Los autores y sus escritos


Thomas Leighton:
Diario de la expedición militar al territorio indio. 1822.


Fragmento reproducido por John Miers en Travels in Chile and la Plata. Including accounts respecting the Geography, Geology, Statistics; Government, Finances, Agriculture, Manners and Customs and the Minning Operation in Chile... 2 vols. Londres, 1826.


Leighton era un cirujano inglés que servía a las fuerzas patriotas en Valdivia el año 1822. Al remitir su relato a Miers, le manifestó: “es un resumen de mi diario, que he llevado muy regularmente desde mi llegada; verá que está escrito con prisa y descuidadamente. En la situación en que me encontraba no podía ser de otra manera; sin embargo, como siempre anoté las circunstancias lo más pronto después que ocurrían, puedo confiar en su veracidad y el detalle perdería probablemente algo de interés si ahora intentara cortarlo o alargarlo”.

Miers era amigo de Leighton y por deferencia no alteró en lo más mínimo el relato, según su propia afirmación.

Por nuestra parte, debemos señalar que la redacción descuidada del diario ha impedido, en muchos pasajes, hacer una buena traducción al castellano. Hemos sacrificado el estilo y la forma a la fidelidad del texto original.

La actuación de Leighton se enmarca en las últimas campañas sostenidas por los patriotas en la Araucanía. En el documento transcrito, el médico inglés recuerda la incursión, iniciada desde Valdivia por el destacamento dirigido por el coronel Jorge Beauchef, contra la montonera que actuaba junto con los indígenas de Pitrufquén y Boroa. Quien la dirigía era un sargento de apellido Palacio, tan insignificante que nadie consignó su nombre de pila. Era hijo de un barbero o cirujano, cosas no muy distintas, que había intentado traicionar a la guarnición de Valdivia entregándola a indígenas y montoneros, delito que le valió ser fusilado. Su hijo corrió igual suerte después de la exitosa campaña de Beauchef.

Mayores informaciones sobre la campaña ofrecen las Memorias militares para servir a la historia de la Independencia de Chile del coronel Jorge Beauchef, publicadas por Guillermo Feliú Cruz en la Editorial Andrés Bello, año 1964.

En dicha obra, el coronel francés se hizo cargo de las imputaciones de crueldad formuladas por Leighton. “El cirujano inglés Tomas Leighton –escribe Beauchef– que acompañó mi división en esta corta campaña, escribió detalladamente un largo diario, relación que hizo imprimir.

“No recuerdo el título de la obra en que la he leído [la de Miers].

“Me contentaré con decir que el cirujano Leighton cuando escribió su carta, no tenía la menor experiencia acerca de estas guerras. Pudo en aquel entonces, haber sido lastimada su filantropía; pero hoy día, que como profesional, se ha establecido en el país y que ha adquirido la experiencia necesaria para emitir un juicio madurado largos años, y seguramente no escribiría de la misma manera en que lo hizo porque ha tenido ocasión de ver que la filantropía con estos salvajes es una candidez, por no decir una necedad. A pesar de todo, estaré con las posturas filantrópicas cuando no dañen la reputación ajena”. Memorias, pág. 218.

Concordantes con las opiniones anteriores fueron las de Guillermo de Vic Tupper, joven oficial integrado en el destacamento de Beauchef, que en carta a su hermano Ferdinand Brock Tupper, se refirió a esa campaña y los conceptos de Leighton, sin agregar nada importante. Ferdinand B. Tupper, Memorias del coronel Tupper (1800-1830), Editorial Francisco de Aguirre, Buenos Aires - Santiago, 1972.

El relato de Leighton corresponde a uno de los momentos más terribles de la lucha contra los montoneros realistas y sus seguidores indígenas, cuando todo se había relajado en la vida fronteriza. Nadie pedía ni daba cuartel y se llegaba a las mayores atrocidades por los dos lados. Queda en claro, por otra parte, que los crímenes y desmanes de los auxiliares indígenas contra sus propios hermanos de sangre sobrepasaban la violencia de la fuerza militar. Eran más crueles que esta.

Cabe pensar que la dureza inicial de la lucha, con la sucesión de acciones y reacciones aumenta su ferocidad en un fenómeno irrefrenable. Cada represalia, respondida con otra represalia peor, produce un espiral confuso en que desaparece por completo la racionalidad.

No es una sola de las partes la que incrementa la atrocidad de la lucha.


José María de la Cruz,
Memoria sobre las operaciones en la Araucanía en 1849.


José María de la Cruz, miembro de una destacada familia de Concepción, se inició en las armas tempranamente por efecto de las guerras de la Independencia. Su padre fue el coronel don Luis de la Cruz, célebre por su viaje desde Antuco a Buenos Aires, realizado en 1806 pasando a través del país de los pehuenches y en compañía de una partida de ellos. Fue director supremo interino por un corto período y le correspondió el honor de hacer jurar en Santiago la independencia en 1818.

Don José María aun no salía de la pubertad cuando ingresó al ejército patriota, años de la Patria Vieja, actuando junto a O’Higgins en calidad de ayudante. Fue jefe del Estado Mayor del Ejército Restaurador que al mando del general Manuel Bulnes derrotó a la Confederación Perú-boliviana, habiendo desempeñado un gran papel en la batalla de Yungay. Se encontraba en el cargo de intendente de Concepción cuando ocurrió el naufragio de El joven Daniel en las costas al norte de Valdivia el 31 de julio de 1849. Comenzó a circular entonces la leyenda dramática, impulsada por el romanticismo de la época, de la matanza de los náufragos por los indígenas y la prisión de Elisa Bravo que, escarnecida, se encontraría en poder de un cacique.

Nada de eso era verdad, pero con el fin de esclarecerlo se dieron instrucciones a De la Cruz para que averiguase la realidad de los hechos y tomase medidas urgentes de ser necesario. El informe del jefe militar no dejó dudas: no había el menor indicio de las fechorías atribuidas a los nativos.

El informe es valioso, además, porque retrata la situación de las fuerzas defensivas, las invitaciones y las posiciones divergentes de los principales caciques. Llama la atención la minucia de De la Cruz para referirse al manejo de la situación y evitar una conflagración mediante un despliegue disuasivo. En su opinión, a la larga solo el contacto pacífico ya avanzado, produciría la integración del territorio araucano.

No estará demás recordar que don José María de la Cruz fue un excelente jefe militar, espíritu moderado, apacible y de carácter conservador; pero que, sin embargo, en 1851, mediante los enredos y la sugestión de los opositores de don Manuel Montt, aceptó ponerse al frente del levantamiento militar que ensangrentó aquel año, para concluir con su derrota en Loncomilla.

La memoria fue publicada por vez primera por Benjamín Vicuña Mackenna en 1863 en el tomo V, pág. 219 de la Historia de los diez años de la administración de don Manuel Montt.


Bernabé Chacón, 
Campaña de Arauco por la Baja Frontera en 1859. Costumbres y reducción de los indígenas.


Son muy escasas las noticias referentes al capitán Chacón. Habría nacido en 1827 y se habría retirado con el grado mencionado después de la campaña de 1859, aunque no sabemos si inmediatamente. Se habría reincorporado al Ejército durante la Guerra del Pacífico y en 1888 estaba vivo, todo esto según el Diccionario biográfico general de Chile de Pedro Pablo Figueroa, segunda edición de 1888.

Dotado de un espíritu inquieto, Chacón sobrepasó la rigidez de las filas. Practicó la homeopatía con singular éxito y fue un estudioso de las letras. Junto a su hermano Jacinto, destacado abogado e intelectual, dio vida hacia 1860, en Valparaíso, a la Sociedad de Amigos de la Ilustración. Participó en la edición de la Revista del Pacífico y luego formó parte de la comisión editora de la Revista de Sud-América. En esas actividades tuvo contacto con el grupo literario de Rosario Orrego de Uribe y trabó amistad con Ricardo Palma, que vivió exiliado en Chile.

Chacón publicó en la Revista de Sud-América algunas poesías de corte romántico, en versos bien cuidados, que muestran una sensibilidad no común.

La obra de Chacón, que aquí publicamos, no es un informe oficial, sino un conjunto de trece artículos incluidos en la Revista de Sud-América (Valparaíso) entre los años 1861 y 1863, relativos al levantamiento de 1859 que, como es bien sabido, fue inducido por políticos opositores del gobierno de Manuel Montt, más los infaltables aventureros.

Chacón participó en la campaña efectuada en el litoral de Arauco por la pequeña división del coronel Mauricio Barbosa, que restableció la presencia chilena después de varios encuentros menores. El relato de los hechos permite ver las condiciones en que se desarrolló la lucha, no pocas veces con pormenores muy ilustrativos que prueban la astucia y el valor de los bandos. Hacia el final se marca más el afán literario del autor, tomando a veces un carácter novelesco que incluye el diálogo y un sentido de suspenso. Ello es evidente en la incursión en el sector del lago Lanalhue.

El último artículo deja el tema incompleto y aunque hubo todavía otro número de la revista, Chacón no prosiguió con su tarea. Sud-América hizo su última entrega en abril de 1863, para desaparecer por falta de financiamiento.


Anónimo. 
Diario militar de la última campaña y repoblación de Angol, en la Araucanía, por el ejército de Operación de ultra Bío-Bío bajo la dirección del teniente coronel y comandante en jefe, intendente de la provincia de Arauco D. Cornelio Saavedra


Es casi seguro que el anónimo autor fue uno de los oficiales que integró las fuerzas destinadas a la repoblación de Angol en 1862. La forma de expresarse y su íntima compenetración con las operaciones militares sugieren que era un hombre del oficio. Es probable que perteneciese al 7º de Línea, pues sigue de cerca sus movimientos. Nos informa de la salida de Nacimiento de las lanchas, remontando el río Vergara con los pertrechos del regimiento. El viento norte, bastante fresco, ayudaba a la navegación y aunque el día estaba cubierto de espesas nubes, el calor era muy fuerte. Dos días más tarde cayó un aguacero, que mojó a los embarcados y “nuestros equipajes que no llevaban más cubiertos que el cielo”. En todo caso, el autor se desplazaba con el grueso del Ejército y podía observar las actuaciones de Saavedra.

Un día naufragó una lancha en una correntada, sin que valiesen las palancas ni la vela. Cayeron al agua unos cinco soldados y cuatro mujeres, que al fin fueron salvados. Pero hubo que lamentar pérdidas en el equipo y “particularmente los libros, que se inutilizaron y la falta que causaron desde que eran con el objeto de ocupar los ratos de descanso”.

Los expedicionarios llegaron al lugar de la primera fundación de Angol y el alto mando hubo de decidir si se refundaría allí mismo o algo más al sur. Gran parte del relato da cuenta de las observaciones que se plantearon y hasta la decisión de erigir el fuerte y el poblado junto a la confluencia del Rehue y el Picoiquén, en un pequeño llano que tiene de respaldo las primeras estribaciones orientales de la cordillera de Nahuelbuta.

Muy interesante es el relato de las conversaciones entre Saavedra y los caciques para acordar una colonización pacífica, en que se ven claramente las buenas intenciones del jefe militar y la reticencia de los caciques, que terminaban cediendo porque ya había una situación de hecho y no había más que hacer.

El diario es un buen testimonio de los trabajos de la colonización y de la vida íntima, que explican el fenómeno mayor del último avance en la Araucanía, ya preparado por siglos de contacto.

El cronista se entusiasma mientras se erigen el fuerte y la ciudad, vislumbra el porvenir y cree que no habrá necesidad de luchar “puesto que de momento en momento crece la actividad del comercio, y esto prueba evidentemente la quietud que reina entre los indígenas. Vense diariamente entrar carretas de facturas en número considerable. No puede negarse que Angol, con el incremento que va tomando, podrá esperarse que será uno de los pueblos del sur de mayor industria y comercio”.

Sin embargo, el avance no sería tan pacífico.

El diario que nos ocupa fue encontrado por Arturo Leiva, que lo reeditó en su libro El primer avance de la Araucanía. Angol. 1862. Ediciones de la Universidad de la Frontera. Temuco, 1954.

La publicación que ahora efectuamos está tomada de la primera versión, dada a luz en El Mercurio de Valparaíso de 15 de julio de 1863.


Ambrosio Letelier,
Informe sobre la Araucanía.


En junio de 1877, Letelier recibió una nueva comisión, esta vez más formal y metódica: informar de la situación de la Araucanía y proponer un plan para su incorporación total.

Letelier dispuso de pocos meses para efectuar su tarea; pero la realizó a conciencia, inspeccionando con cuidado los puestos militares, observando el territorio y la naturaleza, para plantear la futura estrategia de la ocupación.

Una primera conclusión que puede extraerse del informe, es que la línea fronteriza no se encontraba en estado deplorable ni en un relajamiento, sino que, por el contrario, cumplía adecuadamente con sus fines.

Los cuerpos del Ejército desplegados en la Araucanía eran el Buin, el 2º, el 3º de Línea, el de Granaderos a Caballo y los Zapadores, todos los cuales merecen los elogios de Letelier por su presencia aguerrida y por los trabajos públicos en que participaban, siempre con entusiasmo y dedicación, según ya hemos referido.

La Guardia Nacional en sus diferentes cuerpos de infantería y caballería presentaba un cuadro más irregular. En Angol, tierra de esforzados y valientes, el batallón de infantería mantenía en buen estado sus rifles y vestuario, el entrenamiento era suficiente y se desempeñaba bien en los ejercicios tácticos. Hasta la banda de músicos actuaba dignamente. Las cuentas estaban bien arregladas, igual que en todos los cuerpos.

Otros grupos adolecían de defectos y su adiestramiento ofrecía problemas por su dispersión y no contar con armamento respetable y en buen estado.

En opinión de Letelier, dadas las características de la ocupación, los pobladores chilenos deberían prestar un servicio activo en la Guardia Nacional durante muchos años. Aquellos cuerpos cívicos debían ser mantenidos en un régimen adecuado de organización y entrenamiento, especialmente los de caballería.

Según Letelier, los campesinos de la Frontera tenían un verdadero entusiasmo por la guerra y debían ser contenidos antes que excitados.

La artillería de campaña y de montaña se encontraba en buen estado, aunque en algunos fuertes estaba desmontada. A juicio del informante, no era de mucha utilidad para combatir a los indios y era mejor enviarla al centro del país. Contaba con cañones rayados y ametralladoras Gatling, en la época consideradas como piezas de artillería, elementos, ambos, que luego serían trasladados para su uso en la Guerra del Pacífico.

Los almacenes y depósitos de armas estaban en buen orden y contenían bastantes elementos.

Letelier hace mucho hincapié en la eficiencia y entusiasmo de los zapadores en su trabajo, que desde el año siguiente prestarían grandes servicios en las campañas contra el Perú y Bolivia.

Se deduce, del informe, que la Guerra de Arauco fue un buen lugar de experiencia para la Guerra del Pacífico y no una forma bruta de lucha.

Letelier se refiere con cierta extensión, finalmente, a los planes para la integración de la Araucanía. Elogia entusiastamente la acción de Cornelio Saavedra que permitió avanzar hasta la línea del Malleco, y Queule en la costa. No se muestra partidario de ocupar la línea del río Cautín, que demandaría mucho esfuerzo y gasto y se inclina más bien por el plan del comandante Gregorio Urrutia; a saber, fortificar una línea de norte a sur en el sentido del río Cholchol, que separaría a los indios abajinos del oeste, propensos al contacto con los chilenos de los arribanos del este, cuya resistencia había demostrado ser muy tenaz. En esa forma, se dominaría el centro de la Araucanía.

El avance debería efectuarse junto con la colonización, aprovechando a los soldados y oficiales que se retirasen de las filas.

La referencia bibliográfica de la obra de Letelier es la siguiente: Informe sobre la Araucanía que pasa al señor ministro de Guerra el comisionado especial, sarjento mayor de artillería don Ambrosio Letelier. Santiago, Imprenta Nacional, Bandera, Núm. 29. 1878. 58 págs.


Ambrosio Letelier,
Apuntes de un viaje a la Araucanía 1877


Esforzado y meritorio en sus tareas militares, Letelier fue designado edecán del ministro de la Guerra, don Belisario Prats, para acompañarle en una visita a la Frontera. A la sazón, la línea fronteriza había avanzado hasta la línea del Malleco y en el sector litoral desde el golfo de Arauco hasta Queule, al norte de Valdivia. Nacido en Curepto en 1837, se había formado en la Escuela Militar y luego había hecho armas en el periodismo, redactando La Esperanza, en Talca, en 1860, El Nacional, en Vallenar, en 1864 y La Opinión, nuevamente en Talca, el año 1870. Ejercitado en el uso de la pluma, adquirió desenvoltura en el estilo y llegó a ser un escritor atractivo, como se prueba en el primer escrito suyo que aquí publicamos.

También tuvo experiencia en las luchas de la Araucanía y fue ese hecho, junto a su espíritu refinado y despierto, que le valió ser acompañante del ministro.

Durante la Guerra del Pacífico, con el grado de coronel, Letelier comandó en el Perú la primera expedición a la Sierra, con un resultado poco halagüeño y que se vio ensombrecida por actuaciones deshonestas. Por esa causa fue relevado del mando y enviado a Chile, sin que recayese una sentencia judicial en su contra debido a dudas en el plano de la jurisdicción y competencia.

Los Apuntes distan mucho de ser un relato escueto y formal. En ellos campean airosas las buenas letras, salpicadas de observaciones agudas en los aspectos grandes y en los pequeños, que dan una idea de la existencia fronteriza más allá del choque armado. El viaje de Prats era de carácter inspectivo y de conocimiento para establecer la continuación de la política y la estrategia de la ocupación. Por esa razón, en medio de las fatigas surgen episodios livianos, mezclando con sentido muy real lo trascendente con lo trivial. Por momentos se cree estar leyendo una novela.

Sospechamos que esos matices van a disgustar a los tremendistas.

El escrito de Letelier fue publicado en partes en La República en 1877 y el mismo año en un folleto de 82 páginas. Su referencia bibliográfica es Apuntes de un viaje a la Araucanía por... sargento mayor graduado del Ejército. Santiago, Imprenta de la República de Jacinto Nuñez. Chirimoyo 30. 1877. El pie de imprenta señala equívocamente 1871.


Francisco A. Subercaseaux,
Memorias de la campaña a Villarrica. 1882-1883


Francisco A. Subercaseaux y Latorre, nacido en Coquimbo el 27 de noviembre de 1847, era miembro de la familia que a fines de la época colonial formó el homónimo francés, su abuelo, llegado furtivamente. Sus padres fueron Vicente Subercaseaux y Mercado y Loreto Latorre. Nació cuando la familia avanzaba en la escala social hacia un rango de primer orden.

En 1864 ingresó a la Escuela Militar, estuvo en las filas del Ejército durante la Guerra con España y luego se retiró, dando paso a su vocación literaria, expresada en diarios y revistas a través de artículos y poesías. Recibieron su colaboración La Patria y El Mercurio, ambos de Valparaíso, y más tarde La Lectura de Santiago.

El año 1879 regresó a las filas del Ejército con motivo de la Guerra del Pacífico, participando en diversos encuentros como oficial de los Cazadores del Desierto. Ascendió hasta el grado de sargento mayor y habiendo vuelto a Chile en 1883, se incorporó a la campaña de Villarrica en la categoría de ayudante de campo del coronel Gregorio Urrutia. Estuvo de esa manera en un puesto privilegiado para observar los acontecimientos generales; sin embargo, es en el detalle donde se encuentra el valor de su relato.

Desde el punto de vista militar, el desarrollo de la campaña no pudo ser más pacífico. Se limitó a una exploración, avance y asentamiento en la que había sido “ciudad rica”. El trato con los caciques, entre ellos el taimado Epulef, que se había mostrado reticente a entregar las ruinas de la ciudad, fue prudente y amistoso. Los indígenas estaban anímica y moralmente derrotados desde hacía muchos años.

Espíritu fino e inquisitivo, a falta de acciones bélicas, Subercaseaux se extendió en describir la exploración y las costumbres de los nativos, a veces confirmando aspectos conocidos y otras añadiendo informaciones nuevas.

En todo momento se percibe el interés y el aprecio hacia la etnia y la cultura autóctonos, llegando a una actitud de cariño, y de esperanza en su incorporación.

La inclinación del ayudante de campo por las letras se nota en el análisis gramatical y lexicográfico de la lengua araucana. Pero forzoso es reconocer que su escrito se ve profundamente perjudicado por una puntuación deficiente, que dificulta la comprensión y la fluidez de la lectura.

Finalizada la incursión a Villarrica, Subercaseaux publicó su relato e inició de inmediato otras labores literarias. Dio a luz tradiciones y leyendas en La Lectura y el año 1885 un conjunto de poesías líricas en el libro Mariposas. El año siguiente publicó Romances, que contiene obras teatrales, romances y leyendas.

A partir de 1885 se desempeño como gobernador de Limache y tres años más tarde ascendió al grado de coronel.

La descripción de la obra que incluimos en este volumen es la siguiente:

Memorias de la campaña de Villa-Rica. 1882-1883. Santiago. Imprenta de la Librería Americana de Carlos. Lathrop. Ahumada 37 A. 1888, 184 págs.

En la transcripción hemos conservado los nombres indígenas tal como los escribe el autor, aun cuando resulta evidente que muchos de ellos suelen tener una ortografía o un sentido fonético diferente de acuerdo con el uso consagrado. Hemos respetado también la construcción gramatical y la puntuación caprichosa, pese a que dificultan la comprensión y perturban la lectura. No sabemos si esos defectos se deban a descuido del autor o a defectos de la imprenta.

La obra fue dedicada al presidente Balmaceda.