Prólogo

§

SIN ENTRAR EN DISQUISICIONES filológicas sobre qué términos emplear a la hora de referirme al material que he tenido la suerte de disfrutar; para que tú mismo decidas, querido lector, te ofrezco una rápida aproximación a palabras tan difíciles de acotar que a veces parece que caminamos por una cuerda invisible: frases hechas, modismos, dichos, locuciones. El Diccionario de la Real Academia dice en modismo: «Modo particular de hablar propio o privativo de una lengua, que se suele apartar en algo de las reglas generales de la gramática»; y Julio Casares, en Introducción a la Lexicografía moderna, lo define como: «Expresión peculiar de una lengua, generalmente difícil de transmitir a otra, sobre todo literalmente, en la que puede no respetarse la norma gramatical. [...] Son generalmente inalterables».

Locución en el Diccionario de la R.A.E. aparece como «combinación estable de dos o más palabras que funciona como elemento oracional y cuyo sentido unitario no se justifica, sin más, como suma del significado normal de los componentes»; y frase hecha o proverbial, como «la que en sentido figurado y con forma inalterable, es de uso vulgar y no incluye sentencia alguna»; y dicho, como «palabra o conjunto de palabras con que se expresa oralmente un concepto cabal».

Así pues, modismos, locuciones, frases hechas, dichos se diferencian fundamentalmente por su mayor expresividad de matices frente a los refranes, proverbios, aforismos, adagios, máximas o apotegmas, que adoptan un tono más sentencioso y moralizante; pero unos y otros tienen en común su origen popular, su transmisión oral y su tendencia a permanecer inalterables.

Pretendemos acercar esta gran riqueza de la lengua al gran público, por esta razón presentamos esta edición con los límites de espacio que ello conlleva; no caben todas las frases que quisiéramos, por lo cual la labor de selección y de criba ha sido más trabajosa y llena de vacilaciones. Este apartado de la lengua no es un simple cajón de sastre, más bien es un pozo sin fondo, inagotable e inabarcable, en el sentido literal de la frase: con algunas locuciones se te cuelan algunos proverbios; con algunos proverbios, algunas frases hechas; con algunas frases hechas, algunas frases sinónimas coloquiales; con algunas sinónimas coloquiales, algunos dichos regionales más localistas.

Siempre se ha intentado buscar la explicación del origen de la frase hecha o dicho, aunque en muchos casos se trate sólo de una simple anécdota graciosa. Queda claro que no he realizado una labor de investigación científica, sino un trabajo lento y arduo de documentación para contrastar opiniones, sopesar divergencias y presentar la que he creído más acertada, o en algunos casos, dos o tres variantes. A veces he contrastado detalles por teléfono con mis «viejos» profesores, así tuve que hacer en la frase confundir el culo con las témporas (n.º 151).

Casi siempre cito en las frases correspondientes a los autores que más me han servido de fuentes: Sebastián de Covarrubias, con su Tesoro de la lengua castellana o española (1611); Gonzalo Correas, con Vocabulario de refranes y frases proverbiales y otras fórmulas comunes de la lengua castellana; José María Iribarren, con El porqué de los dichos, y José María Sbarbi, con Florilegio o ramillete de refranes y modismos comparativos y ponderativos de la lengua castellana.

Con frecuencia, también he copiado citas en las que aparecen algunos dichos, principalmente para atestiguar su rancio abolengo castellano; he recurrido con frecuencia al Quijote, que seguirá siendo el acervo más grande de frases hechas, aún vivas y calientes en boca de Sancho Panza o de don Quijote; otras veces al Tesoro... (1611) de Sebastián de Covarrubias; o al Lazarillo, etc.

Como dice Machado en Juan de Mairena, «procurad, sobre todo, que no se os muera la lengua viva», «habéis de ahondar en las frases hechas antes de pretender hacer otras mejores».

El pueblo llano, Sancho Panza, necesita expresar sus sentimientos, sus anhelos, resolver sus ignorancias, y para ello recurre a las frases hechas como única tabla de salvación. Han tenido mala prensa, el «pobre» Sancho era tan simple y tan terco; pero en realidad, parafraseando a Unamuno, todo este acervo de dichos constituye el «intralenguaje», el auténtico y profundo río que vitaliza la lengua, que fluye como un puro juego del pueblo llano que combina palabras, mezcla sentidos, carga de matizaciones, recarga con mala uva, adorna con sensibilidad y cariño lo que su aguda imaginación desbordada le marca.

GUILLERMO SUAZO PASCUAL

Talavera de la Reina, febrero de 1999