
Nuestras almas nos guiarán
sólo si les prestamos atención,
en cualquier situación, ante cualquier dificultad;
y la mente y el cuerpo, así dirigidos,
avanzarán por la vida irradiando felicidad y salud,
libres de toda preocupación y responsabilidad,
como una muchachita confiada.
(E. BACH)
Las flores de Bach reciben su nombre de Edward Bach, nacido en Mosely (Inglaterra) el 24 de septiembre de 1886.
Con veinte años, y tras ciertas vicisitudes, se matriculó en la facultad de medicina. Una vez obtenida la licenciatura, en 1912, desarrolló su actividad en hospitales hasta 1930.
Trabajaba demasiado y con gran pasión, y en 1917 sufrió una hemorragia.
Fue operado de urgencia y se le diagnosticó un tumor. Le dieron tres meses de vida. Decidió entonces que emplearía todo el tiempo que le quedaba en el estudio, experimentando día y noche.
Así transcurrieron los tres meses y otros tantos más, durante los cuales mejoraron sus condiciones; cayó en la cuenta de que, probablemente, su gran pasión y sus intereses le habían salvado.
En 1919 ingresó en el hospital homeopático de Londres, donde estudió con entusiasmo homeopatía, fascinado por el hecho de que con remedios naturales se pudiese curar al enfermo en lugar de la enfermedad.
En 1929, pasó las vacaciones en Gales, su lugar de origen, donde intuyó que la auténtica razón por la que enferman las personas reside en el ánimo humano.
«Toda enfermedad», decía, «no es más que la manifestación física de un malestar, de un trastorno debido a una condición mental que altera el equilibrio del cuerpo.»
En aquella época se convenció del hecho de que, dado que en la naturaleza reina una armonía perfecta, seguramente sería posible hallar en ella los remedios necesarios para restablecer el equilibrio en todas las criaturas: de hecho, identificó seis flores dotadas de evidentes propiedades terapéuticas con las que creó sus primeros remedios.
De vuelta a Londres, decidió cerrar su consulta, ceder sus pacientes y el fruto de sus investigaciones a sus colegas y volver definitivamente a Gales.
Allí, en el silencio armonioso de la naturaleza y utilizando el espacio de la meditación y el conocimiento interior, desarrolló aún más su gran sensibilidad, todo lo cual le permitió percibir las vibraciones y las propiedades curativas de las flores.
Las herramientas fundamentales de su investigación no fueron alambiques, tubos de ensayo e instrumental de laboratorio, sino simplemente la intuición.
De este modo, cogiendo las flores con la mano o apoyándolas sobre la lengua, halló otras seis flores que, junto a las seis primeras, formaron una docena, a las que les añadieron posteriormente otras veintiséis, hasta componer los treinta y ocho remedios naturales que se encuentran en la base de la floriterapia.
Durante el verano de 1930, escribió el libro Cúrate a ti mismo, en el que explicaba cómo la enfermedad corporal puede derivarse de un estado de ánimo negativo, que acaba interfiriendo en el equilibrio de la personalidad.
Unas semanas antes, había dicho a sus colaboradores: «Mi obra ha acabado, y con ella mi misión sobre la tierra».
La enfermedad no es una crueldad en sí misma
ni mucho menos un castigo,
sino única y exclusivamente un correctivo,
un instrumento del que se sirve nuestra alma
para indicarnos nuestros errores,
para impedir que cometamos otros aún más graves,
para evitar que provoquemos sombras
y para devolvernos a la senda de la verdad y la luz,
de la que nunca deberíamos habernos alejado.
(E. BACH)
Alguna vez en nuestra vida habremos sentido cómo desde múltiples instancias se nos conmina a profundizar en la conciencia de nosotros mismos, en esa interioridad a la que se accede a través de una comunicación silenciosa con nuestra propia alma.
Los maestros espirituales parecen coincidir en esta verdad tan difícil de comprender y de aceptar por la mayoría de los occidentales.
Y aun así, si fuéramos más conscientes de que cada uno de nosotros está hecho en la misma medida de psique y de cuerpo (soma), la búsqueda de la armonía interior resultaría mucho más fácil.
De hecho, el estado de ánimo negativo es una de las causas más frecuentes de malestar; no es casual que una misma persona enferme de manera recurrente, dado que la medicina moderna parece concentrarse antes en los síntomas que en las causas de los trastornos.
No queremos decir con esto que la medicina oficial sea inútil; todo lo contrario: basta con pensar en los pasos de gigante que ha dado en el último siglo en la curación de enfermedades que afligían al hombre. Pero, bien pensado, tal vez por ello ha llegado la hora de interesarnos también por nuestra parte espiritual. No es muy lógico pensar únicamente en el cuerpo, como tampoco lo sería hacerlo sólo en el espíritu. Ya lo decían los latinos: mens sana in corpore sano.
Es oportuno reflexionar sobre el hecho de que, si se afronta el problema de salud no sólo desde una perspectiva funcional, sino aplicando una óptica más completa (holística, justamente), se puede obtener un mayor equilibrio y mantenerlo en el tiempo.
Por otro lado, la mayoría de los médicos están de acuerdo en definir ciertas enfermedades como psicosomáticas, liquidando así, con una definición tan genérica como simple, algo mucho más complejo y delicado.
Si lo pensamos bien, no debe de ser una casualidad que en este siglo sean cada vez más frecuentes los psicólogos y las corrientes de «curación del alma», puesto que, como decíamos antes, una vez curado el físico y garantizadas unas condiciones de vida satisfactorias, uno siente la necesidad de ocuparse de su propia alma.
Hasta el punto de que los psicólogos proliferan allí donde las condiciones de vida son más benignas, es decir, en los países industrializados que, perdidas sus raíces, la naturaleza y el contacto con la Madre Tierra y sus ritmos naturales, empiezan a sentir con fuerza el dolor de vivir: esa inefable sensación de inadecuación que no es más que el síntoma de un malestar espiritual, con frecuencia profundo; un no sentirse bien en la propia piel, culpables, fuera de lugar, sin norte ni auténticos objetivos.
Las verdaderas enfermedades que nos afligen son, en este sentido, el orgullo, la ambición, la arrogancia, la vanidad, la intolerancia, la inestabilidad, el miedo y el egoísmo. Cada uno de estos defectos, por su persistencia y a falta de una auténtica conciencia, termina creando malestar, conflictos y desequilibrios en nuestro yo superior y, en última instancia, se transforma en un achaque de tipo físico.
El achaque físico se convierte, pues, no sólo en el signo de un desequilibrio más o menos profundo, sino en el síntoma de una imposibilidad de comunicación entre las dos partes de nuestro cuerpo. Una especie de grito de alarma: «Si seguimos así, yo ya no puedo más. Escucha... Observa... ¡Busca la armonía!».
En unas condiciones semejantes, los órganos no resultan afectados por azar, sino que reflejan la relación que se interpone con el malestar espiritual que padecemos.
Reequilibrando nuestra personalidad, seremos capaces de atenuar o incluso eliminar los malestares físicos, y podremos así empezar nuestro proceso de curación más profundo y verdadero: el que afecta al alma.
El sistema establecido por el doctor Bach tiene el poder de devolver el equilibrio utilizando un método muy sencillo y, por lo tanto, al alcance de todos.
Mediante el uso de sus treinta y ocho remedios y la identificación de los distintos estados de ánimo, se obtienen resultados de extraordinaria eficacia.
Para lograrlo, debemos aprender a reconocer honestamente lo que en nosotros no nos pertenece y a relacionarlo con el valor terapéutico de los remedios.
Hay que confiar en la ayuda de las flores, ya que así acrecentaremos su eficacia, ser constantes y no tener prisa: un estado mental negativo puede disminuir el poder de los remedios. Sobre todo, debemos librarnos a nuestro guía interior, que lo sabe todo y nunca se equivoca. Basta sólo con que estemos dispuestos a escucharlo, evitando que se interponga nuestra mente. Pero de este tema hablaremos de nuevo más adelante.
No te dejes inducir a error
por la simplicidad de este método,
porque cuanto más avances en la búsqueda,
más consciente serás
de la simplicidad de todo lo creado.
(E. BACH)
El método se basa en el uso de treinta y ocho remedios naturales, derivados de las flores, que inciden sobre las vibraciones energéticas más sutiles del hombre.
Con la asimilación de los remedios, que carecen de efectos secundarios y no interfieren con los medicamentos, se obtiene una mayor resistencia a los trastornos físicos, así como una mayor serenidad y aceptación de uno mismo.
Pero, ¿por qué precisamente las flores?
Pues porque la vida de la planta se concentra en sus flores y es en la flor donde está la semilla que después vuelve a la tierra para regenerarse de nuevo.
Así, podemos apreciar cómo, al relacionarnos con las flores y la preparación de los remedios, actuamos a través de los cuatro elementos fundamentales que regulan la armonía de nuestro planeta:
— la tierra, que proporciona a la flor apoyo y alimento, y a nosotros nos da conciencia y sostén; sin la tierra, no podríamos existir, por lo menos tal como somos ahora;
— el aire, que nos alimenta;
— el fuego, que se expresa con toda su fuerza, a través también del sol que nos nutre y nos regenera, y es un elemento indispensable en la preparación de los remedios;
— el agua, que nutre la planta y es determinante para la vida de todo el planeta y también para nosotros, dado que nuestro cuerpo está compuesto en un ochenta por ciento por agua y, además, porque los remedios se preparan utilizando el agua como elemento base.
Así es como toda la naturaleza de los remedios se expresa a través del vínculo con los cuatro elementos que se encuentran en la base de la vida misma y son, por lo tanto, determinantes e imprescindibles.
En la floriterapia del doctor Bach no sólo se tiene en cuenta la parte material de la planta, tal como se utiliza tradicionalmente en herboristería, sino su parte energética, su potencial vibratorio y su interacción con el hombre desde el punto de vista espiritual.
Bach concebía las plantas con las que había experimentado como «las felices compañeras del mundo de las plantas», e incluso como «plantas de orden superior», por cuanto responden a una energía de vibración espiritual de un nivel altamente beneficioso.
De hecho, durante su investigación, Bach excluyó tanto las plantas comestibles por el hombre como las venenosas. Y es que estaba convencido de que su atención debía dirigirse hacia plantas con un propósito distinto, probablemente de número limitado, que crecieran en terrenos naturales y en libertad, y que emanaran una fuerza muy distinta de la de otras plantas, que aun así contribuyen a curar achaques físicos y dolores en el hombre: en una palabra, plantas que tuvieran la capacidad de aliviar realmente los dolores del alma.
Cada uno de nosotros tiene su misión en el mundo y está unido con lo divino, de manera que cuando todo en nosotros es armonía y el cuerpo y la psique mantienen un equilibrio perfecto, nos sentimos felices y somos capaces de actuar correctamente con plena conciencia de nuestro objetivo en la vida.
Por tanto, buscar la armonía dentro de nosotros mismos es una tarea imprescindible, y el hecho de estar mejor es parte decisiva en este proceso. Hasta hoy, habíamos buscado el bienestar únicamente a través de los aspectos materiales de la vida y, por consiguiente, curando el cuerpo; pero, a medida que las condiciones de vida han ido cambiando, nuestras condiciones interiores han empeorado rápidamente y muchas enfermedades desconocidas hasta ahora han hecho su aparición; una especie de admonición por nuestra condición humana en constante evolución y, por ello, sujeta a continuos obstáculos en su progresión.
Un mensaje nada fácil de aceptar, puesto que está conectado con nuestra tendencia a considerar los dolores y dificultades (y, por tanto, también las enfermedades), como una «mala señal del Cielo» y no como un instrumento insustituible de crecimiento. El doctor Bach decía:
No existe curación posible si no va acompañada por una actitud mental distinta, por la tranquilidad y la felicidad interior.
La vida es, para cada uno de nosotros, un viaje único e irrepetible, y el estado de salud tiene la función de indicarnos en qué punto nos encontramos: así pues, cada síntoma nos transmite un mensaje preciso que nos ayuda a reconocer y aceptar las distintas etapas de nuestro camino. De este modo, toda curación se convierte en una confirmación de nuestra actitud global así como en un refuerzo de nuestro crecimiento.
Podemos definir la floriterapia como un instrumento de curación que se produce a través del reequilibrio de la conciencia. Actúa de forma que favorece la armonización de la vibración energética, bloqueada momentáneamente o mal canalizada.
La floriterapia del doctor Bach es un sistema terapéutico muy sencillo del que pueden obtenerse extraordinarios resultados.
La única condición que debe tener en cuenta quien experimente por sí mismo este método es que aprenda a reconocer honestamente los propios estados de ánimo, asociarlos con los remedios y confiarse a ellos para recuperar el bienestar.
De hecho, en las descripciones de las flores y sus beneficios, no encontraremos casi nunca indicaciones de tipo físico, puesto que el doctor Bach no planteó su investigación sobre la base de los síntomas sino desde los estados de ánimo negativos que, como consecuencia del contraste creado con el objetivo del alma, pueden convertirse en causa de enfermedades.
Sin embargo, tampoco los estados de ánimo fueron tratados como la sintomatología tradicional, es decir, como un enemigo que se debía abatir, sino a través de la conciencia de que en nuestro ánimo se ha creado un obstáculo que debemos apartar, primero mediante la aceptación y posteriormente aprovechando la vibración positiva emanada de la energía de las flores.
Por otro lado, debemos considerar que los obstáculos son «regalos» que la existencia nos hace para permitirnos crecer espiritualmente.
De hecho, estos obstáculos, una vez apartados, no sólo aumentan nuestra conciencia y, por tanto, nuestro modo de enfrentarnos a nosotros mismos y a los demás, sino que nos permiten también realizar un cambio y obtener un mayor equilibro: se trata, pues, de una oportunidad para nuestro desarrollo. Superarlos significa subir un peldaño y estar listos para nuevos retos y objetivos.
Como decíamos al principio, Bach consideraba que estas flores pertenecen a un «orden superior», por cuanto cada una de ellas canaliza una vibración energética que responde perfectamente a determinadas características del ánimo humano. Las treinta y ocho flores, por tanto, se relacionan con el paciente en función de un intercambio energético que podría definirse como «chispa divina», o también como «potencial espiritual», y que se clasifican de acuerdo con este potencial.
Por lo tanto, cuando un obstáculo se interpone entre nuestra personalidad y nuestro potencial espiritual, nuestro campo energético produce una vibración distorsionada que, con el tiempo, puede degenerar y activar un malestar de tipo físico.
El objetivo prioritario de las flores es el de relacionarse con nuestras características básicas, para devolverlas a su primitivo equilibrio y, por consiguiente, a través de su vibración energética beneficiosa, recordarnos quiénes somos y cuáles son nuestras auténticas y verdaderas potencialidades.
Así, restablecidos, podremos por fin volver a alcanzar aquellas características primarias que forman todo nuestro bagaje de recursos, y que nos permiten reconocer nuestra unidad y nos confieren integridad.
Nosotros, los únicos animales erectos, somos un auténtico puente entre lo material y lo divino. Estamos con los pies en el suelo y la cabeza en alto, dispuestos a rescatar nuestros sueños, a alcanzar nuestros objetivos, a poner nuestros recursos al servicio de todos, para alcanzar finalmente el cosmos y sentirnos parte determinante del Todo.
Los remedios del doctor Bach se encuentran en farmacias y herboristerías, y se venden en frasquitos concentrados cuyo contenido debe diluirse antes de usarlo. Podemos pedirle al farmacéutico o al tendero que nos prepare el remedio o la mezcla de remedios que hemos elegido.
Si, por el contrario, preferimos prepararlo nosotros mismos, estas son las modalidades codificadas por el doctor Bach y el actual Bach Center.
FRASCOS
Utilizaremos los de 30 ml, de vidrio oscuro y con pipeta cuentagotas.
DILUCIÓN
Llenaremos el frasco con agua mineral natural (no usaremos agua destilada, puesto que no es adecuada como vehículo de la sustancia), a la que añadiremos dos cucharaditas de alcohol (brandy, whisky o aguardiente); en caso de intolerancia al alcohol, o bien si el remedio se administra a niños, bastará con dos cucharaditas de vinagre de manzana. Extraeremos del frasquito concentrado dos gotas de esencia de uno o más de los remedios elegidos, y los pondremos en el frasco de 30 ml. Esto significa que, si elegimos por ejemplo tres remedios, pondremos seis gotas en total (dos de cada remedio).
La única excepción es el Rescue Remedy, que está compuesto por cinco esencias que se venden en un solo frasquito y que es la única combinación de remedios que nos ha dejado el doctor Bach: de este frasquito extraeremos cuatro gotas y las diluiremos en el frasco de 30 ml.
POSOLOGÍA
♦ La dosificación media es de cuatro gotas, aplicadas directamente sobre la lengua con ayuda de la pipeta cuentagotas, todos los días, cuatro veces por lo menos, hasta la curación. Si así lo preferimos, podemos aplicarlas en un vaso lleno de algún líquido, y beber el contenido a sorbitos.
♦ En los estados agudos, se aconseja efectuar una administración más frecuente, incluso cada 10-15 minutos, hasta que remitan los síntomas.
♦ Una forma de asunción, por lo general de emergencia, consiste en preparar un vaso de agua mineral, en la que aplicaremos dos gotas del remedio, y que beberemos a sorbitos a intervalos regulares.
♦ Al principio, cuando aún no conozcamos los efectos de la floriterapia ni nuestra reacción, es aconsejable realizar una combinación de no más de cuatro remedios. No se trata de que los remedios puedan anularse entre sí, o incluso llegar a ser nocivos, sino simplemente porque al principio es difícil prever el efecto emotivo de la flor sobre nuestro estado de ánimo.
♦ Durante la terapia, es muy importante aprender a escucharse a uno mismo, a evaluar las propias reacciones, a percibir eventuales mejorías tanto a nivel psíquico como físico, según las cuales podremos orientar después nuestra elección o modificar la modalidad de asunción anterior.
♦ Además, se pueden consultar otras indicaciones de interés relacionadas con la administración de las flores en el capítulo «Preguntas y respuestas».
EMPLASTOS
El doctor Bach los prescribía, junto a la administración de gotas diluidas, en caso de inflamaciones, erupciones cutáneas y sintomatologías dolorosas.
Verteremos seis o siete gotas del remedio concentrado en un recipiente con agua y, a continuación, prepararemos los emplastos con la solución obtenida.
BAÑOS
Siempre junto con las gotas, podemos potenciar su efecto añadiendo al agua del baño siete gotas del remedio (o de la composición de los remedios) elegido, utilizando la solución concentrada.
EN CASOS DE EMERGENCIA
Podemos llevar encima el frasquito concentrado, aunque sólo durante unas horas, puesto que el frasco absorbe nuestra energía. Este uso es muy fuerte y, por lo tanto, no está indicado para aquellas personas que sean muy sensibles a las vibraciones energéticas.
INTEGRACIÓN TERAPÉUTICA
Para una mejor interacción con la vibración positiva emanada de las flores, se aconseja tener el frasco diluido sobre la mesita de noche y llevarlo encima durante el día. Además, es recomendable usar frases positivas (véase «Las cartas y los remedios») para aumentar la propia disponibilidad respecto al principio equilibrador.
Las flores carecen de efectos secundarios (todavía no se han descrito casos de reacciones alérgicas), no interfieren con las medicinas (ya que trabajan en un plano distinto) y no provocan ni fenómenos de habituación ni mucho menos intoxicaciones por sobredosis.
Hay que recordar que no hay un tiempo máximo o mínimo de medicación: depende de cada persona, de su grado de sensibilidad, de su capacidad de reacción y del tiempo que hace que se arrastra el problema en cuestión.
En cualquier caso, seremos capaces de comprender, en el momento adecuado, si la combinación de remedios o el remedio que estamos tomando está perdiendo su efecto y, por tanto, es el momento de abandonar el tratamiento.
Es más, a propósito de este último aspecto, con cierta frecuencia se ha comprobado que muchos pacientes, mientras son conscientes de su mal, siguen al pie de la letra las indicaciones prescritas y que comienzan a abandonarlo, por olvido o incluso por rotura del frasco, cuando las flores han hecho su efecto y por lo tanto ya no son necesarias.
En este sentido, podemos tratar de cambiar la combinación (véase «Preguntas y respuestas»).
En las páginas siguientes, presentaremos una serie de fichas que facilitarán la consulta práctica y la identificación del remedio más adecuado. A las fichas les siguen, además de otras indicaciones de actualidad, la síntesis de las flores y el repertorio, por orden alfabético, de los malestares o síntomas emocionales.
Las fichas se dividen en dos partes: los remedios, y las cartas y los remedios.
Tras la primera lectura, y cuando ya seamos capaces de utilizar las cartas con seguridad, así como una vez se hayan identificado los problemas y se haya obtenido la indicación de las flores, es aconsejable leer con atención las fichas correspondientes a los remedios, puesto que es importante comprender a fondo las características de cada flor y, por lo tanto, aumentar la propia conciencia. Pero sobre este tema volveremos más adelante.
A continuación se facilita una breve descripción de las partes fundamentales.
Hallaremos el nombre de la flor en inglés, el nombre científico y el correspondiente en español.
Se ha creído oportuno mantener el nombre inglés como punto de referencia, puesto que se trata de la inscripción original de los preparados. Con la práctica, estos nombres acabarán resultando absolutamente familiares.
La ilustración de las flores aparece acompañada de unas breves descripciones ambientales y estructurales para poder reconocerlas mejor.
La clave de lectura representa una primera indicación del malestar emotivo.
Les siguen, además de los síntomas más comunes, una breve historia, que tiene la función de ilustrar las características más evidentes de la tipología relacionada con la flor, un análisis y las indicaciones que nos ayudarán a reconocerlas y, por último, una síntesis que resume todas las consideraciones que aparecen en la ficha.
Tras el nombre de la flor, el grupo al que pertenece y el color de fondo de la carta, aparecen con la inscripción estado negativo una lista de los problemas que señala la carta, y con la inscripción estado equilibrado las oportunidades que ofrece el remedio.
Les siguen unas breves descripciones de la carta y las frases positivas relacionadas con la terapia de cada flor.
Estas frases han sido preparadas para potenciar el efecto del remedio mediante un convencimiento intenso, que nos ayudará a cambiar la actitud respecto al problema que estamos afrontando.
Como planteamiento general, se ha tratado de proporcionar una serie de informaciones útiles para dar un cuadro general de la situación y, al mismo tiempo, permitir al lector profundizar, incluso por sí mismo, en los comportamientos equivocados y los desequilibrios en relación con un remedio determinado.
Como casi todos los autores que escriben sobre las flores de Bach, nos hemos referido a la característica tipológica utilizando el nombre de la flor como sujeto, el portador de un desequilibrio en concreto, para facilitar la comprensión e incluso por brevedad.
Al final del libro aparece una síntesis que presenta las flores por orden alfabético y el repertorio, una serie de condiciones emocionales y de los posibles malestares físicos que de ellos se derivan, por orden alfabético, con la sugerencia de los remedios más indicados para una búsqueda rápida, que de todos modos deberá profundizarse para identificar el remedio más adecuado.
Hemos creído útil incluir también informaciones relacionadas con los niños, los recién nacidos, el embarazo y los dos mundos que interactúan con nosotros y nos ayudan a sentirnos bien: los animales domésticos y las plantas.
En resumen, se ha tratado de proporcionar un panorama lo más completo posible de estos remedios, con la esperanza de que puedan convertirse para el lector, al igual que desde hace tiempo nos ha ocurrido a nosotros, en unos verdaderos amigos o, como dice el doctor Bach:
the happy fellows
of the plant world.