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ORIGEN

El ser humano es un novato en la Tierra.
No es capaz de recordar su nacimiento ni su origen.

OSCAR KISS MAERTH

La cuestión más trascendental de la Humanidad es un misterio velado y secreto. El origen de la raíz de sus culturas, civilizaciones y leyes se ha perdido en el tiempo. Pero han dejado una serie de huellas que me intriga poderosamente desde hace años. A lo largo de su Historia, el ser humano siempre miró al Cielo, tanto material como espiritualmente, y ha dejado pruebas de este vínculo ancestral en todos los rincones del planeta. El Tao de Confucio es un manual de instrucciones para encontrar el Camino al Cielo, donde el sabio explica que un ser es plenamente humano si se mantiene conectado con la esencia que se le ha dado desde lo Alto. ¿Por qué nunca cesa este anhelo de Cielo?

Miramos a las estrellas para recuperar nuestro vínculo con los misterios cósmicos. Transitando por el sendero de la evolución, perdimos la consciencia de lo fundamental: ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? Sabemos que el futuro está en el espacio. Y que nuestro presente es una era de cambios profundos. Pero ignoramos el mundo antiguo, tan enigmático como indescifrable para la Humanidad del siglo XXI. Ya no logramos leer los símbolos que presidían los templos, los palacios y las calles de las ciudades primigenias. Hemos cortado los lazos que nos unían a los ancestros, a pesar de que en muchos aspectos somos increíblemente semejantes a ellos. Esta realidad no ha dejado de sorprenderme en el emocionante proceso de investigación y documentación que he realizado para la escritura de este libro.

Durante mucho tiempo, la ciencia oficial nos ha convencido de que somos más inteligentes que los cromañones. Se ha tachado a los neandertales, a los sumerios y a los griegos de supersticiosos y anticientíficos. Pero no habríamos construido los rascacielos sin los secretos que ellos arrancaron de las profundidades de la caverna. Pensamos que en esta era de revoluciones y descubrimientos estamos desvelando el Universo. Creemos ser los primeros en levantar el vuelo hacia lo Alto. Sin embargo, hace miles, millones de años, desde arriba bajaron nuestros iniciadores. El Cosmos nos descubrió a nosotros mucho antes de que la Humanidad comenzara a explorar el Cielo.

INTUICIONES

La existencia de otras civilizaciones más allá de la Tierra ha intrigado a los humanos desde la Antigüedad. La sensación de haber olvidado algo esencial que un día sí supimos es inquietante. El subconsciente nos transmite a cada uno de nosotros una información incompleta que no sabemos descifrar porque nos falta el código. Una información inscrita en nuestro ADN se mueve entre las nieblas de la mente y el tiempo. Y, para comprenderla, necesitamos recuperar el significado de los símbolos primigenios.

Ya en la Grecia clásica, Platón plasmó la precaria relación entre el ser humano y el conocimiento en el mito de la caverna[4]. Hemos de regresar al inframundo, adentrarnos en lo más profundo de la gruta, y eso nos da pavor. Pero la piedra y la roca no cesan de suplicar nuestra atención. La primera humanidad sí conocía su origen y ansía contárnoslo. En esta época no cesamos de arrebatar las ciudades sepultadas a la arena del desierto, pero aún ignoramos el significado completo de la tabla de roca de los Mandamientos del Cielo. ¿Quiénes eran los ángeles de Yavé que se los dictaron a Moisés?

Y al bajar Moisés del Monte Sinaí traía consigo las dos tablas de la Ley, más no sabía que, a causa de la conversación con el Señor, su rostro despedía rayos de luz (Éx 34, 29).

Enigmas como este, o el de las pirámides egipcias y mayas alineadas según las constelaciones estelares, los siete cielos de Mahoma, la extraña marcha del profeta Elías y la llamada Madonna dell’Ufo (un cuadro de la Virgen María con una astronave pintado en el Renacimiento florentino), aún no han sido ­resueltos.

LA CONQUISTA DEL CIELO. ¿ADÓNDE VAMOS?

La exploración del Universo es la más fascinante de las aventuras que la Humanidad terrestre ha emprendido jamás. Volvemos a mirar al Cielo, pero, aunque lo parezca, no es un proyecto nuevo, sino una excitante aventura que comenzó hace millones de años, cuando vivíamos salvajes en las estepas mientras los recién llegados Hijos del Cielo construían las primeras ciudades. Eva, Abraham, la princesa Enheduanna, el faraón Akenaton, el rey indio Boha, los emperadores Moctezuma y Atahualpa, el historiador romano Plinio el Viejo, Galileo Galilei y Nikola Tesla, entre otros miles, nos preceden.

En la actualidad, la conquista del Cosmos significa que buscamos fuera de nuestro planeta. Y este proyecto va a revolucionar la forma en que pensamos y percibimos nuestro hogar: la Tierra. La incursión en el espacio esla verdadera y gran revolución del siglo XXI, necesaria, además, por la situación de un planeta afectado por serios riesgos ambientales y por la supervivencia de las futuras generaciones.

Para resolver los desafíos contemporáneos hemos comenzado a construir un nuevo sueño, una nueva polis en Marte. La esperanza y la luz son mayores que las sombras.

FILOSOFÍA CÓSMICA

La carrera espacial no es solo la exploración geográfica del Cosmos, sino la búsqueda del Ser: quiénes somos y cuál es nuestro origen y nuestro lugar en el Universo. En el Cielo vivían los dioses, a la Tierra bajaron y al Cielo regresaron, según narran los antiquísimos libros escritos por reinas, faraones y sacerdotes, que se convirtieron en los representantes de los dioses celestes en la Tierra. También dejaron huellas en el arte, como las esculturas moái de la isla Rapa Nui, en Chile, que llevan siglos mirando a las estrellas.

Pero estudiar la formación del Universo y buscar evidencias de materia oscura, de antimateria y de vida no solo es un desafío científico, sino filosófico. Este proyecto nos impulsa a plantearnos una cuestión trascendental: ¿cuál va a ser el nuevo papel del ser humano en el Cosmos? No se trata de reflexionar acerca denuestra responsabilidad en la Tierra, sino de nuestro futuro en el espacio, al que estamos accediendo miles de años después de que las divinidades del Cielo nos prohibiesen la entrada, condenándonos a vivir aquí por toda la eternidad.

Después de expulsar a Adán y Eva del paraíso, Dios «puso al oriente del huerto de Edén querubines y una espada de fuego que se revolvía por todos lados, para custodiar el camino del Árbol de la Vida» (Gén 3, 24).

¿Qué significan estas huellas del Cosmos en la Tierra? ¿Qué mensaje nos legaron nuestros ancestros? La Era Espacial nos plantea un gran desafío intelectual, el de redescubrir la conexión entre la humanidad cósmica y la humanidad terrestre narrada en las escrituras y el arte. La exploración también es interior. Estamos a las puertas de la mayor aventura del espíritu hu­mano.

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Árbol de la Vida asirio, que representa el centro del Cosmos. En esta estela del palacio de Nimrud, el rey Asurnasirpal II (hacia 883-859 a. C.) aparece por duplicado. Sobre él, el dios Ashur en el interior de su astronave.

CAZADORES DE ASTRONAVES

Las grandes naciones de la Tierra están implicadas en una nueva odisea espacial. Las limitaciones tecnológicas se superan día a día y lo que ayer era ciencia-ficción hoy se transforma en evidencia. La jefa de la NASA, Ellen Stofan, asegura que dentro de veinte años habrá humanos viviendo en Marte y que esta colonización solo será el trampolín de salida para un reto aún más fascinante: nuestra incursión en el espacio lejano.

Esta inédita perspectiva desde la que ahora nos asomamos al espacio nos proporciona un código nuevo para comprender los símbolos, los textos y los iconos del pasado. ¿Por qué a los emperadores chinos se les llamó «Hijos del Cielo»? ¿Por qué la diosa madre sumeria era la «Reina del Cielo»? ¿Por qué Jesús de Nazaet enseña una oración que comienza hablándole al «Padre del Cielo y de la Tierra»? Todas las culturas antiguas están íntimamente unidas al Cielo, pero ¿cuál es la causa de esta conexión?

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Grabado del relieve «Árbol de la Vida» de los mayas, Izapa (México), periodo preclásico (300 a. C.-300 d. C.).

También los empresarios multimillonarios se apuntan al reto, compitiendo entre sí para ver quién llega primero. Es como la conquista del Oeste o las de Gengis Khan, los Zhou y Alejandro Magno, pero ahora en el Cosmos. Las naciones y los billonarios jamás comprometerían sus fortunas si no dispusieran de certezas. ¿Es que acaso tienen evidencias de que hay vida más allá de la Tierra?

DIOSES EN EL CIELO

En el Cielo no solo hay estrellas. Mujeres y hombres de todas las épocas han visto algo más allí arriba, como luces que se mueven a velocidades incomprensibles o rayos que caen a la Tierra lanzados por los dioses. Pero en las culturas antiguas solo las deidades supremas tenían vehículos para desplazarse por el Cosmos. ¿Qué significa esto?

A mediados de diciembre de 2017 ocurrió algo insólito y ­extraordinario. The New York Times informaba del programa ultrasecreto del Pentágono para analizar naves tecnológicas procedentes del exterior de la Tierra[5]. Discretamente, el Departamento de Defensa de Estados Unidos contaba con 22 millones de dólares anuales para este Programa de Identificación de Amenazas Aeroespaciales Avanzadas. Luis Elizondo, oficial de la inteligencia militar, dirigió el proyecto desde el quinto piso del Anillo C del Pentágono, en lo más profundo del laberíntico edificio, entre los años 2007 y 2017, y desde allí coordinó el equipo que investiga los objetos voladores interestelares, evaluando la amenaza que plantean y entrevistando a las personas que aseguran haberlos visto o que han tenido un encuentro en la tercera fase.

Elizondo trabajó conjuntamente con la Marina estadounidense y la CIA hasta octubre de 2017, fecha en la que renunció como protesta por los obstáculos internos y por lo que calificó como un interés excesivo por mantener el fenómeno en secreto. «¿Por qué no estamos invirtiendo más tiempo y esfuerzo en este asunto?», escribió en la carta de dimisión dirigida al secretario de Defensa, Jim Mattis.

A pesar de que el Pentágono asegura que este proyecto solo ha estado activo desde 2007 hasta 2012, la verdad es bien distinta. Algunos funcionarios han reconocido a The New York Times que siguen investigando los episodios que les presentan los pilotos militares. Y es que desde que en 1947 un piloto comercial avistara un objeto interestelar, al que bautizó con el nombre de «platillo volante» por su forma ovalada, el Departamento de Defensa nunca ha dejado de rastrearlos. Lo inaudito es que jamás hasta ahora había reconocido la existencia de plan alguno.

UNA DECLARACIÓN INQUIETANTE

El programa secreto, que se inició por la insistencia del líder demócrata de Nevada Harry Reid, contrató a la empresa aeroespacial del multimillonario Robert Bigelow. Meses antes del reconocimiento oficial de este proyecto, Bigelow había realizado unas declaraciones que dieron la vuelta al mundo. En mayo de 2017, el programa 60 Minutes de la CBS[6] lo entrevistó en Las Vegas mientras un astronauta recorría la órbita de la Tierra a bordo de una nave espacial inflable, su creación estrella. Cuando la periodista Lara Logan le preguntó si creía en la existencia de vida inteligente en otros planetas y en que sus astronaves hubieran visitado la Tierra, el magnate afirmó contundente: «Estoy absolutamente convencido. Es todo lo que puedo decir».

LOGAN: ¿Cree que en nuestros viajes espaciales encontraremos otras formas de vida inteligente?

BIGELOW: No hay que ir a ninguna parte.

LOGAN: ¿Quiere decir que podemos encontrarla aquí? ¿Dónde exactamente?

BIGELOW: Justo debajo de nuestra nariz.

LOGAN: ¿Es arriesgado para usted decir en público que cree en ovnis y alienígenas?

BIGELOW: Me importa un comino.

LOGAN: ¿No le preocupa que algunas personas digan: «Has oído a ese tipo, parece que está loco»?

BIGELOW: No me importa.

LOGAN: ¿Por qué no?

BIGELOW: No va a cambiar la realidad de lo que sé.

Las Fuerzas Armadas confirmaron a la CBS que durante años estuvieron remitiendo todos los informes de astronaves y otros fenómenos inexplicables (encuentros con visitantes interestelares) a Bigelow. Las afirmaciones tajantes del millonario se basan en estos datos confidenciales: «Ha habido y existe una presencia extraterrestre. Y he gastado millones y millones y millones… probablemente, a nivel individual, he gastado en este asunto más que ningún otro en Estados Unidos».

Los edificios de su empresa espacial en Las Vegas guardan celosamente las aleaciones de metales y otros materiales que el equipo del Pentágono ha obtenido de astronaves accidentadas o derribadas por las Fuerzas Aéreas. «La situación es similar a lo que habría ocurrido si a Leonardo da Vinci se le hubiera dado un control remoto para abrir la puerta de un garaje», asegura Harold E. Puthoff, ingeniero que investigó la percepción extrasensorial para la CIA y que posteriormente trabajó en el programa. «Lo primero que habría hecho Da Vinci es intentar entender qué es ese pedazo de plástico. No habría sabido nada de las señales electromagnéticas involucradas ni de su funcionamiento».

Jamás hubo un reconocimiento tan rotundo. El Pentágono tiene en su poder naves de una tecnología superior a las terrestres, pero aún es incapaz de entender su funcionamiento. Está sucediendo lo mismo que ocurrió en el pasado: la Humanidad no habría podido avanzar sin la introducción de las nuevas tecnologías que trajeron los seres del Cielo.

Los investigadores del Pentágono y de la CIA también han estado examinando a personas —muchas de ellas militares— que han sufrido efectos físicos y psicológicos tras un encuentro con naves y seres interestelares. El programa recopiló grabaciones en vídeo de incidentes entre astronaves identificadas como no terrestres y pilotos del Ejército estadounidense, entre las que difundió una verdaderamente inquietante ocurrida en 2004 con dos aviadores de combate F/A-18F Super Hornet de la Marina. Mientras estaban apostados en las costas de San Diego, en el portaviones nuclear Nimitz, que iba a partir al Golfo Pérsico para combatir en la Guerra de Irak, recibieron la orden de despegar tras unas extrañas aeronaves que sobrevolaban el cielo desde hacía semanas a unos 100 kilómetros de la costa californiana. Los vehículos bajaron de 80.000 a 20.000 pies de altura (de 26 a 6,5 kilómetros) antes de desaparecer, y los vigilantes costeros detectaron alrededor de dos docenas de esas «cosas» haciendo vuelos extraños[7].

Cuando el piloto David Fravor salió tras ellas, descubrió una nave plana y blanquecina, de forma ovalada, sin alas y del mismo tamaño que su avión, unos 13 metros. Estaba cerca de la superficie del mar y, cuando se acercó a ella, «aceleró y desapareció. Nunca he visto nada tan rápido en mi vida». La aeronave inició un ascenso a una velocidad inaudita efectuando giros imposibles para nuestros conocimientos de física. Los pilotos de la Marina exclamaban alucinados intentando comprender lo que estaban viendo: «¡Es toda una flotilla!», gritó uno.

Pero lo más extraordinario para mí, por sus raíces historiográficas, es que los informes secretos redactados por la inteligencia militar describieron avistamientos de aeronaves desplazándose a velocidades inexplicables sin hélices, alas, toberas u otros signos visibles de propulsión, por lo que volaban sin mecanismos aparentes que produjeran su desplazamiento y elevación, como las vimanas de la India que luego analizaré. Es decir, según nuestras leyes físicas, no podrían estar volando.

Y lo que resulta aún más fascinante es que la astronave estaba rodeada de un aura brillante. Era el brillo de los dioses.

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TROPAS EN LOS CIELOS

El fenómeno de las flotillas celestes ha sido tan constante en la Antigüedad como en la actualidad.A las 21.40 horas del 7 de febrero de 2017, las pantallas del radar del aeropuerto internacional Jorge Chávez, en el Callao (Lima, Perú), captaron doce luces no identificadas que mostraban el código 0000. El tráfico aéreo permaneció cerrado durante horas por motivos de seguridad[8].

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Pero la flota que se observó y grabó en Guadalajara (México)[9], a finales de octubre de 2011 a plena luz del día, fue aún más espectacular, porque su número superaba todo lo que se había observado antes en los cielos. Un mes más tarde aparecieron de nuevo.

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Uno de los testigos lo describió así: «Lucen como esferas nacaradas que reflejan el Sol, unos se adelantan un poco más que otros, cambian de posición, no había viento y avanzaban lentamente de oriente a poniente».

Si nosotros tenemos curiosidad por saber qué hay más allá de nuestras fronteras, no debería extrañarnos que otras civilizaciones del espacio sientan el mismo impulso. Sin duda, la Tierra está abierta a la posibilidad de ser explorada por seres procedentes de otros lugares del Cosmos.

PRIMEROS MEMORIALES

Me resultó impresionante advertir la similitud de estas tropas interestelares con una serie de imágenes que tantos quebraderos de cabeza venían provocándome desde hacía años. Cuando los datos fueron conectados por mis neuronas exclamé el famoso ¡eureka! Sin duda, la Historia general de las cosas de Nueva España, la magna obra dirigida por fray Bernardino de Sahagún, aún no ha revelado todo el conocimiento que contiene. Y, tras mis reflexiones, análisis y consultas a innumerables fuentes bibliográficas, mi conclusión es que las pinturas náhuatl no han sido interpretadas correctamente.

El trabajo de Sahagún comenzó en 1558, cuando su provincial franciscano le ordenó que investigara a fondo la cultura náhuatl. En ello se afanó durante cuarenta años. Entre 1558 y 1561 se instaló en el convento de Tepepulco, hoy Hidalgo (México), junto a informantes de la nobleza local para coordinar la primera etapa de su titánica obra, los Primeros Memoriales. Luego, en 1561, Sahagún regresó al Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, donde reemprendió su investigación. Fue en el convento de San Francisco de México, en 1569, cuando completó su Historia general. Pero no satisfecho aún, entre 1578 y 1580 elaboró el manuscrito ilustrado de doce libros a dos columnas en castellano y en náhuatl que hoy conocemos como Códice Florentino, por encontrarse en esa ciudad italiana. El franciscano está considerado el primer antropólogo de la Historia por el método científico que ideó para el desarrollo de este descomunal tesoro etnográfico.

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Imagen del libro Moctezuma’s Mexico[10].

Cuando sus informantes le hablaron y pintaron imágenes sobre el Cosmos, Sahagún identificó estas representaciones náhuatl con las Pléyades. Pero nada más lejos de la realidad.

Su similitud con las formas adoptadas en el cielo por algunas flotillas observadas en la actualidad es irrefutable y reveladora.

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Forma adoptada por una flotilla vista en los Cielos.

Los arqueólogos actuales aún siguen confundidos tras identificar estas imágenes náhuatl con constelaciones, meteoritos, estrellas fugaces, el Sol, la Luna o los eclipses. No han comprendido lo que significa que los nativos observaran obsesivamente el cielo para asegurarse de que su mundo no terminara. Erróneamente, los científicos creen que era el movimiento de los astros lo que contemplaban los astrólogos náhuatl, pero, tras mi análisis de sus doctrinas fundacionales, puedo afirmar que esta deducción es errada.

¿Por qué se preocupaban de modo tan obsesivo por mirar el cielo? Los últimos descubrimientos en la antigua Sumeria han revelado que el final y el comienzo de una nueva era no estaban fijados por los cambios astrales, como los asiriólogos dedujeron al principio, sino por la caída y el alzamiento de un nuevo dios-rey. La duración de su gobierno o de su dinastía era la medida del tiempo en la Antigüedad. De hecho, el calendario actual se basa en el mismo sistema. Por ejemplo, una nueva era temporal llegó con Cristo y la Historia se marcó por lo sucedido antes o después de él. Este modelo lo aprendimos en la remota Sumer.

Al mismo tiempo, tanto en Mesopotamia como en Mesoamérica los dioses estaban asociados a determinados astros —según su poder, su psicología, su función social o su origen— y esta costumbre fue reproducida durante milenios. De ahí procede la confusión científica. ¿Qué observaban los náhuatl? ¿Representan sus dibujos las Pléyades u otros fenómenos celestiales? Ellos, impenitentes observadores del cielo, llamaron Tianquiztli a estas imágenes interestelares de los Primeros Memoriales. Pero los arqueólogos traducen este término como «mercado», lo que resulta verdaderamente ilógico por estar fuera de contexto.

Al final de cada ciclo temporal, los antiguos mexicas celebraban una ceremonia ritual para asegurar la armonía del Cosmos y el renacimiento del Sol. Pero ese Sol al que tanto veneraron los aztecas (como los incas, los babilónicos y los egipcios) es más semejante al Mesías esperado por los judíos que a un astro. En realidad, se trataba de un dios elegido o enviado por los Cielos para cambiar el curso de los acontecimientos y, por tanto, de la historia de sus pueblos. La legendaria serpiente emplumada, que tenía la capacidad de volar.

Sin duda, el conocimiento del verdadero origen de la Humanidad va a causar una profunda impresión en la sociedad, porque nada de lo que realmente sucedió en los primeros tiempos mantiene una conexión lógica con la versión oficial de los hechos. Hay quien no está preparado psicológicamente para afrontar la Verdad. Pero la era actual va a reescribir los principios de la Historia humana. Todo lo que aprendimos va a saltar por los aires. Como vaticinó la sibila libia del templo de Zeus Amón en el Oasis de Siwa: «Llegará el día en el que todo lo que está oculto será revelado».