El sueño de Luther King Jr.

ALONSO RUVALCABA

Datos

«I Have a Dream» se considera uno de los mejores discursos del siglo xx.

La Conferencia Sur de Liderazgo Cristiano alcanzó hasta 250 000 asistentes en una manifestación.

James Earl Ray, culpado del asesinato de Luther King, recibió una condena de 99 años.

IMAGINEN UN PUÑO.

Visto de frente es prácticamente cuadrangular de ser tan puño. Las orillas de este puño son casi amarillas, no: casi blancas de lo cerrado, de lo firme que es este puño. Casi tienen filo las orillas de este puño. (A pesar de sus orillas, este puño es color negro.) Si el dueño de este puño así lo decidiera, podría romper mil mesas de negociación puestas una encima de otra. No. Más mesas. Mesas de acero inoxidable. Este puño podría destruir mil cadenas de fierro y sangre y tripas de esclavos y muchachos negros madreados en las calles, levantados, tehuacaneados, incendiados, linchados, colgados; de muchachas negras violadas, quemadas, vejadas, reídas, disfrutadas, venidas encima, vomitadas en aquelarres espantosos del Klan. Pero, curiosamente, a pesar de ese poder que está más allá de lo que tú y yo podemos imaginar, más allá del poder de la muerte y de la injuria, este puño más fuerte que el más fuerte de los puños decide abrirse. Entonces gira lentamente, mira hacia arriba, es como si quisiera dejar de ser un puño: se destensa, como si se relajara; el color parece volver a él, la sangre vuelve a circular por él en toda la paz de que somos capaces los humanos —esta cosa horrible que recorre el mundo y lo ensucia con su mierda—, y luego ya no es puño. Sorprendentemente, increíblemente, ahora es una mano extendida: una mano que dice: «Ven, tiende tu mano, dame tu mano tú también, tú persona que eres exactamente igual a mí, ni mejor ni peor, tú que eres yo que soy nosotros; mano abierta para siempre, nunca ajena, mano amiga para siempre».

Luego esa mano empieza a llenarse de sangre. Es 4 de abril de 1968 y el reverendo Martin Luther King Jr., que todavía no ha cumplido 40 años, está ahí: tirado como una cosa, hecho una jerga de carne, muerto. Mírenle la mano toda llena de sangre. La bala le entró por la cara, por el cachete; le partió la quijada y se le quedó en el hombro. Qué cosa más tonta y más ridícula y más triste. Ahí como lo ven, pedazo de persona todo rojo de sangre, negro como la chingada, el puño vuelto mano extendida, ahí como lo ven ese señor era mi presidente. Y me lo plomearon.

Para 1968 Martin Luther King Jr. —qué cosa más rara ese junior, ¿no?, como si existiera otro Martin Luther, como si «King» no fuera más apodo que apellido, más puesto que apellido— llevaba más de una década en la lucha. Había nacido en 1929, pero a su muerte un médico dijo que el pastor tenía el corazón de un hombre de 60 años. Qué tontería. Los hombres de esa edad son unos muchachitos, unos morros en patineta fumando su primer porro de mota comparados con este señor ancianísimo, antiguo como las mareas o como ese pedazo de arena que tienes entre los dedos. Una lista:

En 1955 fue líder del boicot de autobuses de Montgomery y en 1957 se convirtió en el primer presidente de la Conferencia Sur de Liderazgo Cristiano. Desde ahí, intentó abolir la segregación en Albany, Georgia. ¿Sienten cómo va forjándose un espíritu? En 1963 contribuyó a organizar una marcha en Washington. Ahí, alzado con la fuerza de cien soles, dio un discurso o un sermón, ustedes decidan.

El párrafo 16 de ese sermón comienza así: «Tengo un sueño». Y luego dice: «Tengo el sueño de que esta nación se alce y viva el sentido verdadero de su credo»; «Tengo el sueño de que en las rojas colinas de Georgia los hijos de los esclavos y los hijos de los dueños de los esclavos se sienten a la mesa, a la mesa de la hermandad»; «Tengo el sueño de que el mismísimo estado de Mississippi, que hierve del ardor de la injusticia, que arde del calor de los oprimidos, se vuelva un oasis de libertad y de justicia». ¿Sienten? ¿Sienten cómo la llama de algo muy adentro va apoderándose del corazón? ¿Lo sienten? ¿Están muertos adentro? ¿No? «Tengo el sueño de que mis hijitos, los cuatro, vivan un día en una nación donde no los juzguen por el color de su piel sino por los contenidos de su persona». Y luego dijo: «Tengo un sueño hoy».

Después le dieron el Nobel de la Paz. Y después fue a morirse a la verga, plomeado, chingado a su puta madre, muerto como cualquiera de nosotros, sueños o no sueños, costal de carne e intestinos y sangre. Y hoy obviamente esa mancha de sangre y tinta, esa que murió en abril, 1968, no significa nada. Mi presidente —el único que tuve— era negro. ¿Cómo ven?

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Hippies, drogas y rock and roll

ROMINA PONS

EN 1968 TODO ESTABA PASANDO AL MISMO TIEMPO y la música no era la excepción. Es el año entre el summer of love y Woodstock, y el caldo de cultivo para lo que sería conocido en el siglo XX como rock. Para enumerar todo lo que sucedió musicalmente se necesitaría un libro entero.

A mediados de la década se dio la invasión británica, que iniciaría con bandas de la isla que llegaron a Estados Unidos y encontraría su punto más alto con Los Beatles. Es también cuando Otis Redding, padre del soul, abre el camino para los músicos afroamericanos y engendra el sonido stax. Otro sonido que nació y cambió para siempre la música fue el wall of sound de Phil Spector, una técnica de grabación que usaba al estudio como un instrumento en sí mismo. Además, Spector desarrolló, en sus inicios, carreras como las de The Ronettes, The Righteous Brothers y Modern Folk Quartet.

El summer of love ocurrió en 1967 en San Francisco. Cerca de cien mil músicos, artistas, idealistas, poetas, radicales y curiosos se congregaron en el barrio de Haight-Ashbury para buscar un cambio en el mundo. Abogaron por el fin de la guerra, el cuidado del medio ambiente, la justicia y una cultura de amor. Bandas como Jefferson Airplane y Grateful Dead abanderaron el movimiento que, estando en su punto más alto, comenzaba a caer.

También en los años previos a 1968 se dio el boom del LSD. La droga de moda ampliaba la percepción y, por ende, la creatividad de los músicos. Tres de los discos más importantes de todos los tiempos se crearon en esa época: Pet Sounds de Beach Boys, The Velvet Underground & Nico de The Velvet Underground y Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de Los Beatles, discos que, además de ser conceptuales y experimentales, marcaron un antes y un después en el quehacer musical.

Además, empezó a tomarse a la música en serio. Artistas de inicios de los sesenta posiblemente pensaban que los escenarios serían algo efímero y que terminarían sirviendo café. Para la segunda mitad de la década, medios, empresarios y disqueras entendieron que la música era una expresión artística que llegaba para quedarse. La escena era cada vez más amplia, sólida y creativa.

1968 fue el año de los cambios. El surf de los Beach Boys migró hacia el rock psicodélico de Pink Floyd, The Doors y Jimi Hendrix. El folk de Bob Dylan mutó en el hard rock de The Who, Rolling Stones, Deep Purple y Led Zeppelin. El blues de Otis Redding se transformó en el funk de James Brown, Funkadelic, Parliament y Sly and the Family Stone. Lo único que se mantuvo constante fue la protesta y el anhelo de libertad.

«Sister Ray» - The Velvet Underground

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