DESCUBRIR Y CONOCER AL PERRO

EL CACHORRO

Qué preguntas debemos formularnos

¿Es el rottweiler el perro que más nos conviene?

Es probable que el lector que tenga este libro en las manos ya haya tomado una decisión, o quizás esté ya convencido de que el futuro compañero y protector de su familia será un rottweiler, un perro de defensa personal, muy ligado a las personas y a sus cosas, que alimenta su seguridad individual a través de la nueva familia, a la que recompensa dedicándole todo su amor y su protección. No es un perro fácil: es extraordinariamente valiente y combativo, y posee un temperamento fuerte que le hace comportarse con agresividad cuando ve amenazada la seguridad de las personas queridas, con las cuales tiene una relación muy posesiva. Pero al mismo tiempo es un perro muy dócil y con un temple limitado: esta combinación no le permite tener una autonomía mayor de la que le exige su función y, si está en buenas manos, es un perro fácil de adiestrar y muy obediente.

¿Cómo y dónde comprarlo?

Hemos decidido comprar un perro de raza y, por tanto, tenemos que empezar a buscarlo. El mejor camino es obtener las direcciones de los criaderos. No deberá importarnos hacer unos kilómetros de más para ir a un criadero de calidad que nos inspire confianza. Puede ser una buena excusa para tomarnos unos días de vacaciones e incluso viajar por la península o por Europa. Habrá merecido la pena porque conseguiremos un cachorro criado por manos atentas y expertas, y nos relacionaremos con un criador que se convertirá en un punto de referencia que nos solucionará más de una duda durante el crecimiento del perro.

A la hora de buscar el cachorro, es posible que conozcamos a algún particular propietario de una hembra que haya tenido una camada. No olvidemos que esta persona no es un profesional. Deberemos informarnos sobre la genealogía del padre y de la madre, y sobre todo sobre el carácter, para tener la garantía de comprar un perro que, además de tener predisposición para la defensa, sea suficientemente dócil y en un futuro no nos cree problemas.

En las tiendas de animales a veces también se venden cachorros. Comprobemos también la procedencia y el estado de salud del animal que nos interese, porque los repetidos cambios de mano podrían haber hecho mella en el carácter y en la salud.

¿Cachorro o adulto?

Ya estamos prácticamente convencidos de escoger un rottweiler por amigo, y hemos encontrado un criador que nos inspira confianza, aunque nos acabamos de decidir cuando nos miran dos ojazos marrones que, pese a la presencia de los hermanitos, parecen hechos aposta para conquistarnos: son los ojos de un cachorro que todavía no ha cumplido los dos meses. ¡Se han despejado todas las dudas: este será nuestro perro!

Pero, ¿estamos completamente seguros de que estamos preparados para criar un cachorro? También existe la posibilidad de elegir un perro joven, de ocho o nueve meses, ya socializado, que habrá aprendido los primeros rudimentos de educación y que ya sabe caminar con la correa. Además podemos ver sus características morfológicas y podemos saber algo más sobre sus cualidades; veremos con claridad si es un buen representante de la raza, tanto desde el punto de vista físico como psíquico, o si simplemente es un buen perro. Todo depende de si se desea participar en exposiciones caninas o en pruebas de trabajo.

Si son estos nuestros objetivos, no deberemos dejarnos engañar con promesas de futuro referidas a un cachorro de dos meses, del cual es imposible predecir si será un campeón o sólo un digno representante de la raza.

Si nos conformamos con la segunda posibilidad y si creemos estar en condiciones de hacernos cargo de un pequeño de dos meses (en ningún caso hay que llevarse a casa un perro que no haya pasado los primeros sesenta días junto a la madre y los hermanos), leeremos las páginas que siguen y podremos emprender la aventura. Suerte.

Convertirse en jefe

Lo primero que no deberemos hacer bajo ningún concepto es humanizar nuestra relación con el animal.

Apenas entre en casa, el perro encontrará un nuevo hermano, un nuevo padre y una nueva madre, pero lo que realmente necesita es una persona con autoridad que sepa cómo tratarlo, que ordene las cosas con claridad, que sea coherente y justa; en resumidas cuentas, necesita un nuevo «jefe de manada» que sepa sustituir dignamente al «jefe» de su antigua manada salvaje de la que desciende, y que los expertos en etología denominan lobo alfa.

A lo largo de este capítulo procuraremos conocer mejor al rottweiler, ya sea para saber elegirlo con pleno conocimiento de causa, ya sea para entender mejor su psicología.

 LA VOZ DE SU AMO

El perro tiene un oído muy sensible, capaz de percibir sonidos que el hombre no oye; si le hablamos demasiado alto, nuestra voz puede incluso molestarlo. Si queremos decirle algo o darle una orden, es suficiente con un silbido o un susurro para hacerle entender lo que esperamos de él: lo importante es el tono de la voz, no el volumen.

Por tanto, no lo importunemos con nuestro «ladrido», porque de ello depende el hecho de que nos tome en serio cuando, en una situación difícil, nos veamos obligados a darle una orden gritando o le pidamos ayuda.

Los perros ladran contra algo o alguien que les da miedo o bien para advertir a la manada de un peligro inminente. En consecuencia, no le demos la posibilidad de que tema nuestra voz.

El perro nos ama por instinto y esto es precisamente lo que le impulsa a cumplir lo que nosotros le pedimos, sin que para ello sea necesario recurrir a la fuerza y a los gritos.

LA ELECCIÓN DEL CACHORRO

Por fin hemos localizado el criadero y queremos saber si la persona con quien hemos contactado es realmente competente. Esto podemos averiguarlo en la primera entrevista.

Un buen criador querrá comprobar que sepamos todo lo que comporta la tenencia de un perro en casa, especialmente si se trata de un perro de defensa. Su primera preocupación será asegurarse de que sabemos lo que nos traemos entre manos, porque será consciente de estar vendiendo un ser vivo que deberá integrarse en una familia en un ambiente tranquilo, en compañía de personas responsables y sabedoras del esfuerzo que deberán realizar para que la convivencia con el perro sea un éxito.

1. Los machos, generalmente más fuertes, son protectores y juguetones. A pesar de comportarse con menos seriedad que las hembras, no creamos que son menos tenaces. Tienden a asumir el papel de guía del grupo, razón por la cual necesitarán un propietario con personalidad lo suficientemente fuerte para imponerse a un perro que lleva a cabo al pie de la letra todas las enseñanzas recibidas. No olvidemos que su mayor fuerza física requiere una persona capaz de retenerlo y que no se deje arrastrar por donde el perro quiera

2. Las hembras son más pequeñas y también muy protectoras de su grupo, al que deben salvaguardar de los posibles peligros. Son mucho más reflexivas que los machos y por eso inspiran más confianza, siempre que no crean amenazada a ninguna de las personas con las que vive. Son muy buenas con los niños, con los cuales no entablan juegos violentos porque saben discernir limitaciones de los pequeños a los que deben proteger. Hay que tener cuidado cuando cría a sus cachorros, porque la camada pasa a un primer plano en el orden de las cosas que se encuentran bajo su protección

 ¿MACHO O HEMBRA?

La diferencia de aspecto entre un macho y una hembra se define con la expresión dimorfismo sexual, y afecta básicamente al tamaño del animal; sin embargo, no debemos quedarnos sólo con el aspecto exterior, ya que lo importante en el momento de la elección es conocer las diferencias en el comportamiento de cada sexo.

No aceptemos nunca llevarnos un cachorro a casa antes de que cumpla los cincuenta días de vida, aunque sería preferible hacerlo a los dos meses; la protección por parte de la madre y la seguridad que le infunde el grupo de hermanitos, con quienes aprende las primeras normas de conducta, son fundamentales para estar en condiciones de adaptarse al nuevo grupo. Durante los dos primeros meses se sientan las bases de la relación que tendrá el perro con el mundo exterior y concretamente con el ser humano, al que identificará como integrante de su «manada» y, en consecuencia, como su congénere

Antes de que se haga efectiva la compra es fundamental pedir que nos muestren los pedigríes (documento del origen o árbol genealógico) del padre y de la madre. Allí figuran los nombres de los antepasados (hasta un máximo de cuatro generaciones) de nuestro futuro cachorro, los títulos y diplomas obtenidos, y la exención de displasia o el grado, en caso de aparecer esta patología hereditaria.

El libro de calificaciones certifica la participación de los padres en las exposiciones de belleza, y en él constan las clasificaciones y las calificaciones obtenidas en todas las exposiciones en las que han participado.

En la cartilla sanitaria del cachorro se indican las desparasitaciones y vacunaciones efectuadas, y el programa de vacunas propuesto por el criador. El veterinario podrá respetarlo o plantear otro distinto si lo creyese conveniente.

Si el cachorro fuese de raza, el criador lo habrá inscrito en el Libro de Orígenes, cumplimentando dos impresos:

 el formulario A, «Notificación de monta y nacimiento de la camada», que se envía a la RSCFRCE durante los primeros 25 días a partir del nacimiento de los cachorros, debidamente firmado por el criador (o propietario de la hembra) y por el propietario del semental;

 el formulario B, «Descripción y solicitud de inscripción de los cachorros», que el criador debe enviar a la RSCFRCE dentro del periodo de seis meses a partir del nacimiento de los cachorros. En este formulario se indica el nombre, el sexo, el número de tatuaje y el nombre del nuevo propietario si el cachorro ha sido cedido antes de cumplir los tres meses.

 EL TATUAJE

El tatuaje es obligatorio y representa el «número de matrícula» en caso de extravío. El número está formado por letras y cifras: las letras son las siglas del criador o, si el animal no proviene de un criadero reconocido por la Real Sociedad Central de Fomento de las Razas Caninas en España, de la provincia de nacimiento; las cifras indican el año de nacimiento y el número del cachorro.

Muy raramente un cachorro procedente de un buen criadero presenta problemas sanitarios. En cualquier caso, una serie de síntomas nos ayudarán a detectarlos; nos fijaremos en ellos y descartaremos el cachorro que presente alguna de estas anomalías.

1. Mucosidad en la nariz: inflamación de las vías respiratorias altas y posible indicio de infección por moquillo

2. Ojos legañosos: es probable que el cachorro padezca una inflamación intestinal y, en ejemplares que todavía no han sido vacunados, puede ser indicio de una infección vírica

3. Cachorro obeso: si el cachorro está muy gordo y tiene las extremidades delgadas, ha recibido una alimentación poco proteínica y tal vez sufra problemas en el futuro desarrollo

4. Extremidades: si las patas no son rectas y los huesos de los metacarpos presentan fuertes hinchamientos, significa que existe un grave retraso en la osificación y que el cachorro necesita un complemento calcio-fosfórico

5. Vientre hinchado y terso: si el cachorro no ha acabado de comer, es posible que sufra verminosis

6. Testículos: si el cachorro es macho, habrá que comprobar que tenga ambos testículos en el escroto. A los dos meses pueden ser todavía móviles, pero deben estar ambos dentro

7. Pústulas o costras en el vientre: pueden ser indicio de la presencia de parásitos externos (pulgas o piojos) o de la aparición de posibles inflamaciones bacterianas de la piel, causadas por una higiene escasa

 CONVERSAR CON EL CRIADOR ES IMPORTANTE

La primera cosa que hará un criador es indagar quién es la persona que tiene enfrente, es decir, si la persona que se le ha presentado con la intención de comprarle un cachorro sabe lo que significa convivir con un perro y en concreto con un rottweiler. Se trata de un perro que últimamente está de moda, cuya calidad, pese a ser un excelente protector del hombre y de sus cosas, solamente puede garantizarse mediante un buen trabajo de selección morfológica y un constante control del carácter. Los criaderos serios no producen rottweiler asesinos; el criador tiene que asegurarse de que la profesionalidad de su trabajo no se echará a perder por una vida sin educación, con un propietario que sólo busca un rottweiler por su potencia.

Esta actitud por parte del criador a menudo sorprende al comprador, acostumbrado a tratar con vendedores que se centran en destacar las cualidades de su producto, y con un claro interés en cerrar la venta. Un criador de perros no puede adoptar esta estrategia; en primer lugar porque no propone una mercancía, sino un ser vivo, y debe garantizarle un ambiente que se ajuste a sus necesidades, casi como si fuera un juez tutelar que tuviera que asignar un niño adoptivo a una familia; en segundo lugar, porque sabe que su trabajo no se acaba cuando el cachorro se va al nuevo domicilio, sino que continúa durante toda la vida del perro.

LA VALORACIÓN DEL CARÁCTER

El test de Campbell

¿Nos interesa saber qué tipo de relación podremos establecer con el perro cuando haya crecido?

Considerando que una buena relación entre perro y dueño depende en gran medida del trato que el animal reciba, podemos responder parcialmente a esta pregunta con un test de carácter, elaborado por el doctor W. E. Campbell, y que nos permite poner a prueba, cuando los cachorros tienen unas siete semanas de vida, la tendencia al dominio o a la sumisión de los cachorros.

Debe ser realizado por una persona que el cachorro desconozca (por ejemplo, el futuro comprador).

Antes de comenzar, deberemos prepararnos una tabla como la de la página siguiente, en donde marcaremos las respuestas de los distintos miembros de la camada.

Atracción social: Dejamos el cachorro en un ángulo del espacio destinado al test, nos agachamos a una cierta distancia y damos una palmada para atraer su atención, sin llamarlo por el nombre.

Facilidad para el seguimiento: Nos alejamos del cachorro caminando con normalidad y sin llamarlo.

Respuesta a la obligación: Colocamos el cachorro boca arriba y lo mantenemos en esta posición durante al menos 30 segundos, aguantándolo suavemente por el pecho con una mano.

Dominio social: acariciamos al cachorro, con un único movimiento desde la cabeza hasta la inserción de la cola, pasando por el cuello y el lomo.

Consentimiento a ser levantado: después de haber sujetado al cachorro con las dos manos por debajo de la barriga, lo levantaremos a unos 30 cm del suelo por espacio de treinta segundos.

 TEST DE CAMPBELL

TABLA DE CALIFICACIONES

Prueba y comportamiento obtenido

A

B

C

D

E

F

Atracción social

 

 

 

 

 

 

Viene rápidamente – cola alta – nos salta encima – mordisquea las manos

md

md

md

md

md

md

Viene rápidamente – cola alta – nos rasca las manos con las patas

d

d

d

d

d

d

Viene rápidamente – cola baja

s

s

s

s

s

s

Viene indeciso – cola baja

ms

ms

ms

ms

ms

ms

No viene de ninguna manera

i

i

i

i

i

i

Facilidad para el seguimiento

 

 

 

 

 

 

Sigue inmediatamente – cola alta – se pone entre los pies – muerde los pies

md

md

md

md

md

md

Sigue inmediatamente – cola alta – se pone entre los pies

d

d

d

d

d

d

Sigue inmediatamente – cola baja

s

s

s

s

s

s

Sigue indeciso – cola baja

ms

ms

ms

ms

ms

ms

No sigue o se va en otra dirección

i

i

i

i

i

i

Respuesta a la obligación

 

 

 

 

 

 

Se revuelve violentamente – forcejea – muerde

md

md

md

md

md

md

Se revuelve – forcejea

d

d

d

d

d

d

Se revuelve y después se calma

s

s

s

s

s

s

No se revuelve – lame las manos

ms

ms

ms

ms

ms

ms

Dominio social

 

 

 

 

 

 

Salta encima – rasca con las patas – gruñe – muerde

md

md

md

md

md

md

Salta encima – rasca con las patas

d

d

d

d

d

d

Se gira – lame las manos

s

s

s

s

s

s

Se tumba boca arriba – lame las manos

ms

ms

ms

ms

ms

ms

Se va y permanece alejado

i

i

i

i

i

i

Consentimiento a ser levantado

 

 

 

 

 

 

Se revuelve violentamente – gruñe – muerde

md

md

md

md

md

md

Se revuelve violentamente

d

d

d

d

d

d

Se revuelve – se calma – lame las manos

s

s

s

s

s

s

No se revuelve – lame las manos

ms

ms

ms

ms

ms

ms

 

Identificaremos cada cachorro con una letra (A, B, C, etc.). En la columna correspondiente a cada letra marcaremos la valoración obtenida en cada prueba (md = muy dominante; d = dominante; s = sumiso; ms = muy sumiso; i = inhibido).

TOTALES

md

3

 

d

1

s

1

ms

 

i

 

RESULTADOS

Dos o más respuestas md, con algunas d: cachorro muy dominante, no apto para niños y ancianos, y probablemente agresivo; relación conflictiva con los otros perros, a los que deberá conocer desde muy pequeño para aprender las reglas de convivencia canina. Necesitará una mano firme y experta para el adiestramiento.

Tres o más respuestas d: cachorro dominante que se adaptará muy bien en un ambiente adulto. Fuerte deseo de aventajar a los demás.

Tres o más respuestas s: cachorro sumiso, muy apto para los niños. Será un buen perro de defensa porque es buen protector y poco agresivo.

Predominio de ms con respecto a s: cachorro muy sumiso que necesitará un trato particularmente afable; los niños no deberán tratarlo con excesiva brusquedad o violencia.

Ms y s asociados con i, sobre todo en la prueba de dominio social: atención, el perro podría ser agresivo por miedo. Deberá ser sometido a una fuerte socialización con seres humanos adultos y niños; debe aprender a aceptarlos para evitar que, en caso de verse amenazado, muerda por miedo. Es muy difícil, y por lo tanto desaconsejable, darle un adiestramiento propiamente dicho. Los primeros ejercicios de obediencia requerirán mucha paciencia y suavidad en el trato.

La psicología del cachorro

Criar una camada no significa simplemente aparear un macho con una hembra, esperar a que los cachorros cumplan los 25 días de vida para empezar el destete, recoger los excrementos y vacunarlos cuando toca. Los primeros cuatro meses de vida son un periodo de tiempo muy corto en el que se concentran momentos muy importantes del desarrollo psicofísico del pequeño. Estos momentos deben ser controlados con atención y profesionalidad si se quiere ofrecer a la persona que se llevará a casa uno de estos cachorros un animal que, al estar sano desde el punto de vista fisiológico, también sea equilibrado psicológicamente.

Los primeros dos meses son competencia del criador, mientras que el responsable de los restantes es el nuevo propietario. Veamos a grandes trazos esta rápida evolución y cómo hay que proceder.

Periodo neonatal (hasta los 12 días): contrariamente a lo que se cree, el periodo neonatal es esencial para el desarrollo del cachorro. Primeramente porque ya en el momento de nacer podemos cuantificar, por medio del biotono, el grado de vitalidad del recién nacido; en segundo lugar porque, mediante distintas modalidades de manipulación y estimulación (por ejemplo, el corte de las uñas) podemos originar en ellos respuestas fisiológicas positivas.

Periodo de transición (13-21 días): el cachorro abre los ojos, empieza a oír y a mover la cola. Es conveniente tocar a los cachorros y, si la madre quiere, hacer que conozca otros perros adultos, y en especial al padre.

Periodo de la toma de conciencia individual (22-28 días): todos los sentidos están ya en funcionamiento; el hábitat de los cachorros debe mantenerse inalterado, y en ningún caso tienen que ser separados de la madre.

Se les darán los primeros juegos (pelotas, cajas y cilindros para entrar y salir) y en muchos casos se les puede enseñar a defecar sobre un papel de periódico, que deberá disponerse siempre limpio en el mismo lugar. Empieza la fase del imprinting, durante la cual es muy importante la socialización con el hombre con vistas a una futura convivencia.

Cachorros durante el periodo de socialización

 EL BIOTONO

El biotono es una forma de valorar la vitalidad de los cachorros, estudiada por el etólogo alemán Eberhard Trumler. Consiste en un test que se efectúa al nacer, ya que los primeros minutos de vida son significativos de la manera en que el perro afrontará su futuro. El biotono se evalúa con una simple puntuación:


1 punto: el cachorro, en cuanto se ve liberado de la membrana amniótica, empieza a buscar el pezón o incluso empieza a moverse cuando todavía está envuelto en ella.


2 puntos: el cachorro yace unos momentos antes de entrar en actividad.


3 puntos: el cachorro se esfuerza en llegar al cuerpo de la madre, pero no logra encontrar el pezón y, para empezar a mamar, tiene que acercársele, o bien chupa un poco y luego desiste.


4 puntos: todavía más lento que el anterior, a veces no puede sobrevivir.

 EL IMPRINTING

Hasta el momento hemos indicado que nuestro cachorro no debe perder la confianza en los seres humanos, en quienes, dada su posición subordinada, busca compañeros de manada y sobre todo un punto de referencia seguro. Para él todo es bastante fácil porque, pese a ver que somos diferentes a él y sus congéneres, no nos considera distintos. El perro nos ha catalogado como similares, casi como si perteneciéramos a la misma especie y con una psicología parecida a la suya. Para que pueda establecerse una comunicación, para que podamos saber cuáles son su estado de ánimo y sus necesidades, tenemos que aprender su código; es decir, tenemos que asimilar sus modelos de comportamiento para poder percibir sus reacciones y actuar de manera que el animal entienda lo que le pedimos.

Periodo de la socialización canina (29-55 días): se reconocen como perros y ponen en marcha los primeros comportamientos específicos de caza y juego. Aprenden de la madre que da los primeros rudimentos de disciplina canina. También son receptivos a la educación impartida por el hombre: se les puede poner el collar y la correa por primera vez y acostumbrarlos a que se les cepille. Los cachorros separados de la camada antes de los 55 días a menudo son agresivos, pesados y en algunos casos incapaces de reconocer a los otros perros como congéneres.

Periodo del miedo (8-11 semanas): puede parecer una contradicción, pero es el mejor momento para introducir un cachorro en un nuevo ambiente.

Precisamente gracias a esta receptividad psicológica es el periodo en que el cachorro se relaciona mejor con el mundo exterior y con el hombre (periodo de socialización con el hombre hasta la 12.ª semana).

Lo único que hay que hacer es tener conciencia de que se trata de un momento difícil en el que habrá que evitar traumas, como por ejemplo el corte de espolones, cola y orejas. Los cachorros que se quedan en el criadero deberán ser alejados de la madre por espacios de tiempo cada vez más largos, para que vayan adquiriendo seguridad en ellos mismos. Deberán inhibirse duramente los cachorros que se excedan mordiendo, tanto a los hermanos como las manos del hombre.

Periodo de afirmación de la dominancia (12-16 semanas): en este periodo sea deben evitar taxativamente los juegos violentos, ya sea con los hermanos o con el hombre. No deberá permitirse que el cachorro con tendencia dominante, especialmente en estas semanas cruciales, se comporte con excesiva agresividad. Cuando salgan a pasear no habrá que dejarles morder la correa, puesto que deberá considerarla como la prolongación de la mano del dueño.

Al concluir esta fase se puede decir que la personalidad y el carácter del cachorro están formados.

EL CACHORRO LLEGA A CASA

Por fin ha llegado el día tan ansiado, y se ha terminado la inacabable espera; seguros de haber sopesado todas las ventajas y los inconvenientes, y de haber elegido el cachorro adecuado, emprendemos el viaje hacia el lugar en donde nació nuestro cachorro. El criador nos estará esperando sonriente al constatar nuestra emoción. No deberemos avergonzarnos: es la misma sensación que vivió él la primera vez y que seguramente tiene cuando nacen todas las camadas. Tendrá todos los documentos a punto, y habrá preparado un poco de la comida habitual del cachorro, lo cual nos permitirá evitar los cambios bruscos de alimentación durante los primeros días. Con toda seguridad no le habrá dado de comer a lo largo de las últimas cinco o seis horas para que no se maree durante el viaje, especialmente si el recorrido es largo.

Si el viaje es largo, cuando veamos que el cachorro se ha tranquilizado es conveniente introducirlo en la jaula de viaje en cuyo interior habremos dispuesto papel de periódico cortado en tiras para absorber la orina. Si el viaje dura horas, haremos una parada en un lugar alejado del tráfico y haremos bajar al cachorro para que desentumezca las patas. Probablemente no defecará, atemorizado por las novedades; esto no deberá preocuparnos: le haremos beber un poco de agua fresca y cuando volvamos a introducirlo en la jaula le daremos una galleta para roer especial para perros. Si se le ve agitado, lo acariciaremos con la mano, si bien evitaremos cogerlo en brazos para que no crea que somos víctimas de cualquier emoción suya. Debemos darle la impresión de que comprendemos sus dificultades pero que no seremos nunca sus esclavos.

Hay que preparar la jaula de viaje, una botella de agua, algunos periódicos viejos, una manta para colocar sobre el asiento y otra para envolver al cachorro. Si viajamos solos deberemos instalarlo en el interior de la jaula para que no pierda el equilibrio, en tanto que si nos acompaña alguien, el animal podrá viajar en su regazo, sujetándolo bien para evitar que, asustado, se mueva por el interior del automóvil

Una vez llegados a casa, le presentaremos uno a uno todos los componentes de su nueva familia, sin excedernos en las efusiones ni emitir exclamaciones, y sobre todo sin mostrar ningún interés si hace sus necesidades dentro de casa: sería la primera vez, y nos limitaremos a limpiar con total indiferencia. Cuando haya conocido a toda la familia, le ofreceremos un plato de comida y un poco de agua; aunque probablemente no les prestará ninguna atención, se dará cuenta de que en aquel lugar hay alguien que se ocupa de satisfacer sus necesidades primarias.

No acojamos al cachorro con exclamaciones de alegría ni con demasiado bullicio. La sala en donde se producirá el primer encuentro deberá estar exenta de cualquier peligro. Es importante que el animal se sienta a gusto y esté tranquilo, pero no deberá creer que es el centro de atención: no es el rey de la casa, sino un miembro más.

No deberá preocuparnos que el cachorro haga sus necesidades fisiológicas en casa, porque a él también le gusta vivir en un lugar limpio y carente de olores desagradables. Cuando haga su primera micción, impregnaremos un papel de periódico que colocaremos sobre otro limpio en un lugar apartado. Cuando veamos que se dispone de nuevo a orinar, lo llevaremos al lugar en donde pusimos el papel de periódico al tiempo que le felicitamos. En poco tiempo veremos que él solito irá a buscar el periódico cuando tenga que hacer sus necesidades.

El felpudo de la puerta será durante un cierto tiempo uno de sus lugares preferidos para hacer sus necesidades, sobre todo después de un largo paseo. Es normal que un cachorro no orine los primeros días cuando se encuentra en un nuevo hábitat para no dejar indicios de su paso a un hipotético predador. Lo mejor para él es hacerlo cerca de la madriguera, en donde podrá ser defendido por la madre y en donde además, debido a la presencia de los adultos, es difícil que un predador se aproxime. Entonces, ¿qué mejor que hacerlo en el felpudo? Está fuera y absorbe los líquidos, por lo que no habrá ningún peligro ni tampoco ningún olor en la casa, que es el lugar para dormir.

No lo levantaremos nunca sujetándolo por las patas delanteras, porque podríamos dañarle los ligamentos del hombro o del codo, sino que pasaremos las manos por ambos lados del tórax, o una mano entre las patas traseras y la otra por debajo del tórax.

Ha llegado el momento de explorar la casa y el jardín, si lo hay. No debemos alterarnos si se le escapa algún pipí: es la forma de ir dejando su olor y de tomar posesión de los nuevos lugares. No hay que pretender que aprenda rápidamente todo lo que no le está permitido hacer. Si por ejemplo no queremos que entre nunca en una determinada habitación, no se lo prohibamos con la voz, limitémonos a cerrar la puerta o a poner un obstáculo que impida su paso. Más adelante lo aprenderá mejor.

La jaula de viaje dentro de la cual ha llegado a casa es un objeto que ya conoce; procuremos que la pueda encontrar en un algún rincón apartado, pero de fácil acceso. Le incitaremos a entrar con la ayuda de una galleta para perros. Una vez dentro, le dejaremos tranquilo para que entienda que aquella puede ser su madriguera, un lugar resguardado en donde puede instalarse cuando quiera estar solo.

El estrés que ha vivido el cachorro a lo largo del primer día lejos de la madre, de los hermanos y del lugar en donde nació ha sido muy intenso, y ahora se encuentra con personas nuevas y en un territorio desconocido. Es probable que quiera descansar un rato en su nueva madriguera, pero no habrá que dejarlo solo porque podría ser presa de la melancolía. No le demos nuevos estímulos, pero permanezcamos a su lado para acariciarlo. Si no quiere estar en la jaula, durante media hora no le prestaremos ninguna atención y nos limitaremos a vigilarlo.

El bocado que le ofrecimos al llegar a casa era sólo una forma de hacer que se sintiera en casa, y ahora ya tendrá hambre de verdad. Le prepararemos la comida que nos ha proporcionado el criador en la cantidad que nos haya aconsejado. Puede ocurrir que por culpa de la nueva situación rechace la comida. No habrá que preocuparse, al cabo de unos minutos le retiraremos la comida y no nos ocuparemos más de su alimentación hasta el día siguiente: entonces tendrá hambre y superará así la tristeza de la separación.

La primera noche suele ser difícil. El cachorro echará en falta el calor de la madre y de los hermanos, que a lo largo de dos meses habían sido una cómoda y cálida almohada. Con toda seguridad querrá sustituirlos con nuestra presencia e intentará a toda costa subirse a nuestra cama. Si en un futuro queremos prohibírselo, tampoco deberemos permitírselo ahora. Bastará con poner su cama o una manta junto a nuestra cama, acariciándole cada vez que pretenda levantarse, y no tardará en dormirse. Evitemos encerrar al cachorro, ya que ladrará hasta que le abramos la puerta. Si no logra dormirse, nosotros también pasaremos la noche en vela y jugaremos con él procurando hacernos cargo de su difícil situación psicológica. Es muy probable que la noche siguiente la pase durmiendo a pierna suelta junto a nuestra cama.

 LA JAULA

Mucha gente cree que enseñar a un perro a estar dentro de la jaula en casa es una tortura inútil. Y se equivocan, porque se imaginan que la jaula se utiliza para encerrar al animal durante horas para que no nos moleste; naturalmente esto no sería educación, sino tortura, pero no es el caso que nos ocupa. La jaula tiene que representar para el perro un lugar agradable y tranquilo, una especie de madriguera apartada en la que pueda pasar unas horas lejos de la gente pesada que siempre quieren algo de él: adiestramiento, juego, paseos, mimos... Por otro lado, si se acostumbra a la jaula, el perro se siente más tranquilo cuando tiene que viajar en automóvil, un poco como si llevara parte de su casa a cuestas.

También es una forma de garantizar un ambiente tranquilo en casos puntuales; por ejemplo cuando recibimos la visita de un amigo a quien horrorizan los perros, lo mejor es encerrar en la jaula al rottweiler, que ya estará acostumbrado a ella, con un buen hueso para roer. El animal permanecerá dentro tranquilo y contento, y nuestro amigo se ahorrará pasar un mal trance.

La jaula es particularmente útil cuando se va a un hotel con el perro; si está acostumbrado, se le podrá dejar en la habitación sin miedo a que organice un desastre a las primeras de cambio. Las jaulas más comunes son de dos tipos:

Jaula de viaje: es la que se usa para viajes en avión. Está cerrada por tres lados, con dos tomas de aire laterales. La puerta, situada en uno de los lados cortos, es de rejilla y permite una buena aireación y visibilidad. A los perros les gusta mucho porque se sienten protegidos y simula muy bien el entorno y la función de la madriguera.

Jaula de rejas plegable: se usa sobre todo para viajar en automóvil y para instalar a los perros en las exposiciones caninas. En verano es ideal, y resulta muy cómoda porque es plegable, y si no se utiliza a diario ocupa muy poco espacio. El «efecto madriguera» se puede obtener tapándola con una tela, cosa que sólo es posible si el perro no adquiere el hábito de morderla y estirarla hacia el interior.

Para determinar las medidas ideales, el perro ha de poder ponerse en pie con la cabeza alta dentro de la jaula; para viajes en automóvil o en avión la jaula no debe ser excesivamente grande porque el perro se golpearía contra los lados con el traqueteo y las curvas.

LOS PRIMEROS MESES DE CONVIVENCIA

Un cachorro, cuando llega a una nueva familia, ingresa también en una nueva manada, cuyo orden jerárquico debe comprender y en donde tiene que hacerse un lugar. Procede de una situación que está regida por unas normas muy exactas en la relación entre adultos y entre cachorros y adultos, mientras que todavía están por determinar los papeles de los cachorros: mediante el juego, se reconoce la personalidad más fuerte, el más extrovertido, el más tímido y el más reflexivo. Ahora debemos ser nosotros quienes le ayudemos a adaptarse y a ocupar el lugar adecuado.

Tan pronto como haya reconocido al macho o a la hembra de referencia en su nuevo grupo, lo respetará inmediatamente y procurará saber quién se ocupará de él y le indicará sus obligaciones. Con sus iguales iniciará un sutil tira y afloja hecho de mimos y enfados. Con ellos jugará, les mordisqueará los zapatos y las manos para ver quién es más fuerte y saber si podrá permitirse el lujo de considerarse primus inter pares a partir del momento en que se le confíen importantes funciones de custodia.

Un rottweiler no es sólo un animal de compañía, y hay otras muchas razas que desempeñan este papel mejor. Él tendrá que protegernos y defendernos, deberá sentirse querido, comprendido y respetado. Siempre que dispongamos de tiempo libre, saldremos con el perro a dar largos paseos a lo largo de los cuales podremos observarlo y entender el porqué de muchas de sus acciones, que a primera vista pueden parecer absurdas o equivocadas, pero que sin embargo responden a una clarísima lógica canina.

Excavar constituye un ejercicio tan agradable para el perro como odiado por el hombre cuando descubre el hoyo en el jardín de la casa. Los perros —y sus antepasados— han excavado siempre: para hacer una madriguera, protegerse de la nieve, enterrar parte de una presa no totalmente consumida; es un comportamiento ancestral todavía útil, pero a veces incomprensible para el hombre. Excava en la alfombra de casa o en la cama la hembra que está a punto de parir, movida por la necesidad de preparar una madriguera confortable, para ella y para sus cachorros; si el instinto no le obligara a hacerlo, no se desencadenaría el mecanismo del parto. Con un ¡no! pronunciado con autoridad enseñaremos progresivamente al cachorro a no hacerlo en nuestro jardín, pero no se lo neguemos completamente, porque pondríamos en peligro su identidad de perro.

El hecho de revolcarse procura al perro una sensación muy placentera. Lo hace cuando está contento y no se siente amenazado, y a veces después del baño, especialmente si tiene a mano arena o tierra seca. A veces se da un revolcón sobre materiales orgánicos en descomposición: este es un comportamiento típico del animal salvaje que no quiere dejarse reconocer por una posible presa a través del olor corporal. Se trata de otra conducta ancestral y no es demasiado difícil enseñarle a no hacerlo, aunque se requiere una cierta cautela.

El perro es ladrón por naturaleza, o mejor dicho, considera suyo todo lo que encuentra en su territorio. El asado listo para ser servido, la caja de los caramelos o los objetos de la casa —especialmente aquellos a los que el dueño tiene más apego— son fuente de deseo para el perro, que busca así la forma de reafirmar su dominio. Conviene enseñarle pronto a no hacerlo, pero para ello deberemos esperar a pillarlo con las manos en la masa.

Lo detendremos con la negativa de rigor, y le haremos jugar permitiéndole que recupere el dominio sobre lo que sí le pertenece. Esta es otra razón por la cual es aconsejable dar al perro, desde cachorro, algunos juguetes que se convertirán en objeto de su dominio.

El cachorro que roe un objeto que encuentra o una prenda de vestir siempre tiene algún problema. Puede ser la dentición, aunque a menudo es un síntoma de tensión que se exterioriza casi siempre cuando no se siente querido, sino simplemente tolerado. Es un modo de desahogar la tristeza, y que repite cuando se le riñe. La solución consiste en cambiar el trato que se dispensa al cachorro mostrándole nuestro desagrado cuando lo sorprendemos in fraganti, y jugando más con él para que se sienta de nuevo aceptado.

También puede ocurrir que sea un perro particularmente mimado: en este caso se trata también de una forma de dar desahogo a su neurosis, es decir a un papel equivocado dentro de la jerarquía del grupo en el que vive.

Tal como hemos repetido en varias ocasiones, no se debe dar total libertad a un cachorro; el animal no sabría dónde están los límites que se le imponen y no tardaría en creerse el dueño de la casa, y no es ese su lugar. Además de impedirle «robar» habrá que ponerle otros tipos de límites: una sala en la que no debe entrar, el sillón del «jefe» en el que no debe subirse. No deberá ni podrá necesariamente entender el porqué: simplemente se dará cuenta de que no todo le está permitido y encontrará el lugar que le corresponde en la jerarquía.

 EL DUEÑO IDEAL: CÓMO TENER AUTORIDAD SIN SER AUTORITARIO

La característica principal de la figura dominante que el cachorro quiere y debe encontrar en el seno del grupo es la experiencia. Un déspota que considere al rottweiler como si de un arma se tratara acabará teniendo un animal que por inseguridad atacará sin motivo aparente. Y, por el contrario, una persona aprensiva que crea que un perro es más bueno que un santo tendrá como compañero un rottweiler que al no poder convertirse, por motivos obvios, en el jefe de la manada, le exigirá consentimiento y obediencia, y dará salida a la agresividad inherente al carácter de la raza mostrándose agresivo con los animales más débiles, empezando por todos los congéneres que encuentre en su camino.

Pero tampoco se necesita mucho para que nuestro cachorro se convierta en un rottweiler equilibrado, en un compañero feliz y que al mismo tiempo sea el defensor de nuestra familia y sólo se comporte con agresividad cuando las circunstancias lo requieran. Hace falta tener muy claros los comportamientos que esperamos de él y dárselo a entender con coherencia y firmeza a partir del momento en que entra en su nueva casa. Las malas costumbres de los primeros días se perpetúan inevitablemente.

En primer lugar, el líder nunca alza la voz y, en los momentos cruciales para mostrar su disgusto o para enseñar una orden, usará un tono perentorio y seco, que no admite objeciones. El grito suele ser un signo de debilidad, así como el ladrido de un perro es signo de miedo (o de advertencia), nunca de fuerza. Cuando un perro quiere adoptar una actitud de amenaza gruñe, pero no ladra; de igual modo, el sabio sólo usa un tono de voz fuerte cuando quiere mostrar una gran contrariedad o cuando advierte de un peligro.

Un perro feliz es un perro que no se mete en situaciones difíciles y no crea momentos de tensión, y para que se cumpla esta condición necesita alguien que le guíe con autoridad. Ese referente somos nosotros y tenemos que demostrárselo: si le inspiramos estimación y confianza, le gustará ser guiado, y así aprenderá a respetarnos: esta es la condición principal para su felicidad, y sólo así puede compensarnos con su devoción y amor.

El perro considera la correa como la prolongación del brazo de quien le lleva a pasear. Si le enseñamos a no morderla, aprenderá a respetar al ser humano que está con él