«—¿Qué os parece Guardiola para el Barcelona?
»—Demasiado arroz para tan poco pollo.»
JOSEP PEDREROL y DAMIÁN GONZÁLEZ
«Siempre pensé que el día que me fuera mal me iría a Estados Unidos. Y cuando salí de Punto Radio me dije: “Éste es el momento. Ahora.”»
Era el verano de 2008, la Selección Española acababa de conquistar su segunda Eurocopa y Josep Pedrerol lo tenía claro. Su futuro estaba a miles de kilómetros de España, al otro lado del océano, en algún punto todavía por concretar: quizá Santa Mónica, posiblemente Los Ángeles, tal vez Miami. La aventura radiofónica en «El Mirador» había finalizado y la realidad mostraba un panorama difícil: España comenzaba a notar los efectos de una crisis que auguraban terrible y duradera, y en el mundo periodístico no había mejores perspectivas. «Lo tenía decidido. Estados Unidos es un país que siempre me ha gustado. Quería probar aquel periodismo, pasar allí una temporada, uno, dos, tres años, preparar reportajes, escribir, vivir otra experiencia.» La idea era instalarse allí y hacer periodismo. «Recibí una llamada de un amigo norteamericano. Me proponía una oferta muy jugosa: hacer la campaña de Barack Obama (por aquel entonces aspirante a presidente de Estados Unidos). En realidad, era una locura: se trataba de ir en coche siguiéndole por los estados norteamericanos. Pero a mí me atraía. Me parecía un plan apasionante, distinto.»
La alternativa era real: marcharse de España. Dejarlo todo y cambiar de aires. Irse lejos. Desconectar. Atrás quedaban muchos años de periodismo deportivo, los últimos cuatro en Punto Radio compaginados con TVE («Club de Fútbol»), dos antes en Radio Intereconomía y catorce en Canal Plus, ocho de ellos en «El Día Después». Demasiado bagaje profesional como para abandonarlo todo. «Me parecía increíble —recuerda José Damián González— que un periodista de la talla de Pedrerol, con su gran experiencia y su enorme trayectoria, pensara en irse. Aunque volviera forrado de Estados Unidos. No lo veía justo.» Siro López, sin embargo, opinaba diferente: «Sabía qué suponía para él Estados Unidos. Un país que siempre admiró. Y creí que había llegado el momento. Le dije: “Es otro tipo de periodismo, allí disfrutarás y saldarás tu deuda. Siempre te quisiste ir. Vete.”»
Siro y Damián, dos de sus más íntimos amigos, se habían convertido en personas clave en sus últimos proyectos periodísticos desde que iniciaron con él el programa «En la Banda» de Radio Intereconomía (2002). Desde entonces, ambos merecían toda su confianza, al igual que Elías Israel o Joaquín Ramos Marcos, inseparable desde la época de Canal Plus. Así que Josep tenía nuevamente dos posturas enfrentadas, la conservadora de Damián y la más alocada de Siro, imposible ponerles de acuerdo, polos opuestos.
Mientras uno y otro daban sus versiones, colegas de profesión que sabían del dilema que sopesaba Josep trataban de convencerle para que lo intentara en España. «Recuerdo con especial cariño dos mensajes que me empujaron a replantearme mi postura, a ver las cosas más claras. El primero fue de Roberto Palomar (Marca), un gran profesional, tertuliano habitual hasta que su medio le prohibió la asistencia. Aquella conversación en el parking de Vocento la tengo grabada: “Josep, no te vayas. En septiembre la gente te buscará.” El segundo, un mensaje de texto, fue Rogelio Rengel, propietario de la revista Don Balón: “Tienes a Don Balón para lo que quieras.”»
El panorama profesional estaba complicado. La crisis comenzaba a cebarse con las empresas de comunicación, la publicidad cada vez era menor y los rumores de despidos masivos atenazaban a la mayoría de medios. La situación era delicada. El trabajo escaseaba. Josep tenía garantizada una presencia esporádica en las tertulias deportivas de Telemadrid y poco más. Incluso, en el empeño de buscar una salida, se llegó a barajar la posibilidad de que fuera él quien dirigiera el programa «Fútbol es Fútbol» en la misma cadena autonómica madrileña. «Fue una opción —explica Siro— pero un catalán presentando un programa de Madrid... como que sonaba raro.» Las perspectivas laborales no eran nada buenas.
Hasta que un caluroso día de julio a Damián se le ocurrió un plan. Su hija, Noelia, trabajaba desde hacía tiempo en la sección de deportes de Intereconomía TV y le habían encargado una tertulia especial antes de la participación de España en la Eurocopa de Austria y Suiza. «En cuanto me lo dijo —rememora Damián— se me cruzó el cable. Habíamos creado un estilo y no podía morir. Era la oportunidad de trasladarlo a la televisión.» Damián le pidió a su hija que invitase a Josep a la tertulia. «Quería que le entrase el gusanillo, que viera lo bien que estaba la casa, que retomara el pulso.» Al debate, moderado por Noelia, asistieron Elías Israel, Josep y Damián. Fue poco más de una hora de duración, suficiente para convencerle de que allí había un hueco, de que allí estaba su futuro. «Me sentí muy cómodo. Nada más entrar por la puerta vinieron a recibirme personas de la dirección de la cadena. Me gustó mucho ese gesto de bienvenida. Se portaron muy bien conmigo, me trataron con mucho cariño, me enseñaron la casa. Comprobé que, seis años después, todo estaba mucho mejor.»
En aquel momento, en pleno verano, la redacción soportaba ruidosas e incómodas obras. Había una en particular que gustó especialmente a Pedrerol. Se estaba construyendo, en la planta baja, un plató moderno, amplio e innovador, con una cristalera enorme, limpia, que daba a un restaurante desde el que los espectadores iban a poder seguir los programas en directo. Aquello era algo diferente, vanguardista, inexistente en España. «Me motivó mucho. Era la prueba de que la casa miraba para adelante, de que quería crecer. Me dije: “Esto es lo más parecido a la televisión norteamericana.”»
La jugada salió redonda. Josep salió de allí encantado y enterró definitivamente la idea de la aventura norteamericana. Se había generado el caldo de cultivo pretendido por Damián. Todo, desde entonces, se desarrolló de forma muy rápida. Julio Ariza, presidente del grupo Intereconomía, veía con buenos ojos el proyecto de un programa deportivo nocturno. «El deporte es un entretenimiento apasionante y supone una vía de escape a las tristezas, incertidumbres y problemas de los españoles», asegura Julio. Lo siguiente era ponerse de acuerdo, pensar el equipo para formar una redacción joven y ambiciosa y comenzar a rodar. Faltaba un mes y medio para el inicio de la Liga.
«Toda televisión nacional —reflexiona Julio Ariza— debe apoyarse en cuatro pilares básicos: unos informativos de primer nivel, un programa de debate político en prime time (“El Gato al Agua”), un espacio de humor (“Los Clones”) y un programa deportivo potente. Y ése era “Punto Pelota”.»
La negociación entre las dos partes resultó muy sencilla. La voluntad de embarcarse en el proyecto televisivo había quedado perfectamente manifestada por Josep en unas cuantas comidas con sus más estrechos colaboradores, casi todas ellas en el restaurante japonés Matsuri, al nordeste de Madrid. Allí se le puso patas a una idea desarrollada en la radio, pero inexistente en televisión: «El Madrid-Barça es un acontecimiento que suele ocurrir cuatro veces al año y nosotros lo queríamos jugar todas las noches.» «Lo vimos claro, hasta Siro», recapitula Damián. Con Julio Ariza resultó aún más fácil el entendimiento. «Me llamaba cada verano para preguntarme si me habían echado ya de Punto Radio», recuerda Josep. «Con Pedre siempre ha habido una sintonía especial. Habíamos trabajado juntos anteriormente y nos conocíamos bien. El entendimiento fue inmediato», explica Ariza. Dos reuniones en la planta décima de la sede de la cadena, en el madrileño Paseo de la Castellana, bastaron para cerrar el compromiso.
«Nunca se me olvidará la primera frase que me dijo Julio el día que te conocí: “No me gusta el fútbol. Soy de Zidane”», explica Pedrerol. En aquella reunión estaban presentes cuatro personas: Julio Ariza, Xavier Horcajo (director general editorial del grupo), Josep Pedrerol y Joaquín Ramos Marcos. «No tenía ninguna duda de que la propuesta le parecería muy buena. Julio está continuamente pensando cosas para mejorar. Aquello le gustaba, estaba convencido.» Y así fue. El acuerdo se cerró de manera inmediata. «En cuanto pusimos la idea en común, dije: “¡Cojonudo!”», recuerda Ariza. Dos meses, el 15 de septiembre, y aquella locura se pondría en marcha.
¿Y el nombre? ¿Por qué «Punto Pelota»?
—Quedó establecido en el momento.
—¿Qué tal «La Prórroga»? —deslizó Josep.
—Demasiada erre. Creo que puede haber gente que tenga dificultad para pronunciarlo —coincidieron Ariza y Horcajo.
Josep, inmediatamente, propuso «Punto Pelota». A Ariza y a Horcajo les gustó. «Le pedí a Julio que me dejase su ordenador», recuerda Josep. Me metí en Internet, comprobé que no estaba registrado y le dije: “Éste es. Julio, regístralo.”» Al día siguiente, a las ocho de la mañana, el nombre ya estaba patentado.
Las líneas generales del programa quedaron rápidamente acordadas. Sería un debate deportivo nocturno, de doce de la noche a una y media (si bien posteriormente se alargaría hasta las dos y media) de la madrugada, de domingo a jueves en riguroso directo. Los detalles se fueron resolviendo sobre la marcha. Por ejemplo, el decorado, que ha sufrido varias adaptaciones hasta ser lo que es hoy. En principio, Julio Ariza prefería que en el plató hubiera mesas y sillas —un formato más parecido al del programa «El Gato al Agua»— para que diese impresión de formalidad. «Ahí dije yo que no. Si poníamos asientos cómodos, apetitosos, los tertulianos se apoltronarían y el discurso sería más largo, perdería espontaneidad. Quería algo que resultase incómodo para que el debate fuese más intenso y más caliente.» Y así se colocaron los célebres banquillos de madera, uno a cada lado del presentador. Resultó que, tras los primeros programas, los tertulianos de menos estatura no llegaban con los pies al suelo. Y quedaba feo. Entonces, a Julio se le ocurrió la idea de añadir los balones para que hiciesen de improvisados reposapiés.
Con la misma familiaridad se fueron solucionando otras necesidades. La primera y más urgente: formar un equipo fiable de redactores. Josep quería un grupo joven y ambicioso. Buscaba talento fresco. Hizo dos llamadas. A la primera contestó Pepo García Montes, un periodista madrileño (28 años), compañero de Pedrerol en Punto Radio. «Me quería como editor. En cuanto me explicó la idea supe que aquello tendría éxito. No existía nada parecido en televisión. Me sorprendió que pensara en mí para el proyecto porque apenas tenía experiencia en la tele.» Pepo fue el editor del programa dos años y medio. La segunda llamada recibió respuesta desde Los Ángeles. «Me llevé el móvil de casualidad. Mi madre me dijo: “Ten el teléfono siempre operativo porque imagina que te llama Josep y te ofrece algo.” Y acertó. Estaba de vacaciones en América. No me quedaba mucho para regresar. Acababa de empezar el día y salía por las puertas del hotel cuando me sonó el móvil.»
—Irene, ¿dónde estás? Necesito que vengas.
—En Los Ángeles, vuelvo a España en dos días.
—Llámame en cuanto llegues. Es urgente.
Irene Junquera aterrizó en Barajas y, sin pasar por casa, se fue directa al Asador Donostiarra, restaurante madrileño cercano al Santiago Bernabéu. Allí, junto a Pepo, esperaba Josep, quien les había citado para explicarles en persona el proyecto de forma más detallada. «Me dijo que me había visto en un espacio de televisión nocturno y que tenía claro que podría ser una de las imágenes potentes del programa.» Irene y Josep también habían coincidido en la etapa de Punto Radio. Ella acababa de finalizar una beca y no le habían renovado. Tenía veintitrés años y estaba sin trabajo. «En cuanto me lo propuso, ni me lo pensé. Fue una oportunidad excelente, incluso me sorprendió su confianza porque era joven y con una trayectoria corta. Me encantaba la televisión.»
Los dos fueron los primeros redactores del programa. El tercero formaba parte de Intereconomía: Mateo Fernández (25 años), un joven lucense que ya trabajaba en la sección de deportes de la casa. No tardó nada en unirse al proyecto. «Lo primero que me llamó la atención de Josep fue la pasión que le ponía. Estaba como un niño con zapatos nuevos. Pero lo que más me sorprendió fue su capacidad para escuchar a todo el mundo. Hacía el mismo caso a un taxista que al presidente del Gobierno. Las ideas de la señora de la limpieza eran, para él, igual de buenas que las que le pudiera dar cualquier director de cualquier medio.» A Irene, a Pepo y a Mateo se les unieron posteriormente Íñigo Martínez y Rodrigo Sáiz. Los cinco, ayudados por Florencio Nogales, productor, formaron la base del equipo de redacción y pusieron en marcha un programa al que, con el paso del tiempo, se le fueron uniendo más personas. «Una de las claves del éxito —asegura Mateo— fue que los redactores crecimos a la vez que el programa. Se nos abrió un abanico de oportunidades. Éramos gente joven, sin demasiada experiencia, y, desde el principio, nos encargaron tareas de mucha responsabilidad. En cualquier otro sitio sería impensable que nos pusieran, de repente, a hacer directos, por ejemplo. La llegada de Josep supuso una auténtica revolución en los deportes de Intereconomía.»
Poco a poco, aquella locura iba tomando forma. La música del programa no suscitó ningún problema. El «vive deportivamente», la ya famosa sintonía del inicio, venía de la radio. Se trata de una canción de Los 2 Españoles, un dúo de Benavente (Zamora) que fue especialmente popular en la década de 1970. La canción fue descubierta por Josep Pedrerol en un viaje a La Rioja, cuando trabajaba en Punto Radio. «Fuimos a recoger un premio. Un chico de la emisora de Logroño me llamó aparte y me la enseñó. La escuché un par de veces y supe que era muy pegadiza.» Josep no pudo ponerla de sintonía de «El Mirador», pero sí consiguió asignarla a una de sus secciones, la que tenía Pipi Estrada. De la radio se trasladó a la televisión con un enorme éxito. El tema gustó a todos, incluso consiguió lo más difícil: poner de acuerdo a la mayoría de tertulianos, que toman asiento a la que suenan los primeros acordes. La canción se ha mantenido desde el inicio como cabecera del espacio y hoy es una inconfundible extensión del programa.
Existe otro sonido que identifica a «Punto Pelota» y que tiene una curiosa historia detrás. Es la música del videoclip, compuesta e interpretada por Fernando Fu, un cantautor madrileño pero con raíces hawaianas, que viene de la época de Radio Intereconomía. Josep descubrió a Fu a través de Internet. Había pensado para su programa de radio una sección en clave musical: unos versos que trataran el tema destacado de la semana. Necesitaba un cantautor. «Le encontré a través de la Red. Le llamé y quedamos a tomar un café. Le expliqué lo que quería y le gustó la idea.» Tiempo después, Josep le encargó una canción para el programa. También era muy pegadiza. Aquel tema sufrió dos readaptaciones hasta convertirse en la oficial del videoclip. Sus apariciones en el programa le reportaron un gran impulso y cierta fama. De hecho, Fu nunca olvidará la vez que, tranquilamente sentado con su padre en el Café de la Ópera en Madrid, se le acercó, de repente, Florentino Pérez, presidente del Madrid, a saludarle y felicitarle por sus canciones.
«Punto Pelota» comenzó su andadura el 15 de septiembre de 2008 sin pruebas previas ni ensayos generales. A las doce de la noche de aquel lunes (bueno, martes ya) de verano, Josep Pedrerol entró en riguroso directo para saludar a los telespectadores y explicar los entresijos de la nueva aventura. La cámara enseñaba un plató apresuradamente finalizado para la ocasión: con un decorado muy distinto a lo que es hoy, mucho más desangelado, con ocho paneles rectangulares y uniformes que mezclaban tonos azules y naranjas sobre un fondo blanco y soso. Delante de los banquillos de madera, en el centro del plató, llamaba la atención una voluminosa estructura gris con forma de medio balón que hacía las veces de sostén de tres grandes pantallas de plasma. El conjunto en general transmitía una sensación de frialdad que chocaba con la esencia del programa, el debate acalorado e intenso. El color del suelo también era gris: ni rastro del artificial césped verde tan característico, ni de los conos, ni de los balones, ni de las pequeñas porterías. Nada. Irene Junquera leía los mensajes desde una posición mucho más alejada de Josep, casi esquinada, y su fondo era igualmente blanco e insustancial. «Punto Pelota» estaba todavía en su fase inicial.
Aquel día, Josep Pedrerol se levantó inquieto. «Me costó dormir esa noche. Pensaba en la hora del inicio. Creo que eran las ganas que tenía de empezar.» El equipo de tertulianos para el debut lo había decidido hacía tiempo. Llegó pronto a la redacción, a primera hora de la tarde. El ambiente se notaba distinto. «Estaba histérica —cuenta Noelia, una de las redactoras—. Creo que había un vértigo general.» Josep se reunió con su equipo, debatieron los temas y se pusieron a trabajar. «Había más tensión de lo normal —recuerda Irene—. Pero es como todo: cuando inicias un proyecto debes sentir esa intranquilidad, mitad nervios mitad ganas. Creo que todos queríamos empezar ya.» Pedrerol inició el programa con un mensaje de bienvenida de cuarenta y dos segundos de duración. «Yo estaba de los nervios —agrega Sonia, ayudante de realización—. Entró al plató sin nada preparado.» Vestía una americana oscura que combinaba con una camisa a rayas negras y blancas. Llevaba, como siempre, un papel en su mano derecha. «Cuando se soltó a hablar —dice Noelia— el alivio fue general. Improvisó todo. Una pasada.» Sus primeras palabras sonaron así:
Buenas noches. Bienvenidos a esta nueva aventura en Intereconomía Televisión. Teníamos ganas. Hace cinco años y medio un grupo de locos comenzamos en esta casa, el Grupo Intereconomía, una aventura divertida, basada en la información deportiva, pero con un formato distinto. No queremos aburrir a nadie ni que hable una sola persona. Nos gusta el debate, la pluralidad y las opiniones de todos. Hoy nace «Punto Pelota», y estaremos aquí cada noche de lunes a jueves. Tenemos una gran ventaja: aquí puede venir el comentarista de Marca y el de As; el de Sport y Mundo Deportivo; el de El Mundo y El País, el de La Razón, El Periódico y La Vanguardia. No tenemos limitaciones, ni vetos. Empezamos.
Fue un discurso breve y esquemático que sintetizó los pilares sobre los que se ha sustentado siempre «Punto Pelota»: información, debate, pluralidad y diversión. Pero fue un discurso que ensalzó, por encima de todo, la libertad; una libertad de movimiento, pensamiento y opinión absoluta, y que la casa, Intereconomía, siempre respetó. «Trabajar con total libertad, poder decidir todo, es lo que nos hace diferentes y la clave de nuestro éxito. Quien no viene a la tertulia es porque no quiere, o no le dejan.» En aquel momento se abría la puerta de «Punto Pelota», y se abría para todo el mundo, sin censuras ni restricciones.
Josep eligió a Michael Robinson como padrino para el debut. En sus dos anteriores proyectos, «En La Banda» de Radio Intereconomía y «El Mirador» de Punto Radio, había sido Florentino Pérez el protagonista en el primer día. Esta vez, Pedrerol rompió la tradición. «Quería empezar una nueva etapa con un amigo. Fue mi compañero de Canal Plus. Se trata de un tipo sensacional del que aprendí mucho. Habíamos pasado grandes momentos juntos y nos hacía ilusión que nos acompañara en el inicio.»
Pero por encima de cualquier invitado, de cualquier padrino, de cualquier nombre, había un «grupo de locos» especial que Josep había destacado en su pequeña introducción. Los tertulianos han sido siempre el alma del programa, la esencia de la pluralidad. Con el paso del tiempo, han ido creciendo en número hasta formar la extensa familia que es hoy, pero en los inicios, cuando «Punto Pelota» todavía era un proyecto embrionario, hubo una serie de personas, amigos antes que periodistas, que tuvieron un papel fundamental en la puesta en marcha del proyecto. José Damián González, Siro López, Elías Israel, Carme Barceló, Joaquín Ramos Marcos y Tomás Roncero formaron el primer equipo de tertulianos de la historia del programa. No fue casualidad. Todos ellos habían acompañado a Josep en sus aventuras inmediatamente anteriores a «Punto Pelota». Damián, Siro y Joaquín venían de lejos, de la etapa de «En La Banda». El resto se habían ido incorporando en «El Mirador». Todos ellos merecían la confianza total de Pedrerol. Su apoyo, su fidelidad y su entera predisposición habían resultado capitales en muchas de las más complicadas decisiones personales y profesionales de Pedrerol. Sus consejos eran consejos de amigos, sinceros, y con cierta asiduidad organizaban comidas para compartir ideas y opiniones.
Entre todos habían creado un estilo en la radio. Y ahora el objetivo consistía en trasladar el mismo formato a la televisión. El reto era para todos, no sólo para Pedrerol. «¿Nervios? No, era respeto, más bien —recuerda Damián—. La televisión, por mi experiencia, me parecía el medio más difícil, mucho más que la radio y la prensa. Josep me ayudó mucho: “Sé tú mismo, alegre, cabreado, irritado, pero sé tú mismo”, me dijo. Estaba obsesionado con la naturalidad.» «Yo estaba tranquila y feliz por la nueva experiencia que se presentaba: me sentía igual que en la radio pero con tres kilos más de maquillaje», rememora Carme.
Aquel día del debut, los seis tertulianos llegaron muy justos de tiempo a la redacción. «Josep daba la sensación de tranquilidad. Pero yo sabía que no, le conocía», asegura Joaquín. Ninguno sabía de qué iban a hablar. Todos se dirigieron a la sala de maquillaje, entonces una diminuta sala en la que entraron todos a la vez. «Parecía el camarote de los hermanos Marx», ironiza Carme. Allí esperaba Josep. Faltaba menos de una hora para el inicio. Piluca Calvo, una de las maquilladoras, no olvida aquella escena. «No pasaron ni dos minutos y ya estaban debatiendo. Josep aprovechaba el momento de maquillarse para sacarles el tema y conocer sus opiniones. Les pinchaba de forma sutil, era muy gracioso verles discutir como si hubiera cámaras delante. Allí era donde verdaderamente empezaba el programa.»
El primer debate de «Punto Pelota» tuvo como protagonista a Josep Guardiola, la sorprendente apuesta de Joan Laporta para el banquillo del F.C. Barcelona en la temporada 2008-2009. Aquel lunes 15 de septiembre ya se habían consumido dos jornadas ligueras. Los azulgranas se hundían en el decimosexto puesto de la clasificación general tras la derrota en Soria frente al Numancia (1-0) y el empate en el Camp Nou ante el Racing de Santander (1-1). El F.C. Barcelona sumaba un punto de seis, como dos de los equipos situados en los puestos de descenso. El Real Madrid transitaba décimo en la tabla con cuatro puntos, después del traspié en A Coruña con el Deportivo (2-1) y la épica remontada frente al Numancia en el Santiago Bernabéu. El mal arranque del Barça creaba muchas dudas y Pep estaba en el centro de las críticas.
—¿Qué os parece Guardiola para el Barcelona? —preguntó Josep para abrir el debate.
—Demasiado arroz para tan poco pollo —sentenció Damián.
—Un fracaso. Lo que antes eran «Zidanes y Pavones» ahora son «Messis y Pedritos» —remarcó Elías.
—Me gusta. Es un buen entrenador al que hay que darle tiempo. Es un tío preparado que tiene conocimientos del fútbol español y del italiano —declaró Siro.
—Tenemos un máster del universo en el banquillo —sostuvo Carme.
Sorprendentemente, Siro y Carme estaban de acuerdo en la primera opinión de todas. No sirvió de precedente.
La entrada de Tomás Roncero resultó triunfal. «Cada año que nos encontramos, Pedrerol, es justo al día siguiente de una victoria del Madrid, un pinchazo del Barça y una derrota del Atlético. Guardiola es un entrenador que debe seguir, es joven, está en prácticas. Tiene sentimiento culé. Y el Barça está optando a mejorar. Creo que este año puede ser subcampeón. Promete.» Seis días después, a la jornada siguiente, el F.C. Barcelona arrasó en Gijón (1-6), encadenó veintitrés victorias consecutivas en Liga y se alzó con los seis títulos que disputó. «Coincidencia.»
El programa duró una hora y media exacta. «Fue todo mucho más lento. Tenía menos ritmo y los discursos eran más largos», recapitula Josep. Aquel día se contabilizaron doscientos mensajes de texto, una cifra muy alejada de los miles que llegan en la actualidad. Las sensaciones fueron buenas. «Josep salió contento, nos felicitó a todo el equipo», recuerda Mateo. «Yo, al principio, no le daba mucho tiempo —confiesa Íñigo— pero pronto supe que mientras Josep quisiera, esto iba a durar.» «No nos veía casi nadie, pero trabajábamos como si fuésemos líderes de audiencia. La exigencia era máxima.»
Superado el estreno, «Punto Pelota» fue regateando inesperadas dificultades. Cada noche, antes del comienzo, Josep Pedrerol y Antonio Jiménez (director y presentador de «El Gato al Agua») establecían una breve conexión para adelantar los contenidos del espacio deportivo. Al principio se hacía desde edificios distintos. «Era un show. A veces fallaba la luz, de repente se iba el sonido...», admite Pilu. En una ocasión, hubo que modificar el decorado en directo. En otra, el programa tuvo que emigrar a otro plató por una avería en el principal. «Parecíamos marcianos. No se nos veían los pies y daba la impresión de que flotábamos. Fue una experiencia extraña», recuerda Irene.
Los inicios fueron duros y llenos de obstáculos. Intereconomía era una cadena en fase de crecimiento que todavía daba sus primeros pasos. Los recursos eran limitados, los medios, los justos. El programa no tenía más publicidad que la que se hacía en la propia casa y su forma de darse a conocer más rápida y eficaz era el boca a boca. A pesar de las adversidades manifiestas y la desventaja en infraestructuras respecto a otras grandes cadenas, «Punto Pelota» tiró hacia adelante gracias a la ilusión, el buen humor y el trabajo incesante de todo el equipo de redactores y tertulianos y, sobre todo, a la enorme confianza que Julio Ariza le dedicó siempre al proyecto. Josep y su equipo establecieron una rutina y nunca faltaron a su cita, cada noche, con la audiencia.
Al término de la primera temporada, la más relajada de todas, «Punto Pelota» había conseguido una aceptable pero todavía modesta repercusión. Intereconomía aún no se sintonizaba en muchos hogares y la televisión digital todavía necesitaba más tiempo para establecerse entre la sociedad. Fuera de la redacción, «Punto Pelota» era una realidad para unos pocos. Dentro de ella, continuaba siendo, para todos, una aventura con un enorme recorrido. Nadie podía imaginar, no obstante, el meteórico crecimiento que le aguardaba.

«¿Un autógrafo mío para qué? Eso, los jugadores.» Irene le firmó la camiseta a aquel niño, pero no pudo evitar pararse a reflexionar. Era el primer autógrafo que le pedían en su vida. «Ahí me di cuenta realmente de la fuerza que empezaba a coger el programa», explica. Ocurrió durante la multitudinaria presentación de Kaká en el Santiago Bernabéu, el último día de junio de 2009, casi al término del primer curso de «Punto Pelota». Irene se desplazó al estadio madridista para hacer un reportaje sobre la llegada del brasileño y el ambiente en las gradas. De pronto, un sector del público la reconoció y, todos a una, corearon su nombre. «No estaba acostumbrada a que me reconocieran. Pasé mucha vergüenza», admite la periodista.
El programa fue teniendo cada vez más eco. Florentino Pérez había sido reelegido como presidente del Madrid y Josep Pedrerol había ido avanzando en exclusiva muchos de sus planes y sus fichajes. El boca a boca de los espectadores cogió velocidad y los niveles de audiencia fueron mejorando. «Supe verdaderamente que habíamos calado en un viaje a Málaga —cuenta Elías Israel—. Fuimos a vivir “La jornada de tu vida” del BBVA y la gente nos gritaba “Adelante, adelante”. Fue un Málaga-Real Madrid con Boluda y Fernando Sanz (ahora tertuliano) de presidentes.» La segunda temporada resultó clave para el impulso definitivo de «Punto Pelota». Desde los inicios, los tertulianos habituales empezaron a notar su repercusión. «Yo llevaba cinco años en Telemadrid —explica Siro— y presentaba diariamente el informativo. Pues de cada diez personas que me paraban por la calle, nueve eran por “Punto Pelota”.» «Yo lo noté aquel verano en Cádiz, de vacaciones —agrega Damián—. La gente te gritaba en la playa: “Punto Pelotaaaaaa”. Te pedían fotos, autógrafos.» Al principio, muchos tertulianos compartían sus experiencias unos con otros. «Llegaba a la redacción y lo comentaba con mis compañeros. La respuesta siempre era la misma: “Pues a mí me pasó en...”», asegura Damián. «A mí ya no me “emparejaban” con Manolete sino con Carme Barceló», añade Roncero.

La segunda temporada supuso el impulso definitivo del programa. Josep introdujo cambios técnicos y estructurales manteniendo la esencia del debate y la familiaridad. Se modernizó el decorado del plató, se amplió la lista de tertulianos, se mejoraron los vídeos y la realización y se puso especial énfasis en los reportajes y las entrevistas. Durante el segundo año de vida de «Punto Pelota» desfilaron por el plató protagonistas de la talla de Cristiano Ronaldo, Forlán, Higuaín, Vicente del Bosque o Sergio Ramos, y todos ellos dejaron, además de jugosos titulares, grandes audiencias y una enorme repercusión. Fue, asimismo, el año de los récords Guinness con la realización de los dos históricos maratones, primero en Barcelona y luego en Madrid. Al término del segundo curso, «Punto Pelota» emergía ya como un programa de largo alcance con una fórmula exitosa y estable, un estilo definido y un recorrido prometedor.
Antes de que acabara su segundo año al frente de «Punto Pelota» en Intereconomía, Josep comenzó a recibir llamadas de la competencia. Las grandes empresas de comunicación no eran ajenas al éxito del programa, convertido ya en un fenómeno sociológico, y querían potenciar sus parrillas televisivas. En aquel momento, abril de 2010, la televisión estaba a las puertas de sufrir una nueva revolución con la entrada de la TDT. Aparecían nuevos canales que querían reforzarse y «Punto Pelota» se presentaba como un atractivo caramelo. Josep Pedrerol recibió ofertas de la mayoría de los más potentes grupos mediáticos de España. Pero a la vez había iniciado una negociación con Julio Ariza para extender su contrato con la casa. Josep prefería no enfrentarse a aquello solo. Y recurrió a un amigo.
«José, me están llamando de algunos sitios. El programa va como un tiro. Yo ya he iniciado una conversación con la casa pero ando un poco desorientado. ¿Te importaría llevarme la negociación?»
La primera reacción de Petón fue perezosa: «¡Otra vez me ha caído el marrón!», exclamó. Ese mismo año, a Petón le había tocado llevar la salida de Paco González de la Ser y su incorporación a la Cope. No tenía ninguna gana, pero aceptó. «Era la persona perfecta y no sólo por ser un gran amigo. Es sereno y sosegado y tiene una enorme facilidad de palabra y una gran capacidad para negociar», cuenta Josep. Al día siguiente, Petón y Josep se citaron a comer en la terraza del restaurante Espejo, en el centro de Madrid. «Le pedí dos cosas —explica Petón—: que me trajera su nómina actual, un resumen de los ingresos que tenía y que me dijera lo que quería alcanzar.» Josep sólo puso una condición para continuar en Intereconomía: exigencias relacionadas con la mejora del programa, tanto técnicas (realización, unidades móviles, servicios de postproducción...) como estructurales (más personal, cena todas las noches para su equipo...). El aspecto económico no le preocupaba. «Me dijo una cantidad, pero también que no tenía ni idea», cuenta Petón. A partir de ese día, fue el tertuliano quien se ocupó de llegar a buen puerto con Julio Ariza, presidente, y Marcial Cuquerella, director general de Intereconomía. Josep firmó una renovación por cinco años. «No sólo le conseguí el 95 por ciento de las exigencias técnicas que me había pedido, sino también una cantidad económica mayor de la que me había sugerido en un principio», confiesa Petón. «Aun así —añade— Josep se quedó en Intereconomía perdiendo mucho dinero.» «Julio Ariza había confiado en mí en los momentos difíciles y me parecía desleal irme. Aquí tenía libertad y estaba a gusto. No me importaba el dinero», explica Josep.
A partir de ahí, del inicio de la tercera temporada, el crecimiento fue imparable y el programa se consolidó aún más como líder absoluto de la noche deportiva en televisión. La tercera temporada fue la más complicada: «Tantos clásicos casi nos vuelven locos a todos. Aquel mes fue de los momentos más difíciles», apunta Josep. Pero «Punto Pelota» ha ido evolucionando y haciéndose más grande cada día, introduciendo novedades cada temporada, mejorando técnicamente y, lo más difícil, manteniendo su éxito. «Cada año se ha ido haciendo más televisivo», explica Luis Villarejo. «Se ha ido incrementando el contar historias. La gente necesita contar historias. Y no tienen por qué ser del Madrid o del Barcelona. En ese aspecto han tenido mucho que ver las nuevas tecnologías que ha potenciado la televisión participativa», agrega. «Para mí el éxito tiene que ver con tres cosas —reflexiona Elías Israel—: que hay buena información, que se ha mantenido el debate pasional y que el público lo ve ya como una especie de reality, es decir, el espectador no sólo se asoma para saber qué pasa en el deporte, sino para saber qué le pasa a los tertulianos. Cuando el Madrid pierde, los culés quieren ver la cara que pone Roncero y viceversa.» «El programa no sólo ha conservado el núcleo humano y el estilo, sino que, con el mismo escenario, continúa dando esa sensación familiar, casi de alcoba, de clase media española, con esos errores en directo que forman parte del encanto del programa. La televisión es un espejo de la sociedad y también tiene problemas y errores. Y “Punto Pelota” no los esconde», resume Petón.

Afianzado como referente del deporte, «Punto Pelota» ha ido extendiendo su familia de tertulianos con el paso de los años. «Al principio costaba mucho llamar a los invitados y a los periodistas y que te dijeran que sí de primeras. Ahora son ellos los que llaman para venir», cuenta Irene. Son más de treinta y creciendo. Los domingos, por norma general, Josep Pedrerol elige el equipo de tertulianos para cada día de la semana y establece el plan, aunque siempre susceptible de modificarse sobre la marcha. Se sienta en su despacho, delante de una gran pizarra y selecciona. Josep conoce el perfil de cada uno de ellos e intenta nivelar el debate. Elige siguiendo una serie de pautas. «Me gusta que todas las partes estén representadas. Madrid-Barça y un chispazo del Atlético», sintetiza. Lo primero que hace es organizar los contertulios catalanes. La mayoría vive en Barcelona, tienen que viajar y necesitan mayor disponibilidad. Luego intenta compensar con distintos criterios: colores y afinidades de cada uno, personalidad, formas de debatir, juventud y veteranía... Le gusta que haya posiciones enfrentadas que enriquezcan el debate. Trata de encontrar un equilibrio en función, siempre, de los temas de actualidad. Por ejemplo: «Si está Lobo —explica— intento que esté Buyo; si está Quim quiero que venga Esteva; también D’alessandro con Álvaro Benito por ese contraste entre juventud y veteranía; si está Elías, que es más tranquilo y pausado, me gusta tener a Damián, más vivo, más acelerado; cuando gana el Barça está bien traer a Hermel por lo de “fin de ciclo”...» La decisión suele tomarse al inicio de la semana, los domingos, pero siempre queda abierta a cambios, siempre.
El grupo de tertulianos es muy variopinto. Casi todos son periodistas. «Me gusta que los periodistas sean los personajes importantes de los programas. Siempre ha habido tensión por tener a un deportista en directo. Los periodistas son los que tienen la información y la actualidad y por eso me parece bien que sean lo protagonistas», explica Luis Villarejo. La familia es muy amplia y representan muchas formas distintas de ver la profesión. Pedrerol ha sabido mezclar todos los estilos de periodismo deportivo: hay perfiles más apasionados como Roncero o Carme, Siro o Damián; y más sosegados como el de Elías Israel, Julián Redondo, Luis Villarejo o Gabi Ruiz. Todos caben y todos conviven con normalidad en un clima de respeto y diversión porque «Punto Pelota» es un ecosistema de libertad máxima, sin restricciones ni censuras. «Nunca me he sentido fuera de lugar», asegura Gabi Ruiz. «Asumo mi rol con naturalidad. Es verdad que hay veces que no veo la forma de intervenir, el programa toma un rumbo en el que no encuentro el momento. Pero entonces me callo, escucho y disfruto. Cada vez que voy a “Punto Pelota” me divierto desde el primer minuto hasta el último», añade. «Yo me siento un friky entre tanta algarabía —bromea Julián Redondo—. En la calle lo que me llama la atención es cuando la gente me reconoce y me dice: “Coño, menos mal que hay uno sensato en ese programa.” Quizá es porque no me significo con los colores ni del Madrid ni del Barcelona y sí con los del Atlético. Y como del Atlético se habla menos... Pero me lo paso en grande.»
«La televisión extrema la imagen de cada uno —apunta Elías Israel—. Te cuelgan el Sambenito muy pronto. Yo ya soy neutral porque la imagen que tengo es ésa y cuando te creas una imagen, buena o mala, es muy difícil salirse de ella.» «Punto Pelota» es un programa con mucho ritmo. El debate suele ser entusiasta y tiene mucha fogosidad. «Tienes que saber “colocar” tu mensaje rápido», reconoce Luis Villarejo, uno de los tertulianos con el discurso más reposado. «Cada vez que intervengo tengo libertad absoluta de opinión. Cuando quiero decir una cosa, a pesar del ruido, sólo tengo que levantar la mano, mirar a Josep y ya me da paso», cuenta. «Me siento muy bien en el programa porque hay un ambiente excelente», añade. Acostumbrarse a la dinámica del programa no es fácil para todos los tertulianos. Carmen Colino y Pipi Estrada son dos de las últimas incorporaciones a una familia que no para de crecer. «Una vez que estás dentro te das cuenta de que la clave es la complicidad y la diversión entre todos. Eso se transmite por la pantalla. Yo salgo del programa con la misma sensación con la que antes apagaba el televisor: “qué bien me lo he pasado”», explica Carmen Colino. «Al principio —añade— me daba respeto cómo reaccionar a algunos temas por si estaba fuera de lugar. Cuando estás sentada en el plató entiendes que el mismo debate te lleva de un lado a otro sin necesidad de preocuparte por eso», agrega. «Yo cuando me sentaba en mi casa a ver “Punto Pelota” no me daba tiempo ni de ir al baño. Y ahora... me pasa lo mismo», bromea Pipi Estrada.