Para Ian,

que miró arriba

y comenzó a trepar

 

 

No entres dócil en esa buena noche

DYLAN THOMAS

 

 

No entres dócil en esa buena noche

que al final del día debería la vejez arder y delirar;

enfurécete, enfurécete por la muerte de la luz.

 

Aunque los sabios entienden al final que la tiniebla es lo correcto,

como su verbo ningún rayo ha confiado vigor;

no entran dócilmente en esa buena noche.

 

Llorando los hombres buenos, al llegar la última ola

por el brillo con que sus frágiles obras pudieron haber danzado en una

[verde bahía,

se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.

 

Y los locos, que al sol cogieron al vuelo en sus cantares,

y advierten, demasiado tarde, la ofensa que le hacían,

no entran dócilmente en esa buena noche.

 

Y los hombres graves, que cerca de la muerte con la vista que se apaga

ven que esos ojos ciegos pudieron brillar como meteoros y ser alegres,

se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.

Y tú, padre mío, allá en tu cima triste,

maldíceme o bendíceme con tus fieras lágrimas, lo ruego.

No entres dócilmente en esa buena noche.

Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.

 

 

Cruzando la barrera

ALFRED LORD TENNYSON

 

 

Estrella vespertina y rojo sol poniente,

¡y una voz desde dentro que me viene a llamar!;

y que el hosco sonido del agua en el rompiente

cese al menos entonces, cuando me haga a la mar.

 

Que en su lugar aflore marea adormecida,

muy plena, sin espuma ni ruido pertinaz,

cuando aquel que de lo hondo llamado fue a la vida

a su casa retorne sosegado y en paz.

 

Al caer de la tarde una campana reza,

y después… ya se sabe: ¡total oscuridad!;

y que a nadie le embargue del adiós la tristeza

cuando me embarque solo hacia la eternidad;

 

Pues aunque el flujo lejos me arrastre mar adentro

y del Tiempo y Espacio se rebase el umbral,

con mi Piloto espero tener un franco encuentro

cuando mi nave cruce el rompiente final.