CAPÍTULO 1

ENTRE PATANES
TE VERÁS

La violencia es el último refugio
del incompetente

ISAAC ASIMOV

¿Cuáles son las características de los amores tóxicos? ¿Cómo nacen y se desarrollan estas relaciones? ¿Qué características tienen las personas que logran atentar contra nuestra integridad física y mental? Si las estrategias de los patanes fueran siempre abiertas y directas, si sus conductas no se mezclaran con muestras de amor, sería sencillo hacernos a un lado con velocidad, pero generalmente —en nuestra necesidad y deseo de amar y ser amadas— no prestamos atención a ciertos rasgos de su carácter, signos en su conducta, distorsiones de pensamiento y reacciones emocionales de esos «galanes» que podrían darnos pistas para evitar iniciar una relación. Algunas veces la perversión de los patanes en juego es estratégica y silenciosa, así que requerimos tener más «colmillo» para detectarla y salir de ahí.

NO TODO ES UN ATENTADO

Actualmente las mujeres gozamos de nuestro cuerpo y emociones con mayor libertad, un disfrute que no era permitido de forma tan abierta por la sociedad de antes, pues durante mucho tiempo las estructuras culturales nos asignaron un rol del que era muy difícil salir, como lo podemos observar en nuestras madres o abuelas. Sin embargo, esta transformación femenina también cambió a los hombres: ahora ellos dominan sus emociones de una forma casi contundente. Es justamente en el plano amoroso y sexual donde se nota la desigualdad moral entre géneros.

Las mujeres salimos de nuestras casas, de nuestros círculos privados y familiares para ocupar cargos públicos; día con día abarcamos más espacios. Eso tuvo una consecuencia directa en la libertad sexual. Antes de que sucediera esta transformación, las mujeres éramos valoradas por el afecto que podíamos brindar; por ello para nosotras este cambio ha sido una tarea un poco más compleja. El hombre, por su parte, al tener mayores espacios en la vida pública desde tiempos pasados y más accesos —demandas— para ser «exitoso», desarrolló un menor apego amoroso, lo que le permite permanecer más tiempo practicando su sexualidad sin implicarse mucho emocionalmente, con menos presión para ejercer la paternidad, y disponer de más mujeres —de diversas edades— para elegir.

Aun así, todos, absolutamente todos, nos movemos en una continua incertidumbre amorosa, que nos dificulta elegir una pareja, permanecer en una relación y obtener satisfacción dentro de ella. Sin embargo, las mujeres somos más sensibles hacia «la falta de compromiso». «No se quiere comprometer», «quiere estar solo», «es un egoísta» son frases que escuchamos cotidianamente sobre los vínculos de pareja que establecemos. Por lo menos una o dos de tus amigas —lo puedo asegurar— han pasado por ello. Es uno de los reclamos más frecuentes entre nosotras, las mujeres.

Esto no ocurre de manera accidental, pues el éxito de un hombre depende de sus logros económicos y profesionales, no de la construcción de una familia con hijos, como pasa tradicionalmente con nosotras, quienes construimos nuestra identidad desde el amor, la familia y nuestras relaciones.

Esta desigualdad se fortalece con otras ventajas masculinas: el reloj reproductivo no los define ni biológica ni culturalmente, por lo que la búsqueda de una relación estable para formar una familia puede prolongarse, mientras que en nuestro caso sí representa una desventaja (si una mujer se embaraza después de los 35 años, se considera de alto riesgo). Finalmente, el ejercicio de la sexualidad es —y siempre ha sido— un símbolo de estatus masculino.

En pocas palabras: para el hombre en general el sexo representa su valor, mientras que para nosotras ese lugar lo ocupa el amor. Esta consideración nos pone en mayor riesgo y en desventaja al momento de elegir pareja. Anhelamos el amor de un hombre y tendemos a idealizar con mayor facilidad a quien se nos pone enfrente. Esa necesidad nos lleva a omitir señales patanescas o los signos que nos hablan de quién es verdaderamente la persona con quien nos vamos a liar.

AGUDIZAR LOS SENTIDOS

Hace poco más de 100 años, en un pasado no tan lejano, la gente vivía en pequeñas comunidades. Todos se conocían entre sí: sabían de sus familias, de sus trabajos, de sus amistades, lo que les daba información suficiente para darse una idea de con quién debían relacionarse y a quién evitar, aunque no había mucha posibilidad de elegir a las personas con quienes se quería vivir, trabajar, divertirse y dormir.

Como en las telenovelas, la mayoría de los matrimonios eran concertados por las familias de origen con el propósito de conservar el estatus familiar y asegurar la continuidad de la familia dentro de marcos claramente definidos. En resumen, la gente se relacionaba y se casaba con personas de su mismo contexto económico, social o religioso.

Hoy las cosas son muy distintas y cambian rápidamente. Elegir una pareja del mismo contexto, religión y estatus social ya no es una regla, menos aun con el avance de las redes sociales y lo fácil que es comunicarnos actualmente. Ya no importa cuál sea tu nacionalidad; por lo tanto, la individualidad y la libre elección están ganando terreno.

Se puede conocer a infinidad de personas en un solo día: gente que se encuentra «a la vuelta de la esquina» o que vive al otro lado del mundo y de quien no conocemos ni su vida familiar ni laboral, ni su entorno social. Tampoco sabemos si la imagen que proyectan de sí mismas es real o no. Sabiendo poco de su pasado y de su historia, difícilmente tenemos certeza de con quién estamos hablando y menos aún cómo será su comportamiento en el futuro.

Aunque es una maravilla poder encontrarnos con cierta facilidad con alguien que nos agrada, irnos a la cama con él, descubrir cierta afinidad y enamorarnos, lo que no resulta tan agradable es que, al apresurar todo, nos demos cuenta tres meses después de que no tenemos la menor idea de con quién estamos tratando.

¡A desarrollar nuestras habilidades, mujeres! Estas sorpresas nos obligan a adquirir cierta conciencia sobre el tipo de personas con las que nos relacionamos. Puedes echar un vistazo entre tus amigos, colegas y socios. Aquellos con los que sientes más afinidad tendrán algunas características en común. En unos cuantos minutos podrás hacer el ejercicio en tu oficina, escuela o con tus vecinos. Si has conocido algunos hombres que te interesen como pareja, abre aún más los ojos.

Nada te garantiza «el triunfo amoroso» ni librarte de personas «con mala voluntad», pero sí hay maneras de volverte más hábil para detectar conductas aparentemente sutiles que denoten personalidades abusivas y enfermas; con ello, podrás ahorrarte mucho tiempo de sufrimiento, muchos recursos invertidos en las relaciones, muchos dolores de cabeza.

¿QUIÉN ES UN PATÁN?

La palabra patán, en términos generales, se refiere a un hombre que se comporta de manera tosca, ignorante y grosera. Hablar de patanería conlleva una carga de maldad. Un patán es quien, por razones de personalidad, de enfermedad mental o de abuso del poder que tiene (o de las tres cosas juntas y revueltas), pone en riesgo el bienestar y la integridad física, social, emocional, económica o sexual de su pareja. En ocasiones es intencional y en otras no, pero en ambos casos atenta contra la persona que convive con él.

Con el objetivo de lastimar, un patán agrega maldad y perversión a su conducta; cuando es consciente del abuso y la manipulación, causa mayor dolor y humillación a su pareja. Un patán que aumenta sus comportamientos lastimosos y maltratadores por enfermedad, machismo o ignorancia también perturba física y mentalmente con quien se relaciona.

Aprender a diferenciar actitudes no se trata de ir por la calle discriminando a todos los hombres que conozcamos o de excluir a alguna persona que se ve involucrada en alguna situación conflictiva. Los prejuicios deben estar muy lejos de nosotros.

La patanería no tiene color de piel ni tipo de cabello. No podemos juzgar por la simple apariencia de una persona. Tampoco se trata de rechazar a la primera de cambio a las personas que padecen ciertas enfermedades que tratadas pueden tener (y dar) una buena vida.

Lo que sugiero es que te pongas a salvo de los conflictos, acciones, intenciones y abusos del patán, y, de ser necesario, denuncies sus conductas, como forma de resistencia al maltrato y a la humillación.

Una palabra, ciertas acciones, algunos silencios y diversas sutiles omisiones pueden, sin que el patán se manche las manos, hacer pedazos a su pareja. Los comportamientos hostiles dañan la estabilidad emocional de la pareja, además de que provocan la destrucción física y mental sin que otras personas puedan intervenir. ¿Te ha tocado vivirlo o ver cómo una amiga tuya comienza a tener un cambio radical en su vida de forma negativa a raíz de esto?

Quien agrede generalmente «se engrandece» rebajando a su pareja; la responsabiliza de sus desplantes hirientes y muchas veces oscila entre el encanto y la maldad. Como he dicho, a veces son acciones evidentemente desconsideradas, incluso despiadadas, pero generalmente son las pequeñas e «inofensivas» intervenciones lastimosas sostenidas en el tiempo las que van debilitando la personalidad de su pareja.

Los patanes, a reserva de que estén muy trastornados, saben qué dar y qué quitar, cómo seducir y cuándo lastimar. Son encantadores y al mismo tiempo producen confusión y miedo.

La manipulación, el chantaje, la amenaza, la negligencia o la explosión tienden a ser algo que los caracteriza. Quienes se relacionan con ellos con frecuencia se muestran sumisos y adaptables, quizás por el miedo a una nueva agresión, quizás por esta idea de complacer a los demás.

Reconocer a las personas conflictivas o abusivas te ahorrará muchos problemas, mucho tiempo y hasta dinero. Te ayudará a evitarlas y hasta a darles la vuelta.

Todas o casi todas las mujeres nos hemos visto involucradas en alguna relación abusiva. Es un sentimiento que podemos compartir y entender; por eso mismo también sabemos que es difícil transformar ese tipo de interacciones. Si no tenemos opciones y estamos atrapadas en medio de una situación difícil, amigas, es momento de pedir ayuda.

RASGOS DE UN PATÁN

Es una fortuna que hoy por todos lados se lean, vean y escuchen los avances que tenemos hacia la igualdad entre mujeres y hombres. Caminamos un poco más seguras e, incluso, construimos de manera más firme nuestra independencia, identidad y áreas profesionales. Esas guerreras que siempre han estado en nosotras, y que antes sólo estaban ocupadas en las labores del hogar, ahora salen a librar batallas de muchos tipos. Todo eso es magnífico, pero temo decepcionarlas, porque, para nuestro infortunio, aún concebimos como normales diversas conductas abusivas que calificamos como «propias del género masculino». ¿Recuerdas aquel dicho de tu abuela: «déjalo, así son los hombres»? Normalizar ciertos abusos nos lleva directito a la trampa del patán…

Casi todo tipo de personalidad tiene patrones de conducta que se repiten, o lo que es lo mismo: todos y todas tenemos rasgos positivos y no tan positivos que habitan en nuestro carácter, pensamiento, sentimientos y emociones… vaya, ¡en todo!

Es cierto: es difícil trabajarnos, lo sé, pero te apuesto que puedes empezar si cada vez que una pareja o amiga te hace una crítica constructiva sobre tu actitud para mejorar la convivencia, intentas tomarla en cuenta.

Sobra decir que las personas prepotentes, abusivas, conflictivas y en ocasiones enfermas son mucho más rígidas y empecinadas que las personas «comunes y silvestres». Por la razón que sea —inconsciencia, prepotencia, enfermedad, abuso— repiten actitudes que desprecian, minimizan o invisibilizan las peticiones o la retroalimentación que les hacemos llegar, generando en nosotros una sensación de impotencia y pequeñez que nos confunde, agravia y paraliza con el paso del tiempo.

RECOMENDACIONES ANTES DE ARMAR
TU LISTA PATANESCA

Antes de ponerte la capa de Sherlock Holmes, portar la armadura de Juana de Arco o levantar la ceja como María Félix cuando estés frente a un hombre, debes saber que, si alguien presenta una o varias de las siguientes características, no necesariamente es un patán. Estas recomendaciones no son una fórmula mágica. Pero si el hombre en cuestión utiliza las siguientes conductas de manera sostenida e hiriente y sientes que te minimiza, entonces, querida, enciende las alarmas.

Hay grados de maldad y abuso: algunas actitudes pueden ser «más o menos» inocuas, inconscientes y esporádicas —pero ojo, no por eso se deben dejar pasar—, mientras otros comportamientos son parte de estrategias enfermas y devastadoras.

Para evaluar el riesgo de la relación y del hombre en cuestión, habrá que considerar la frecuencia, la intensidad, los contenidos y, por supuesto, la perversidad de las acciones. Desafortunadamente existen casos en que toma años darse cuenta de la gravedad del asunto en el que uno se ha metido. Siempre será mejor prevenir e intentar identificar al patán a tiempo.

Primero hablaremos de las obviedades, esas actitudes en apariencia «triviales» y cómo avanzan en complejidad:

RECONOCER AL PATÁN

  1. PRESUME SUS CONQUISTAS Y LIGUES. Esta actitud que puede tener frente a ti o sus amigos, además de ser irrespetuosa, da cuenta de su necesidad por demostrar que él puede estar con quien sea y que, «al ser un gran partido, te hace un favor». Él es mejor hombre mientras más ligues tenga. La necesidad de este hombre (mejor conocido como «todasmías») por mostrar su ventaja lo puede llevar a coquetear frente a ti. Esta postura incluye miradas lascivas e insinuaciones sexuales hacia otras mujeres, lo que denota que las ve como objetos para su placer.
  2. NO INVIERTE EN LA PAREJA. No quiere «gastar» tiempo, dinero ni espacios. Y esto va desde tener la iniciativa de invitarte a salir o darte un regalo con cierto significado, hasta organizar su tiempo de manera que genere los momentos necesarios para compartir. Sabemos que el tema de la igualdad de género incluye no sobrecargar al hombre con todos los gastos de los paseos o la diversión en conjunto, sobre todo cuando existe cierto equilibrio en ingresos económicos, pero eso es diferente a la falta de generosidad en las interacciones. Es otra forma de mostrar su poca disposición para integrarte en su mundo, compartir sus espacios, hacerte parte de su realidad cotidiana —sin que eso signifique que deban hacer todo juntos—, lo cual deja ver que no tiene interés en que su entorno te conozca y en que formes parte de su vida.
  3. TIENE UN COMPORTAMIENTO IRRESPETUOSO. Suele pedir favores de manera déspota y autoritaria, y por supuesto no se molesta en dar las gracias. Puede hacer esperar a la gente sin ofrecer disculpas, hacer uso de manera abusiva de cosas que no le pertenecen sin tener el cuidado en devolverlas. Llega media hora después a la cita y quizá habla del tránsito y los factores que lo detuvieron, pero nunca dice «discúlpame». Las faltas de respeto pueden llegar a ser abiertamente groseras y agresivas.
  4. QUIERE SER EL PROTAGONISTA. Suele incomodarse si tú o los demás no le dan un trato especial. El patán-protagonista interrumpe las charlas, elige los temas de conversación e ignora las pláticas que no son de su interés. Si hablas de tu día, puede evadirte para dirigir la conversación hacia él. Carece de la intención de ceder para satisfacerte en algo, porque eso implica tener que posponer lo suyo y frustrarse un poco. De hecho, los regalos que da, los cumplidos que ofrece o las actividades que comparte tienden a ser más un reforzamiento de la imagen que quiere crearse de él mismo que el deseo genuino de complacerte. Si bien todos tenemos derecho a gozar de tiempos y espacios individuales, un patán sin duda prioriza sistemáticamente a sus amistades, su familia, sus actividades y sus deseos sobre los de alguien más, considerando que lo que le acontece a él tiene mayor importancia y que la forma en que él maneja las cosas tiene mejores resultados. Este rasgo incluye posponer permanentemente acuerdos que ha hecho en la relación y cancelaciones de última hora a sus citas sin causa justificada.
  5. LAS EMOCIONES AJENAS NO IMPORTAN. «¿Andas en tus días?» ¿Te suena conocida esta frase de un hombre al que no le gusta que te enfades por algo o no estés de acuerdo con él? ¡Vaya que es conocida! El patán siempre tendrá un argumento para minimizar o invisibilizar el mundo afectivo del otro: lo que el otro dice no es lógico o está desequilibrado, o bien, todo se debe a una sensiblería femenina. Este «analfabetismo emocional» se debe a que estos hombres son tan autocentrados y poco empáticos que están impedidos para adquirir información a través del lenguaje de las emociones. Si es apasionado, puede que sea más una persona que goce de la intensidad, pero a la que se le dificulte la intimidad.
  6. ES CONTROLADOR Y POSESIVO. Se la pasa diciéndote cómo vestir, está atento a tus redes sociales y quién te escribe, checa tu celular y computadora; hace juicios sobre tus amistades, mostrando malestar cuando no son de su agrado; critica tu cuerpo o tu forma de comer y amenaza con dejarte si engordas; incluso, si te brinda algún tipo de apoyo económico, pretende controlarte con eso, entre otras cosas. Esto, además de mostrar una falta de aceptación de la pareja, es un claro maltrato emocional que tiene riesgo de transitar a una violencia física. Sin duda, los celos son una señal de alta peligrosidad y también se manifiestan en preguntas suspicaces sobre a dónde vas, con quién te relacionas y cómo te comportas, así como en afirmaciones contundentes de lo que es bueno y lo que es malo.
  7. DIFÍCILMENTE TOMA RESPONSABILIDAD DE SUS REACCIONES Y ACTOS. Tiende a culpar a los demás y, por supuesto, a ti, de no entenderlo, de provocar su enojo y de hacerlo cometer errores: chocó porque iba distraído pensando en la discusión que tuvieron en la mañana. Sin estar tú presente, aun así fue tu responsabilidad. ¡Qué caray! Esto da cuenta de una falta de autocrítica, de una imposibilidad para reflexionar sobre sus propias motivaciones, de no asumir las consecuencias de sus acciones y de la dificultad de rectificar cuando se equivoca. Asume una actitud de víctima, aunque su conducta sea de victimario.
  8. DESPRECIA A LOS DEMÁS, INCLUIDA LA PAREJA, SI NO SON DE SU «TALLA». Se mide con las personas en términos de quién es más y quién es menos, generalmente en criterios basados en ingresos, clase, educación, inteligencia, estética, etc. Se compara y desdeña a quienes considera que no le dan el ancho, asumiéndose en una postura de superioridad. Puede ser denigrante y descalificador cuando se siente en una posición de poder, y envidioso y prejuicioso cuando se siente en desventaja. «Me encantaría estar en la casa, como tú; mi trabajo es muy pesado» y frases como esas son comunes para anular a su compañera. La descalificación como estrategia de desprecio incluye repetirte —verbal o gestualmente— que no vales, convenciéndote de que tus cualidades son escasas y de poca importancia. Esta maniobra hace que el patán te lleve al hundimiento, con el fin de revalorizarse él mismo.
  9. USA LA BURLA, EL SARCASMO Y LA IRONÍA COMO LA DULCE «CEREZA DEL PASTEL» DEL MALTRATO. Esto le ayuda a posicionarse como quien sabe más, colocándote en el lugar de la ingenua o la ignorante. Las agresiones no son «estruendosas» ni directas; el sarcasmo y la ironía hacen uso de anécdotas, alusiones o bromas que te impiden detectar el momento en que inicia el maltrato y afirmar que se trata de una agresión. ¿Te ha pedido que guardes silencio frente a todos porque seguramente no sabes mucho de un tema? Lo que experimentas es una sensación de vergüenza y humillación. También se genera una experiencia de desvalimiento, en tanto que el patán astuto usa alguna dificultad, limitación o defecto tuyo —físico o emocional—, o se mete con tus convicciones, ideologías o gustos, para «graciosamente» hacer guasa con ellas y ridiculizarte. Un buen ejemplo son los apodos hirientes, que generalmente consiguen que el grupo se ría y se convierta en cómplice del desprecio. Y si hay algún reclamo de la pareja, la respuesta será: «no aguantas nada», «qué amargada, si sólo es una broma». Observa: las ironías y burlas de los patanes nos tienen especialmente a nosotras como el blanco.
  10. PRIORIZA SU SATISFACCIÓN Y SEXUALIDAD. Muestra poco interés en descubrir tus deseos y necesidades eróticas, así como en ser paciente para lograr tu satisfacción. O si, por el contrario, te muestras deseosa y sabedora en la cama, pueden sentirse amenazados y considerarte desde una mujer exigente e insatisfecha hasta una puta experimentada. Puede culparte de falta de experiencia o incluso de «frigidez» si él no se desenvuelve con mayor soltura en la cama o si no experimenta mayor placer. Puede llegar a presionarte con chantajes, manipulaciones y cierta coerción para experimentar prácticas que no deseas. Ambas situaciones generan una negación de la sexualidad del otro, ya sea por exceso o por defecto.
  11. ES MENTIROSO. Todos, de una u otra forma, hemos dicho alguna mentira «bondadosa» o hemos falseado alguna realidad para salir de algún aprieto tonto, pero la mentira como modo de vida es otra cosa. Sobra decir que la gente que miente sistemáticamente —con o sin consciencia— es poco confiable. Por un lado, mentir puede ser la maniobra que permite al patán «salirse con la suya» (hacerte creer que se dedica a algo, no está con su familia como te contó) sin tener que dar mucha explicación ni justificar sus acciones, y, por otro, puede funcionar como una estrategia de debilitamiento y destrucción. Ambos casos lastiman, pero el segundo habla de una maldad premeditada. Por ejemplo, un patán «de hueso colorado», en vez de mentir directamente, usa silencios e insinuaciones para crear un malentendido que después utilizará para su propio beneficio. En esa ambigüedad, digas lo que digas, el patán siempre verá la forma de tener la razón o, peor aún, sabrá confundirte, desestabilizarte y tener mayor control.
  12. NIEGA EL CONFLICTO. Cuando te quejas o quieres explicar algún malestar, él rechaza la comunicación directa y niega tanto el reclamo como la existencia del conflicto. Es común que —con actitud de templanza y calma— te haga sentir que eres no sólo exagerada, sino histérica, porque te irritas «sola» y por nada. Sin duda, te hace entrar en desesperación por no ser escuchada, pero sobre todo por la confusión que la postura del patán te genera. Es común que un tipo experimentado, sin perturbarse y en tono frío, explique sus motivos con superioridad, con el que —pareciendo sabio, pero sin decir mucho— te haga sentir tonta y además te paralice; temes preguntar porque, en efecto, no lo entiendes. Si preguntas por el tema a resolver, lo anulará: «¿cuál problema?, ¡no hay ninguno!». Así, él evita la comunicación directa y hace insinuaciones vagas para dar largas a tus malestares, logrando que te pasmes, pues ¿cómo defenderte de algo que aparentemente no existe?
  13. DIVIDE, AÍSLA Y VENCE. ¿Sientes que te has aislado de tus amistades o familia? La técnica de separarte de tus vínculos importantes para él convertirse en «toda» tu vida, o generar algún tipo de intriga para promover la enemistad y la confrontación entre tú y los tuyos, es otra de las maniobras —más sofisticada y aún más perversa— de los patanes. Esta idea, que en muchas ocasiones incluye estrategias para propiciar rivalidades, sembrar dudas, hacer omisiones, guardar silencios y provocar celos, además de desestabilizar tus redes de apoyo y debilitar tus vínculos, otorga al patán el gusto de «no ser él» quien hace una mala jugada, sino tus «seres queridos». Tras la decepción, el patán no sólo queda en un lugar de «superioridad moral» o de fuente de consuelo, sino que favorece la dependencia hacia él. ¿Has dejado de ver a tu familia y amigos porque, qué caray, siempre sucede algún desacuerdo entre tu pareja y ellos?
  14. TE ATRAPA SU FORMA DE HABLAR. Verbalmente dice una cosa («está muy rico lo que cocinaste», «me caen muy bien tus amigas»), pero su forma de actuar te indica lo contrario (deja el plato lleno o no platica con nadie durante la reunión). Si te sientes confundida y le preguntas algo al respecto, como: «¿te molestó algo de mis amigos en la reunión?», él lo niega. Esta estrategia no es fácil de identificar y su finalidad es enredarte para poder mantener el control. Este tipo de comunicación tiende a impedir un verdadero pleito, pero te deja una serie de contradicciones, genera culpa y hasta puedes llegar a pensar que eres tú la causante de las situaciones. Finalmente, frente a estas actitudes no reclamas ni te enojas, pues estás continuamente confundida.

Si después de leer todo esto piensas que todo el mundo es un patán, ¡detente! Todos podemos tener algunos de los rasgos mencionados de vez en cuando o cometer alguna conducta patanesca cada tanto, sin que ello implique que seamos abusivos, conflictivos o que estemos enfermos. Lo que caracteriza al patán es que estas conductas son repetitivas y las justifica, en lugar de pedir disculpas o hacer una reparación de los daños producidos. Ya sea porque amenaza, confunde, se victimiza, maltrata, intimida, demanda o calla, el patán impone su voluntad, sus necesidades y sus deseos sobre los tuyos.

Pero tampoco se necesita tener todos, absolutamente todos esos «atributos» para ser un patán… Cada uno de ellos tiene su propio estilo de carácter y despliega bien sus estrategias. Hablar de que una persona utiliza tres o cuatro de aquellos rasgos con frecuencia y sin consciencia del daño que genera, ya nos da una señal de alarma. Además, y lo veremos en los siguientes capítulos, no todos los patanes son del mismo calibre: algunos parten de una idea errónea de masculinidad o de malos hábitos de crianza, sin tener intenciones malevolentes (lo cual no minimiza la herida que produce), mientras que otros despliegan actos violentos y terribles, si no es que macabras estrategias de perversidad.