

Autores: Ictino y Calícrates (Grecia, mediados del siglo V a.C)
Cronología: 447-432 a.C.
Estilo: Clásico griego
Tipología: Templo
Materiales: Mármol de la cantera del Pentélico y madera
Localización: Acrópolis de Atenas


Entre los siglos IX y II a.C, los griegos inventaron un montón de cosas alucinantes que iban a transformar nuestra vida en sociedad. Por ejemplo, la filosofía. Y la primera democracia, los Juegos Olímpicos y ¡el yogur! Pero, sobre todo, crearon un concepto de ciudad bastante parecido al nuestro: la polis, una ciudad autónoma que ofrecía todas las funciones sociales necesarias para vivir en comunidad (como un país en miniatura). El eje central de cualquier polis era la acrópolis, un lugar público donde se emplazaban los edificios sagrados. Sin duda, la más importante de todas ellas fue la de Atenas. Situada sobre un monte elevado, la acrópolis de Atenas destaca especialmente por la presencia del templo más emblemático del arte griego: el Partenón. Sí, vale, ahora está en ruinas, pero sigue siendo el principal símbolo de Atenas. Es como la Torre Eiffel de la capital griega, solo que construido hace unos dos mil quinientos años.


Eufórico por haber derrotado a los persas en Atenas, Pericles, el gobernador de la ciudad en aquellos tiempos, se vino arriba y decidió construir la acrópolis a lo grande. Para agradecer la victoria a la diosa Atenea, Pericles pensó que un bonito detalle sería dedicarle un gran templo. Así que le encargó el proyecto a Fidias, quizá el más famoso de los escultores de la Antigua Grecia, y él mismo supervisó el trabajo de los dos arquitectos oficiales del templo: Ictino y Calícrates. En menos de quince añitos tuvieron listo el Partenón. Tal vez ahora parezcan muchos años, pero en el siglo V a.C. aquello fue todo un récord.
Como ves, de esto hace muuuchos años y el tiempo lo cambia todo. ¡Hasta los monumentos! De hecho, una de las claves para entender el arte clásico es echarle mucha imaginación al asunto. Y es que, generalmente, lo que se conserva de ellos es una parte pequeñísima de cómo eran en su época de esplendor. Así que, ya sabes: ante el arte clásico, ¡imaginación al poder!
La parte exterior del Partenón estaba repleta de detalles escultóricos. Y digo «estaba» porque la mayoría de ellos ya no se encuentran en el edificio, sino en museos como el de la Acrópolis o el Museo Británico. Estas esculturas son básicamente relieves esculpidos sobre mármol y servían para explicar a los atenienses los superculebrones de la mitología griega. Por ejemplo, en los tímpanos —que son esas formas triangulares que coronan la parte alta de las fachadas— se sitúan algunos mitos relacionados con la diosa Atenea; como la historia de su nacimiento o su lucha contra Poseidón, dios de los Mares, por el dominio de Atenas. ¡Ah! Una cosa más sobre estos relieves: ¿verdad que te los estás imaginando blancos? Así, un poco sosos… Pues ¡deja de hacerlo! Porque en realidad estaban decorados con colores vivos y llamativos. En serio, ¡todo el exterior del Partenón estaba pintado! Si no te lo crees puedes ir a Nashville (Estados Unidos), donde en el siglo XIX construyeron una réplica a escala real del Partenón con su colorido original. Míralo en Google. Ahí sigue todavía.
Pese a su enorme tamaño, el interior del Partenón es muy sencillo. Ponte en situación, como si llevases unas gafas de realidad virtual. Tiene dos habitaciones, una principal (lanaos) y una más pequeña (opistodomos). A la lanaos se accedía por la pronaos, un vestíbulo con columnas dóricas, un estilo austero y robusto. En el centro de la sala, rodeada por otras columnas el doble de altas y en forma de U, se encontraba la descomunal estatua criselefantina —esa palabrilla quiere decir «hecho de oro y marfil»— de Atenea. Medía 12 metros de alto y tenía más de 1.000 kilos de oro. ¡Sí, Pericles y Fideas estaban on fire! Para potenciar al máximo la luz y los brillos de los materiales, a los arquitectos se les ocurrió una virguería decorativa: situar delante de la diosa un estanque con agua en cuya superficie se reflejaban los destellos de oro que, así, inundaban toda la estancia. Por otro lado, la opistodomos solo tenía cuatro columnas jónicas —un estilo más esbelto y avanzado— y el único modo de acceder a ella era por la fachada secundaria. ¿Por qué? Porque en ella se guardaban los tesoros del templo.
Sin embargo, la magia de los griegos no termina aquí. Otro mérito del Partenón tiene que ver con la precisión visual a la que llegaron sus arquitectos mediante un estudio muy sesudo de la línea recta. Para los griegos, la belleza, las matemáticas, la perfección y la armonía eran aspectos superimportantes de la vida. Y esos valores motivaron a Ictino y Calícrates a engañar al ojo humano mediante sistemas constructivos muy experimentales para su época. Por ejemplo, la sutil curvatura ascendente de la cubierta o el ligero abombamiento de las columnas. Para que nos entendamos tú y yo, los arquitectos aplicaron algo así como un Photoshop constructivo: usaron una especie de varita mágica que permitía corregir todo aquello que no fuera perfecto. Si Ictino y Calícrates levantaran la cabeza y vieran lo que permite ahora el mundo digital, lo fliparían mucho.
Pero ¿qué pasó entre el momento álgido del Partenón y la infinidad de turistas que hoy en día se hacen selfis frente a él? Pues bien, durante la Edad Media fue una iglesia cristiana, y en el siglo XV se convirtió en una mezquita. En el siglo XVII fue utilizado por los turcos para guardar explosivos. Mientras los venecianos bombardeaban la ciudad, una de sus bombas cayó sobre el Partenón, destruyéndolo parcialmente. Y eso no es todo: en el siglo XIX, el embajador británico en Constantinopla —la actual Estambul— decidió llevarse por su cara bonita una parte importante de las esculturas del templo y vendérselas al Museo Británico. ¡Menuda biografía más frenética, la del Partenón…! casi tan trepidante como la de los dioses griegos.

LAS CLAVES
El Partenón
- Imaginación. Pese a que no se conserva nada mal, necesitas cierta dosis de imaginación para entender cómo era este templo en su época.
- La ciudad. El Partenón permite conocer la arquitectura clásica, pero también la vida social de las ciudades griegas.
- La óptica. Los griegos controlaban un montón las matemáticas, así que los arquitectos corrigieron las imperfecciones de la visión humana para que pareciera perfecto.

