
Emily había vuelto a casa de la fiesta literaria hacía unas horas. Se suponía que debía prepararse para meterse en la cama, pero seguía emocionada. Por suerte, James también estaba levantado.
Toc. Toc-toc-toc. Toc.
Al oír que este golpeaba el suelo por encima de su cabeza, Emily se acercó a la ventana abierta de su cuarto. El de James estaba justo encima y arrojaba un estrecho rectángulo de luz sobre la pared del edificio vecino, que se encontraba a tan solo unos metros de distancia. Por un instante, Emily distinguió la sombra del cubo de hojalata, que bajaba por un sistema de poleas instalado entre las ventanas.
Cuando le llegó el cubo, Emily sacó la hoja, arrancada de una libreta, que se habían estado pasando. Leyó por encima la cadena de mensajes escritos en su código secreto inventado. Tenía la clave apuntada en su libreta, pero ya casi no necesitaba consultarla:

Emily no tardó en comprender lo que había escrito James:
¡GF TZNUF! «WZVBZWOEN ZG
NCENTCV» ZÑ GE VGESZ
(¡Lo tengo! «Recuerdas el Niantic»
es la clave.)
¡Era un cifrado con clave! Emily gimió. ¿Por qué no se le había ocurrido antes? James no le había apuntado la solución, así que pasó a una nueva página de su cuaderno y se sacó de la coleta el lápiz que guardaba allí.
Un cifrado con clave era un tipo de cifrado por sustitución, parecido a su código secreto. Emily escribió el alfabeto normal. Después escribió debajo «Recuerdas el Niantic», saltándose todas las letras repetidas. Luego rellenó el resto del alfabeto para obtener la clave:

Ahora solo tenía que buscar cada letra del mensaje cifrado para ver cómo se traducía en la clave. Volvió a mirar el acertijo de la nota del señor Quisling:
¿Recuerdas el Niantic?
Yo no lo he olvidado.
Si quieres una pista,
Aquí ya te la he dado.
DGCJGPÑRÑGJO ODÑR FRO RSÑRUREBD
CQRGUJ LRYRFJO ÑDOQDBPJ DB
CJUNSJ NGUDOCNAÑREBD
Fue leyendo las palabras despacio, en voz alta, mientras iba descifrando el mensaje: «Encontrarnos... será... más... agradable... cuando... hayamos... resuelto... el... código... indescifrable».
—¿El código indescifrable? —repitió Emily.
No había mejor forma de suscitar el interés de Emily por un cifrado que decir que era indescifrable. Se le ponía la carne de gallina, electrificada. Era la misma sensación que sentía cuando un libro la absorbía hasta un punto sin retorno. Como aquella vez que estaba leyendo Cuando me alcances y sus padres dejaron de intentar que se levantara para cenar y ella acabó comiendo espaguetis fríos después de terminar el libro.
Solo que esto no era un libro. No podía pasar las páginas para descubrir a qué se refería el mensaje misterioso cuando hablaba de un código indescifrable.
La voz de James bajó por el hueco estrecho desde su ventana:
—¡No te imaginas lo que es el Niantic! Lo he mirado en internet.
Emily asomó la cabeza y preguntó en la oscuridad:
—¿Qué ha pasado con nuestra regla de «No hablar cuando estamos usando el cubo»?
—Esto es demasiado alucinante para esperar —respondió James—. Adivina lo que es el Niantic.
Emily intentó adivinar qué tenía tan emocionado a James:
—¿Un superordenador? ¿Un código transmitido por alienígenas?
Por encima del ruido blanco de la ciudad nocturna se alzó el sonido de una sirena de niebla distante. Emily esperó la respuesta de James. Al final, este dijo, con un tono un poco melancólico:
—Bueno, un código transmitido por alienígenas sería mucho más alucinante.
Emily resopló.
—¡Dímelo ya!
—El Niantic es un viejo barco enterrado bajo la ciudad.
—¿Hay un barco enterrado debajo de San Francisco?
—Según la Wiki, hay unos cincuenta barcos enterrados bajo la ciudad. Desde la fiebre del oro.
—¿En serio?
Empezó a imaginar una cueva gigante bajo la ciudad de San Francisco, con estalactitas colgando y barcos pirata por todos los rincones. Pero James había dicho «enterrado» y no abandonado en una cueva, así que quizá era algo más parecido a un cementerio de barcos.
—¿Quién querría enterrar barcos? —preguntó Emily.
—Pues no lo sé. La Wiki dice que hay un trozo del Niantic expuesto en un museo junto a Fort Mason.
—¿Crees que allí podríamos averiguar algo más acerca de ese código indescifrable? —preguntó Emily.
En el edificio de al lado se abrió una ventana, desgarrando la noche con su crujido. Emily se quedó muy quieta. Un hombre gritó:
—¡¿Sabéis qué hora es?!
—Perdón —se disculparon al unísono Emily y James.
La ventana se cerró con un quejido y en el silencio pesaba la vergüenza de haber sido pillados.
Emily garabateó un mensaje para James:
¿KBCZWZÑ CW E SZW ZG
NCENTCV HEDENE?
(¿Quieres ir a ver el Niantic mañana?)
Colocó el papel en el cubo y lo subió, encogiéndose cada vez que chirriaban las poleas. Sabía que la respuesta de James llegaría enseguida, de modo que esperó junto a la ventana y, efectivamente, el papel regresó a los pocos minutos.
¡ÑELZÑ KBZ ÑC!
(¡Sabes que sí!)