Introducción

EL AMOR NO ES COMO LO PINTAN

En nuestro camino podemos cruzarnos con personas igual de confundidas que nosotros, cuya falta de compromiso nos generará dolor y confusión, pero ciertas conductas lastimosas no necesariamente provienen de la patanería. Mas, por desgracia, también nos cruzaremos con seductores sin escrúpulos, seres envueltos en un halo de misterio abrumador que, cuando menos te lo esperas, te dejan en los huesos emocionales… LOS PATANES. Prepárate para hacerles frente cuando se te presenten.

Sufrimos por amor y eso no lo podemos evitar. ¿A qué se debe? A expectativas románticas imposibles de alcanzar, creencias que nos han instalado en la mente como un chip que no tiene otra forma de concebir el amor. Todas estas altas exigencias se suman a miles de cambios que estamos viviendo: acoplarnos a una nueva forma de elegir, vivir y manejar la vida en pareja.

Estos cambios se enlazan y nos hacen creer que el amor es un concepto cerrado, único, inamovible, ¡estricto! Pero, cuando ya estamos en la realidad, en el día a día con la pareja, muchas veces nos sentimos confundidas, frustradas, ¡vaya!, sufrimos. Y eso es porque el amor no es como nos lo pintaron.

Amigas: el amor y la vida han cambiado

Este —por exceso o por defecto— siempre ha sido (y será, probablemente) una preocupación principal en nuestras vidas. Tiempo atrás (e incluso en nuestros días) el valor de una persona se calificaba por la capacidad de amar y ser amado, de escoger y ser escogido, de desear y ser deseado. Es decir: si tenías pareja, tu vida valía más. Palabras más, palabras menos, estas ideas se van contagiando en la sociedad y se modifican de acuerdo con la época que estemos viviendo. Ha cambiado en una forma veloz, tanto que muchas veces no lo pensamos: la forma de amar.

Hombres y mujeres estamos entusiasmados y enredados a la vez. Frente a tantos cambios nos preguntamos: «y ahora, ¿qué debo hacer, cómo, cuándo, por cuánto tiempo, qué le toca a él o ella y qué me toca a mí?». Y así, entre dudas, tropiezos, intentos y remiendos, buscamos construir un buen amor.

«Lo que un día fue no será [o difícilmente será]», bien dice la canción. Las relaciones amorosas ya no responden más a las ideas tradicionales sobre el amor y será importante que te des cuenta de que esas aspiraciones sobre la vida en pareja se han ido desquebrajando poco a poco.

El hecho de que un hombre no se ajuste a lo que nosotras consideramos «el amor perfecto» no significa que su comportamiento sea «patanesco» y menos aún que quiera lastimarnos o «sacar ventaja» de nosotras. Como dice aquel refrán, «al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios»; es decir, hay que aprender a separar y ser justos al momento de repartir responsabilidades.

Por eso vale la pena conocer y entender algunas de las premisas amorosas que hoy, cuando intentamos iniciar y sostener una relación amorosa, se deshacen fácilmente y que, lejos de hablar de abuso, toxicidad o patanería, nos muestran las nuevas formas de entender el amor romántico, de construir nuestras relaciones de parejas, cambios propios del siglo que nos tocó vivir. Nos guste o no, sobre todo a las mujeres que han sido educadas para priorizar el romance, las relaciones, el amor e incluso los roles de los hombres han cambiado.

Revisemos, pues, algunos mitos sobre el amor que, de no ser cuestionados, pueden seguir causando inmenso dolor al momento de querer formar una relación que valga la pena.

DECÁLOGO DE LO IMPOSIBLE

  1. EL AMOR LO PUEDE TODO. Creemos que, si ese amor es «verdadero», nada debe ni puede influir en él: ningún obstáculo o contingencia. Parece que estamos en un juego de televisión en el que debemos sortear cada prueba de vida o muerte «sin límite de tiempo». Pensamos que, cuando amamos de verdad, debemos sortear todos los problemas, superar los desafíos y lograr que la relación permanezca, crezca y sea disfrutable de aquí a la eternidad. Cuando algo contradice la postura de que el amor «siempre vence» los retos, se piensa que lo que hubo entre «tú y yo» no fue verdadero y que la otra persona es un «patán» por no intentar vencer las pruebas o lograr, por ejemplo, dejar de pelear… porque el amor «todo lo puede». Cuesta trabajo entender que, a veces, el amor no es suficiente para hacernos felices.
  2. EL AMOR NO SE ACABARÁ NUNCA. ¿Te suena conocida la frase «y vivieron felices para siempre», acompañada de un suspiro y una lágrima? ¿O esta otra, siempre seguida de un beso romántico: «hasta que la muerte nos separe»? Con estas ideas hemos mantenido la ilusión de que existe una garantía de eternidad. Es algo que vemos y escuchamos en la radio, la televisión y en las películas todo el tiempo. Las personas que se casan o están próximas a hacerlo mediante ciertos ritos —principalmente religiosos— seguramente han escuchado estas expresiones. Ahora imaginemos que una relación que se pactó para siempre o «hasta que la muerte los separe» no va bien por debilidades humanas, entonces la alternativa que se propone es «persiste, trata, lucha por él». A un buen número de mujeres nos ha pasado algo similar. Si no entendemos que el amor tiene fecha de inicio y, muchas veces, fecha de caducidad, vivimos en la negación o sacrificamos mucho. Es decir, terminamos sosteniendo relaciones poco satisfactorias que nos hacen vivir infelices, o construimos dinámicas en las que alguien se somete, pero tarde o temprano el que acepta someterse le pasa la factura al otro. Un cuento de nunca acabar. Siempre es mejor decir «aquí quedó» que postergar una relación dañina.
  3. EL AMOR ES INCONDICIONAL. ¿Será? Quizá no haya amor incondicional más que el de la madre a su bebé y sólo los primeros días de su vida. Las personas vivimos de los intercambios entre las amistades y la familia, más aún en las relaciones amorosas («te doy algo y espero algo de ti»), pero esto no significa que sea un juego rígido de «toma y daca». Es un ir y venir de afectos, de cuidados, de perdones, de apoyo. No se trata de llevar una lista con todas las cosas, tiempo o esfuerzo que hemos brindado para exigir de vuelta. Cuando nos relacionamos, buscamos algo que nos aporte crecimiento, satisfacción y beneficio. Quienes quieren entregar «todo por amor» podrían buscar alguna profesión o trabajo que lo requiera, como asistir a personas necesitadas o crear una asociación altruista, porque casarse o tener una pareja sólo para dar y no esperar nada a cambio podría causar mayor infelicidad de lo que se piensa. Hoy más que nunca, con el cambio de época, las mujeres buscamos abiertamente sumar a nuestra vida amorosa el sexo, la diversión, las charlas, el dinero, los amigos, etcétera, y no restarle posibilidades a nuestro mundo. El único amor incondicional debería ser hacia nosotras mismas.
  4. EL AMOR DEPENDE DEL DESTINO. ¿Te parece familiar decirle a tu amiga «él estaba en mi destino»? Es común ir por la vida creyendo que tenemos una pareja que el destino puso en nuestro camino o que encontramos la «media naranja», esa mitad que nos completa y que, por lo tanto, es la única buena elección entre todas. Supongamos que eso es cierto. ¿Qué pasaría si mi supuesta alma gemela vive en Islandia o detrás de un iceberg en Alaska? ¿Qué opciones me quedan para serle fiel a esa media naranja? ¿La soltería? ¿Ir a su encuentro? El amor depende más de nuestras decisiones que del destino. Se puede congeniar y construir una buena relación con muchas personas, pero nosotros elegimos a alguien, al menos por un tiempo, como nuestra pareja. Toda elección implica renunciar a otras posibilidades que pueden ser buenas. El chiste es que estés convencida de que has escogido lo que más te acomoda. ¿Cuántas personas renuncian a una vida de pareja sana y disfrutable por pensar que hay alguien «mejor» en otro sitio? Siempre puede haber alguien «mejor» y ¡peor! Los buenos amores se eligen, se construyen en el diario caminar, y, si llega el punto en que son obsoletos por la razón que sea, con dolor pero también con inteligencia y cuidado, se deben terminar. Tú construyes tu destino con las decisiones que tomas día con día.
  5. EL AMOR ES ENAMORAMIENTO, PASIÓN, ARREBATO. El inicio de una relación es como una seda y un terremoto a la vez. ¿Recuerdas cuando tu más reciente noviazgo arrancaba? No querías despegarte de la otra persona; todo se percibía distinto y nuevo. ¡Qué momentos! Casi somos unas niñas que descubren ese nuevo mundo que se abre con nuestra nueva pareja y sentimos que el otro nos completa. A mayor intensidad, mayores serán nuestras necesidades que, aparentemente, sólo se satisfacen cuando nos encontramos con él. Ese sentimiento a veces desmedido surge del gozo embriagador del enamoramiento y de considerar que el nuevo amor nos permitirá tenerlo todo, así como completar aquello que nos faltaba. Sin embargo, el sentimiento es, por naturaleza, temporal y ficticio. Incluso, existen parejas amorosas que no atraviesan un loco enamoramiento en sus inicios. Pero ¡cuidado!, Cupido no tiene todo tan calculado como esperamos. Muchas personas en pleno éxtasis del amor se avientan a tomar decisiones importantes, como casarse, tener hijos, comprar bienes en común, y, cuando menos se lo esperan, se dan cuenta de que fue demasiado pronto. El amor es más que emociones que explotan en nuestro interior: es razón y voluntad.
  6. EL AMOR POR SÍ SOLO GENERA ESTABILIDAD. ¿A poco no has pensado que si hay amor habrá estabilidad en tu vida y que toda relación debe tener forzosamente un «papelito» que asegure su posteridad? ¿Y que si la otra persona no quiere casarse es porque no te ama? A veces creemos que toda relación «debe» conducir a una unión estable; incluso pensamos que ese «amor estable» se logrará y afianzará por completo cuando nos presentemos ante un juez o un representante religioso. Siento contradecir esta idea, pero afirmar que una boda es como una varita mágica y que es la única manera de obtener nuestra estabilidad también es olvidar que existen muchas otras formas de convivencia. No sólo nosotras estamos cansadas de los roles ancestrales de género que se acentúan con el matrimonio —¡amas de casa, esposas abnegadas, madres entregadas, novias sumisas…!—; también los hombres buscan otras opciones que favorezcan su autonomía, su sensibilidad y su igualdad. ¿No sería interesante o positivo hacer a un lado, al menos por un momento, esa falsa idea de que la estabilidad se obtiene cuando se firma un papel? Piénsalo un poco.
  7. EL AMOR ES FUSIÓN. ¿Te acuerdas de esa canción que dice «tú y yo somos uno mismo»? Lamento decepcionarte, pero ¡NO!, el amor no va por ahí… Una cosa es que la vida de dos personas suceda a la par, en común, en lo que se refiere a intereses, deseos y valores (es decir, que se complementen), y otra muy distinta es cuando comenzamos a depender. ¿No te gustaría construir una pareja con una vida en común, pero con independencia? Si no sorteamos esta creencia de fusionarnos y difuminarnos con nuestra pareja, cuando se presenta una separación sentimos que algo de nosotros se disolvió con la relación. Intenta dar paso a un amor donde cada miembro de la pareja se abra a la individualidad, a la distancia y a la diferencia.
  8. EL AMOR SÓLO PUEDE SENTIRSE POR UNA PERSONA Y DARSE EN LA MONOGAMIA. Nos han instalado un chip con cientos de ideas y, muchas veces, con opiniones sin fundamentos, con el mensaje de que «el amor sólo puede sentirse por una persona». Sugiero que hagas a un lado los prejuicios al reflexionar sobre esta idea. Si alguien ama a dos personas, pensamos que es una prueba fehaciente de que no quiere a ninguna de las dos y que es una patanería.

    Monogamia: Relación amorosa y sexual formada únicamente por dos personas.

    Poliamor:
    Relación amorosa y sexual en la que participan tres o más individuos, quienes son conscientes de que su pareja o parejas no tienen exclusividad con una sola persona en este ámbito.

    La realidad es que se puede amar a más de una persona: a nuestros padres, a nuestros amigos y a nuestra pareja, con quienes tenemos acuerdos de convivencia y emociones distintas; amarlos no significa que dejemos de querer a los demás. Con nuestra pareja y, en ocasiones, con ciertos amigos, podemos establecer acuerdos eróticos específicos: si habrá monogamia, poliamor, relación abierta —lo que mejor nos acomode o funcione—, pues no todos los deseos pasionales, románticos y eróticos se satisfacen exclusivamente con la pareja. Uno elige ser monógamo. El prejuicio de la exclusividad sexual está muy extendido: uno se casa o se empareja con quien puede hacer una vida en común y compartir buena parte de las experiencias cotidianas, con quien tiene compatibilidad en muchas áreas de la vida… pero el deseo no se casa con nadie. Helen Fisher —antropóloga norteamericana que se ha dedicado a estudiar las relaciones amorosas— menciona que podemos tener experiencias eróticas y amorosas complejas y contradictorias al mismo tiempo. Esto puede malinterpretarse y dejar costos en el camino, pero no es traición, maldad y desamor cuando hay un acuerdo de por medio. Seamos honestos y fieles a nuestros acuerdos, digamos abiertamente lo que queremos.
  9. EL AMOR ES TOTAL. No falta quien afirma: «Aislados del mundo, yo seré todo para ti y tú serás todo para mí». Cuando se pretende pensar que no hay cabida más que para los deseos de la pareja, la vida se empobrece y termina por aburrirnos. Creer que el otro «todo lo tendrá contigo y sólo contigo» lleva a numerosos actos de control, celos, hostigamiento, posesión y hasta de violencia. Queremos tener en la misma persona un amigo, un esposo, un amante, un compañero de juego, un buen conversador, un padre ejemplar, un excelente proveedor… Esperamos que nuestra pareja nos brinde lo que antes nos daba toda una tribu. Entendamos que nadie puede satisfacernos totalmente. El amor adulto siempre nos dejará un poco insatisfechos. ¡Aprendamos a vivir con ello!
  10. EL AMOR TODO LO SABE. «Si me quiere, me conocerá de tal modo que sabrá lo que quiero, lo que necesito, mis deseos y mis gustos. No tengo que explicar ni que pedir…». ¡Qué gran error pensar que el otro es un adivino! ¿Cómo podríamos saber lo que nuestra pareja quiere o con qué se siente cómodo? ¿Cómo pretendemos construir una relación de pareja sin comunicación? Dejemos de asumir que el otro tiene la llave de nuestra cabeza, que podrá ver todo lo que ahí pasa y que atenderá nuestras necesidades no expresadas… Mejor hablemos y no olvidemos que siempre somos/seremos —por más que nos queramos y conozcamos— un misterio para el otro; así evitaremos generar expectativas insatisfechas y desilusiones constantes. Seamos curiosos, conozcamos al otro y sorprendámonos.

UNA NUEVA IDEA DEL AMOR

Te sugiero leer este decálogo cuantas veces sea necesario para ti, con el fin de entender las concepciones del amor en nuestros tiempos. Si entendemos esto, podemos encaminarnos a construir nuevos vínculos amorosos que nos permita reconocer que hoy en día podemos (y debemos) elegir libremente a un compañero «de viaje» (¿o a más de uno?, ¿o para más de un viaje?) y que merecemos en ese encuentro un intercambio igualitario que nos genere bienestar emocional y sexual. ¡Faltaba menos! Claro, la persona elegida ha de aceptar nuestra individualidad, pues la autorrealización no debe ponerse en juego por una relación. Como el trabajo, las amistades, las localidades cambian a «la velocidad del rayo», mediante negociaciones constantes hemos de lograr que el equilibrio y la reciprocidad se sostengan en la relación.

Pero no lo olvidemos: nada es perfecto, y estos cambios sociales que han posibilitado la transformación del amor también han generado sus propios y nuevos sufrimientos. La elección de la pareja se ha vuelto un proceso meticuloso y complejo, pues los gustos personales son cada vez más exigentes y refinados; el miedo al compromiso cada vez es más marcado; pensar o razonar demasiado sobre nuestras interacciones ha dificultado la verdadera conexión; todo esto se suma a la incertidumbre constante de saber si el otro quiere lo mismo que nosotros. El amor en la actualidad no sólo genera decepción, ¡sino que la anticipa!: desde edades tempranas pensamos que nuestros recorridos amorosos serán inciertos e inquietantes, lo que nos lleva a crear estrategias «macabras» para afrontar su fragilidad y temporalidad. En palabras sencillas, huimos del compromiso o, incluso, no tenemos claro qué tipo de compromiso es el que estamos buscando. Es aquí donde debemos abrir los sentidos y distinguir entre una actitud que es producto de un cambio de época en términos sociales, políticos y económicos, y una actitud patanesca.