No estaba previsto. Ni los ángeles más inteligentes vaticinaron que un pequeño planeta situado más allá de los confines del Universo, perdido, olvidado y alejado de las civilizaciones más desarrolladas, pudiera convertirse, eones de tiempo después, en el mayor enigma de los Cielos. Un planeta azul usado para depositar los restos inservibles de las batallas cósmicas, destinado a basurero espiritual. Aquí fueron abandonados los seres más informes, crueles e inservibles, los rebeldes a la razón y al amor, castigados a no participar de la vida plena. Aquí arrojaron lo peor de cada planeta, los monstruos que refieren los textos más antiguos, sin caer en la cuenta de que un día podría convertirse en un verdadero hogar donde sus habitantes comprendan y practiquen la ley más sagrada del Cielo: el Amor.