(© Giorgio Teich Alasia)

DESCUBRIR Y CONOCER AL PERRO

EL CACHORRO

El cachorro de pastor alemán es gracioso e irresistible, como un osezno, muy distinto del animal altivo y escultural que será de adulto.

Su rostro tan simpático, con las orejas todavía caídas y los grandes ojos oscuros ávidos de agradar, puede conquistar un corazón con suma facilidad.

No obstante, la adquisición de un perro es un paso importante que ha de ser dado con mucha seriedad, y de ningún modo puede ni debe representar la consumación de un capricho.

Un cachorro es un ser vivo que requerirá cuidados, tiempo, dedicación y respeto.

Al comprarlo estamos decidiendo el futuro de un animal inteligente y sensible (aunque totalmente indefenso) que dependerá de nosotros en todo y para todo.

No es en modo alguno comparable con la compra de un juguete.

Es casi como la adopción de un niño (es más, de un niño que dependerá de nosotros durante toda su vida). Sólo con este acto de responsabilidad podremos iniciar esta maravillosa aventura y convertirnos en los mejores amigos de un perro.

Dónde adquirirlo

El pastor alemán goza de una amplia difusión, a tenor de la cantidad de anuncios de ofertas de cachorros. Sin embargo, habrá que elegir bien, ya que los cachorros no son todos iguales. Quedarse con el primero que encontremos puede comportar una serie de problemas que van del simple perjuicio económico (si pagamos una cantidad que no se ajusta al valor real del perro), al dolor de una pérdida prematura (si el cachorro no está sano), sin olvidar el peligro potencial (si el perro tiene un carácter difícil).

Para elegir el lugar en donde efectuaremos la compra, hace falta saber exactamente lo que esperamos de un perro. La cuestión puede plantearse como sigue.

1. Si queremos un perro de compañía que sea capaz de defendernos y guardar nuestra vivienda. No necesitaremos un ejemplar bellísimo o extraordinariamente valiente; nos bastará un perro típico, sano y equilibrado, es decir sin problemas de carácter. Con toda seguridad, en un buen criadero podrán proporcionarnos uno, y con un poco de suerte también podremos encontrarlo en una tienda de animales o contactando con un particular. El único inconveniente es que por regla general ni los particulares ni los comerciantes suelen ser cinófilos expertos, y por tanto difícilmente estarán en condiciones de dar una «garantía de calidad». Una solución posible es contar con el consejo de un entendido en la materia que nos acompañe a ver los cachorros y nos ayude a elegir. La persona más indicada para valorar el estado de salud y el carácter será el veterinario. Sin embargo, no podremos esperar que este último certifique la belleza de un perro, porque este campo no es de su competencia. Si no contamos con la ayuda de ningún experto, podemos hacernos una idea del futuro aspecto de los cachorros observando a los padres.

2. Si buscamos un perro de exposición o uno destinado a las pruebas o concursos de trabajo. En este caso es imprescindible establecer en tratos con un buen criador; los criadores son las únicas personas capaces de efectuar una elección basándose en las características físicas y psíquicas de sus perros. Importante: es fundamental que el criadero elegido esté reconocido por la RSCFRCE (Real Sociedad Central de Fomento de las Razas Caninas en España). Sin embago, no hace falta viajar a Alemania para encontrar un cachorro de calidad; en primer lugar porque actualmente el nivel de la cría nacional es idéntico al alemán, y en segundo lugar, porque los criadores alemanes no ceden nunca sus ejemplares al primero que se lo pide y a buen seguro será mucho más caro que en nuestro país.

¿Con o sin pedigrí?

Mucha gente cree que cuando no se tiene interés por las exposiciones se puede comprar un perro sin pedigrí, ahorrándose de esta manera un dinero. Sin embargo, conviene realizar algunas consideraciones.

1. El pedigrí no identifica un perro de calidad, sino un perro de pura raza. Un pastor alemán sin documentación no puede considerarse como tal, aunque sea bellísimo. Esto significa que no podrá participar en ningún certamen cinófilo oficial y que tendrá dificultades para encontrar una pareja para la reproducción. Los propietarios de perros de raza pura nunca permiten que se apareen con ejemplares sin pedigrí, porque los cachorros tampoco podrían tenerlo (contrariamente a lo que algunos creen, no basta que uno de los progenitores tenga pedigrí) y perderían el valor comercial.

2. Cuando alguien desea tener un pastor alemán es porque le gustan las características psíquicas y físicas de la raza (de no ser así podría optar por otro perro, mestizos incluidos); entonces, no se puede estar seguro de encontrar tales características en un ejemplar que carezca de pedigrí, que no habrá sido objeto de un proceso de selección orientado a mantener y mejorar sus cualidades. Es un poco como salir de casa dispuesto a comprarse un deportivo, y volver con un utilitario: es un coche, tiene un motor, cuatro ruedas... y es mucho más barato, pero no tendremos las mismas prestaciones.

¿Y si lo queremos un poco más mayor?

El cachorro no es la única elección posible, aunque es la mayoritaria por varios motivos, más o menos razonables. Si queremos seguir el desarrollo del perro desde el primer hasta el último instante de vida, disfrutar de sus primeros descubrimientos, «moldear» su carácter a nuestro ritmo de vida, no dudemos en inclinarnos por un cachorro. En cambio, si tenemos problemas de tiempo, si nos horroriza pensar en un pipí sobre la alfombra y si nos resignamos a quedarnos con un cachorro porque creemos que nos querrá más que un animal joven o un adulto, estamos cometiendo una equivocación. El cariño que pueda sentir un perro por el dueño es idéntico a todas las edades; la única diferencia es el tiempo: el cachorro necesitará un par de semanas, mientras que al adulto probablemente le harán falta dos meses (especialmente si tenía una buena relación con el dueño anterior). Pero el resultado final será siempre el mismo, es decir, un perro que nos entregará su corazón, su dedicación y su fidelidad.

Si creemos que un cachorro plantea demasiados problemas, consultemos la tabla de la página contigua, en donde se analizan los pros y los contras del cachorro y del adulto. Los puntos que pueden interpretarse como positivos o negativos según la situación se han incluido en una tercera categoría, que hemos titulado «Depende...».

PERRO JOVEN (DE CINCO A DOCE MESES)

Ventajas

El físico y el carácter todavía se pueden moldear, y nos ahorraremos muchas dificultades «de orden práctico». El perro joven ya no defeca en casa (o aprende muy rápidamente a no hacerlo); ha cambiado ya los dientes y por lo tanto ya no roe las cosas indiscriminadamente; normalmente conoce las órdenes básicas como «ven» y «no».


Si tiene más de cinco meses, por medio de una radiografía podremos saber el grado de riesgo de displasia de la cadera.


Un experto valorará con una aproximación del 80 % sus posibilidades de éxito como perro de exposición o de trabajo.

Inconvenientes

Nos tendrá muy ocupados (aunque menos que el cachorro).


Ocasionará menos desperfectos, pero serán de mayor magnitud que los que habría podido hacer el cachorro.

Depende

Estará influenciado por la educación y el trato recibidos anteriormente; esto puede ser positivo si la relación había sido buena, pero será un verdadero desastre en caso contrario.


Si el ejemplar es muy bello y se le detecta una marcada aptitud para el trabajo, su precio será más elevado que el de un cachorro. Sin embargo, a veces se puede encontrar algún cachorro al que se le hayan cerrado las puertas de la fama por culpa de un detalle ínfimo (por ejemplo los ojos un poco claros, o la falta de un premolar). Estos defectos penalizarían en una exposición, pero no constituyen ningún problema para quien desea simplemente un amigo o un guardián. Con un poco de suerte se puede tener un perro magnífico a buen precio (el criador querrá deshacerse de él y seguramente nos lo propondrá).

ADULTO (MÁS DE 12 MESES)

Ventajas

Si queremos un ejemplar de exposición o si queremos participar en pruebas de trabajo, el adulto nos ofrecerá garantías y no simplemente esperanzas.


Podrá utilizarse inmediatamente como reproductor.


Exigirá menos tiempo, menos cuidados y menos atenciones que un cachorro o un perro joven (y en consecuencia será menos costoso). Sabremos con certeza si es displásico o no.


Correrá menos riesgos que el cachorro y que el perro joven en el ámbito higiénico y sanitario.

Inconvenientes

Vivirá menos tiempo con nosotros.


Los posibles comportamientos indeseados (por ejemplo agresividad contra los niños o contra los animales) estarán muy arraigados y serán muy difíciles de corregir

Depende

El perro que ya ha obtenido buenos resultados o títulos (en exposiciones de belleza o pruebas de trabajo) es siempre muy caro; pero si queremos un perro «normal», podremos obtenerlo a muy bajo precio o incluso gratis. Los criadores muchas veces están encantados cuando alguien les brinda la oportunidad de quedarse con uno de sus ejemplares maduros, que ya no puede ser utilizado con fines deportivos o comerciales, pero que todavía está en condiciones de proporcionar mucho amor y satisfacciones a la familia que se haga cargo de él.

LA ELECCIÓN DEL CACHORRO

No creamos que el cachorro «más simpático» o que viene antes hacia nosotros es el perro más adecuado para nuestros intereses. Aunque el corazón exprese sus preferencias, la elección ha de ser racional; en un buen criadero nos dejaremos aconsejar por el experto, a quien habremos explicado el tipo de perro que deseamos.

Si estamos en tratos con un particular, tendremos que saber observar el carácter y la salud de los cachorros.

LA CABEZA DEL CACHORRO

1. Los ojos del cachorro han de ser alegres, vivaces y sobre todo deberán estar limpios. La secreción lacrimal abundante es siempre un mal indicio: si la secreción es líquida puede ser producto de una irritación (conjuntivitis), y si está seca (legaña) es más alarmante porque puede ser un síntoma de moquillo. Sin embargo, si sólo uno de los cachorros presenta síntomas de enfermedad infecciosa grave, no basta con descartar aquel ejemplar. Probablemente la infección se habrá contagiado al resto de la camada, y aquel perro (quizá por ser el más débil) es simplemente el primero en manifestar los síntomas

2. El interior de las orejas ha de estar limpio y no debe emanar olor alguno. El mal olor puede deberse a la presencia de ácaros (otitis parasitaria)

3. Las mucosas han de estar bien pigmentadas (negras); hasta los dos meses la pigmentación puede ser incompleta. No es preocupante la presencia de alguna manchita rosada en el cachorro de muy corta edad; sin embargo, si persiste pasados los dos meses, se convierte en un defecto. El cachorro no tiene la dentadura definitiva, sino la de leche, y por tanto no se puede adivinar si será completa. En cambio, se puede apreciar si el cierre de los incisivos es correcto («en tijera») o incorrecto («en tenaza», presentando prognatismo o bragnatismo)

1. Cierre en tijera; 2. Cierre en tenaza; 3. Prognatismo; 4. Bragnatismo

EL CUERPO DEL CACHORRO

1. El pelo del cachorro es suave, brillante y casi inodoro. La presencia de una o dos pulgas no debe ser motivo de alarma, puesto que es imposible eliminar todas las pulgas de una camada, especialmente en un criadero. En cambio, una infestación de mayor entidad puede causar graves problemas de salud (anemia) y, en cualquier caso, es un claro indicio de mala gestión del criadero

2. El abdomen tenso o hinchado puede ser síntoma de parásitos intestinales. Tengamos en cuenta, no obstante, que después de comer todos los cachorros tienen el vientre tenso e hinchado. Si es este el caso, habrá que observarlo nuevamente pasadas unas horas. La piel del vientre es lisa y rosada, sin pústulas ni enrojecimientos

3. Cumplidos los dos meses, el cachorro ha de tener los testículos completamente descendidos en el escroto; no se ven, pero se pueden notar mediante palpación. La falta de un testículo (monorquidia) o de ambos (criptorquidia) es un problema hereditario que excluye el perro de las exposiciones y de la reproducción. Quizá la situación se normalice en cuestión de días, pero si no es así es aconsejable desestimar la compra del animal. Además de ser una tara hereditaria, es decir, transmisible a la descendencia, puede conllevar problemas al propio perro. El testículo retenido dentro del abdomen recibe un calor excesivo, y puede degenerar en tumor, por lo cual ha de ser extirpado quirúrgicamente

4. La zona perianal debe verse limpia. Las manchas amarillentas en el orificio anal indican la existencia de diarrea, y por tanto de problemas intestinales o presencia de parásitos

Observar los juegos de los cachorros puede darnos informaciones muy valiosas sobre el carácter de cada ejemplar. El que «manda» a todos los demás probablemente será un perro muy dominante, difícil de controlar. El cachorro que permanece en un rincón y rehúsa las peleas con los hermanitos de adulto podría ser excesivamente sumiso y mostrar carencias caracteriológicas. Si queremos un perro fácil de educar y de adiestrar conviene elegir un cachorro que no se eche atrás cuando se sienta provocado, pero que tampoco se comporte como un pequeño déspota. Podemos obtener más información realizando el test de Campbell.

¿MACHO O HEMBRA?

Acerca del sexo circulan muchas habladurías y creencias infundadas. Antes de decidir si queremos un macho o una hembra, recordemos que:

Es cierto que generalmente la hembra es más dulce y dócil que el macho, aunque las diferencias individuales a menudo desmienten las estadísticas. El trato cariñoso, la docilidad y la obediencia dependen más de la habilidad del dueño que de las características innatas del perro. El cualquier caso, el factor sexo puede influir como mucho en un 5 %.


Es cierto que la hembra tiene dos periodos de celo al año y que pierde una cierta cantidad de sangre (este inconveniente puede paliarse con braguitas higiénicas); también es cierto que mientras le dura el celo atraerá a los perros del vecindario. Pero no es difícil contener los ardores de los pretendientes: normalmente basta con una severa regañina. El apareamiento requiere tiempo, libertad y una serie de preliminares: nunca se ha dado el caso de que un macho haya montado a una hembra mientras el dueño la llevaba a pasear de la correa.


No es cierto que la hembra deba tener obligatoriamente una camada.


No es cierto que la hembra, más pequeña que el macho, se adapte mejor a vivir en un piso: la diferencia de talla existe, pero es mínima y en ningún caso influye en las necesidades de espacio y movimiento.


No es cierto que la hembra se escape de casa cuando está en celo: no le hace falta. En cambio, sí es verdad el caso contrario: es posible que el macho se escape si percibe el olor de una hembra en celo (y en determinados casos llega a percibirlo a kilómetros de distancia).


No es cierto que el macho sea mejor guardián que la hembra. El macho defiende el territorio, pero la hembra defiende la guarida en donde vive o podría vivir su camada (aunque no haya tenido ninguna). El resultado es que ella defiende valerosamente la casa del dueño, y en muchos casos se muestra más atenta y aguerrida que el macho.

LOS TEST DE CARÁCTER Y DE APTITUD

El test de Campbell

Este test es una ayuda para saber cómo evolucionará el carácter del animal. Debe realizarse a la edad de 6 a 8 semanas, por una persona que el cachorro desconozca (por ejemplo, el futuro comprador), en un espacio nuevo para él y que no le ofrezca posibilidades de distraerse (por ejemplo, en un cercado). Mientras dure el test no hay que hablar nunca al cachorro, ni felicitarlo o acariciarlo. Previamente habremos preparado una tabla en donde marcaremos las respuestas de los distintos miembros de la camada.

El test se divide en cinco fases:

Atracción social: apenas hayamos entrado en el recinto, nos alejamos del cachorro en la dirección opuesta a la que hemos llegado, nos agachamos y damos una palmada para llamar su atención, sin llamarlo.

Facilidad para el seguimiento: partiendo de un punto próximo al cachorro, nos alejamos de él a un paso normal, sin hacer nada que pueda incitarle a ir detrás nuestro.

Respuesta a la obligación: nos arrodillamos, colocamos el cachorro boca arriba y lo mantenemos en esta posición (aguantándolo suavemente por el pecho con una mano) por espacio de 30 segundos.

Dominio social: agacharse para acariciar tranquilamente al cachorro, empezando por la cabeza y avanzando hacia el cuello y el lomo.

Consentimiento a ser levantado: nos agachamos, sujetamos al cachorro por debajo de la barriga con los dedos entrelazados y lo levantamos a un palmo del suelo por espacio de treinta segundos.

TEST DE CAMPBELL

FICHA DE CALIFICACIONES

Prueba y comportamiento obtenido

A

B

C

D

E

F

Atracción social

 

 

 

 

 

 

Viene rápidamente - cola alta - nos salta encima - mordisquea las manos

md

md

md

md

md

md

Viene rápidamente - cola alta - nos rasca las manos con las patas

d

d

d

d

d

d

Viene rápidamente - cola baja

s

s

s

s

s

s

Viene indeciso - cola baja

ms

ms

ms

ms

ms

ms

No viene de ninguna manera

i

i

i

i

i

i

Facilidad para el seguimiento

 

 

 

 

 

 

Sigue inmediatamente - cola alta - se pone entre los pies - mordisquea los pies

md

md

md

md

md

md

Sigue inmediatamente - cola alta - se pone entre los pies

d

d

d

d

d

d

Sigue inmediatamente - cola baja

s

s

s

s

s

s

Sigue indeciso - cola baja

ms

ms

ms

ms

ms

ms

No sigue o se va en otra dirección

i

i

i

i

i

i

Respuesta a la obligación

 

 

 

 

 

 

Se revuelve violentamente - forcejea - muerde

md

md

md

md

md

md

Se revuelve - forcejea

d

d

d

d

d

d

Se revuelve - se calma

s

s

s

s

s

s

No se revuelve - lame las manos

ms

ms

ms

ms

ms

ms

Dominio social

 

 

 

 

 

 

Salta encima - rasca con las patas - gruñe - muerde

md

md

md

md

md

md

Salta encima - rasca con las patas

d

d

d

d

d

d

Se gira - lame las manos

s

s

s

s

s

s

Se tumba boca arriba - lame las manos

ms

ms

ms

ms

ms

ms

Se va y permanece alejado

i

i

i

i

i

i

Consentimiento a ser levantado

 

 

 

 

 

 

Se revuelve violentamente - gruñe - muerde

md

md

md

md

md

md

Se revuelve violentamente

d

d

d

d

d

d

Se revuelve - se calma - lame las manos

s

s

s

s

s

s

No se revuelve - lame las manos

ms

ms

ms

ms

ms

ms

 

Identificaremos cada cachorro con una letra (A, B, C, etc.). En la columna correspondiente a cada letra marcaremos la valoración obtenida en cada prueba: (md = muy dominante; d = dominante; s = sumiso; ms = muy sumiso; i = inhibido).

TOTAL

md

3

 

d

1

 

s

1

 

ms

 

 

i

 

RESULTADOS

Dos o más respuestas md, con algunas d en otras partes del test: cachorro muy dominante. El perro será muy vivaz, poco apto para niños y ancianos, y para la convivencia con otros perros del mismo sexo. Necesitará una mano experta para el adiestramiento.


Tres o más respuestas d: será un perro fácilmente adiestrable con métodos coherentes y no coercitivos. A este tipo de perro también le conviene más un ambiente de adultos en una atmósfera tranquila.


Tres o más respuestas s: este perro se adaptará bien a cualquier ambiente y será el mejor compañero para niños y ancianos. Difícilmente será un buen perro de defensa. Dará buenos resultados en obediencia, aunque podría tener algún problema en los ataques.


Dos o más respuestas ms, especialmente si se acompañan de alguna respuesta i: será un perro muy sumiso, apto para niños un poco mayorcitos pero no para los más pequeños, que podrían tratarlo con demasiada brusquedad y ocasionarle problemas de carácter. Con este tipo de perro la palabra clave deberá ser «cariño», incluso en el adiestramiento.


Dos o más respuestas i, especialmente si una se refiere a la prueba de dominio social: perro difícil de socializar y de adiestrar, en absoluto recomendable para niños muy pequeños porque podría llegar a morder por culpa del nerviosismo, sobre todo si en alguna de las pruebas ha dado una respuesta md o d. Tratándose de un animal inseguro, puede ser muy ladrador. Puede ser un guardián «avisador», pero no es el perro ideal para defensa, y muy difícilmente podrá participar en concursos de trabajo.

Test de vigilancia (para el futuro perro de guarda)

Este test se puede realizar a partir de los tres meses de edad. Después de haber jugado un poco con el cachorro, nos sentamos o nos tumbamos en el suelo, fingiendo la intención de dormir y con la correa larga atada al cachorro. Al cabo de 10 minutos, se aproximará viniendo desde lejos una persona que el perro nunca ha visto. Observemos la reacción del perro: si percibe inmediatamente la llegada de esta persona (no importa que reaccione ladrando o moviendo la cola) es un perro muy atento, que puede llegar a ser un buen guardián.

Test de coraje y propensión a morder (para el futuro perro de defensa)

Este test se puede realizar entre los tres y los siete meses de edad. Mientras paseamos con el cachorro de la correa en un lugar aislado y sin distracciones, una persona desconocida se acercará a nosotros y sin prestarle atención, nos estrechará la mano, dejará caer un objeto, lo recogerá y se irá. Posibles reacciones pueden ser:

 perro mordedor y valiente: adopta una actitud hostil desde el primer momento, intenta moder (o gruñe) cuando el extraño nos estrecha la mano o cuando recoge el objeto;

 perro mordedor y miedoso: adopta una actitud hostil, pero busca nuestra protección (se esconde gruñendo detrás de nuestras piernas);

 perro no mordedor y valiente: se muestra indiferente y mueve la cola ante el extraño;

 perro no mordedor y miedoso: pone la cola entre las patas y no se acerca al extraño.

Naturalmente, existen muchos matices. El pastor alemán debería ser valiente, pero poco mordedor, ya que los excesos no son positivos y plantean dificultades al adiestrador.

La carencia total de valentía y la falta de propensión para morder incapacita al perro para el trabajo de guarda y defensa; en el otro extremo, un perro de defensa muy mordedor resulta difícil de controlar, y requiere la intervención de un adiestrador experto.

EL CERTIFICADO SANITARIO

La persona que nos venda el cachorro deberá entregarnos el certificado sanitario y de vacunación con las correspondientes etiquetas de vacunaciones, las fechas de las revacunaciones y de las desparasitaciones. La primera desparasitación contra los ascárides (lombrices redondas muy frecuentes en los cachorros) normalmente se realiza a los 20 días, seguida de dos o tres repeticiones quincenales. La primera vacuna se pone a los 45-50 días (antes sería inútil, porque el cachorro tiene ya la protección de los anticuerpos maternos) y se repite al cabo de dos semanas, en tanto que las revacunaciones serán anuales.

Actualmente en los criaderos se utilizan vacunas polivalentes; algún veterinario todavía usa vacunas diferentes para cada enfermedad, pero son los casos menos frecuentes.

Importante: hasta que el ciclo de vacunas no se haya completado el cachorro no debería salir de casa y no debería tener contactos con perros extraños (a no ser que se trate de animales que conozcamos bien y que sepamos que están sanos y vacunados).

LA CHARLA CON EL CRIADOR

Conseguir el perro idóneo significa encontrar el que se ajusta nuestras necesidades. Para empezar explicaremos al criador para qué queremos el perro (exposiciones, defensa, compañía, etc.); le describiremos la casa en donde vivimos y el jardín, si tenemos; le hablaremos de los miembros de la familia, describiendo el carácter de cada uno y su estilo de vida. De este modo, el criador nos encontrará el cachorro ideal.

Por nuestra parte, solicitaremos siempre que nos muestren la madre de los cachorros. Si el padre no vive allí, pediremos que nos enseñen alguna fotografía suya o un vídeo. Fijémonos en las características estéticas, en el carácter y en el estado de salud de la hembra. Al concluir la lactancia no está en la mejor forma, pero tampoco tiene que haberse quedado esquelética: a una madre demasiado debilitada le corresponden cachorros débiles.

Si buscamos un perro de trabajo o de exposición pediremos que nos dejen ver los resultados obtenidos por los padres en ambos campos (para ello se consulta el Libro de Calificaciones). Es conveniente elegir solamente cachorros que sean hijos de padres seleccionados; por tanto, solicitemos que nos dejen ver las selecciones de ambos progenitores (si el padre no vive allí, el criador debería tener por lo menos una fotocopia del certificado de selección).

Otro aspecto sobre el que tenemos que informarnos es el grado de displasia de cadera de los padres. Lo ideal es el grado «normal» o «sin indicio», pero también sirve, aunque empieza a ser arriesgado, el grado 1 o «sospecha de displasia», también denominada border line, especialmente si se da en ambos ejemplares. Ser hijo de padres no displásicos no es garantía de normalidad de la cadera del cachorro, aunque en contrapartida, ser hijo de displásicos (aunque en grado leve) aumenta enormemente las posibilidades de displasia.

Lo mismo puede decirse de las características psicofísicas: el hijo de dos perros magníficos no será forzosamente un perro magnífico, pero el hijo de dos perros mediocres será casi con toda seguridad un perro mediocre. Las excepciones a la regla son poquísimas.

Una vez que ya hayamos elegido el cachorro, todavía nos quedarán un par de cosas por pedir al criador:

 que nos dé un poco de comida de la que haya utilizado hasta entonces para el cachorro;

 que nos deje pasar un trapo o una pequeña manta por dentro del canil en donde ha vivido el cachorro; de este modo podremos llevarnos a casa un olor que resulta familiar al perro y que nos será de gran ayuda para la primera noche.

Un último dato importante: no olvidemos acordar con el criador una hora concreta para recoger el cachorro, y pidámosle que no le dé de comer durante las cinco o seis horas previas al viaje; los cachorros son muy propensos a marearse cuando van en automóvil, y la única forma de evitar problemas es llevarlos en ayunas.

BIENVENIDO A CASA

El primer viaje

El viaje del criadero a la nueva casa provoca un fuerte estrés al cachorro, porque nunca ha ido en coche y no conoce a las personas que le acompañan. Lo ideal es que alguien le lleve en brazos, con la manta impregnada con el olor «de su cama» sobre las rodillas.

Si el cachorro está en ayunas no vomitará, pero igualmente podría mostrar síntomas de mareo (respiración acelerada y babeo). Si esto ocurre, efectuaremos un alto. Podemos bajar del automóvil, pero con el cachorro en brazos. Dejarlo en el suelo nos obligaría a ponerle el collar y la correa, a los que no está acostumbrado, y lo cual no haría más que aumentar bastante el estrés.

Si vamos solos a buscar al cachorro deberemos utilizar una jaula de viaje. Está absolutamente prohibido no hacerlo así, ya que es peligroso para el animal y para el conductor. También es desaconsejable instalarlo en la parte posterior, incluso aunque el automóvil esté equipado con una malla divisoria: el cachorro rodaría a izquierda y a derecha y se asustaría. Un primer viaje traumatizante puede hacer que el animal se sienta incómodo en automóvil toda la vida; y, al contrario, una primera experiencia tranquila servirá para que se acostumbre rápidamente al coche.

Cómo acoger al cachorro en casa

Cuando el cachorro entre en casa deberá encontrar un rincón preparado para él, con dos platos de acero (si son de plástico existe el riesgo de que los roa cuando se aburra) y algún juguete, como un hueso de piel o de nailon para roer. A los cachorros les gusta jugar con una pelota, si bien debe ser de un cierto tamaño para que no se la trague.

La cama ideal es la que más se parece a una «madriguera». La mejor opción es la jaula de viaje (son idóneas las homologadas para viajes en avión) o la jaula pleglable. Durante los primeros días, una caja de cartón puede desempeñar la misma función. Dentro de la «madriguera» colocaremos una manta o un trapo, que a ser posible conserven el olor del criadero.

A algunos pastores alemanes les gusta la cama tipo «camilla», aunque no a todos. Muchos cachorros prefieren usarla para jugar (royéndola en varios puntos) antes que para echarse encima.

Dejemos que el cachorro explore, huela y meta la nariz por todas partes para que adquiera confianza en el nuevo hogar.

Si gime extrañado, le hablaremos en tono afable y le acariciaremos un poco, pero sin exagerar.

Sobre todo no lo cojamos precipitadamente en brazos cada vez que llore, porque se convertiría en un hábito difícil de corregir.

Después de haber explorado por primera vez la nueva casa, daremos al cachorro una comida ligera (y un cuenco de agua para beber). Es preferible utilizar el mismo alimento que en el criadero (y seguir comprando del mismo tipo): un cambio brusco de alimentación, unido al estrés del viaje y a la adaptación al nuevo lugar, podría «repercutir» en su intestino.

Si el cachorro está realmente asustado y necesita consuelo, podemos tomarlo en brazos para mimarlo (pero siempre sin mostrarnos exageradamente protectores). Tendremos siempre mucho cuidado al levantarlo: lo haremos poniendo una mano en el pecho y otra debajo de las nalgas. Si lo levantáramos agarrándolo por las patas anteriores correríamos el riesgo de causarle lesiones en los codos.

LA JAULA PLEGABLE Y LA JAULA DE VIAJE

Estar encerrado en la jaula no ha de ser desagradable para el perro. Es más, dentro de su «madriguera» tiene que sentirse a gusto y seguro. Para lograrlo deberá acostumbrarse desde cachorro, instalándolo en la jaula cuando veamos que está a punto de dormirse, y dejando dentro algún juguete para que se distraiga.

En otros momentos del día podemos introducir en la jaula un hueso para roer o algunas croquetas. El cachorro nunca deberá ser molestado mientras está en la jaula (conviene explicarlo claramente a los niños). De esta manera para él la jaula representará un oasis de tranquilidad y reposo, a donde acudirá espontáneamente y nos pedirá entrar cuando quiera descansar. Llegados a este punto podremos cerrar la puerta, sin que el animal vea en ello una constricción, sino más bien un refuerzo de su intimidad: no se sentirá encerrado, sino que pensará que los posibles pelmas se han quedado fuera.

Cuándo son útiles

La jaula es de gran utilidad:

 en casa: podemos encerrar al perro si nos visitan personas que tengan miedo de él, cuando estamos preparando la cena y queremos excluir la posibilidad de que nos «vuele» comida o también mientras estamos comiendo;

 de viaje: en coche es el lugar más seguro para el perro, que se siente protegido y no corre el peligro de ir de un lado para otro en las carreteras de trazado sinuoso, o de golpearse en el morro en caso de frenazo.

¿Mejor la jaula plegable o la jaula de viaje?

La primera, al ser plegable, es fácil de transportar y no ocupa lugar cuando no se utiliza. La segunda, completamente cerrada, hace sentir al perro más protegido, lo protege del sol (en coche cuando nos detengamos, en una exposición al aire libre, etc.), le impide distraerse y ladrar al menor estímulo (hecho que se aprecia también en las exposiciones, especialmente para perros conflictivos; también sirve para no molestar a los vecinos si nos ausentamos unas horas) y está homologada para el transporte en avión. El inconveniente principal, teniendo en cuenta el tamaño del pastor alemán, es que la jaula de viaje ocupa bastante lugar.

LA FAMILIA : CONVERTIDA EN «MANADA»

En su nueva familia el cachorro no ve personas, sino «perros de dos patas». Él está convencido de que todos pertenecemos a la misma especie aunque, eso sí, nos separa alguna pequeña diferencia morfológica, por lo que en familia se comportará tal como lo haría en una manada. Esto significa que aceptará la autoridad de quien se comporta como un superior jerárquico y que, por el contrario, pondrá en tela de juicio la de quien considere su par o su inferior, intentando dominarle. Los signos son gruñir cuando se le toca el hueso o el plato, no obedecer a las órdenes ni a la llamada, realizar el gesto de la monta en la pierna (si bien es preciso tener en cuenta que no existe ninguna intención sexual, sino de dominio). Pero, ¿cuáles son los comportamientos que nos hacen parecer «un líder de la manada» y no un calcetín sucio a los ojos del cachorro?

Veamos algunos.

El líder de la manada:

 da órdenes claras y concisas, a las que no es posible desobedecer (si se desobedece, se recibe una regañina);

 siempre da las órdenes, y nunca obedece las del perro: si este quiere que lo acaricien, antes el líder le ordena que haga algún ejercicio (que puede ser un simple «sentado») y luego lo premia con una caricia;

 se comporta siempre con coherencia: nunca le permite algo un día y se lo prohíbe al día siguiente;

 nunca se comporta con violencia o irritabilidad, sino siempre con calma y paciencia;

 juega mucho, pero mantiene siempre el dominio de la situación; él decide cuándo empieza el juego y cuándo acaba;

 tiene autoridad absoluta en la comida: puede darla o retirarla cuando y como quiere;

 representa un punto de referencia al cual se puede acudir en los momentos de miedo o de crisis.

El miembro de la «manada» de rango inferior:

 habla de manera poco comprensible, utilizando distintas palabras y variando el tono de voz para ordenar la misma cosa, de manera que el cachorro nunca está seguro de lo que se espera de él;

 habla con el perro en tono melífluo (como si indicase su sumisión al líder) en lugar de hacerlo en un tono claro y decidido;

 a veces deja pasar por alto una travesura y otras veces se enfada muchísimo;

 no juega, o se deja someter por el perro en el juego;

 se ve obligado a utilizar la fuerza para dominar al perro;

 pierde a menudo la paciencia;

 obedece las órdenes del cachorro (llevarlo a pasear, acariciarlo, darle de comer);

 no se atreve a tocar el plato del cachorro y retrocede si este intenta gruñirle (aunque sólo para ver el efecto que hace);

 si el cachorro tiene miedo de algo, lo toma en brazos o le permite huir (a veces incluso riéndose de él), en lugar de convencerlo de que no hay nada que temer.

Para saber qué posición jerárquica ocupa cada miembro de la familia, el perro somete a toda la «manada» a un examen que empieza en el preciso instante en que entra en casa. El cachorro, aunque tenga sólo dos meses, valora y «clasifica» nuestros comportamientos. Entre la decimotercera y la decimosexta semanas, el cachorro entra en un periodo que los etólogos definen como «fase de la ordenación de la manada»: en este momento asumirá el papel que le parezca correcto en la escala jerárquica (que dependerá de la idea que se haya formado de cada uno de los miembros de la familia). Más adelante los papeles podrán cambiar, pero si él «se siente» el líder, la lucha por desbancarlo de esta posición será larga y difícil. Es mucho mejor ocupar una posición dominante desde un principio, comportándose como un buen jefe de manada.

El «drama de la primera noche», con llanto y aullidos, puede limitarse tomando algunas medidas:

1. Suplir el calor y la seguridad que le proporcionaban los hermanitos con un «hermanito de peluche» cálido y suave

2. Ofrecer al cachorro una manta (o trapo) impregnado con el olor de su antiguo canil

3. Llevar la «madriguera» del cachorro a nuestra habitación, para que no se sienta solo. Se permiten las palabras tranquilizadoras y las caricias. En cambio, no puede subirse a la cama. La coherencia es la virtud fundamental de un buen dueño, y lo que se autoriza el primer día ha de ser permitido siempre

4. Para simular los latidos del corazón de la madre colocaremos un despertador (envuelto en un trapo suave, para que no se convierta en un juguete para roer) dentro de la jaula

(© Giorgio Teich Alasia)

LAS PRIMERAS NORMAS DE EDUCACIÓN

Las dos primeras órdenes que ha de conocer el perro son ¡no! y ¡esto nunca! La primera se utilizará para interrumpir una acción indeseada en aquel momento, pero que puede estar permitida en otras ocasiones.

La segunda se usa (en un tono todavía más perentorio) para aquellas acciones que el perro no puede realizar en ningún caso.

Tumbarse boca arriba, para el perro, es un signo de rendición y de sumisión. Significa «de acuerdo: tienes razón, pido disculpas».

Cuando un cachorro lo hace, el dueño tiene que desistir inmediatamente de cualquier acción punitiva, ya que proseguir significaría un gesto de violencia incomprensible (aunque sólo sea psicológica), y un cachorro no depositará nunca su confianza en un amo que no conoce las normas más elementales de urbanidad canina.

Otros gestos de sumisión y rendición son dar la pata, tocar el rostro del dueño con el morro y dejar escapar algunas gotas de pipí.

Una de las primeras cosas que debe aprender el cachorro es cómo hacer correctamente las fiestas al dueño. Si adquiere el hábito de saltarle encima, lo seguirá haciendo cuando sea adulto, y un perro de 30 kg que nos ponga las patas en los hombros será bastante menos agradable que un cachorro de dos meses que se nos apoya tiernamente en las piernas.

Saltándonos encima, el cachorro solamente intenta alcanzar nuestro rostro: para evitarlo bastará con que nos agachemos para ponernos a su altura y darle de esta manera la posibilidad de que nos exprese todo su afecto.

Si el perro nos salta encima cuando no nos lo esperamos, levantaremos rápidamente una rodilla (o el pie, si el cachorro es todavía muy pequeño) y lo interpondremos entre él y nosotros.

No tenemos que golpearle en ningún caso, sino solamente impedirle que obtenga el contacto físico que está buscando.

Seguidamente nos agacharemos y lo acariciaremos, para darle a entender que nosotros también estamos muy contentos de verle.

El cachorro capta inmediatamente el tono seco del ¡no! y el gesto de negación con la mano; las primeras veces puede ir acompañado de una ligera sacudida agarrándolo por el cogote (gesto que el cachorro conoce bien, porque de esta manera la madre riñe a sus hijos)

Primeras reglas de higiene

Desde el primer día de vida en familia, el cachorro tiene que ser llevado, después de cada comida o de haber dormido (momentos en que es muy probable que libere sus intestinos) a un lugar previamente preparado con papel de periódico, esperando que defeque. Si lo hace le felicitaremos y le premiaremos, y pronto entenderá que aquel es «su lavabo». Únicamente durante los dos primeros días, si lo hace en algún otro lugar fingiremos ignorarlo por completo: cuando el cachorro no nos vea lo limpiaremos y pasaremos un neutralizador de olores (se pueden adquirir en las tiendas de animales).

A partir del tercer día de convivencia, si el cachorro defeca en un lugar incorrecto lo reñiremos con un ¡no! severo, pero sólo si lo pillamos in fraganti. Un minuto de retraso es mucho, demasiado, puesto que el perro no es capaz de relacionar un castigo con una acción incorrecta realizada antes, y no comprendería el motivo de nuestro enfado.

Tan pronto como hayamos completado el programa de vacunas, el cachorro podrá salir. Lo llevaremos a pasear después de haber comido y cada vez que se despierte, siempre al mismo lugar (a ser posible un lugar que no frecuenten otros perros, porque el olor de los adultos podría atemorizar al cachorro y hacer que se retuviera de defecar) y lo felicitaremos cuando lo haya hecho. Lo entenderá rápidamente. Para acelerar el aprendizaje podemos llevar un papel mojado con pipí del animal, y lo colocaremos en el exterior, ya que el cachorro instintivamente tiende a defecar en donde percibe el olor de su propia orina. Los excrementos del cachorro se recogen con un recogedor especial. No olvidemos llevarlo siempre encima: amar al perro significa también ayudarlo a no causar problemas a los demás.

Las enseñanzas más sencillas deben acompañarse de momentos de juego. El juego es el premio más deseado, el único medio que permite al perro aprender rápidamente y sin aburrirse.

Otro magnífico «premio» es el contacto físico con el dueño: no solamente las caricias, también un poco de pelea «deportiva» forman el carácter del perro joven y sirven para que adquiera confianza en su jefe de dos patas.

LOS JUEGOS EDUCATIVOS

Juego del «¡no, espera!»

Cuando demos la comida al perro, le impediremos que se acerque al plato (diciéndole ¡no, espera!, poniendo la mano plana delante de su hocico) hasta que se lo ordenemos. El juego puede proseguir fuera de las horas de las comidas, utilizando alguna golosina. Conviene evitar el uso de la palabra come, y elegir en sustitución una palabra secreta que todos los miembros de la familia deberán saber, pero que un posible malhechor nunca podrá adivinar. Este juego tiene un doble objetivo: reforzar la autoridad del dueño y proteger al futuro perro de guarda de la posibilidad de envenenamiento.

Atención: el perro deberá esperar siempre a recibir la orden antes de comer, en cualquier situación.

Juego del intercambio

El cachorro tiene que dejar que todos los miembros de la familia le quiten el plato (o el hueso) sin dar respuestas agresivas. Para lograrlo se empieza poniendo una mano en el plato mientras el cachorro come, hablándole en tono afable e interviniendo con la orden ¡esto nunca!, en caso de que el animal gruña o intente morder (si el cachorro persiste en la conducta agresiva está permitido darle un pescozón en el morro). El siguiente paso es retirarle durante algunos segundos el plato, dándole siempre a cambio otra cosa de comer (un trozo de carne o una croqueta) y devolviéndoselo inmediatamente después con muchas loanzas y festejos.

El «juego del intercambio» refuerza la autoridad del dueño y mitiga la posesividad del cachorro por la comida, que podría representar un peligro para los niños. Recordemos que los niños nunca han de jugar con el plato de la comida del perro, si no es bajo control de un adulto.

Juego de la búsqueda

El cachorro encuentra muy divertido seguir un «rastro» de trocitos de comida que lleva hasta su plato. Para ello le daremos la orden ¡busca! y le señalaremos el primer bocado: el resto vendrá solo. Mediante este juego:

 el cachorro aprende a servirse del olfato (no todos los perros lo hacen espontáneamente);

 se le enseña la orden ¡busca!

Juego del rastreo

Una vez el cachorro haya aprendido el significado de la orden ¡busca! (por medio del juego anterior), podrá buscar a su amo (que se habrá escondido en el jardín o en un parque).

Sin que el cachorro le vea, el dueño pisará un cuadrado de terreno de 1 x 1 m, marcando los pasos y sin arrastrar los pies. Después de trazar el cuadrado, caminará a paso normal (en línea recta) hasta el escondite que previamente haya decidido (por ejemplo un árbol). La distancia entre el punto de partida y el escondite depende de la edad del cachorro: a los tres meses, no más de 20 m; a los cuatro meses, aproximadamente 50 m.

Cuando el rastro esté ya preparado, una persona de la familia llevará el cachorro hacia el cuadrado de salida, le dará la orden ¡busca! y le dejará hacer lo que quiera; si el cachorro parece desorientado, se limitará a repetir la orden y a señalarle el suelo con la mano (pero nunca forzándolo a bajar el hocico).

Cuando lo haya encontrado, el dueño deberá manifestar su satisfacción al cachorro y deberá jugar con él. Muchos cachorros muestran una extraordinaria pericia en este juego: si el perro nos parece particularmente dotado, podemos complicarle los «mini-rastros» con uno o dos cambios de dirección. Es importante que el cachorro logre su objetivo cada vez que se lleva a cabo este juego, puesto que en caso contrario perdería (en lugar de desarrollar) las ganas de rastrear.

Juego de la presa

«Perseguir» y atrapar con los dientes un trapo estirado por el dueño (o también por otras personas) es una gran diversión para el cachorro. Es un juego que estimula el instinto predatorio, enseña al cachorro a controlar la potencia de la mordida y sirve de preparación para el futuro trabajo de defensa. Se puede utilizar un saco de yute enrollado, o una gamuza humedecida.

EL JUEGO COMO APRENDIZAJE PARA LA VIDA

En estado natural el cachorro juega muchísimo: primero con los hermanitos, luego con la madre, y seguidamente con los otros integrantes de la manada. Todo lo que necesitará para vivir (desde la lucha hasta la caza) lo aprende a través del juego, que no siempre es tranquilo y moderado, sino que tiene momentos bastante bruscos.

Durante las enseñanzas nos comportaremos como si fuéramos el padre o la madre del cachorro: nos divertiremos cuanto podamos, y no nos preocuparemos si de vez en cuando se hace un poco de daño; lo más importante es saber imponer la autoridad en todo momento, sin olvidar que somos maestros y no «compañeros de clase» del cachorro.

Nosotros decidiremos siempre cuándo se comienza y cuándo se acaba, e interrumpiremos el juego, si hace falta en el momento más intenso, en el caso de que el cachorro no modere sus ardores (por ejemplo, si piensa que nuestra piel es tan dura como la de sus congéneres). Siempre le haremos entender de manera clara y coherente lo que esperamos de él.

Errores que deben evitarse

1. Responder a sus invitaciones al juego (es decir, obedecer a sus órdenes): un líder de verdad no lo haría. Si el perro nos trae la pelota o nos pide que juguemos con él con la mirada y los movimientos del cuerpo, antes le daremos una orden simple, y luego —como premio a su obediencia— dejaremos que juegue.

2. Excusarnos y hablarle arrepentidos si en un lance del juego, por ejemplo, pisamos al cachorro.

Esta conducta, que suele ser bastante frecuente deteriora el carácter del animal, y le induce a la autoconmiseración cada vez que nota un ligero dolor.

El pastor alemán no es una figurita de porcelana, sino un animal duro y robusto; si le dedicamos excesivas atenciones por nimiedades, se acostumbrará y se convertirá en un perro pusilánime, incapaz de llevar a cabo ningún tipo de trabajo.

Por tanto, cuando ocurra algún pequeño accidente, proseguiremos el juego como si nada hubiera ocurrido.

3. Confundir los juegos orientados a desarrollar el instinto predatorio con un adiestramiento para el ataque es un error gravísimo.

A veces se ve algún propietario que juega a ser «figurante» y lanza alaridos para azuzar un cachorro de pocos meses a morder un saco. De esta manera no se prepara un perro para la defensa; lo único que se logra es convertir un cachorro feliz en un perro desequilibrado.

Desde los dos hasta los siete u ocho meses se puede jugar «a morder», pero sin fomentar en absoluto la violencia y la agresividad. A esta edad es demasiado pronto, porque el desarrollo psíquico del perro todavía es incompleto.

El perro aprende sobre todo a través del juego

EL DESCUBRIMIENTO DEL MUNDO

Primeras experiencias con collar y correa

El petral, la correa con «manilla» y la correa con cadena son instrumentos inadecuados:

 el petral hace que el perro separe los codos y perjudica el movimiento;

 la correa corta (con «manilla») enseña al cachorro a tirar;

 la correa con cadena, si el perro la muerde, puede hacer que se rompa un diente y puede hacer daño en las manos del dueño si el animal tira.

Estos instrumentos pueden servir para otras razas, pero no deben comprarse nunca para un cachorro de pastor alemán.

El cachorro necesita un collar fino de cuero o nailon y una correa del mismo material, de una longitud mínima de un metro. A partir de los cinco meses se podrá utilizar un collar «semiestrangulador».

Si tenemos la prudencia de hacer jugar al cachorro (o de darle la comida) nada más ponerle el collar, él no se dará cuenta de la novedad.

No apretaremos excesivamente el collar, pero tampoco lo dejaremos demasiado flojo. Lo ideal es que entre el cuello y el collar haya 1 cm, como muestra la foto de la derecha.

El primer contacto con la correa siempre es más complejo que la primera relación con el collar; la correa limita la libertad del cachorro, que podrá reaccionar con mayor o menor violencia a la constricción. Las primeras veces es conveniente usarla en casa, siguiendo nosotros al cachorro, en lugar de obligarlo a que sea él quien nos siga; de este modo la relación con la correa será menos traumática.

Cuando el cachorro se haya acostumbrado a la correa, empezaremos a «guiar nosotros», primero por la casa, y luego por la calle. Tener una pelotita en la mano es una gran ayuda: el cachorro quiere jugar con ella y nos sigue sin pensar en la constricción que representa la correa. La pelotita servirá también para superar los posibles momentos de «crisis» (cuando el animal quiere detenerse o dar un brinco, etc.).

UNA MANO LARGA Y SEGURA

Es fundamental que desde cachorro el perro tenga una relación agradable con la correa, y que nunca la vea como una obligación. Para el perro la correa ha de representar una prolongación de la mano del dueño, y por lo tanto debe constituir algo amistoso en lo que confiar.

Si los primeros contactos fueran traumáticos, el trabajo posterior sería mucho más difícil. Por consiguiente, es muy importante que el cachorro vea la correa como un instrumento agradable y no como un enemigo, aunque también es importante que la respete y que no la considere como un juguete.

Errores que deben evitarse

1. Dar tirones al cachorro si no quiere caminar con la correa.

2. Pegar al cachorro con la correa (aunque solamente sea en broma.

3. Dejar la correa a disposición del cachorro, permitiéndole jugar o morderla (¿le dejaríamos roer nuestro brazo?).

Los primeros paseos

Los primeros paseos que demos con nuestro cachorro serán un ejercicio muy útil de socialización; para ello el animal deberá relacionarse con cuantas más personas mejor.

Todas las personas con quienes el cachorro se relacione en las primeras salidas deben ser alegres y amigables, para que el animal adquiera plena confianza en la especie humana.

Es perfecto que acepten agacharse para ponerse a la altura del cachorro, que lo acaricien y se dejen oler; si el vecindario no nos inspira confianza existe la posibilidad de recurrir a los amigos, pidiéndoles que dediquen algún minuto en divertidos «encuentros programados».

Es muy importante que el cachorro aprenda a socializarse también con sus congéneres. Los machos adultos, si son equilibrados, se comportan muy amistosamente con los cachorros; las hembras, en cambio, pueden mostrarse agresivas.

En el momento del primer contacto ambos perros deberán ir atados, bajo control, pero sin que el dueño los retenga (sentirse sujeto estimula la agresividad).

Después de haberse olisqueado mutuamente, si vemos que la relación es amistosa y nos encontramos en un lugar sin peligros, podremos soltar los perros y dejarlos que jueguen libremente.

LAS AMISTADES DEL CACHORRO Y FUTURAS FUNCIONES DEL PERRO GUARDIÁN

El perro guardián no debe atacar por miedo; en cualquier animal atemorizado y que tenga la posibilidad de escoger, el instinto de fuga es más fuerte que el de ataque. Consecuencia de ello es que un perro miedoso solamente puede ser un guardián eficaz si se le impide huir (es el caso de los perros que están atados a una cadena), pero naturalmente esto limita sus posibilidades de acción.

El «verdadero» perro guardián defiende el territorio espontáneamente, igual que lo haría en estado natural: no tiene que pensar que el intruso sea peligroso, sino simplemente que está «invadiendo» su casa.

Dado que no le gusta que le invadan el territorio, el perro le avisa de que hay unos límites que deben respetarse, independientemente de que el intruso muestre una conducta amistosa o agresiva, le resulte simpático o antipático.

Si el intruso ignora las advertencias del perro, se llegará a la pelea: en esta circunstancia el perro tampoco puede temer al adversario (ya que de lo contrario huiría, por los motivos vistos anteriormente).

De todo ello se deduce que el perro de guarda ha de conocer perfectamente los seres humanos y no debe tenerles miedo, que son precisamente los dos objetivos que se logran haciéndolo socializar y conocer el mayor número posible de personas.

La diferencia de tamaño no tiene que preocuparnos, porque el adulto estará atento a no hacer daño al cachorro. Tampoco haremos caso de los dramáticos aullidos del cachorro al mínimo roce: es miedo, no dolor. Jugando con adultos amigables y equilibrados, el perro joven aprende nuevas reglas de comportamiento canino y se hace un lugar en la jerarquía del barrio. Si el juego «se endurece», no nos dejemos llevar por el pánico: se refuerza el temple del perro.

Durante los primeros paseos puede ocurrir que un objeto (o un ruido) asuste al cachorro. No lo forcemos a superar el obstáculo tirando de él y hablándole con brusquedad, pero tampoco corramos a tomarlo en brazos y nos deshagamos en mimos; la solución será tranquilizarlo usando un tono de voz afable, «afrontar» nosotros el obstáculo delante de él y hacerle entender con calma y paciencia que no tiene nada que temer.

La primera visita al veterinario

A no ser que el cachorro manifieste síntomas de enfermedad, la primera visita al veterinario debería tener lugar una vez el perro está ya bien adaptado a la familia y tiene confianza en nosotros. Esta visita debería ser una simple «presentación» del cachorro a su médico, en una atmósfera distendida y amistosa. Este primer contacto podrá evitarnos grandes problemas en el futuro.

La camilla del centro veterinario no gusta a los perros porque la relacionan con experiencias desagradables, como la vacunación.

Como se ha dicho anteriormente, se puede evitar esta asociación de ideas llevando el perro al veterinario antes de la fecha prevista para la vacunación, procurando que esta primera visita se limite en un principio a una revisión general con muchas caricias y juegos, y sin ningún aspecto traumático.

El poco dolor de la inyección quedará aplazado para el próximo encuentro. En la segunda visita ni la atmósfera del lugar, ni el veterinario (que recuerda como experiencia positiva) asustarán al cachorro. En esta circunstancia es posible que ni siquiera se dé cuenta del pinchazo: ¡el miedo «duele» más que la jeringuilla!

Hasta hace unos años, los cachorros adquiridos en un criadero ya llevaban el tatuaje, pero no si provenían de un particular o de una tienda. El tatuaje se realizaba dentro de la oreja y en la cara interior del muslo. La operación no era en absoluto dolorosa para el cachorro (se utilizaba anestesia local), pero era susceptible de ser borrado o modificado. Para evitar fraudes, actualmente para identificar al animal se utiliza un chip que se introduce en la piel del perro.

EL PRIMER ADIESTRAMIENTO

La llamada

La llamada es un ejercicio fundamental, que el cachorro debe aprender cuanto antes. Puesto que es indispensable que el perro obedezca siempre esta orden, los primeros ejercicios se realizarán con la correa larga. El cachorro deberá conocer su propio nombre, cosa que se obtiene llamándolo (en casa y fuera de casa) cuando ya está viniendo hacia nosotros. Una vez el cachorro conozca su nombre, habrá que proceder del siguiente modo:

 mantener la correa floja, sin ejercer ninguna tracción;

 llamar al cachorro con la orden completa, pronunciando su nombre y diciendo a continuación ¡ven! o ¡aquí!, en tono alegre y afectuoso pero decidido; si el cachorro acude a la llamada, le haremos elogios y caricias, le soltaremos la correa y le haremos jugar;

 si el cachorro no acude con rapidez, tiraremos suavemente de la correa hacia nosotros; tan pronto como llegue le premiaremos y le haremos jugar como si hubiera venido espontáneamente.

RECORDEMOS QUE...

El ejercicio de la llamada se repetirá de dos a cuatro veces al día. Responder a la llamada ha de ser siempre motivo de alegría para el cachorro; nunca le castigaremos si tarda en obedecer: el encuentro con el dueño tiene que ser siempre y en cualquier situación gratificante. Si no obedece, se podrá dar un ligero tirón de la correa, pero siempre tendrá que ser premiado y acariciado.

Una vez hayamos obtenido una respuesta impecable con la correa, podremos realizar el ejercicio sin correa, siempre en lugares seguros, en donde no hay peligros ni distracciones.

Sentado

Estar sentado es una posición natural para el perro, que la adopta de forma espontánea varias veces al día.

Le diremos ¡sentado! cada vez que veamos que se dispone a sentarse; de este modo el cachorro empezará a relacionar la orden con la posición. Pasado un tiempo empezaremos el aprendizaje: sujetaremos el cachorro por el collar con la mano izquierda (o bien le pondremos la mano debajo de la garganta para mantener la cabeza alta), a la vez que apoyamos la mano derecha en la grupa y le damos la orden ¡sentado! (sitz! en alemán).

Tan pronto como el cachorro adopte esta posición, lo felicitaremos y lo premiaremos. La mano que está en contacto con la grupa no tiene que presionar, sino sólo acompañar.

Repetiremos el ejercicio entre dos y cuatro veces cada día, hasta que sea capaz de hacerlo solo.

Tumbado

Existen varias formas de enseñar al perro a que se eche cuando se le ordena. Con un cachorro es aconsejable el sistema menos coercitivo, que consiste en hacer que se siente y mostrarle un trocito de su comida predilecta, que bajaremos lentamente hacia el suelo, en tanto que con la otra mano aguantaremos el tren posterior del perro, tal como hemos explicado anteriormente. Al mismo tiempo le daremos la orden ¡tierra! (platz! en alemán). El cachorro bajará la cabeza siguiendo la mano que sostiene la comida, y acabará extendiendo las patas delanteras.

Apenas el cachorro haya alcanzado la posición esperada, le dejaremos comer el apetitoso bocado y le felicitaremos. Este ejercicio debe repetirse no más de dos a cuatro veces al día, hasta que el cachorro empieza a ejecutar la orden. Al ir avanzando en el adiestramiento ya no será necesario enseñar al cachorro ningún trozo de comida, ya que bastará con que vea el gesto de la mano moviéndose hacia abajo, y finalmente obedecerá sólo oyendo la orden.

Espera

Cuando el cachorro sepa realizar correctamente el ¡sentado! y el ¡tierra!, se le podrá enseñar el ¡espera!, aunque no deberemos esperar demasiado de un cachorro de pocos meses.

Colocaremos el animal en la posición que prefiramos y extenderemos una mano hacia su hocico, al tiempo que le damos la orden de ¡espera! (steh! en alemán) y daremos un paso hacia atrás.

Si el cachorro intenta seguirnos, le detendremos con un ¡no, espera! pronunciado en tono seco.

Cuando el cachorro entienda que tiene que estar quieto, aunque sea sólo por espacio de unos segundos, lo felicitaremos efusivamente. En las siguientes lecciones, a medida que el cachorro vaya entendiendo lo que queremos de él, nos alejaremos cuatro o cinco pasos, no más, y lo dejaremos en posición hasta un máximo de 30 segundos. Se deberán alternar las posiciones de «sentado» y de «tierra». Este ejercicio es difícil para el cachorro, por lo cual se necesitará paciencia y progresividad. Se puede repetir una o dos veces al día.

A QUÉ EDAD SE PUEDE INICIAR EL ADIESTRAMIENTO

Tiempo atrás se solía esperar a que el animal cumpliera el año de edad, porque se creía que antes no tenía capacidad para entender.

Sin embargo, también un ser humano de dieciocho años razona mejor que un niño de seis, y sin embargo nadie espera a la mayoría de edad para mandar a su hijo al colegio.

Al igual que el niño, la mente del cachorro es más elástica y abierta que la del adulto: es como una esponja lista para absorber las enseñanzas.

Por esta razón, las tendencias del adiestramiento moderno proponen iniciar el aprendizaje cuando los perros son muy jóvenes, con una especie de «escuela elemental» para cachorros, que va seguida de la enseñanza media, la enseñanza superior, hasta llegar a la universidad, cuando el perro crece y completa el desarrollo físico y psíquico.

Naturalmente el aprendizaje se adapta a las posibilidades que tiene el perro a las distintas edades: un cachorro de dos meses no es capaz de concentrarse durante más de cinco minutos y no se puede pretender que lleve a cabo ejercicios dificilísimos. No obstante puede aprender los ejercicios de base por medio del juego, de modo que cuando crezca tendrá muy claro el concepto «trabajo-diversión» que es el fundamento de un proceso de adiestramiento válido.

La conducción con correa

La marcha con correa es una cosa muy diferente del simple paseo llevando al perro de la correa. Durante la conducción el perro debe caminar a la izquierda del dueño, con el hombro a la altura de su rodilla, sin oler nada, ni detenerse o distraerse.

Lógicamente no se puede pedir una disciplina tan estricta a un cachorro, que sólo podrá realizar alguna sesión preparatoria en un lugar tranquilo y sin distracciones.

El amo hará que el perro se sitúe a su izquierda, le dará la orden ¡pie! (fuss! en alemán) y sujetará la correa de modo que obligue al perro a mantenerse muy cerca de su pierna.

Este ejercicio puede repetirse hasta cinco o seis veces al día; con un cachorro de hasta tres meses de edad las sesiones no deben durar más de cinco minutos cada una; con un perro joven de cuatro a seis meses se puede llegar hasta los diez minutos (no más).

Es preferible no darle la orden ¡pie! cuando simplemente estemos paseando. La marcha con correa es un ejercicio que requiere la máxima concentración, y un cachorro joven no puede mantenerla más de unos pocos pasos. Si en realidad lo que queremos es enseñarle a no tirar, acariciaremos y felicitaremos al cachorro cuando camine a nuestro lado; en cambio, cuando salte hacia delante le amonestaremos con un ¡no! seco, acompañado de un ligero tirón de la correa. El cachorro aprenderá rápidamente que no tiene que arrastrarnos por la calle, pero sin confundir en ningún momento lo que es el ocio (paseo) con el trabajo (conducción).