1
Cuando hablamos de autoconocimiento siempre nos referimos a una de las competencias de la inteligencia emocional. Está enmarcada en la inteligencia intrapersonal o relación con nosotros mismos. Es un proceso de introspección, de sintonía interior que nos permite saber de nosotros: de lo que pensamos, de lo que sentimos, de lo que hacemos. Es esa información consciente que nos dice cuáles son nuestras fortalezas, nuestras debilidades, nuestras limitaciones. Autoconocerse es saber lo que nos gusta y lo que no, es saber lo que creemos y lo que no. Saber de nosotros mismos es conocer íntimamente nuestros sueños, nuestros deseos, nuestros rechazos. Es respetar y escuchar nuestro cuerpo y es también saber utilizar todo lo que somos para poner sentido a nuestra existencia. Dicen grandes maestros del mundo espiritual que la meditación tiene como propósito principal volverse consciente y familiarizarse con nuestra vida interior. Nosotros queremos, en este libro, aportar unas primeras líneas de observación para el mismo propósito.
El autoconocimiento es una competencia viva. Nuestra evolución, nuestro aprendizaje, hacen que vivamos en un permanente cambio; hasta el punto que es posible que ya nos parezcamos muy poco a la persona que fuimos hace unos años. Es muy posible que hayamos cambiado nuestra forma de ver las cosas, es posible que haya cambiado nuestra forma de enfrentarnos a los problemas, por tanto, el reto de autoconocerse es inagotable ya que cada vez que generamos un nuevo aprendizaje, nuestros circuitos neuronales generan nuevas conexiones y, por tanto, podemos tener nuevas respuestas a las mismas situaciones. Dentro de la serie de libros QUIERO encontrarás explicaciones que la Neurociencia aporta para comprender estos procesos. El cerebro está entrenado para que las personas sean conscientes de sí mismas y de su existencia en el mundo.
Autoconocerse es buscar la libertad, la de ser nosotros mismos, la de expresarnos tal como somos y de esta forma poder encajar como pieza en el puzzle universal. Saber quiénes somos y qué es lo que somos capaces de hacer, desde nuestra mejor versión, nos aporta seguridad, libertad y contribución. Merece la pena despertar nuestra conciencia y entrenar nuestro autoconocimiento. En el libro de Los cuatro acuerdos1, el Dr. Miguel Ángel Ruiz Macías2 hace mención a tres maestrías: la primera de ellas es la maestría de la conciencia: ser conscientes de quiénes somos realmente, con todas nuestras posibilidades.
Hay muchos ángulos, muchas perspectivas desde las que podemos conocernos más. Para todas ellas necesitamos una clave fundamental, útil en todas nuestras dimensiones: la observación. Observar lo que pensamos, lo que sentimos, lo que hacemos, los valores que nos mueven, nos permite elegir, en cada momento, cómo queremos afrontar lo siguiente que llega. Este es el primer paso.
Te propongo un ejercicio de entrenamiento para que desarrolles tu capacidad de observación. Imagina que estás en el patio de butacas de un cine, tú solo, con un mando en la mano que te da la posibilidad de cambiar escenas de la película que estás viendo. Lo interesante es que el protagonista de esa película eres tú. Ahora observa la escena que está sucediendo, tú, leyendo este libro, pensando y reflexionando sobre él. Observa dónde estás, cómo te sientes, qué se oye. Desde el patio de butacas puedes parar la escena y elegir qué es lo siguiente que quieres hacer ¿quizás cerrar el libro? ¿Quizás elegir un nuevo pensamiento? Sentarnos en ese patio de butacas imaginario, nos coloca en la posición de observador. Desde esa posición y con el mando en nuestras manos, nos convertimos en los directores de nuestra película, de nuestra vida y, con un poco de entrenamiento, podremos, incluso, redactar el guión.
Otra óptica importante para conocernos, es la opinión que los demás nos brindan, sobre el eco que dejan nuestras conductas. El entorno tiene mucha información sobre quiénes somos y cómo les afecta nuestra forma de relacionarnos. Si bien esta información debe ser solo complementaria a nuestros propios descubrimientos. Se trata de que sea algo añadido, no una condición que nos limite.
En este libro hemos querido ofrecerte un cuadrante de información dividido en cuatro áreas a las que llamamos dimensiones de la persona:
Entendemos por dimensión el conjunto de actitudes y competencias con las cuales se estructura nuestro desarrollo integral.
La exploración en cada una de ellas nos ofrece información valiosa sobre cómo utilizar todo nuestro potencial en la consecución de nuestros objetivos y nos abre caminos de búsqueda para reencontrarnos con nosotros en diferentes momentos de nuestra vida.

Figura 1. 4 Dimensiones de la persona – Olga Cañizares
Sin embargo, no pretendemos producir una fragmentación de cada una de las dimensiones. Nuestra mirada pretende ser holística, entendiendo por holística global, es decir, sin disociación. Queremos sostener la importancia de conocernos como un todo, comprendiendo que cada dimensión está interconectada con las otras, íntimamente relacionada y así romper la tradición cultural de tratar a la persona de una manera parcial, particular y aislada. Podemos desarmar un reloj para conocer cada una de sus partes, pero solo cuando todas están conectadas, el reloj es capaz de funcionar y dar la hora. Así nos pasa a nosotros. Desmontaremos nuestras dimensiones para conocer su contribución en nuestros mecanismos como seres humanos, pero solo cuando las pongamos a trabajar al unísono seremos capaces de funcionar como un reloj.
Cuando nos referimos a nuestra dimensión mental nos referimos a la capacidad de aprender, de procesar información y actuar en base a ella, de clarificar valores y creencias, de interpretar el mundo que nos rodea y de ejecutar la toma de decisiones.
Steven Covey3 nos dice en su libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva que nuestro desarrollo mental y nuestra disciplina para el estudio provienen de la educación formal. Pero en cuanto nos libramos de la disciplina exterior de la escuela, muchos dejamos que nuestras mentes se atrofien. Abandonamos la lectura seria, no exploramos con profundidad temas nuevos que no se refieren a nuestro campo de acción, dejamos de pensar analíticamente y de escribir (por lo menos, ya no escribimos con sentido crítico o de un modo que ponga a prueba nuestra capacidad para expresarnos con un lenguaje depurado, claro y conciso).
Desarrollar y observar nuestra dimensión mental significa adiestrar a la mente en tomar distancia de su propia programación, en que analice sus respuestas automáticas. En esta observación y análisis podremos distinguir dónde reside nuestra riqueza intelectual y cómo es la calidad de nuestros pensamientos. Nuestro conocimiento sobre esta dimensión mental, nos permitirá orientar nuestra capacidad intelectual hacia la excelencia, ejercitando y adiestrando nuestros procesos mentales para conseguir afrontar los retos que nos propongamos.
A medida que vamos autoconociéndonos en nuestra dimensión mental, nos damos cuenta de que nuestro desarrollo cognitivo-mental es discontinuo y complejo. Implica desvíos, alguna que otra crisis que modifica su tendencia de desarrollo y en ocasiones está sujeto a múltiples determinaciones.
Sin embargo, si observamos esta discontinuidad con la actitud del aprendizaje, somos capaces de incorporarnos a la cultura, la tecnología, la innovación, y a una, cada vez más productiva, toma de decisiones orientada al equilibrio personal y social.
Nuestra dimensión mental no solo es la encargada de procesar la información sino también de ofrecernos una interpretación constante de la relación que establecemos con el entorno, involucrando procesos y estructuras mentales que nos ayuden a seleccionar información, respuestas y comportamientos.
Nuestra dimensión emocional abarca competencias intra e interpersonales o aquellas que nos permiten relacionarnos con nosotros mismos y con los demás. La dimensión emocional incluye la identificación, la aceptación, la comprensión y el manejo de nuestras emociones; la capacidad de construir sentimientos ad hoc a nuestras necesidades, de generar automotivación, de construirnos como seres sociales y de participar activamente en el entorno en el que vivimos.
Daniel Goleman4 nos ayudó, con su libro Inteligencia emocional, a comprender fuera del entorno científico, la arquitectura emocional de nuestro cerebro. A entender por qué nuestra razón se ve desbordada por nuestros sentimientos. Llegar a comprender la interacción de las diferentes estructuras cerebrales que gobiernan nuestras iras y nuestros temores –o nuestras pasiones y nuestras alegrías– puede enseñarnos mucho sobre la forma en la que aprendemos los hábitos emocionales.
Conocer nuestro mundo emocional nos permite aprovechar completamente la energía y la información que cada emoción nos trae y nos ayuda a andar el camino para resolver o simplemente afrontar la situación que las ha aflorado. Nuestras emociones dejan entonces de ser el problema para convertirse en fuentes de información sobre nosotros.
Uno de los grandes pasos en el autoconocimiento emocional es volvernos conscientes de nuestras creencias, las que nos limitan y las que nos potencian. Por el mero hecho de darnos cuenta, tendremos la posibilidad de transformarnos, de construirnos de nuevo apoyándonos en aquello que nos permite conseguir metas, o simplemente, vivir libres de condicionamientos.
Nuestra dimensión emocional tiene funciones importantes en la adaptación social y el ajuste personal y, por tanto, adquiere una importancia extraordinaria ya que puede inhibir, distorsionar, excitar o regular nuestros procesos cognitivos.
Lo emocional se convierte entonces en un valor social y en una palanca para el equilibrio personal. Necesitamos saber de nuestros impulsos y nuestras respuestas básicas en nuestra cotidianeidad: relaciones con los demás, decisiones en nuestro trabajo, afectividad en la familia y con los amigos, procesos de aprendizaje y creatividad. Es importante saber cómo la información se transforma en formación, cómo la sensación se transforma en ideas, los estímulos en emociones. Gracias a la decisión de autoconocernos podemos intervenir en nuestra forma de pensar, percibir, sentir, actuar, interactuar y, de esta forma, podemos construirnos como la persona que queremos ser y generar el estilo de vida que queremos tener.
Al mismo tiempo, el cuerpo actúa como vehículo que canaliza y expresa lo que somos y además proyecta una imagen externa que impacta en nuestro estilo de vida y en los demás. Observando desde dentro quiénes somos y comprobando en la apariencia nuestro grado de coherencia personal, daremos con las claves de la distancia entre lo que somos y lo que parecemos.
La forma de expresión individual, el estilo, afecta a nuestros modelos de éxito, a cómo queremos ser reconocidos y es el reflejo de cómo estamos construidos por dentro, de nuestras fortalezas y limitaciones y de la capacidad para auto rrealizarnos. En esa búsqueda de la identidad personal, su efecto en el entorno y su trascendencia, te ofrecemos un recorrido a medida para que saques el mejor provecho de todas estas facetas que conforman un todo.
La dimensión espiritual hace referencia a transcender nuestra “naturaleza menor” y hacer crecer nuestro pleno potencial como seres humanos. Esto nos conduce a dotar de sentido y propósito a nuestras acciones y a nuestra existencia. El conjunto de actitudes y competencias comprendidas en nuestra dimensión espiritual configuran lo que se ha conceptualizado como inteligencia espiritual. Desarrollar y entrenar esta dimensión nos ayuda a ser más plenamente lo que somos, continuar creciendo y desarrollándonos; viviendo con más conciencia, adquiriendo sabiduría, comprensión y dirección.
—¿Qué papel juegan las religiones en esta dimensión espiritual?
En el libro “The twenty-one skills of Spiritual Intelligence”, Cindy Wigglesworth5 hace una distinción entre ambas:
Espiritualidad es la necesidad humana innata para ser conectado a algo más grande que nosotros mismos, algo que consideramos divino, de una naturaleza excepcional.
La religión es un conjunto específico de creencias y prácticas, por lo general basadas en un texto sagrado y representadas por una comunidad de personas. La religión puede ayudar a las personas en su crecimiento espiritual.
—¿Por qué es necesario conocer la dimensión espiritual de la persona?
Nuestra propuesta se basa en que, teniendo en cuenta el mundo en el que estamos y las condiciones de vida a las que nos enfrentamos necesitamos desarrollarnos como líderes inteligentes y compasivos, capaces de generar nuevas formas de pensar, capaces de superar barreras y transformarlas, de trascender el mundo físico y cotidiano, en definitiva, capaces de utilizar todo el potencial y el talento inherente al ser humano para crear sociedades y entornos en equilibrio. Es por eso que estamos asistiendo a una nueva forma de comprender al ser humano, una nueva forma que nos capacitará para vivir experiencias cumbre como la vivencia religiosa, estética y ética y que además nos ayudará a manejarnos en los problemas cotidianos, afectivos y laborales.
1 . Ruiz Macías, Miguel Ángel, Los cuatro acuerdos: Un libro de sabiduría Tolteca, Urano 1998.
2. Miguel Ángel Ruiz Macías (1952) Escritor y orador motivacional mexicano.
3. Steven R. Covey (1932-2012) escritor, conferenciante, profesor. Conocido mundialmente por su libro Los 7 hábitos de las personas altamente efectivas, Planeta 1997.
4. Daniel Goleman, 1946. Psicólogo y periodista estadounidense. Profesor de Psicología en la Universidad de Harvard.
5. Cindy Wigglesworth, MA, fundadora y presidenta de Deep Change, Inc. Está reconocida como una de las mayores expertas en inteligencia espiritual.