
Hace un montón de tiempo, mucho antes de que se construyeran las pirámides o la autopista que pasa cerca de tu barrio, el mundo era un lugar distinto. Pero que muy distinto: en aquella época la humanidad se esforzaba por sobrevivir en una Tierra dominada por los titanes. Estos eran seres maléficos, además de enormes, cuyo líder era el más malo de todos: el Titán Oscuro.
Su aspecto era terrorífico, sobre todo sus ojos, que resplandecían con tonos de color morado sobre las sombras que formaban su cuerpo. Aunque lo de «Oscuro» no le venía tanto de su aspecto como de sus malas intenciones. Violento y ambicioso, quería ser el dueño del planeta entero. Y para ello se apoyaba no solo en su ejército de titanes, sino también en todo tipo de bestias infernales y engendros.
Solo un héroe mítico fue capaz de enfrentarse a la tiranía, un caballero llamado Kevin Willys. Era un tío muy guapo, así con su melenita rubia, su caballo blanco, su armadura reluciente y una gran espada... Pero sobre todo era valiente, un guerrero que, combate tras combate, fue derrotando a los titanes... uno por uno. Es lógico: enfrentarse a todos a la vez habría sido una locura. Incluso para alguien tan fuerte y valiente como Kevin Willys.

La lucha, sin embargo, se decidió en un último combate. Los malos siempre se esconden detrás de sus secuaces, pero al final hasta el mismísimo Titán Oscuro tuvo que hacer frente a su enemigo. Y no le fue bien: Kevin Willys lo derrotó, pero su victoria no resultó fácil y tuvo un precio.
Nunca antes había ocurrido nada parecido ni volvería a pasar. Bueno, a ver... Desde entonces han pasado muchísimas cosas interesantes, es cierto. Pero es que esta lucha fue espectacular, digna de un videojuego que todavía no se ha inventado, no decimos más. El enfrentamiento duró tres días y tres noches en los que ambos guerreros cruzaron sus espadas sin descanso. Eran los dos tan poderosos que no había manera de declarar un vencedor. Igual que en esos partidos de fútbol en los que hay muchas ocasiones de gol, pero nadie marca y hay que jugar la prórroga. Bueno, más o menos.
Tanto el caballero como el titán, después de tanta lucha, acabaron agotados. Como el destino de la humanidad pendía de un hilo, al amanecer del cuarto día Kevin Willys recurrió a la única opción que le quedaba para destruir al monstruo. Reunió toda la magia disponible en aquel mundo antiguo y forjó un arma, poderosa y definitiva, para derrotar al Titán Oscuro. El caballero solo tuvo una oportunidad para usarla y no la desaprovechó: en un último choque, Kevin Willys logró herir de gravedad al Titán Oscuro y derrotarlo. Sin embargo, la suerte fue caprichosa, como casi siempre.
El Titán, desprovisto de sus poderes destruidos por la magia del arma, se vio obligado a retirarse al inframundo junto al resto de sus inmundas criaturas. Escondido en un lugar remoto, tras el llamado «Portal de obsidiana», cayó en un sueño encantado que duraría miles de años: hasta que las estrellas volvieran a situarse en una conjunción apropiada. Cuando eso ocurriera, el Titán Oscuro recuperaría su poder y volvería a la superficie para reconquistar la Tierra. Siempre acompañado, por supuesto, de su ejército de alimañas demoníacas.
Al menos de momento la humanidad había vencido: derrotados los titanes, nuestra especie empezó a dominar el planeta y a construir la historia que conocemos, esa que los profesores se empeñan en enseñarnos en el colegio. En general con poco éxito, la verdad. Kevin Willys fue aclamado como un héroe por los suyos (que eran también los nuestros, pero antiguos. Más o menos nuestros tátara-tátara-tátara-tátara-...tatarabuelos. Si le metemos diez o doce «tátaras» más, nos podemos hacer una idea). Sin embargo, era consciente de que la batalla entre el bien y el mal no había terminado. El caballero sabía que el Titán Oscuro despertaría en el futuro, así que guardó el arma mágica para que otro guerrero, cuando llegara el momento, pudiera usarla de nuevo contra el malvado. Kevin Willys escribió también un pergamino con instrucciones para su sucesor. Todo ello quedó guardado en una isla oculta por la magia, una isla que solo podrían ver ciertos seres escogidos para cumplir la profecía.
Fue una buena idea, porque aquel combate legendario, sus héroes y sus villanos, incluso el tipo de arma con la que fue derrotado el Titán Oscuro, cayeron poco a poco en el olvido. Al cabo de unas pocas generaciones apenas quedaba rastro de todo aquello, salvo en algunas leyendas que hablan, con poca precisión, de titanes, demonios, portales ocultos, armas mágicas e islas remotas.

Pero olvidar una amenaza no significa que esta no exista: bajo tierra, a gran profundidad, el Titán Oscuro sigue en el desolado inframundo aguardando el momento de volver. Y no, ese sitio desolado no es el solar que hay cerca de tu barrio: ahí van a construir un centro comercial.
Una siniestra horda de seres infernales sigue rindiendo culto al Titán Oscuro en el inframundo, más allá del Portal de obsidiana: zombis, brujas, esqueletos, bestias voladoras... También hay quien afirma haber visto el lugar donde se celebró aquella antiquísima batalla, que el arma ancestral existe, aunque no se sabe cuál es su aspecto, y que algún día el Titán volverá a la Tierra para dominarla o ser destruido definitivamente.
Aunque nada de esto importa ya porque, al fin y al cabo, ¿quién cree hoy en día en viejas leyendas y profecías?