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Ese mismo día, más tarde, una niña llamada Swati y sus amigos estaban jugando en Litwak’s. La niña puso unas monedas en Sugar Rush y se sentó en el asiento del piloto. Su amiga Nafisa observaba mientras se preparaba para jugar.

—Escoge a Vanellope —sugirió Nafisa—. Tiene el mejor superpoder.

—Sí, la falla —asintió Swati—. La amo.

Dentro de Sugar Rush, el nombre de Vanellope estaba por todas partes, ¡parecía que siempre ganaba!

Vanellope estaba en su auto en la línea de salida, al lado de Taffyta y del resto de los corredores.

—Corredores, ¡enciendan los motores! —se escuchó la voz del anunciador.

—Vas a perder hoy, princesa —dijo Taffyta y le lanzó una mirada malévola a Vanellope.

—Aunque técnicamente sí soy una princesa, Taffyta, agradecería que pensaras en mí sólo como Vanellope, la corredora que te pateará el trasero —replicó.

—Tres… —se escuchó de nuevo la voz del anunciador interrumpiendo su conversación—, dos… uno… ¡FUERA!

Los corredores aceleraron a fondo ¡y salieron disparados! Taffyta tomó el primer lugar mientras Vanellope fallaba entre el tráfico, desapareciendo y apareciendo cada vez más adelante de los demás corredores.

—Con permiso, lo siento, a un lado, por favor —decía Vanellope mientras rebasaba con facilidad a cada uno. Cuando se acercó al Desafío de Chicles, todo sucedió como siempre. Unos chicles enormes rodaron por una empinada colina hacia ella, pero, como conocía la pista al derecho y al revés, en realidad no eran nada difíciles de evadir.

—Una, dos y tres bolas de chicle —dijo mientras esquivaba sin problemas cada una de ellas.

Taffyta seguía en el primer lugar, pero Vanellope ya estaba muy cerca de ella. Cuando Taffyta por fin la vio, Vanellope se recostó en su asiento y empezó a roncar.

—Lo siento, creo que me quedé dormida —exclamó despertándose de golpe—. ¿Voy ganando? —Con una sonrisa aceleró y dejó atrás a Taffyta.

Taffyta gritó mientras caía al segundo lugar.

Vanellope giró sin problemas en la curva al final del Desafío de Chicles.

—¡Y aquí aparece Vanellope con una enorme ventaja! —dijo el anunciador—. ¡Nadie la va a alcanzar!

Mientras tanto, Ralph, escondido a lo lejos, trabajaba en una nueva pista.

—Aquí viene —se dijo a sí mismo, emocionado—. Va a amar esto, llega justo a tiempo.

De pronto, Vanellope se topó con tres anuncios.

El primero decía: ¿buscas algo nuevo?

El segundo: ¿y diferente?

Y finalmente: entonces, toma este camino…

Vanellope sonrió al leer cada uno de los anuncios. De inmediato supo que era trabajo de su mejor amigo.

—¡Ralph, viejo amigo! —exclamó feliz—. Creo que tengo tiempo para un pequeño desvío —afirmó al tiempo que daba la vuelta para llevar su auto hacia la nueva pista.

En el arcade, Swati se dio cuenta de que se dirigía hacia una zona que no había visto antes.

—¡Mira! ¡Creo que desbloqueé una nueva pista!

Vanellope salió de la pista hacia la que había hecho Ralph, llena de baches. Había obstáculos hechos con árboles de caramelo regados por todas partes y saltos superpeligrosos. Mientras corría por la nueva pista, Vanellope gritaba de la emoción.

—¡Wuju! ¡Gracias, Ralph!

—¡De nada! —le respondió Ralph a gritos, feliz de que su amiga estuviera disfrutando tanto su creación.

En el arcade, Nafisa también le gritaba a Swati.

—¡Regresa al camino! ¡Vas a perder!

Swati jaló el volante hacia la izquierda para que Vanellope regresara a la pista de siempre, pero no funcionaba.

—¿Qué le pasa a esta cosa? —preguntó esforzándose por controlar a Vanellope. De nuevo giró el volante a la izquierda y… ¡el volante se separó del juego!

Vanellope dio otro giro en la nueva pista, seguía gritando y sonriendo de oreja a oreja.

—¡Wuju! —Se estaba divirtiendo más que nunca, hasta que su llanta golpeó contra un tope y chocó. ¡Su auto rodó por una zanja y cayó en un charco de lodo!

—¡Niña! —gritó Ralph y corrió hacia ella—. ¡Lo siento mucho! ¿Estás bien?

¡Guau! —exclamó Vanellope—. ¡Eso fue muy divertido! ¡Qué pista tan increíble! ¡Gracias, gracias, gracias! —agradeció y abrazó con fuerza a Ralph, todavía emocionada por la nueva pista.

Ralph sonrió y sacó la medalla de héroe de debajo de su camisa.

—De nada. Sabes que contigo me tomo mi labor de héroe muy en serio.

¿Que te salió vapor en serio de dónde? —bromeó Vanellope.

Entonces Taffyta apareció sobre una colina con las manos en la cintura.

—Vanellope, ¡ven para acá! —ordenó con un tono de voz serio—. Tenemos un problema.

En el arcade, Swati sostenía el volante de Sugar Rush apenada, mientras el señor Litwak y los demás niños la veían.

—Señor Litwak, Vanellope no estaba funcionando y creo que giré el volante con demasiada fuerza —explicó Swati—. Lo siento.

—No te preocupes, Swati —la tranquilizó Litwak, tomando el volante de sus manos y acercándose al juego—. Creo que puedo ponerlo en su lugar fácilmente.

Dentro de Sugar Rush, Vanellope y el resto de los corredores estaban parados y hablaban entre sí con nerviosismo.

—¿Qué hiciste, Ralph? —le preguntó furiosa Taffyta.

—No lo molestes, sólo intentaba hacer el juego más divertido —intervino Vanellope.

Ralph se estiró para poder ver por la pantalla lo que estaba sucediendo.

—Sí. ¿Por qué no te relajas, Taffyta? Litwak lo arreglará —contestó Ralph.

—Muy bien. Tú, pequeño volante, vas aquí… —dijo el señor Litwak mientras trataba de colocarlo en su lugar, pero cuando intentó con más fuerza, ¡el volante se rompió en dos!

—Mmm. Okey —exclamó Ralph—. Todavía no es un problema, obviamente sólo pedirá uno nuevo, y listo.

Fuera del juego, el señor Litwak estaba pasmado.

—Bueno, si pudiera, pediría uno nuevo —le explicó al grupo de niños que estaban reunidos a su alrededor—, pero la compañía que hizo Sugar Rush dejó de operar hace años.

Los niños se quedaron boquiabiertos.

—Yo puedo buscar uno en Internet —gritó uno de ellos mirando su celular.

Todos bajaron la mirada y empezaron a buscar un nuevo volante en sus celulares.

—Buena suerte —dijo el señor Litwak—. Será como encontrar una aguja en un pajar…

—¡Lo encontré! —exclamó Swati—. ¿Lo ve? En eBay hay un volante igual, señor Litwak. —Swati levantó su teléfono para mostrárselo.

—¿En serio? Fantástico —respondió él.

¿Ves? —dijo Ralph dentro del juego—. Esos chicos tienen todo bajo control.

El señor Litwak se acomodó los lentes mientras leía la información del volante en la pantalla del teléfono.

—¿Están bromeando? —gritó—. ¿Cuánto cuesta? Eso es más de lo que el juego me hace ganar en un año —exclamó el señor Litwak—. Detesto tener que decirlo, pero mi chatarrero viene el viernes, y tal vez sea momento de vender Sugar Rush en partes.

Los niños suspiraron mientras el señor Litwak se dirigía a la parte trasera de la máquina.

—¡Litwak va a desconectar su juego! —gritó Ralph con los ojos abiertos como platos—. ¡Váyanse! ¡Corran, corran, corran!

Ralph, Vanellope y el resto de los corredores se apresuraron a salir de Sugar Rush lo más rápido posible.

El señor Litwak jaló el cable tratando de desconectar el juego.

Mientras tanto, en la Videoestación Central, Regulador de Voltaje caminaba silbando cuando, de repente, una estampida de personajes de Sugar Rush atravesó el enchufe.

—¡Abran paso! —gritaron un par de policías dona, llamados Winchell y Duncan, al tiempo que chocaban con Regulador.

—¿Qué están haciendo fuera de su juego? —preguntó Regulador, confundido—. ¡El arcade está abierto!

—Van a desconectar Sugar Rush —le explicó Ralph.

Los estresados habitantes de Sugar Rush corrían apresuradamente hacia todos lados mientras el señor Litwak movía el enchufe de izquierda a derecha para desconectarlo.

—¡Nos quedamos sin casa! —gritaron los policías.

—¡Tranquilos! ¡Tranquilos! —dijo Regulador tratando de calmar a todos, incluso a sí mismo.

—Oh, no, estoy muy asustado —exclamó Agrio Bill, quien, aunque estaba lleno de pánico, hablaba con una voz profunda y tranquila.

—¡Nunca había visto a tantos personajes sin juego! —gritó Regulador.

—¿A dónde se supone que iremos? —le preguntó Vanellope a Regulador.

—Quédense aquí, supongo, al menos hasta que cierre el arcade —respondió—. Después veremos en dónde ponerlos.

El miedo y la preocupación se apoderaron de Vanellope, por lo que empezó a fallar. Diferentes partes de su cuerpo empezaron a desaparecer y a reaparecer con rapidez. No podía creerlo. Su juego había sido desconectado.