Ca. 1508-1458 a. C., Egipto
La primera faraona de Egipto
Hatshepsut no necesitó un golpe militar, una revolución violenta o un asesinato furtivo para ascender al trono del antiguo Egipto; tampoco necesitó nada de eso para conservarlo. Lo único que requirió fue un poco de inteligencia, un poco de talento y la suerte de estar en el lugar correcto en el momento correcto.
Hatshepsut nació en la familia gobernante de Egipto, pero nunca estuvo destinada a ser quien estuviera a cargo. Cuando su padre, el faraón Tutmosis I, murió repentinamente, el medio hermano/esposo de Hatshepsut, Tutmosis II (no lo piensen mucho: en el antiguo Egipto, la endogamia era una manera común de asegurar que la corona permaneciera en la familia) tomó el trono e hizo a Hatshepsut su reina. Sin embargo, Tutmosis II murió joven y su heredero oficial —el hijastro de Hatshepsut, hijo de Tutmosis con otra mujer— era demasiado pequeño para gobernar.
Una mujer nunca antes había gobernado Egipto, pero Hatshepsut ejecutó la vieja toma de poder antes de que alguien pudiera decir “toma de poder no militante”; se instaló en el trono hasta que el bebé faraón tuviera “edad suficiente” para gobernar (entre comillas, porque Hatshepsut no tenía intención de ceder el trono faraónico una vez que le había puesto las manos encima).
Fue la primera faraona de Egipto y su reinado duró 22 brillantes años.
“Yo siempre he sido rey”.
Como una mujer en la posición máxima de poder, Hatshepsut tuvo talento para establecer la legitimidad de su adjudicación. La imagen lo es todo para un político, así que de inmediato encargó varias estatuas de ella como faraona, muchas de las cuales la representaban con barba, por solicitud suya, probablemente como una manera de demostrar que tenía tanta autoridad y derecho a gobernar como cualquier hombre. Después, para seguir siendo popular con el pueblo, llevó a cabo una enorme renovación de Egipto al estilo de la televisión: comisionó docenas de ambiciosos proyectos de construcción alrededor del Nilo. El más impresionante fue el templo de Hatshepsut en Deir el-Bahari, en Tebas, así como un obelisco de 10 pisos dedicado a sus logros con la modesta inscripción: “Yo siempre he sido rey”.
El gobierno de Hatshepsut fue un tiempo de paz y prosperidad que usó para expandir las rutas comerciales y la diplomacia con los vecinos de Egipto. Estableció una relación amistosa con Punt, una región colindante de la costa noreste de África, y comenzó un próspero intercambio entre las dos naciones. El comercio con Punt incluía artículos valiosos como la mirra, que posiblemente conozcas como uno de los regalos de Jesús en su nacimiento.
Después de dos décadas de un gobierno tremendamente exitoso, Hatshepsut murió en los que habrían sido sus 40 años. Su hijastro, Tutmosis III, el anterior bebé heredero natural en cuya representación había gobernado, tomó el trono después de su muerte. Sin embargo, Tutmosis III no se sentía tan complacido con sus logros, así que ordenó que se destruyeran los monumentos de Hatshepsut, que se derribaran sus estatuas y que se eliminaran sus registros de la historia de Egipto. Se adjudicó todos los triunfos de la primera faraona, y la historia casi se olvidó de ella por completo. Los egiptólogos no supieron de su existencia hasta 1822, cuando pudieron descifrar los jeroglíficos de los muros de Deir el-Bahari, cerca de donde estaba enterrada.
En 1903, el arqueólogo británico Howard Carter descubrió el sarcófago de Hatshepsut, pero estaba vacío (igual que la mayor parte de las tumbas del Valle de los Reyes, donde ella estaba enterrada). Después de casi un siglo de búsqueda, su momia se recuperó en 2007. Ahora se encuentra en exhibición en el Museo Egipcio de El Cairo.