Prefacio

En la universidad, hice una carrera frustrada en historia.

Como crecí con las muñecas American Girl, el programa Where in Time Is Carmen San Diego? y con cualquier novela de ficción histórica que pudiera encontrar sobre alguna joven precoz, cuando llegué a la universidad, descubrí que, si quería seguir estudiando las narraciones de las mujeres que me hicieron amar la historia, no las iba a encontrar en mis clases. En los cursos, las mujeres aparecían de vez en cuando en las discusiones en torno al sufragio y se le prestaba cierta atención a la reina Isabel, Rosa Parks, Hellen Keller, todas mujeres maravillosas, pero si quería saber sobre mujeres que no fueran blancas, occidentales, heterosexuales o sobre cualquier otra mujer que no formara parte de ese grupo simbólico, tenía que tomar una clase especializada; el programa de estudios general se dedicaba casi exclusivamente a las mujeres blancas, heterosexuales, cisgénero, sin discapacidades.

Muchas de las personas con las que he hablado tuvieron la misma experiencia en sus clases de historia a lo largo de la carrera. A juzgar por estas clases, parecería que las mujeres estaban demasiado ocupadas siendo oprimidas por los límites de su género para hacer historia.

Cuando empecé a hacer investigaciones por mi cuenta, descubrí que la verdad era totalmente opuesta. Desde que hubo registros históricos, ha habido mujeres en la narración: mujeres complejas, ambiciosas, malvadas y virtuosas, que hicieron contribuciones extraordinarias al mundo mucho antes de la aparición del cartel de Rosie, la remachadora. Hay tantas mujeres que impactaron enormemente en el mundo y, sin embargo, nunca había oído hablar de ellas en ninguna de mis clases de historia, ni en la escuela pública ni en la universidad. Nadie había oído hablar de esas mujeres.

Entonces, empecé a hablar de ellas.

Como autora de ficción histórica con una pequeña plataforma de seguidores en Twitter —que en general disfrutan las historias raras tanto como yo—, me dediqué a las redes sociales. Cada semana, escribía en Twitter sobre una mujer distinta que había marcado la historia y que me parecía fascinante, subversiva y de la cual nunca había oído hablar en mis clases. Para mi sorpresa y placer, la serie tomó vuelo y cada semana más y más personas se sintonizaban para leer la siguiente entrega de lo que amorosamente nombré con el hashtag #BygoneBadassBroads. Las historias empezaron a inspirar arte, reportes escolares, cuentos para dormir, nuevos pasatiempos, y lograron que cientos de personas conocieran los nombres e investigaran más sobre estas mujeres.

Y ahora —¡gran alegría!— aquellas historias olvidadas se recopilan en este libro.

Muchas de las mujeres que seleccioné en la serie de Twitter y en este libro tienen cierta complejidad moral. A veces son violentas, despiadadas y totales criminales. Cuando sus acciones son ilegales o crueles, su selección en este libro de ninguna manera condona los caminos que tomaron, ya que mi intención con Las chicas rudas del pasado es devolver a las mujeres a la narración histórica y representarlas como los seres humanos tridimensionales y complicados que fueron, en lugar de negarles un asiento en la mesa y las complejidades de la personalidad que les concedemos a los hombres. Con el fin de que las mujeres consigan una verdadera equidad en la narración histórica, tenemos que hablar de ellas de la misma manera en que hablamos de los hombres: con todo y verrugas.

Este libro es una colección de las historias de mis 52 mujeres favoritas de la historia. Se extienden a lo largo del tiempo, el planeta, las situaciones socioeconómicas, las preferencias sexuales, las identidades de género y las razas. Son reinas, científicas, atletas, políticas, espías, guerreras, pacifistas, criminales y desvergonzadas. Han impuesto las modas, roto las barreras, son innovadoras y rebeldes. Cada una de ellas me ha enseñado infinitas formas de ser una mujer y un ser humano fuerte, y espero que tú, querida lectora, encuentres en sus historias la fuerza y la inspiración para ser la nueva generación que cambie el mundo.