Aquella mujer poseía el poder de inocular
el veneno de amor con solo mirar.
En el fuego de su mirada, se descubría
un veneno violento para el corazón.
Los ojos de la joven habían despertado en él
un antiguo dolor, lacerante, como una picadura
de abeja. Un dolor de amor
cuyo aguijón no se puede extraer.
Maxence Fermine, de El apicultor
Horas y horas puede quedarse el turista observando atónito la célebre catedral Nuestra Señora de París, donde todavía puede escucharse el martirio de Quasimodo, el horroroso y tierno protagonista de la obra de Víctor Hugo cuyo nombre emula al de la fantástica catedral. Las gárgolas, esas bestias grotescas que parecen vivas, colgadas en los ángulos y en los techos, parecen mirar a su propio observador intimidándolo. Pero la mirada intimidatoria y enojosa de estas galas arquitectónicas no hace más que caricaturizar, entre otras cosas, los rostros de cónyuges en conflicto a punto de estallar.
Ni más ni menos. Ese juego de miradas violentas y cuestionadoras es parte de la coreografía de las escaladas simétricas, uno de los máximos juegos comunicacionales de disputa y poderío en las relaciones de pareja. Uno de los tantos juegos disfuncionales y problemáticos de la conyugalidad.
Es que sostener una relación de pareja durante años puede, y de hecho es, todo un desafío: las elecciones varían de acuerdo a los ciclos evolutivos y a nuestro crecimiento. Tanto la escala de valores como el sistema de creencias, gustos, apetencias, se ven modificados por la experiencia de vida y esto también involucra a las relaciones de pareja.
No cabe duda de que el amor de pareja ha sido uno de los grandes temas de todos los tiempos. Ese amor incluye placer y trabajo, posesividad y desposesión, encuentro y desencuentro. Supone la aceptación de dos seres humanos en un encuentro arbitrario y selectivo, casual y causal. Un amor que implica una atracción física, sexual, intelectual y romántica. El enamorado es idealista y realista en la valoración de su objeto amoroso.
El sentimiento amoroso constituye un vínculo, un tipo complejo de relación conectado con estados de ánimo positivos, intensos y plenos, pero además, es un sentimiento efímero, conflictivo, egoísta y se relaciona con lo traumático y lo doloroso, como puede observarse en las parejas que pasan por separaciones o experiencias de celos (Velasco Alva, 2007). La pareja humana se constituye por una atracción que excede la racionalidad. No hacemos evaluaciones técnicas para enamorarnos, sino que el fluido emocional y la activación bioquímica en nuestro cerebro produce eso que sentimos y que llamamos amor.
La pareja es la interacción de dos personas que se interinfluencian de manera complementaria, que comparten una parte de sus actividades de vida y que poseen proyectos en común, pero también proyectos personales de cada integrante. Una pareja intenta ser pareja, es decir, equilibrada y estable.
La pareja posee, como todo humano, un ciclo vital. Algunos autores (Haley, 1976; Campo y Linares, 2002; Carena y Sutich, 2007) observan que la primera etapa se inicia cuando los integrantes de la pareja empiezan a pensar en construir un vínculo estable. Este período llamado noviazgo es de vital importancia, puesto que es el comienzo de la elaboración de proyectos comunes. Resultan complicados tanto los noviazgos demasiados extensos como los extremadamente cortos donde la pareja quema etapas rápidamente. El noviazgo es un tiempo de consolidación de la pareja que requiere de un compromiso y elaboración de contratos que pueden ser explícitos o no.
En general, esta etapa culmina con algún ritual significativo: una boda o la inscripción como pareja de hecho o solamente la convivencia, lo cual generalmente se celebra con el entorno cercano. Esto trae aparejado el hecho de que al ser un nuevo sistema, en construcción, necesariamente se deben desvincular de las familias de origen pero a su vez, cada miembro de la pareja trae consigo las costumbres, tradiciones, y códigos de esas familias. Luego, con la llegada de los hijos, la pareja tiende a inclinarse por las nuevas funciones parentales y se produce un retiro de otras funciones conyugales. Se trata de un momento necesario, pero no es conveniente que para ejercer el rol de padres, se deje de ser pareja conyugal.
Este nuevo período lleva a replantear toda una serie de nuevos acuerdos, empezando por el hecho de tener hijos y la cantidad que se desea tener. Eso requiere organizarse en las cuestiones referentes a la crianza de los niños y la distribución y reacomodación de las nuevas funciones de la pareja. Con el crecimiento de los hijos, estos se vuelven más activos y más participes en la relación familiar, además de ser incluidos, muchas veces, en los juegos disfuncionales de la pareja.
Cuando los hijos se van de la casa, el momento llamado síndrome del nido vacío demarca que los miembros de la pareja atraviesen una etapa más madura, elaborando la ida de los hijos y reingresando en la conyugalidad plena. Es nuevamente un momento de crisis, de reacomodación y renegociación, tanto del vínculo como de los proyectos. Para algunas parejas es complicado volver a encontrarse como tal, luego de haber estado tanto tiempo ocupados en otras cuestiones parentales. A veces esta etapa resulta ser la más extensa, y no es raro que se profundicen algunos conflictos que podrían llevar la separación.
La vejez cierra el ciclo vital de la pareja con una etapa de progresiva longevidad. Puede estar acompañada de pérdidas valiosas, tales como la jubilación, la partida de los hijos, la muerte de figuras significativas, o la muerte de alguno de los cónyuges, lo cual resulta difícil de superar. Además está acompañada de cambios internos, que tienen que ver con cómo cada uno de los miembros lleva adelante las enfermedades y el proceso de envejecimiento.
Con este recorrido intentamos mostrar cómo dos personas pasan una vida juntos: ¡cuán importante es la elección de otra persona que nos acompañará en la vida!. Es interesante ver cómo una pareja establece una coreografía relacional que va de la estabilidad al cambio y del cambio a la estabilidad. Cada etapa que atraviesa una pareja va acompañada de reacomodación y reelaboración de algunos acuerdos o pactos que necesitan ser reafirmados o modificados.
Durante la vida un ser humano va adquiriendo costumbres, edificando valores y creencias y de esta manera forma su identidad, su personalidad. En el momento de constituir una pareja se va a ver obligado a revisar ciertas actitudes que hasta ese momento consideraba adecuadas. Cuando una persona decide formar una pareja, deberá replantearse, reacomodarse y adaptarse al otro, y el otro a uno, en pos de un vínculo armónico.
En la actualidad, en correlato con los tiempos ultrarrápidos que se viven, sucede que muchas parejas alteran etapas o más bien las queman. Todo se acelera: al poco tiempo de conocerse deciden vivir juntos, más aún si se produce un embarazo repentino. Si todo esto sucede en los primeros tiempos de la pareja, en pleno enamoramiento idealizatorio, se corre un alto riesgo de realificar la relación de manera estrepitosa, donde se ven las diferencias que se hacen cada vez más notables, y con ello surgen las discusiones, los desacuerdos, las ganas de separarse. Perder etapas es perder un tiempo sustancial en el que la pareja debe conocerse, aceptarse, dialogar y llegar a acuerdos que resulten favorables para ambos, para avanzar poco a poco e ir paulatinamente adquiriendo mayores compromisos.
Tal como señalan Campo y Linares (2002), puede suceder que surjan eventos que aceleren un compromiso para afrontar las demandas de la sociedad (embarazos no planeados, necesidad de abandonar el hogar de los padres e independizarse, o la necesidad de conformar una nueva pareja, rápidamente, para dejar atrás a la anterior. Esto puede llevar a equivocaciones, por apresurarse en planes que no son acordes al tiempo que se necesita para conocerse mutuamente y evitar futuros conflictos.
La pareja es un sistema que se construye, donde cada uno de los miembros debe lograr cierta estabilidad para, de esa manera, comprometerse el uno con el otro en una relación madura, consiguiendo de esa forma un vínculo duradero. Este sistema va sufriendo modificaciones a lo largo del tiempo, y los miembros de la pareja necesitan redefinir proyectos comunes que les permitan continuar eligiéndose mutuamente, a pesar de las crisis por las que puedan atravesar. Al ser un sistema complejo y que está en constante interacción con el medio, no podemos dejar de ver los cambios que se producen a nivel social, ya que la pareja es un sistema abierto e incluido dentro de otro sistema mayor: la sociedad. Los cambios que se producen a nivel macrosociaL y sociocultural, modifican la forma en que se relacionan las personas y, a la vez, en un claro proceso circular, los nuevos modos de relación y constitución de las parejas dejan su huella en la sociedad.
Las parejas han cambiado, también los roles predeterminados por la sociedad para el hombre y la mujer están siendo cuestionados (Eguiluz, 2007). La entrada de la mujer al mundo laboral trajo consecuencias a las que para muchos es difícil acomodarse; hay hombres que han crecido con la imagen de su madre en el hogar, encargada de su cuidado, una mujer que se dedicaba incansablemente a atender a su marido e hijos y que realizaba las tareas del hogar a las mil maravillas y para quien la comida, la ropa y el cariño eran prioridades. Esa imagen de madre abnegada representa un estilo de mujer que está desapareciendo. La mayoría de las mujeres en la actualidad son independientes, algunas son profesionales, otras trabajan desde hace muchos años. Prefieren salir a trabajar fuera de casa y tener un ingreso que les dé cierta autonomía, antes que ocuparse únicamente de los quehaceres del hogar y crianza de los hijos. Y, por lo tanto, también cambian las funciones hombre/mujer. Las mujeres han desafiado los mandatos sociales de la cultura patriarcal y ya no están en una posición de sumisión con respecto a los hombres. Estas son las mujeres que hoy conforman las nuevas estructuras de pareja.
Como veremos más adelante, vivimos una etapa de transición entre dos estilos de parejas: clásicas y posmodernas, por lo tanto resulta difícil acomodarse a estas transformaciones. Es un proceso dinámico que aún no terminó y al que resulta complicado adaptarse, ya que está en permanente mutación. Y este es el desafío que tienen los terapeutas que deciden atender a las parejas de la posmodernidad.
Con el paso del tiempo, la terapia de pareja adquirió gran relevancia y han crecido las consultas de este tipo. Podemos pensar que las terapias de pareja están en auge y que las crisis en las parejas van en aumento debido a todos los cambios a nivel sociocultural y psicosocial, más allá de las modificaciones que sufrió el modelo tradicional de pareja. Debido a ello, en la consulta se observa cómo vivencia cada uno de los miembros de la pareja esta transformación. Cómo se instituyen las jerarquías de poder en el hogar, si los límites en relación con los hijos son dialogados y acompañados por los progenitores, si la organización de tareas en el hogar es compartida o no, si la forma en que se planificaron estas tareas es impuesta o acordada. Para resolver cualquier cuestión que sea fuente de conflictos, el primer paso es que los miembros de la pareja aprendan a negociar. Si esto no sucede, la problemática queda instalada y obtura la relación. Estas parejas, generalmente, asisten a la consulta con los circuitos comunicacionales seriamente perturbados, cargados de ansiedad y rabia, y un alto grado de estrés e intolerancia.
Los juegos del mal amor fue una investigación que por primera vez se publicó en 2007 como capítulo de un libro llamado el Baile de la pareja (Eguiluz, 2007) y que llevó el título Se mata a quien se quiere, los juegos del mal amor y en el mismo año en una publicación científica de la revista Sistemas familiares. En todos estos años hemos hecho una revisión del material y hemos depurado los juegos, descartamos algunos y anexamos otros nuevos y lo presentamos como libro.
El origen del título hace honor a nuestras abuelas, que cuando se enteraban de matrimonios conflictivos, de peleas y maltrato, decían sentenciosamente: Es un mal amor. El nudo central del texto muestra diecisiete dinámicas relacionales que destruyen parejas. Estos juegos han sido observados en numerosas parejas latinas y tienden a repetirse en su mayoría.
El libro fue dividido en tres partes. En la primera —“La pareja, el amor y la elección amorosa”—, desarrollamos la concepción de pareja actual, la longevidad como determinante de la relación y las crisis como pasaporte al crecimiento. El resto está dedicado al amor: amor como emoción y sentimiento, la relación del amor con la autoestima, la soledad como prerrequisito para realizar una elección amorosa saludable, el proceso de la elección amorosa en sus etapas y la creencia de que el amor de pareja es incondicional.
La segunda parte, “La comunicación en la pareja”, analiza la comunicación humana entre complejidades y complicaciones de la comunicación sobre un hipotético diálogo entre John F. Kennedy y Marilyn. Profundiza tanto en el lenguaje verbal como paraverbal, y analiza los supuestos y el riesgo de construir realidades a partir de ellos, si no aclaramos mediante preguntas que nos hagan entender qué fue lo que se intentó transmitir. En esta parte se describen los cinco imperativos de la comunicación humana y se analizan las distancias entre comunicadores y los silencios.
Por último, en la tercera parte, “Los juegos del mal amor”, se describe uno de los temas más controvertidos en el análisis de problemas: los intentos de solución fracasados. Se analizan las formas en que procesamos la información para tratar de resolver problemas, en este caso los de pareja. A su vez se plantea lo que llamamos coreografías relacionales tóxicas, que comprende a la comunicación que genera confusión en las relaciones. Por último, se desarrollan los juegos del mal amor, cada uno con su definición, explicación y ejemplos. Estos juegos, como hemos aclarado, son contraejemplos, es decir, cada uno muestra lo que no se debe hacer.
El libro cierra con un epílogo, donde se enumeran una serie de condiciones para establecer una buena comunicación en pareja y con ello, un buen vínculo, puesto que una pareja que no obture la comunicación sino que la active siempre va a tener un buen pronóstico.
Sirva este texto de ayuda a tantas parejas que ven desmoronarse su vínculo amoroso y no saben cómo resolverlo. Pero este libro no basta: si no logran destrabar el bloqueo de la comunicación, frenar el conflicto o resolver el problema y ven que la desvalorización personal y de la pareja se agrava, no lo duden, pidan una consulta psicoterapéutica.