta, la filantropía, eventos culturales y sociales, etcétera.
Te preocupa: qué estrategia usar para ganar la aprobación y confianza del grupo, ya sea tu trabajo duro, logros, sacrificarte por el equipo. Te preocupa el protocolo, las jerarquías, tu capacidad de comunicación, la cooperación, ocupar un lugar especial en el grupo. Quieres saber qué papel juegas dentro del grupo o la sociedad, cómo te perciben los demás, ¿te sientes aceptado o rechazado?
Tu energía: es hacia afuera, más dispersa y fría. Quisieras contactar con mucha gente en poco tiempo y causar buena impresión. Por lo general te vistes para pertenecer o para imponer la moda en tu grupo.
Si el instinto social se apodera de ti y lo usas de forma distorsionada: tu comportamiento se irá a los extremos: en vez de ser una persona sociable, te retraerás y no querrás ver a nadie (incluso puedes destruirte y volverte adicto al alcohol, drogas, fiestas). En vez de ser alguien sincero, cooperador, amable y empático, puedes volverte hipócrita, envidioso, frío e indiferente. Incluso puedes revelarte contra la sociedad con actos guerrilleros. Recordemos que estos cambios drásticos dependerán mucho del nivel de integración de la persona, entre más bajo sea el nivel, más enfermos y distorsionados serán nuestros comportamientos.
Practica el instinto
Imagina que eres soltero(a) y te invitan a una boda de día cerca de tu ciudad. Si te identificas con el instinto de social, seguro tus pensamientos serán: “¿Me interesan las personas que se casan? ¿Quiénes van? ¿Cuál es la moda en vestidos, zapatos, colores, esmaltes? ¿Los hombres van de oscuro o claro? ¿Con traje o ropa casual?”

Al llegar, escaneas a la gente importante con la que quieres conectar (porque tiene poder, prestigio, te divierte o te ayudará a conocer otras personas), saludas al mayor número de personas de forma rápida y encantadora: “¿Qué tal? ¡Qué gusto verte! Regreso en un momento.” Te mueves por aquí y por allá, hasta llegar al grupo que te interesa conquistar y, entonces, muestras todas tus capacidades sociales.
Cuando tu instinto social se siente satisfecho por contactar a las personas que te interesaba saludar, ya te puedes sentar muy a gusto a disfrutar de la comida o a platicar un poco más a fondo con alguien en tu mesa.
En conclusión, si al de conservación le dan una rica comida estará feliz, si el sexual entabla plática profunda con alguien estará contento y si el social conoce a mucha gente también estará feliz.
Imagino que después de las descripciones, ¡ya ubicaste tu instinto dominante!