CAPÍTULO II
¿CÓMO SUPIERON LOS GRIEGOS QUE, COMO LO SEÑALARÍA STEPHEN HAWKING, LOS AGUJEROS NEGROS DETENDRÍAN AL TIEMPO?
Como casi siempre en la mitología de la creación del cosmos y la Tierra en particular, en el principio y antes de que el universo apareciera, solo existía el Caos. Seguramente el creador, mientras se ocupaba de crear algo, andaba sumergido en las propias profundidades de sí mismo. Es así como, para los hindúes, Brahma, el ser fuerte supremo, sale de las profundidades de su propia eternidad y crea el mundo como su primera emanación, que no es otra que su propia energía creadora y origen de las demás.
Para los griegos, el Caos primigenio es hijo y pareja de la Oscuridad, también conocida como Nyx o Noche; quienes con el vacío primordial están en el origen del mundo que vivimos. Antes del universo reinaba este Caos abismal, incondicionado, no manifiesto, vacío y sin forma, que trascendía el universo físico, y del cual habría de surgir el Cosmos o, en palabras de la Biblia: “Hágase la luz”. Dicho Caos engendró a la Noche quien casó con su hermano Erebo, pariendo un huevo de cuyo interior ha de salir con toda su pasión y fuerza procreadora el Amor o Eros. De las dos mitades de la cáscara del huevo partido, se formaron el Cielo/Urano y la Tierra/Gea.
Urano o el Cielo, más que una deidad, es un reino por fuera y encima de la Tierra; tal vez por eso los caldeos decían que era “aquel acerca del cual nada se puede decir”. Uno de sus oficios es gobernar sobre la expansión sin límites del espacio antes de que hubiera existido un universo o cosmos manifiesto. Como Urano es la mismísima mente divina de Dios, imagino que es por ese motivo que no tiene ningún templo en donde se le pueda adorar, ya que su dominio es el éter del cielo superior. Siendo así, debo relacionar a Urano con la antiquísima deidad védica Varuna, el guardián de la ley sagrada ante quien la gente se confiesa buscando el perdón. Varuna, aquel que “circuye al universo” y “todo lo abarca”.
En la mitología, Urano jamás fue un buen padre. Encarnó la imagen elevada de un progenitor distante, que representa los ideales que sus hijos no podían alcanzar por ser mortales (hijos de la Tierra) e incapaces de equipararse a la imagen perfecta (hijos del Cielo), como la del padre que está en los cielos. Noche tras noche Urano venía a extenderse como cielo estrellado sobre doña Gea, símbolo de la apacible y duradera firmeza, de fecundidad y de dar y quitar la vida como origen del ser que ella es. Todas las noches la fertilizaba su marido por medio de truenos y rayos, de cuya tormentosa unión se originaron todas las cosas manifiestas venidas del Caos. Fueron padres de una gran cantidad de hijos a los que Urano rechazaba, introduciéndolos en el profundo vientre de su madre, la Tierra.
Para esta historia nos interesan los doce enormes titanes y, de entre ellos, su sexto hijo el titán Cronos, aquel que mencioné en el capítulo pasado y a quien los romanos identificaran como Saturno. Pero, para este capítulo dejémoslo como Cronos, el tiempo.

Cronos es el Gran Arquitecto del Universo.
Toda su descendencia son hijos a quienes Urano detesta y niega su paternidad, porque no están a la altura de la perfección que él espera como hijos del cielo que son; a cambio de ello son hechos de tierra, deformes, feos, llenos de imperfecciones y toscos… como su madre. Ese es el motivo por el cual los va arrojando de nuevo al interior de Gea, en el submundo; tal cual el Yahvé bíblico también destruyó su propia creación de la humanidad al no estar conforme con ella. Este rechazo de sus hijos es símbolo del impedimento que existía para una evolución natural; impedimento que, producido por Urano —el mismísimo Caos—, debe ser trascendido por uno de sus vástagos. Este arrojo al interior de su madre también es símbolo de cómo nosotros mismos, al caer en la cuenta de nuestras imperfecciones, las rechazamos o negamos arrojándolas al fondo del sótano, del inconsciente.
Brutales y rebeldes, los titanes son símbolo de los deseos terrenales en estado de sublevación contra el espíritu o espiritualización consciente; encarnación de las devastaciones cósmicas de los primeros tiempos de la creación o gestación evolutiva; de las fuerzas brutas, indómitas y salvajes de la naturaleza y de la Tierra en general. Pero fue de allá mismo, de sus oscuras entrañas, de donde Gea, la Madre Naturaleza, obtuvo el acero con el cual fabricó la hoz que luego usaría su hijo Cronos, el menor y más osado de todos sus descendientes, para destronar a su padre por encargo de ella misma, pues estaba tan cansada de parir constantemente y de no poder gozar de la compañía de sus hijos. Por eso, le pidió a Cronos que castrara a su padre la próxima vez que viniera a posarse sobre ella.
Pero antes de la castración, detengámonos un momento para conocer más de cerca a Cronos. Como el vocablo cronos viene de la raíz kar: “hacer o crear”, Cronos sería así el Gran Hacedor, el llamado Gran Arquitecto del Universo, en la etapa que él mismo inauguraría luego de destronar a su padre Urano. Está identificado en el Antiguo Testamento por el profeta Amós, con el Saturno romano o Satur Nous el del “abundante intelecto” Como el hijo está más asociado con su madre/Tierra/Gea que con su padre/Cielo/Urano, da a entender que el tiempo (Cronos-cronología) es un fenómeno de la manifestación de la materia, representado con alas y un reloj de arena en la mano, como símbolo del tiempo que pasa veloz. También lo vemos personificado como un anciano seco y sin carnes, de faz triste, cabeza encorvada, con una hoz en la mano, como el tiempo que todo lo destruye y como los ciclos que han terminado. Lo encontramos en los museos pintado, devorando a sus hijos, como el tiempo que todo lo engulle, los días, meses, años, siglos; el tiempo que genera las edades y luego las consume.
Pues bien, con una hoz y apoyado por su madre, a la que para nada le gustaba ver su vientre lleno de hijos rechazados por Urano, agarró con la mano izquierda los testículos de su padre cuando vino a posarse sobre ella y lo emasculó arrojando su falo al mar de Chipre, destronándolo de dicha forma.
Esta castración hecha con la implacable guadaña-hoz de pedernal o acero, es símbolo de que “ojo por ojo y diente por diente”; de las ideas uranianas de cambio, aprisionadas y restringidas en la materia saturnina que necesita mantener todo como siempre ha sido. Es decir, es representación de cómo la mente intuitiva se identificó con la materia; de cómo el espíritu descendió de una forma involuntaria y quedó aprisionado por la materia-tiempo-saturnina; de cómo el cielo (Urano) quedó definitivamente separado de la tierra (Gea); pues, si ya estaba castrado, al fin y al cabo, ¿para qué más lo iba a necesitar su mujer?
Los hijos quedamos separados del padre, como la tierra del cielo. Esta castración representa nuestro miedo a lo desconocido, y el cercenar el impulso de la creatividad e imaginación libre uraniana. Ahora todo ha pasado de eternidad a bloqueo de toda creación del universo y período limitado, para conservar, mantener y preservar todo lo conocido tal y como está, por encima del cambio y la variedad que promovía Urano con el fin de que todo creciera y se desarrollara demoliendo lo viejo para que prosiguiera lo nuevo.
Y eso fue lo que castró —y aún castra— Cronos en el Urano de nuestra carta astral; pero igualmente, todo lo contrario, es lo que promueve Urano en su posición, para demoler las estructuras ordenadas que quiere conservar Cronos dentro de sus limitantes anillos. El joven titán se convierte así en la ley que rige el crecimiento y las estructuras inmutables; en la fuerza pasiva o de resistencia, que se opone a la fuerza activa que representa Urano al promover cualquier clase de liberación en una nueva dirección vital. Cronos siempre ha de poner alguna excusa para que Urano no se entrometa por vías que para él no son fiables, pues no le gusta andar por instrumentos, sino con los pies muy bien puestos sobre su madre, la Tierra. Cronos le tiene terror a lo desconocido y eso es precisamente lo que representa su padre Urano: el primigenio vacío infinito del cual emergió.
Cronos, agotando-mutilando las fuentes de la vida, ha puesto fin a la primera generación de dioses y dado inicio a la segunda como fuente engendradora, fecundando a su hermana Rea. A la tercera generación le dará inicio su hijo Zeus cuando lo destrone, como veremos más adelante. Comienza el tiempo inmensurable, siendo Cronos quien lo ha establecido como el dador de todas las medidas de la creación completa, debido a ser el más lento de los planetas conocidos en la antigüedad.
Hagamos un resumen según el cual del Caos-Noche nace un huevo que al partirse genera a Urano/Cielo y a Gea/Tierra, hermanos que engendran a su vez a Cronos y a Rhea —también hermanos— que dan vida a Zeus y a Hera, quienes a su vez serán padres de otros dioses y diosas. El nombre romano de Zeus es Júpiter, que proviene de la raíz diu-pater o Dios Padre; Júpiter = jovis = cielo.
Como el oráculo había decretado que uno de los hijos de Cronos le haría lo mismo que él había hecho con su padre, Cronos comenzó a devorarlos a todos, para tratar de que no se cumpliera el vaticinio. Pero Zeus, el majestuoso hijo de Cronos, futuro dios de los cielos, fue escondido por su madre Rea en Creta; en donde fue cuidado por varias ninfas y la cabra Amaltea, de cuyos cuernos brota leche a raudales y cuya piel le serviría luego de escudo a Zeus. Este cuerno (cornus = cuerno y copia = abundancia; cornucopia/Grial) es símbolo de dicha, fecundidad y profusión gratuita de dones divinos, como uno de sus atributos lleno de granos y frutos.
Mientras Zeus crece, hemos dejado a Cronos a la saga de sus hijos para devorárselos de forma tal que ninguno lo pudiera destronar. Ya se ha comido a Poseidón y a Hades; y a partir de ahora a Cronos solo le interesa una cosa: él mismo; es decir, el ahora inmediato. Al fin y al cabo, castró a su padre Urano como diciendo que no tiene nada que ver con el pasado; y ahora, al comerse a sus hijos, nada que ver con el futuro.
Zeus, después de haberse espigado bajo la tutela de semejantes nodrizas que tanto empeño pusieron en cuidarlo y alimentarlo, fue ayudado por Metis, la diosa consejera, quien le proporcionó a Cronos un bebedizo hecho de mostaza y sal, para que regurgitara a los hijos que se había engullido. Efectivamente, Zeus vence a su padre y libera a sus tíos paternos, los Uránidos, quienes en agradecimiento le dieron el trueno, el rayo y el relámpago; todos ellos escondidos en el seno de Gea y con los cuales gobernaría sobre mortales e inmortales.
Libres Poseidón/Neptuno y Hades/Plutón, y en compañía de su hermano Zeus/Júpiter, encadenaron a su padre en el mismo Tártaro o Tartaria bajo el ojo poderoso de Plutón, para que la carrera del tiempo no fuera inconmensurable, sino que estuviera limitada por el curso de los astros. Hay que recordar que el Tártaro es la parte más sombría y negra del inframundo ubicado en las entrañas de la misma Tierra. Y esa Tartaria, el más terrible de los lugares del submundo, era el sitio a donde iban a parar los enemigos directos de los dioses, soportando toda clase de castigos eternos sin ninguna posibilidad de perdón.
Al ser vencido por su hijo Zeus, Cronos pasa a ser la deidad destronada, solitaria y triste, relegada bajo la oscura tierra y los abismos del mar, en donde vive en dicho Tártaro como un prisionero convertido en la deidad de la muerte y de los muertos. El problema es que con Cronos, la vieja Muerte, ahora encadenado, nadie envejece ni se está muriendo.
Y he aquí el centro de nuestra narración: que si Cronos es el Tiempo y el Tártaro el agujero negro, al estar Cronos encadenado en semejante negrura, el Tiempo está detenido en el Agujero Negro. Señor Stephen Hawking usted tiene razón, pero los griegos la tuvieron primero.
Pero en el inframundo también vivían las Moiras (el origen del nombre Mauricio) quienes, haciendo girar los husos del destino de la humanidad, y siendo personificación de nuestro destino, lo tejen en su fase de pasado, presente y futuro. Moira es la deidad del destino encargada de administrar justicia y de transmitir lo que ya está pronosticado acerca del futuro y propiedades ‘kármicas’ del alma de cada quien. Es a través suyo que la persona se entera acerca de cómo y en dónde experimenta su destino, sin juzgarlo como bueno o como malo. Moira encarna un impulso instintivo psíquico individual o colectivo que sabe cómo mantener el orden natural de las cosas, tanto para uno mismo como en general. Este destino jamás puede ser alterado porque es “su” destino, el de cada quien.
Por tal motivo, las Moiras, siendo las encargadas de ejecutar las órdenes del destino y contra quienes nadie puede ir en sus designios, decretaron, muy alarmadas, que Cronos tenía que ser liberado de sus cadenas; porque si el Tiempo estaba detenido en un agujero negro como el Tártaro, nadie iba a fallecer; al contrario, si todas las personas iban a ser eternas, la humanidad llegaría a no necesitar de los dioses y estos desaparecerían del Olimpo. Es decir, el tiempo tenía que continuar su marcha y, por lo tanto, debía salir del agujero negro a donde lo habían confinado sus vástagos. Comprendiendo su error, estos liberaron a Cronos, quien se fue a civilizar a los habitantes del Latium, donde reinaba Jano. Pero eso es parte de otra historia del Saturno romano.
Ahora unos cuantos renglones acerca de lo que dice la ciencia sobre los agujeros negros. Por lo que supe de los griegos, es un espacio limitado lleno de una masa concentrada con un enorme campo gravitatorio que no deja escapar absolutamente a nadie, incluyendo la luz y el tiempo. Sin embargo, en 1970 Stephen Hawking dedujo con su estudio, que dichos agujeros negros sí podían emitir radiación. Y así como Cronos estuvo separado del universo al estar encerrado en el oscuro Tártaro, un agujero negro está separado del resto del universo no dejando que salga de él partícula alguna. Hasta cuando llegaron las Moiras y decretaron liberar a Cronos-el tiempo.
FÓRMULA DE ENTROPÍA BEKENSTEIN-HAWKING)

No tengo ni idea de qué signifique ni cómo explicar la fórmula de Bekenstein-Hawking que encontré en internet para representar la entropía de un agujero negro. Pero sí distingo a Cronos-Saturno muy bien personificado abajo, al lado de la G. Habría que preguntarle al señor Max Planck por qué puso dicho distintivo. He allí a Saturno, el planeta que rige a Capricornio, el signo de Stephen Hawking y el mío.
