En este capítulo conocerás las bases teóricas y prácticas para construir un acorde. De hecho, aunque el resto del libro presente una selección de acordes distintos que te permitirá encontrar con rapidez la mayor parte de las posiciones habituales, es esencial saber cómo se construyen los acordes. En las páginas siguientes descubrirás la metodología de este libro, así como a ser autónomo y adaptarte a los distintos contextos en los que se utilizan acordes. Por último, podrás crear tus propias posiciones de acordes. Las combinaciones de notas en el piano son tan variadas y numerosas que, en efecto, resulta imposible recopilar todos los acordes posibles. Además, en este capítulo, explicaremos algunas nociones musicales básicas para comprender mejor la notación y los conceptos utilizados.
Antes de empezar con los acordes, es necesario saber que el sistema de notación musical de siete notas (do, re, mi, fa, sol, la, si), muy utilizado en el aprendizaje clásico de solfeo en nuestro país, solo se emplea en realidad en una pequeña parte de Europa. Por lo tanto, en la mayoría de las partituras modernas, o en las internacionales o anglosajonas, verás que los acordes se escriben con el sistema de notación anglosajón. Es un sistema muy sencillo, puesto que las siete notas se nombran con las siete primeras letras del alfabeto a partir de la.
De este modo, para la escala mayor de do:
A continuación, mostramos las notas que se encuentran en el teclado según la notación anglosajona. Recuerda que en el piano cada nota está separada de la siguiente y de la anterior por un semitono, y que las teclas negras están marcadas por un bemol o un sostenido, según el sistema que queramos adoptar. El bemol indica que la nota está disminuida medio tono, mientras que el sostenido señala que la nota está aumentada medio tono. Así, por ejemplo, D♭ es lo mismo que C#. La elección de sostenido o bemol resulta indiferente al oído, pero depende de la obra y de convenciones de las que no nos ocuparemos en este libro.
Una escala mayor, que contiene siete notas distintas, tiene doce semitonos. La mayoría de las notas de la escala están separadas por un tono, aunque hay dos casos en los que las notas están separadas por un semitono. En una escala mayor de do (C), las notas mi (E) y fa (F), así como las notas si (B) y do (C), están separadas entre sí por medio tono. Estas distancias características de una escala mayor pueden verse en el teclado de un piano en la escala mayor de do (C) por la ausencia de la tecla negra entre estos dos grupos de notas.
Asimismo, las escalas definen el concepto de octava. La octava es la distancia entre las dos notas más cercanas que poseen el mismo nombre. Por ejemplo, do-do, re-re, etc. Por lo tanto, tocar la octava de una nota consiste en tocar esa nota 12 semitonos más alto (o más bajo en el caso de la octava superior).
En general, una obra musical está compuesta por una melodía y un acompañamiento.
La melodía está formada por una serie de notas que definen la tonada con la que se canta la letra de una canción. Si se canta a capella, es decir, sin instrumentos, lo que se interpreta es la melodía.
El acompañamiento es el conjunto de notas que tocan los instrumentos para acompañar la melodía. Al igual que una novela está formada por una serie de palabras, un acompañamiento puede verse como la secuencia de una serie de acordes que cuentan una historia en la que la melodía es el hilo principal. En general, el sonido del acompañamiento es más grave que el de la melodía, puesto que el oído humano percibe mejor los agudos. En el piano, como los sonidos ascienden de izquierda a derecha, se suelen tocar los acordes con la mano izquierda y la melodía con la mano derecha.
Por lo tanto, un acorde se refiere a un conjunto de notas que se pueden tocar al mismo tiempo, o una detrás de otra, para enviar un “mensaje” musical. Hay varios tipos (o clases) de acordes, cada uno con un nombre particular y con un color musical propio. Un tipo de acorde no se caracteriza por los nombres de las notas que lo componen, sino por la distancia entre esas notas, es decir, el número de semitonos necesarios para pasar de una nota a otra del acorde. En el vocabulario musical, para referirse al tipo de acorde, a menudo se habla de clases de acordes.
En un enfoque occidental clásico de la música, los acordes más utilizados son los llamados “acordes perfectos”. En términos armónicos, los acordes perfectos son acordes justos, es decir, aquellos en los que ninguna de sus notas es disonante.
Los acordes perfectos se componen de tres notas distintas, y solo hay dos tipos de acordes perfectos que sirven de base para toda la música occidental clásica (incluida la música moderna): acordes mayores y acordes menores.
Ya sea mayor o menor, un acorde perfecto está formado por tres notas:
¿Por qué reciben estos nombres? Simplemente, porque designamos las notas de un acorde con respecto a una escala mayor de siete notas que comenzaría en la tónica.
La tercera, por lo tanto, es la nota que ocupa el tercer lugar de esa escala, y la quinta es la que se sitúa en el quinto puesto de la escala. La tercera de un acorde es, por defecto, mayor; con lo cual, al escribir un acorde mayor, lo haremos tan solo con el nombre de la fundamental (por ejemplo, C = acorde de do mayor). En cambio, si se toca un acorde menor, la tercera es menor o bemol (un semitono por debajo de la tercera mayor) y conviene especificar la clase de acorde añadiendo una “m” (por ejemplo, Cm = do menor).
Veamos, por ejemplo, el caso de do (C) mayor y menor:
A continuación, el acorde de re (D), que es aplicable a todos los acordes:
Con respecto al cifrado de los acordes en las partituras, podemos encontrar numerosas variaciones en función de los estilos de notación. En concreto, en el cifrado de jazz para los acordes menores se utiliza a menudo un símbolo menos (–) en lugar de la letra m. Por ejemplo, Dm sería D–. También podemos encontrar la notación larga (min en lugar de m). Por último, en algunas partituras, podemos encontrar el símbolo ∆.
Las digitaciones que indicamos aquí son las básicas utilizadas con mayor frecuencia. Pueden variar en función de los estilos y de las obras según sea necesario. En general, una buena digitación consiste en cambiar lo menos posible la posición de la mano para ejecutar las figuras rítmicas con la máxima naturalidad y fluidez que se pueda lograr.
Para tocar un acorde menor, procede de la misma manera, moviendo la tercera un semitono hacia abajo (hacia la izquierda del piano).
Para tocar un acorde menor, procede de la misma manera moviendo la tercera un semitono hacia abajo (hacia la izquierda del piano).
Los acordes perfectos que hemos presentado antes no constituyen más que una fracción de los acordes empleados habitualmente en la música moderna. Hay otros acordes más ricos y menos armoniosos que permiten que la música exprese palabras y colores más sutiles y ambiguos. Se trata de los acordes alterados y enriquecidos.
Los acordes alterados escapan a las reglas de construcción clásica de los acordes menores y mayores. Se caracterizan por no tener una quinta justa. Nos referimos a los acordes disminuidos y aumentados. En el cifrado se indican, por ejemplo, como Cdim o Co (do dism.) y Caug o C5+ (do aum.), junto con algunas posibles variaciones según el estilo de notación que se utilice.
Para tocar un acorde disminuido, hay que tocar el acorde menor moviendo la quinta medio tono hacia abajo. Como ejemplo, a continuación vemos cómo se forma el acorde de do disminuido (la misma regla se aplica a todos los acordes disminuidos):
Para tocar un acorde aumentado, hay que tocar el acorde mayor moviendo la quinta medio tono hacia arriba. Por ejemplo, veamos cómo se forma el acorde de do aumentado (la misma regla se aplica a todos los acordes aumentados):
Al tocar los acordes de do aumentado y disminuido, verás que no suenan muy armoniosos en comparación con los acordes mayores o menores. Es totalmente normal; de hecho, se llaman acordes disonantes. Los acordes disonantes se emplean para crear tensión; después de uno de estos acordes, es necesario tocar un acorde perfecto para disminuir esa tensión (o para resolver la ambigüedad ligada a la disonancia). También reciben el nombre de acordes de transición.
Los acordes enriquecidos se llaman así porque suelen formarse a partir de un acorde perfecto o de uno alterado (mayor, menor, disminuido o aumentado), al que se le añaden una o más notas adicionales. Hay que advertir que estas notas no son repeticiones de las notas del acorde en otra octava, sino que son notas distintas. Recordemos que un acorde perfecto de tres sonidos está formado por una fundamental (1), una tercera (3) y una quinta (5). Estas tres notas se llaman así en relación con una escala mayor de siete notas que comenzaría en la fundamental del acorde. En esta escala, podemos imaginar los enriquecimientos 2, 4, 6 y 7, que se llaman de segunda, cuarta, sexta y séptima, respectivamente. Además, estas notas pueden estar alteradas; por ejemplo, una séptima mayor es una séptima más un semitono. Por último, podemos trasladar los enriquecimientos a la escala que sigue al acorde (una octava más aguda). Se obtienen así la novena, la undécima y la decimotercera (estas dos últimas también reciben el nombre de oncena y trecena, respectivamente).
No obstante, una imagen vale más que mil palabras. La figura siguiente muestra todas las notas que pueden utilizarse en un acorde formado a partir de la fundamental en do.
Todos los acordes siguen el mismo principio. Por ejemplo, para el re:
Gracias a estos esquemas, ahora podemos formar sin dificultad todos los acordes enriquecidos. Por ejemplo, Cm7 (do m7) estará formado por las notas C-E♭-G-B♭ (do-mi♭-sol-si♭).
Fíjate en que la séptima del acorde es menor por defecto (a diferencia de la tercera, que es mayor por defecto). Esto se debe a que el acorde de séptima se utiliza mucho en todos los estilos musicales, en particular, en el jazz y en el blues. Por lo tanto, será necesario especificar si quieres tocar una séptima mayor. Por ejemplo:
También es importante recordar que los grados noveno, undécimo y decimotercero del acorde son, en realidad, equivalentes al segundo, cuarto y sexto. Aunque podemos encontrar las dos anotaciones, normalmente se puede escribir una novena, una undécima y una decimotercera cuando la nota es más aguda que la segunda fundamental del acorde, es decir, cuando se encuentra en la escala superior a la escala donde están las notas del acorde. En la práctica, pocas veces se sigue esta convención y se deja que el intérprete elija la colocación de las notas del acorde donde prefiera. El efecto puede variar dependiendo del instrumento, la tonalidad y la altura con que se toque el acorde. Por esa razón el músico, ante todo, debe aprender a escuchar y usar su oído para elegir las posiciones más adecuadas.
Para encontrar con rapidez los enriquecimientos de los acordes, lo más conveniente es razonarlos con respecto a las posiciones de las fundamentales, terceras y quintas, que debes memorizar para ser autónomo.
Por ejemplo, para hacer un Dsus4 o D4 (re sus4), solo hay que aumentar la tercera mayor un semitono.
En cambio, para hacer un Dsus9 (re sus9), hay que disminuir la tercera menor un semitono. En rigor, se trata de un D2 (re 2), pero teniendo en cuenta el amplio uso del cifrado de novena (por ejemplo, en jazz y en bossa nova), rara vez se escribe el 2.
Observa que, para los acordes de novena y de cuarta, no es necesario tocar la tercera; aunque puedes hacerlo para conseguir ciertos efectos musicales. En este caso, se escriben los acordes Dadd4 (re add4) y Dadd9 (re add9), que indican que hay que tocar el enriquecimiento además de la tercera mayor. En el caso de un enriquecimiento sobre un acorde menor, basta con escribir Dm4 (re m4) o Dm9 (re m9) para indicar que se puede continuar tocando la tercera menor.
A continuación, y a modo de resumen, incluimos una lista de los enriquecimientos más utilizados (es imprescindible que los memorices). Por supuesto, estos arreglos se pueden combinar para obtener acordes de cinco o seis sonidos distintos o más.
En los párrafos anteriores hemos visto qué notas forman los acordes. Sin embargo, hay muchas maneras de organizarlos y alterarlos, especialmente a través de las inversiones y de las variaciones de los bajos.
Para entender las inversiones, primero hay que saber que, en un acorde, la misma nota se puede tocar en una escala más aguda o más grave. Por ejemplo, si se mueve la fundamental del acorde perfecto de fa una octava más aguda, seguiremos teniendo un fa.
Del mismo modo, si se mueve la quinta de un acorde perfecto de re hacia la octava baja, seguirá siendo un acorde de re.
Por lo tanto, se trata de los mismos acordes, aunque el resultado musical sea diferente. En efecto, al tocar un acorde, el oído distingue siempre mejor la nota más aguda. Es la parte melódica del acorde. En particular, cuando escuchamos un conjunto musical, la melodía que destaca casi siempre está ejecutada en un tono muy agudo por un instrumento adecuado (violín, oboe, guitarra eléctrica, etc.). De este modo, y en función del efecto deseado, se puede crear un color distinto eligiendo cuál será la nota aguda. Incluso, utilizando las inversiones, puedes hacer que una melodía suene por encima de los acordes, o al menos hacer que aflore con más facilidad.
En un acorde de tres notas hay una posición “normal” y dos posibles inversiones. Una inversión se designa según la primera nota que forme el acorde. Fijémonos en los ejemplos vistos antes: al mover la fundamental de fa hacia arriba, la tercera se convierte en la primera nota del acorde; esto recibe el nombre de primera inversión. Por otro lado, al desplazar la quinta del acorde de re hacia abajo estamos haciendo una segunda inversión. A continuación, te mostramos las inversiones que se obtienen en el acorde de fa al mover las notas del acorde una octava hacia arriba en cada inversión.
Las inversiones pueden aplicarse de la misma manera a todos los acordes. Hay que tener en cuenta que, al mover una por una las notas una octava hacia abajo (y no hacia arriba), también se obtienen las tres inversiones. En este caso, se empieza por invertir la quinta una octava hacia abajo y se termina con la inversión de la tercera.
Además de los aspectos melódicos, las inversiones tienen también la ventaja de facilitar la ejecución y, en concreto, los cambios de acordes. Por ejemplo, imagina una pieza que necesite un pasaje F Am F C (fa, la m, fa, do). Puedes tocar el pasaje de la mano derecha sin inversiones.
En la práctica, este pasaje requiere que toda la mano se desplace tres veces, por lo que resulta relativamente difícil tocar de manera fluida.
En cambio, al utilizar las inversiones, podemos minimizar los desplazamientos de la mano derecha y tocar con mayor soltura. Por ejemplo, partiendo desde la posición inicial de fa (F).
Como puedes ver, gracias a la inversión en el acorde de la m (inversión a la tercera) y en el acorde de do (inversión a la quinta), solo hay que mover el pulgar desde fa hacia mi para cambiar de F a Am. Después, movemos el pulgar y el índice hacia el mi y el sol para pasar de F a C. El dedo corazón se mantiene siempre en el do, lo que permite tener un punto fijo de recuperación y cometer así menos errores en los pasajes.
Si comienzas desde un acorde de fa con una posición diferente, esta posición de partida requerirá una serie de inversiones distintas. Intenta, por ejemplo, comenzar con una segunda inversión y aplicar las inversiones que minimicen los cambios de la mano.
Si en un acorde de tres sonidos (tríada) podemos hacer dos posibles inversiones, los acordes que tienen cuatro sonidos (por ejemplo, los acordes de séptima) tendrán, por lógica, la posibilidad de hacer una tercera inversión. Esto puedes verlo en la selección de acordes (véase, por ejemplo, fa 7).
Los acordes de cinco sonidos tendrían también una inversión distinta, y aún hay más combinaciones si se mueven ciertas notas varias octavas utilizando las dos manos. No sería muy útil enumerar todas las inversiones posibles. En este libro ofrecemos las posiciones más utilizadas de los acordes “indispensables” y la posición principal de los acordes “avanzados”.
En general, la nota más grave ejecutada en el teclado se corresponde con la fundamental y se toca con la mano izquierda. Sin embargo, en función de los estilos, esta nota se puede variar para darle una línea melódica. Es lo que se llama una línea de bajo. Se toca con la mano izquierda, aunque también se puede tocar con otro instrumento en el caso de un conjunto musical (un contrabajo, por ejemplo).
Al ser el bajo una parte integral del acorde, si se toca una nota distinta a la fundamental en la parte grave, se puede considerar como una inversión o, incluso, como un enriquecimiento. Sin embargo, como una nota en la parte grave suena muy distinta a una nota en la parte aguda, es costumbre escribirla explícitamente en el acorde. Por ejemplo, C/E designa un acorde de do mayor con un mi en el bajo, lo que se corresponde en cierta medida con una primera inversión. Del mismo modo, si se toca un fa en la parte grave de un acorde de do, no se escribe C4 (donde el fa es la cuarta del acorde), sino C/F. Ten en cuenta que, en un conjunto musical, el instrumento más grave es el que toca el bajo. En general, un pianista que toca con un contrabajo puede ignorar las notas graves de los acordes.
En jazz, una improvisación melódica sobre las notas graves de los acordes se llama walking bass.
Antes hemos aprendido a construir los distintos tipos de acordes que podemos encontrar.
Si quieres obtener una lista de los acordes más utilizados, puedes consultar el resto de este libro. En este apartado vamos a ver cómo utilizar e interpretar los acordes en el piano. En realidad, aun conociendo la posición teórica de un acorde y las notas que lo componen, existen numerosas formas de interpretarlo en función del estilo y del resultado que se quiera obtener.
Recuerda que la función principal de los acordes es la de acompañar una melodía, sin la cual una obra musical estaría incompleta. Si sabes leer e interpretar los acordes en el piano, podrás acompañar sin problema la parte cantada, lo mismo que hace un guitarrista cuando acompaña a un cantante. Asimismo, podrás acompañar a cualquier otro instrumento melódico, como un saxo, una trompeta, un violín o una guitarra eléctrica. Tanto en las tiendas especializadas como en Internet encontrarás numerosas partituras basadas en acordes. En algunas de ellas solo aparecerán los acordes y el texto, ni siquiera habrá pentagramas que indiquen las notas de manera clásica. Serás tú quien deba saber qué notas debes tocar y cómo hacerlo cuando se indique un acorde.
En una partitura basada en acordes, estos se escriben encima del texto. Hay que cantar o tararear la melodía y cambiar de acorde cuando cambie el acorde situado sobre la letra. Como ayuda, la sílaba correspondiente al cambio de acorde está subrayada o destacada en negrita. Sin embargo, debes tener en cuenta que este tipo de partituras dejan mucho espacio a la interpretación, y el cambio de acorde puede ejecutarse de forma ligeramente distinta a como esté indicado.
Mientras no se indique ningún cambio de acorde, se debe seguir tocando el acorde anterior.
A continuación, puedes ver un ejemplo de este tipo de partitura (¡no intentes tocarla!):
En una partitura real, habría que tocar tres acordes: C, Gm y A (do, sol m y la). Habría que tocarlos a partir del momento en el que se canten las sílabas que correspondan a los acordes, es decir, justo debajo de ellos. Hemos destacado las sílabas donde se producen los cambios de acordes para guiarte, pero esto no suele ser así en la mayoría de las partituras.
Para leer una partitura basada en acordes, tienes que ser capaz de leer dos tipos de información al mismo tiempo: la letra de la canción y los acordes que hay que tocar (justo encima).
LEER UNA PARTITURA
La dificultad radica en cambiar de acorde rápidamente y en el momento adecuado. Intenta leer el siguiente acorde para anticiparte y pensar en la posición de los dedos un poco antes de ejecutarlo. De este modo, la ejecución será más fluida.
Las parrillas de acordes, también llamadas parrillas armónicas, son una forma habitual de representar los acordes de una obra y, por lo tanto, su estructura armónica. Se usan en particular en blues y en jazz. De hecho, como estos estilos musicales están particularmente abiertos a la improvisación, la línea de acordes es la base sobre la cual se pueden apoyar los músicos para ajustar sus interpretaciones entre sí sin necesidad de tener como referencia una línea melódica precisa. Además, muchas piezas de jazz carecen de una parte cantada, por lo que no se puede utilizar la notación presentada anteriormente.
Así, una parrilla de acordes está formada por una serie de compases representados por rectángulos contiguos, cada uno de los cuales contiene un acorde específico. En el caso de un cuatro por cuatro, cada compás dura cuatro tiempos; en un tres por cuatro, cada compás dura tres tiempos, etc., tal como ocurre en una partitura clásica.
Al construir una pieza, los acordes cambian significativamente menos que las notas. En la mayoría de las piezas sencillas, no habrá más que un acorde por compás, es decir, por rectángulo. Un acorde también puede durar varios compases, por lo que se puede utilizar el símbolo de repetición (). Por ejemplo, una parrilla de acordes que indique tocar un do (C) durante un compás y, luego, un fa (F) durante dos compases se representará de la siguiente manera:
Cuando la pieza necesita varios acordes por compás, hay que recortar los rectángulos siguiendo las diagonales. Por ejemplo, para cortar en cuatro tiempos un compás y poder insertar cuatro acordes diferentes (un acorde por cada tiempo), se procede de la siguiente manera:
En aquellos casos, excepcionales, en los que se quiera escribir dos acordes por tiempo, se pueden cortar los cuadrantes en subcuadrantes. Si esto sucediera con frecuencia, sin duda habría que utilizar una partitura clásica para transcribir la pieza, con el fin de poder incluir detalles. No hay que olvidar que el objetivo de la parrilla de acordes es describir la estructura armónica de una pieza y, en ningún caso, los detalles melódicos.
También podemos encontrar los rectángulos cortados de esta otra forma, aunque la dirección de la lectura es menos obvia, por lo que se utiliza mucho menos.
Para terminar con este tema, te ofrecemos a continuación las retranscripciones en parrillas de acordes de las partituras que hemos utilizado para ilustrar los estilos blues y rock and roll, en la página 41, y el estilo jazz, en la página 43.
El piano cuenta con una serie de pedales, que pueden ser dos, tres o incluso cuatro, en el caso de un piano clásico, o solo uno o dos, en un piano digital.
Desde el punto de vista de la ejecución de los acordes, el pedal más utilizado es el de la derecha, el llamado pedal de resonancia (o sustain, en inglés), que sirve para prolongar el sonido y aumentar su potencia al elevar los amortiguadores del piano. En un piano digital, si solo hay uno, será el pedal de resonancia en el 99 % de los casos.
Se recomienda utilizar el pedal de resonancia para mejorar la interpretación, sobre todo en las baladas y en las piezas lentas. Usar el pedal derecho te permitirá:
Para utilizar el pedal de resonancia sigue estas indicaciones:
Es importante recordar que hay que soltar del todo el pedal entre cada acorde. De lo contrario, los sonidos de ambos acordes se mezclarán y de inmediato crearán una resonancia.
A continuación, vamos a abordar la manera de tocar los acordes para lograr distintos estilos musicales. Por supuesto, se incluye solo a modo orientativo, puesto que en función de las obras y el tempo con el que se tocan, así como el ritmo (binario o ternario), se obtendrán estilos diferentes con la misma base de acordes y las mismas posiciones. Aun así, hay posiciones que son más convencionales o adecuadas para ciertos estilos, y esto es lo que presentamos en este apartado.
Uno de los usos más simples consiste en doblar la primera nota grave un intervalo de octava. Utiliza el dedo meñique izquierdo para tocar la fundamental del acorde a la izquierda y el pulgar izquierdo para tocar la misma nota con un intervalo de octava (es decir, la primera nota idéntica pero más a la derecha en el piano). Con la mano derecha puedes tocar posiciones de acordes más o menos enriquecidas. En este estilo son frecuentes los acordes simples (perfectos e invertidos) junto con acordes de transición de séptima, cuarta y novena, que rara vez se mezclan. Esto es así en general, pero hay excepciones, por lo que, por ejemplo, podemos tocar un ritmo de bossa nova con el mismo esquema.
Resulta fácil añadir la quinta a la octava grave; para ello, utiliza el dedo índice de la mano izquierda. Descubrirás que este método enriquece mucho el resultado sin demasiada complicación. De hecho, la quinta no cambia según el tipo de acorde mayor o menor, por lo que resulta sencillo aplicar esta técnica.
En las piezas clásicas, la mano izquierda se usa muy a menudo para tocar la totalidad del acorde mayor o menor, es decir, para agregar la tercera del acorde. Es interesante tocar todo el acorde con la mano izquierda, porque da más libertad a la mano derecha para desarrollar variaciones, incluso para tocar una melodía en el piano (en lugar de cantar, por ejemplo), o para enriquecer los acordes.
Un ejemplo de ejecución con la mano izquierda del acorde de C (do). (m = dedo meñique, a = dedo anular, c = dedo corazón, i = dedo índice, p = dedo pulgar)
No obstante, descubrirás que el resultado no es muy interesante cuando la mano izquierda toca en una posición demasiado grave, sobre todo cuando se usa el pedal de resonancia. De hecho, la tercera se mezcla demasiado con la fundamental y con la quinta, y no destaca lo suficiente: el sonido está “sucio”.
Solución 1: en modo arpegio, eleva la tercera una octava. Este procedimiento se utiliza en numerosas piezas clásicas (por ejemplo, en algunos estudios de Chopin). Hay dos digitaciones posibles.
Digitación 1: tocar la tercera con el pulgar. En este caso, hay que pulsar la fundamental con el índice y la quinta con el dedo corazón (véase el esquema a la derecha para el ejemplo de do). No es fácil, sobre todo si la mano es pequeña. A no ser que tengas una mano de gigante (Franz Liszt, por ejemplo, era famoso por tener una manos extraordinariamente grandes), tendrás que hacer un movimiento de balanceo de izquierda a derecha alrededor del dedo corazón.
Digitación 2: tocar la tercera con el índice. Esta técnica consiste en no cambiar la posición fundamental-quinta- fundamental y pasar el dedo índice por encima del pulgar para tocar la tercera (como se indica en el esquema para el do). Esta técnica es, en general, más cómoda para las manos pequeñas (la preferida por las mujeres), pero aun así requiere práctica para que resulte totalmente natural. Los pianistas consumados dominan las dos técnicas que acabamos de ver y pueden cambiar de una a otra sin dificultad según el efecto deseado. De hecho, tocar la tercera con el índice a menudo permite acentuar esta última, sobre todo si se encuentra en una nota negra (más fácil de tocar con el índice que con el pulgar).
Solución 2: mover la mano izquierda para tocar alternativamente la fundamental y el acorde con un intervalo de octava. Esta técnica también requiere mucha práctica para dominarla, puesto que es necesario apuntar con precisión y conocer perfectamente las posiciones de los acordes de la mano izquierda. En este modo de ejecución, se utiliza también con mucha frecuencia la segunda inversión para evitar que la mano izquierda suba demasiado e invada el campo de juego de la mano derecha.
A continuación, presentamos los mismos acordes que hemos visto antes para que puedas interpretarlos con la mano izquierda con cualquiera de las dos técnicas vistas. La mano derecha se deja libre para la interpretación.
Hay muchas piezas clásicas que no están escritas a cuatro tiempos, sino que son valses (tres tiempos por compás). Podemos adaptar el mismo estilo de arpegios clásicos a un vals, como te mostramos en la partitura siguiente.
Por último, también es posible ejecutar los acordes descomponiéndolos en varios tiempos, por ejemplo, tocando la fundamental con el meñique izquierdo en el primer tiempo y luego todo el acorde más agudo en el tiempo siguiente. Este procedimiento se utiliza en particular para compases de tres tiempos, en un estilo que podríamos calificar de “vals vienés”. Tocamos la fundamental (que se puede alternar con la quinta) en el primer tiempo del compás y una primera inversión en los tiempos 2 y 3 del compás, como se muestra en la partitura siguiente.
Alternar la fundamental y la quinta más grave es una técnica empleada con frecuencia en los valses clásicos, como hemos visto antes. Sin embargo, también se puede utilizar para el piano moderno en piezas de estilo piano bar, salvo que aquí utilizaremos el compás de cuatro tiempos. Este ritmo puede ejecutarse con más o menos rapidez según el efecto deseado y precisará de una excelente coordinación entre ambas manos, sobre todo para las obras rápidas. Cuando la pieza sea lo bastante lenta, podremos desplazar las fundamentales y las quintas una octava por debajo.
Ejemplo de un acorde de C (do) con segunda inversión.
Ejemplo de un acorde de C (do) sin inversión, en el que los graves se tocan una octava más abajo:
El blues y el rock (que originalmente es un tipo de blues tocado con más velocidad) son, sin duda, los estilos que más hacen trabajar a la mano izquierda en cuanto a ritmo se refiere. Lo que convierte al blues en más interesante es que, a partir de esquemas simples, se puede improvisar fácilmente y dejar volar la imaginación. La parrilla de acordes de blues y rock más sencilla consiste en tocar los acordes C7, F7 y G7, que se pueden incorporar a voluntad. La siguiente partitura muestra un ritmo basado en arpegios de la mano izquierda que va desarrollando las notas del acorde utilizando la sexta como nota “pivote”. Esta mezcla de sextas y séptimas de la mano derecha le otorga un color típico de blues.
Para lograr una ejecución menos mecánica, hay que trabajar el ritmo y las variaciones de la mano izquierda. En concreto, en el caso del blues habrá que utilizar con frecuencia un ritmo ternario bastante difícil de ejecutar. Esto requiere práctica pero, sobre todo, oído y sentido rítmico, que solo se adquiere escuchando las obras clásicas del género.
El jazz es una música muy rica desde el punto de vista armónico que se apoya principalmente en el enriquecimiento sistemático de los acordes y en la utilización de encadenamientos de acordes que “suenan” a jazz. En este estilo, es frecuente dejar de hablar de notas para hablar de grados. Por ejemplo, el encadenamiento clásico de jazz II, V, I quiere decir Dm7, G7, C7M si tomamos el acorde de do como referencia. También se pueden enriquecer los acordes a voluntad, en concreto, agregando, por ejemplo, las novenas de los acordes: Dm7/9, G7/9, C7M/9.
El piano jazz no es el tema de este libro y, por supuesto, no puede tratarse en un solo párrafo; sin embargo, con la siguiente serie de acordes podrás hacerte una idea de un encadenamiento simple. Observa la utilización opcional de un acorde G7/9♭ como transición hacia el C7M/9.