Los veintidós Arcanos Mayores están numerados con números romanos, y esto no es casual. La numeración se realiza añadiendo una cifra cada vez, y no restándola. Por ejemplo, el Arcano IIII, El Emperador, no se designa con 5 – 1, es decir, IV, sino con 3 + 1, esto es, IIII; se puede decir lo mismo de otros Arcanos Mayores El Ermitaño (el VIIII), La Templanza (el XIIII) y El Sol (XVIIII).
Cada Arcano constituye la síntesis de las experiencias de la carta precedente, y por ello las cifras siempre se han de añadir, y nunca se han de restar, pues representa una acumulación de sentidos.
Por otra parte, los números romanos presentan un parecido asombroso con los diferentes símbolos esotéricos, una semejanza que no se encuentra en las cifras árabes.
— El uno se escribe con un palito que representa a Jod, el as de bastos, el principio, I.
— El dos representa las dos columnas del templo Jakin y Boaz, II.
— El tres representa el triángulo desmontado, III, la trinidad.
— El cuatro representa el cuadrado desmontado, es decir, el reino de Malkouth, IIII.
— El cinco simboliza el microcosmos, es decir, un triángulo cuyo vértice está vuelto hacia abajo, V.
— El seis es la suma de 3 + 3, es decir, III + III, por lo que constituye el hexagrama dividido.
Lo mismo se puede aplicar a las restantes cartas. Resulta imposible establecer una comparación de este tipo con las cifras árabes, y esto demuestra, una vez más, que nada se debe al azar en las cartas del tarot.

Si se colocan los 22 Arcanos Mayores en dos filas de once cartas, se forman dos vías: la primera activa, conocida como masculina o racional; y la segunda pasiva, femenina o mística.
La primera vía está basada principalmente en la actividad y en la acción individual —para los individuos seguros y fuertes— y puede emprenderse por cuenta propia desarrollando todas las dotes personales.
Arcano I = la razón
Arcano II = la intuición
Arcano III = la inteligencia
Arcano IIII = la voluntad
Arcano V = la humanidad
Arcano VI = el equilibrio
Arcano VII = la perseverancia
Arcano VIII = la autorregulación
Arcano VIIII = la búsqueda interior
Arcano X = la acción
Arcano XI = la fuerza
En esta sucesión, el hombre se mueve con sus propias fuerzas y parte de la razón para alcanzar la fuerza y el propio autocontrol.
La segunda vía es contraria a la primera. Aquí, el hombre se sacrifica por los otros, busca en los demás, se encuentra a sí mismo proyectándose en el resto.
Es una vía apropiada para los débiles, elaborada a base de resignación, sacrificio y emulación. Se abre, de hecho, con el Arcano XII, símbolo del sacrificio total.
Arcano XII = el sacrificio
Arcano XIII = la renuncia
Arcano XIIII = la donación
Arcano XV = la lucha contra las tentaciones
Arcano XVI = la religiosidad y la oración
Arcano XVII = el amor por la naturaleza
Arcano XVIII = la lucha contra los pensamientos negativos
Arcano XVIIII = el amor generoso
Arcano XX = la fe pasiva
Arcano XXI = el éxtasis, la beatitud y la trascendencia
Arcano 0 = el juglar, la exaltación mística
Las cartas VI, el Enamorado, y la XVII, las Estrellas, son las centrales de las dos vías y se denominan los ejes del tarot.
Son etapas muy importantes que separan el pensamiento teórico de la acción práctica, representados respectivamente por los Arcanos I, II, III, IIII, V para la vía activa y 0, XXI, XX, XVIIII, XVIII para la vía pasiva; y por los Arcanos VII, VIII, VIIII, X, XI para la vía activa y XVI, XV, XIIII, XIII, XII para la vía pasiva.
Resulta especialmente interesante observar el desarrollo de las fases: en la vía activa se comienza con la teoría para concluir con la práctica, mientras que en la vía pasiva se inicia con la práctica para terminar con la teoría.
En la segunda vía, el hombre realiza toda una serie de acciones de amor y de sacrificio para luego pasar al estudio de los dogmas y a la búsqueda interior.

Si se disponen los 21 Arcanos Mayores (excluido el Loco) en tres filas de siete cartas cada una, se forman las vías que comprenden las partes principales en que se divide el hombre, es decir, el cuerpo, el alma y el espíritu.
Estas vías están formadas por siete cartas que representan las diversas etapas de la evolución espiritual humana. Para comprender los diferentes estados de la evolución, es necesario tomar conciencia de los tres caminos al mismo tiempo, ya que el hombre evoluciona al mismo tiempo en su parte espiritual, anímica y física. Así pues, es absurdo pensar en desarrollar sólo la parte espiritual y dejar detrás las otras dos; ello no sería posible, ya que cada cambio sobre una de estas tres partes tendría repercusiones sobre las otras dos.
Así pues, es necesario avanzar ternario tras ternario, de modo que pueda comprenderse qué cambios se manifiestan en las tres partes constitutivas del ser.