CAPÍTULO I
ATAPUERCA Y LA HOMINIZACIÓN

Bisonte dibujado en la cueva de Altamira. Santillana del Mar, Cantabria.
Si el cielo de Castilla es alto es porque lo han levantado los campesinos de tanto mirarlo.
Miguel Delibes
INICIAMOS ESTA ANDADURA. Que el lector tome consigo todo aquello que pueda necesitar en el periplo: gafas de sol, pañuelo, sombrero y crema hidratante. Habrá de adentrarse en los complejos arqueológicos en los que la labor está marcada por la cuadrícula, el diario de notas, la pala y el pico. Que deje parado el reloj porque nos toca introducirnos en la fase previa a la Historia, y que hinche su espíritu de ilusión, pues la Historia se escribe, y por tanto también se lee, desde el optimismo.
Siempre resulta incierto ahondar en cronologías profundas. ¿Hubo explosión cósmica como asegura la teoría del Big Bang? Si fue así, esa descarga de energía debió de acontecer hace 15 000 crones o millones de años. Aún no existía la Tierra, cuya antigüedad asciende a 4500.
La biología, la geología y la antropología, entre otras disciplinas, cooperan a fin de proporcionar una aproximación al origen del hombre. Si tenemos en cuenta que la parte correspondiente a la Historia en el pasado de la humanidad supone un reciente ayer, percibimos la relevancia del estudio del nacimiento de la especie humana.
Máxime cuando en nuestros lares encontramos al Antecessor, un ser anónimo que, desde las feraces tierras de Burgos, hoy nos da la pista de una evolución en cadena con cada vez menos eslabones perdidos.
1. Creacionismo versus evolucionismo
Casi desde que la nada fue desbancada por el universo, el acercamiento al origen del hombre ha estado marcado por un planteamiento creacionista. Partiendo de un tronco común —la estirpe de Abraham—, las tres religiones del Libro así lo muestran. El mito de Adán y Eva da origen en Próximo Oriente a la gran familia humana. Hubo que decir adiós al Paraíso y la población quedó disgregada a causa del pecado original.
Basándose en el Antiguo Testamento, los creacionistas plantean que, con anterioridad al diluvio universal, todos los seres humanos hablaban la misma lengua. Después de este acontecimiento, cada grupo comenzó a parlar idiomas específicos e incomprensibles para el resto de grupos. Esta falta de entendimiento condujo al desplazamiento y toma de posesión de diferentes partes del planeta.
Pasado el tiempo, desde el Renacimiento, cuando la Antigüedad era examinada como dechado de virtudes, los estudiosos contribuyeron a afianzar desde un punto de vista laico la tesis difusionista. El sol nacía por Levante y, por ende, la vida. En el siglo XVIII, para buena parte de los ilustrados la máxima ex Oriente lux condensaba la explicación de los albores de la civilización.

La evolución del hombre. Dibujo del biólogo y naturalista alemán Ernst Haeckel publicado en 1876. Haeckel, que promovió y popularizó el trabajo de Charles Darwin en Alemania, descubrió, describió y dio nombre a miles de nuevas especies para probar la teoría de la evolución.
Actualmente, todavía sigue habiendo seguidores de este planteamiento. Las pruebas aportadas por el ADN mitocondrial apoyan la teoría del origen único, si bien es cierto que otros datos desmienten esta postura. Los creacionistas contemporáneos mantienen que la Edad de Piedra no duró los 2 millones de años, o más, que dicen los arqueólogos, sino tan solo 3000 años, desde la dispersión ocasionada por la torre de Babel hasta el surgimiento de culturas fuera de Oriente Medio. Y, ¿qué sucede con América? Resulta una evidencia que las sociedades estatales precolombinas se desenvolvieron sin entrar en contacto con el Viejo Mundo.
En el ámbito del evolucionismo, en el tránsito al XIX, Lamarck postuló una primera teoría que trataba de explicar la adaptación de las especies al medio. Es conocido el ejemplo de la jirafa, animal que a juicio del naturalista francés había visto prolongado su cuello por la necesidad biológica de estirarse hasta las copas de los árboles para alimentarse con sus hojas. Este caballero fue, además, quien acuñó el término «biología» para designar la ciencia de los seres vivos.
En 1859 la publicación de El origen de las especies del británico Charles Darwin marcaría un antes y un después en la historia. Los viajes a bordo del Beagle y sus observaciones del medio natural lo llevaron a postular la lucha por la supervivencia y la selección natural. A su juicio, todas las especies habían evolucionado a partir de un antepasado común, pero solo los individuos más fuertes eran capaces de sobrevivir y de perpetuar sus genes.
En la sociedad que empezaba a despertar al realismo desde el letargo romántico, el impacto del evolucionismo supondría un choque con la Iglesia y con los sectores conservadores, que veían a Darwin como una amenaza. Es digna de mención la anécdota protagonizada por Thomas Huxley, conocido como «el Bulldog de Darwin», y el obispo Wilberforce en 1860. En aquella ocasión el prelado atacó al biólogo preguntándole sarcásticamente: «¿Fue a través de su abuelo o de su abuela la reivindicada descendencia de un mono?».
A lo que Huxley respondió: «Preferiría tener a un miserable mono por abuelo que a un hombre altamente dotado por la naturaleza y dueño de grandes medios e influencias y que emplea esas facultades e influencias para el mero placer de introducir el ridículo en una discusión científica; ante esto, afirmo definitivamente mi preferencia por el mono».
Pero no siempre los corolarios de las ciencias experimentales han de trasvasarse a la organización de los recursos humanos. El darwinismo social tendría un nocivo impacto por la discriminación y segregación que conlleva al insistir en la carrera (étnica, nacional, de clase, etc.) por puestos jerárquicos. En general, defiende la eugenesia como argumento para aplicar métodos de «depuración» o «mejora» de la especie humana, conllevando un conjunto de reformas en el plano de lucha entre individuos, concebida esta oposición como una forma de progreso social y biológico.
Los estertores de esta polémica se prolongan hasta el presente. En 2014 se prohibió en Reino Unido que las escuelas públicas y universidades enseñaran el creacionismo; en contraste, el modelo evolucionista se imparte a los alumnos desde los 5 años. Una batalla judicial que enfrenta a Darwin con la asignatura del Diseño Inteligente en varios lugares de Estados Unidos, como Pensilvania.
Las tesis difusionistas primaron en el panorama arqueológico hasta entrado el siglo XX. África ha sido un enclave privilegiado en lo que a cronologías antiguas se refiere, basándose las explicaciones en la teoría de las migraciones del Homo erectus y del sapiens. Sería en los años 30 cuando Weidenreicht, examinando hallazgos como el hombre de Pekín, propondría abiertamente tesis poligenistas, que exponen que el origen de la vida humana no se produjo en un único enclave, sino en focos paralelos. Actualmente, ambas tendencias siguen marcando las lecciones sobre el inicio de la humanidad, aun cuando la actitud poligenista ha ganado terreno.
2. El origen de la especie humana
El ser humano pertenece al orden de los primates, al suborden de los antropoides y al género Homo. Los primates aparecieron hace 12 millones de años. De su estudio se encarga una rama de la Antropología Física denominada Primatología.
Como rasgos específicos de los primates, en comparación con otros órdenes dentro de los mamíferos, cabe señalar: extremidades especializadas, manos prensiles, reducido número de crías por parto, prolongados períodos de gestación e infancia, agudeza visual y escasa dependencia del sentido del olfato. De ellos, el ser humano heredaría el cerebro de gran tamaño y la conducta social compleja.
Los cambios climáticos acaecidos hace entre 7 y 5 millones de años propiciaron la bipedestación (para alcanzar visualmente el horizonte de la sabana) y la separación de los primeros antropoides de sus parientes, los primates. De este modo nacerían los australopithecus, cuya existencia está documentada en un amplio período comprendido entre los 4,5 y los 1,5 millones de años. África es el marco en el que se documentan estos vestigios, pudiéndose diferenciar tres clases: el Australopithecus africanus, el afarensis y el robustus.
En 1974 el paleoantropólogo estadounidense Donald Johanson encontró en Etiopía los restos de una joven australopithecus afarensis a la que los arqueólogos denominaron Lucy, en recuerdo de la canción de los Beatles Lucy in the sky with diamonds. La arqueología conoce el sabor nostálgico y es que esta música resultó ser la escuchada por los miembros del equipo la noche posterior al descubrimiento. Lucy fue una joven de unos 20 años de edad, con 1 metro de estatura y 27 kilogramos de peso. Sorprendente, pero debió de tener hijos. Se ha conservado el 40 % de su esqueleto. El afarensis vivió entre los 3,7 y 2,9 crones. Asimismo, en 1976-1977 la arqueóloga británica Mary Leakey descubrió en Tanzania las famosas huellas de Laetoli, conservadas en ceniza volcánica y pertenecientes a individuos con una estatura cercana a 1,10 o 1,40 metros.
En definitiva, los australopithecus presentaban rasgos que preconizaban a los humanos, aunque la bipedestación no era completa y la capacidad cerebral resultaba muy inferior a la actual, pues se situaba en torno a los 450 centímetros cúbicos.
El siguiente peldaño en la escalera de la especie es el del Homo habilis, que apareció hace 2,5 millones de años. En los 60, Louis y Mary Leakey hallaron los primeros restos en Tanzania. Se trataba de un individuo omnívoro, con una capacidad craneana algo superior a la de los australopithecus, entre los 650 y 800 centímetros cúbicos, y una estatura todavía pequeña, en torno a 1,40 metros. Tecnológicamente, aún estaban poco capacitados y únicamente podían trabajar cantos rodados que dan lugar a la cultura de Pebble tools, con los chopper y chopping tools (piedras talladas de forma rudimentaria por una cara o por dos, respectivamente).
El Homo erectus se encuentra documentado en África hace 1,8 millones de años. Como sus antecesores, se dedicó especialmente a la actividad cinegética, desarrollando la caza sistemática cooperativa. Los hombres de Pekín y de Java están asociados a esta categoría.
La producción lítica del erectus se corresponde con el Achelense y tuvo una prolongada vigencia. Bifaces, raederas, raspadores, puntas de flecha, etc., usados con pocos cambios durante 1,5 millones de años. Este individuo poseía una elevada estatura, de hasta 1,8 metros. Se ha repetido que fue el primer individuo capaz de realizar un uso controlado y selectivo del fuego. No obstante, esta última hipótesis ha sido desmentida en otros informes, ya que, teniendo en cuenta que la fecha más antigua a la que puede remontarse la existencia de un horno en Europa es de 0,2 crones, pudo ser el Homo sapiens arcaico el primer sujeto capaz de controlar el fuego.
El erectus tendría su prolongación en el Homo heidelbergensis y este en el Antecessor, registrado con fechas de 800 000 años en Atapuerca (Burgos). Las primeras exploraciones sistemáticas del relieve kárstico de Cueva Mayor se remontan a mediados del siglo XIX, aunque la caverna ya era conocida en el lugar desde mucho antes. A finales del siglo XIX diversas obras de excavación para construir una línea ferroviaria desde la sierra de la Demanda hasta Burgos sacarían a la luz numerosas cuevas colmatadas con sedimentos pleistocenos.
Posteriormente, en 1964, el profesor Francisco Jordá Cerdá inició las primeras campañas. También desde los años 60 trabajó en el yacimiento el grupo espeleológico Edelweiss, que descubrió la Galería del Sílex, la cual presenta restos de rituales funerarios y de pinturas de la Edad del Bronce. En 1973 el profesor Apellániz comenzó las campañas de excavaciones en el Portalón de Cueva Mayor y, en los años 80, destacarían los proyectos coordinados por el ingeniero de minas Trinidad Torres y el antropólogo Emiliano Aguirre.
Desde 1990, el equipo de Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell ha dado fama mundial al yacimiento con el hallazgo en 1997 del Antecessor, el homínido más antiguo de Europa. También se ha confirmado en Atapuerca la práctica de un canibalismo ritual; de hecho, constituye la referencia pretérita de esta práctica en el continente.
Entre las áreas que presenta el yacimiento sobresalen la Sima de los Huesos, la Gran Dolina y la Galería del Sílex. Junto a otros restos, destaca el cráneo número 5, localizado en 1992 en la Sima de los Huesos y apodado Miguelón, en recuerdo del ciclista Miguel Induráin, ganador por aquellos años de tours de Francia. En este caso, se trata del cráneo mejor conservado del registro fósil de los homínidos. Perteneció a un Homo heidelbergensis. Tenía entonces unos 35 años de edad y hoy más de 300 000 años. El 30 de noviembre de 2000 la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad los yacimientos de la sierra de Atapuerca. Estos restos corresponden, por un lado, a individuos emparentados con el Homo habilis africano y, por otro, con el Antecessor, que en definitiva era un preneanderthal.
En la Prehistoria los meses no existen, menos los días. Desde hace 230 000 años hasta 28 000 años atrás, habitó Europa y Asia occidental el neanderthal, una especie extinta del género Homo. Sus horizontes fueron el Pleistoceno Medio y Superior. Se han encontrado evidencias en Cova Negra (Játiva), Bañolas (Gerona), El Sidrón (Asturias), Gibraltar, etc.
Culturalmente se corresponde con el Paleolítico Medio. Su técnica lítica era el Musteriense, designado así a partir del conjunto de artefactos hallados en un refugio rocoso en Le Moustier, en la región del suroeste francés de la Dordoña. El Musteriense se caracteriza por hojas modificadas o «retocadas» al ser golpeadas las pequeñas lascas en sus bordes.
A partir de los huesos descubiertos, las características definitorias son: esqueleto robusto, pelvis ancha, extremidades cortas, arcos supraorbitarios resaltados, frente baja e inclinada, mandíbulas sin mentón y gran capacidad craneal, superior incluso a la del hombre moderno. Vivían en grupos organizados de alrededor de 30 miembros y, según se ha probado en diferentes yacimientos, como Moula-Guercy (Francia) o Vindija (Croacia), desarrollaban el canibalismo ritual y no antropofágico, ya que retiraban la carne de los huesos para enterrarla, no para ingerirla.
Entre las prácticas del neanderthal despuntan el culto al cráneo (en memoria de los antepasados) y el culto al oso de las cavernas. Esta última teoría, popularizada por la novela de la estadounidense Jan Auel, El clan del oso cavernario (1980), se fundamenta en el hallazgo de un alto número de cuevas con útiles neanderthales y miles de huesos de oso. No han faltado las críticas a la misma, argumentando que los hombres de neanderthal no mataban a los osos para participar en un ritual, sino que únicamente visitaban las cavernas en las que hibernaban.
Recientemente se descubrió que el neanderthal pudo ser el primer joyero de la historia. Esta hipótesis desbanca la tradicional idea de que fue el sapiens quien empezó a mostrar preocupación por los adornos. En Croacia utilizó garras de águila para crear las joyas con más solera. Ocurrió hace 130 000 años.
El desdichado neanderthal moró en los territorios europeos con el sapiens, pero acabó sucumbiendo. 5000 años de convivencia desgastan… Su desaparición sigue siendo un enigma: inferioridad genética, endogamia, cambios ambientales, etc.
El Homo sapiens es el hombre actual. La cronología más antigua del mismo es la presentada por los restos hallados en África, con una cifra superior a los 100 000 años. Se ha explicado la aparición del sapiens en el resto de continentes a partir de las migraciones propiciadas por cambios atmosféricos ocurridos hace 90 000 años en África. Estas alteraciones harían llegar en esas fechas al sapiens al sur de Eurasia, a Australia y Nueva Guinea hace 70 000 años (tardaron 20 000 años en sobrepasar la línea Wallace) y a Europa y a América hace 40 000.
Igualmente, hace unos 40 000 años el sapiens recaló en la Península Ibérica, por lo que cohabitó con el neanderthal hasta que este se extinguió. Lo mismo ocurriría en los archipiélagos balear y canario.
3. El Paleolítico
El Paleolítico, o edad de la piedra tallada, es la etapa más larga y antigua del devenir de la humanidad. Se extiende desde la aparición de los homínidos hasta el IX milenio a.C. Corresponde a la época cuaternaria o glaciar, denominada así por la sucesión de cuatro períodos fríos.
Nos situamos en el Pleistoceno: los grupos humanos eran nómadas, es decir, se desplazaban de unos lugares a otros en busca de alimento. Residían en las cuevas y empleaban el fuego para preparar la comida, calentarse y ahuyentar a las fieras. El modus vivendi estaba basado en la caza y en la recolección de frutos silvestres, fabricándose los primeros utensilios de piedra.
Al ser un ciclo tan extenso, hay que subrayar diferencias y, por ello, la comunidad académica divide el Paleolítico en tres fases:
— El Paleolítico Inferior, desarrollado hasta el 120 000 a.C.
— El Paleolítico Medio o Musteriense, que finaliza hacia el año 40 000 a.C.
— El Paleolítico Superior, que se prolonga hasta el 8000 a.C.
Durante el Paleolítico Inferior se realizaban útiles tallando guijarros para darles una forma cortante, así como empezaron a elaborarse bifaces o hachas de mano (talladas por ambas caras).
En el Medio proliferaron las hachas de mano pequeñas y un elenco de útiles de menor tamaño, tales como raspadores, raederas, cuchillos, punzones, buriles, perforadores, hojas cortantes, etc., relacionados con el trabajo de la piel, la madera y el hueso.
En el Paleolítico Superior los grupos debían de haber adquirido alguna forma de organización tribal que denotaba mayor complejidad y el utillaje lítico presenta una clara evolución. Se observa una tendencia hacia la reducción del tamaño de las piezas (microlitismo) y hacia la eficacia de los filos.
Se han realizado diversas clasificaciones de los subperíodos del Paleolítico Superior, destacando las culturas Auriñaciense (con hojas muy delicadas de piedra, punzones y puntas de hueso), Solutrense (con hojas de flecha con forma de laurel) y Magdaleniense (con útiles de hueso, desde puntas y punzones, hasta bastones de mando y arpones, pasando por agujas y azagayas).
Además, por primera vez, el hombre del Paleolítico Superior da pruebas de ser artista. Se trata de un arte cuya principal finalidad no es estética, sino que parece estar relacionado con creencias y rituales para propiciar la caza. En la cornisa cantábrica, hace 25 000 años, los habitantes desarrollaron importantísimas manifestaciones artísticas. Se trata de pinturas rupestres; con máximos exponentes en El Castillo, Tito Bustillo o Altamira, denominada «capilla sixtina del arte cuaternario», donde los bisontes parecen cobrar vida. Son escenas de animales policromadas dotadas de enorme naturalismo.
El arte del Paleolítico Superior despertó el interés de estudiosos extranjeros, especialmente franceses, como los arqueólogos Breuil (1877-1961) y Leroi-Gourhan (1911-1986), que trataron de explicar estas manifestaciones como expresiones mágicas, en función de los tonos y de las escenas. Breuil estimó que la necesidad de cazar llevó al hombre paleolítico a idear rituales de atracción. Se creía que el hecho de representar pictóricamente un animal propiciaba su caza.
Tras someter varios yacimientos a un exhaustivo método de recopilación y catalogación de formas, Leroi-Gourhan llegó a la conclusión de que los animales más representados eran los bisontes y los caballos, y que ciertos signos, más o menos abstractos hallados junto a las figuras, constituían señas sexuales que los definían. Esto lo llevó a conformar parejas: el caballo, por ejemplo, era identificado con lo masculino y el bisonte, con lo femenino.
El arte mueble (piezas sueltas que se pueden transportar) también alcanzó desarrollo. Las representaciones más conocidas son una serie de figuras femeninas desnudas de formas exageradamente abultadas, conocidas con el nombre de Venus, que se han interpretado como ídolos relacionados con la fecundidad. La Venus de Willendorf posee alrededor de 30 000 años de antigüedad. En España no se ha localizado ninguna.
4. El Neolítico
Tras una transición desde el Paleolítico, conocido como Mesolítico, se inicia el período de la piedra nueva o piedra pulimentada, frente a la piedra tallada que caracterizaba el horizonte anterior.
El término Neolítico (al igual que el de Paleolítico) fue acuñado en 1865 por John Lubbock en su obra Prehistoric Times. Sin emabrgo, el autor que más ha contribuido al conocimiento de esta etapa, iniciada hace 10 000 años, fue Gordon Childe, quien empleó la denominación de «revolución neolítica», comparable a la Revolución Industrial del siglo XIX, aunque hoy se prefiere hablar de proceso de neolitización, indicando que no hubo una ruptura brusca, sino un cambio gradual en los modos de vida.
El Neolítico supuso la aparición de la agricultura y de la ganadería. Algunos autores plantean que, para considerar una cultura propiamente neolítica, ambas manifestaciones deben estar presentes, otros sostienen que la agricultura precedió a la ganadería.

Clasificación de la Prehistoria. Elaboración propia.
Como hemos indicado, el modo de vida del hombre paleolítico era nómada; se dedicaba a la recolección y a la caza. Progresivamente, el conocimiento del medio natural le permitió experimentar el cultivo de especies, así como la caza selectiva, la custodia animal y la crianza de ganado. El poblamiento pasó así a ser sedentario.
Entre los factores que explican el origen del Neolítico destacan tres: climático, demográfico y cultural. El arqueólogo Gordon Childe sostuvo que el cambio climático (fin de las glaciaciones hace unos 12 000 años y mejora de las temperaturas) propició su aparición en Próximo Oriente. Binford y Flannery indicaron que la clave fue la presión demográfica, que hizo necesaria una organización social, y Braidwood expuso que el Neolítico debe ser entendido como un cambio cultural registrado a finales del IX milenio a.C. en Oriente.
En relación con el surgimiento del Neolítico en un foco o en varios, se desarrollaron dos teorías, la difusionista y la evolucionista. La primera suponía la existencia de un núcleo del que partirían las innovaciones. El detonante del inicio del Neolítico sería el cambio climático del 10 000 a.C. Los ríos Tigris y Éufrates configuraron el ecosistema adecuado para la aclimatación de las especies vegetales y animales, difundiéndose a partir de Mesopotamia las nuevas prácticas.
La teoría evolucionista criticaba los planteamientos difusionistas por considerarlos simplistas, argumentando que un solo hecho no podía desencadenar un cambio tan relevante. Braidwood estimó que el clima no fue la única ni la más importante de las causas. Durante el Paleolítico ya se habían producido cambios interglaciares y, si este hubiera sido el detonante, la agricultura habría aparecido en el primer período interglaciar del Paleolítico. A su vez, los autores evolucionistas sostienen que Mesopotamia no fue el centro inventor del Neolítico, pues de ser así los yacimientos más antiguos de este horizonte se registrarían en dicha área, cuando en realidad se localizan más al norte, en la península de Anatolia.
Lo que resulta innegable es que la revolución agrícola implicó modificaciones fundamentales en las pautas de asentamiento, en la organización social y en los sistemas religiosos. Paralelamente, se experimentó un crecimiento demográfico notable.
Entre los fósiles directores o guía del Neolítico, que ayudan al arqueólogo a identificar los estratos de los yacimientos que pertenecen a este horizonte cultural, cabe citar: la piedra pulimentada (en contraste con la piedra tallada del Paleolítico) y la cerámica.
Respecto a esta última, hay que señalar que se trató de un invento de gran importancia, pues permitió la construcción de recipientes para líquidos y grano, facilitando así el almacenamiento. La alfarería sustituyó a las calabazas vacías, las cuales podían contener agua, pero no resistían el fuego, y a los cestos de mimbre, que no eran capaces de almacenarla.
Una vez aparecida la cerámica, el ser humano intentó decorarla. Primero de una manera sencilla, con la impresión de cuerdas, y posteriormente mediante acanaladuras, cordones y asas de diversos tipos.
En la clasificación del Neolítico, que se extendería entre el 10 000 y el 4000 a.C., podemos diferenciar un Neolítico Antiguo o Precerámico (como su propio nombre indica en esta etapa no se conocía la cerámica) y un Neolítico Pleno (con dominio de la técnica cerámica).
Las cronologías más antiguas del Neolítico se hallan documentadas en Próximo Oriente, en territorios como Mesopotamia, Anatolia, Siria, Líbano y Palestina. Hacia finales del Paleolítico se desarrolló la cultura natufiense, entre el 12 500 y el 10 300 a.C., con vestigios desde el sur de Turquía hasta el Sinaí. Su nombre deriva del wadi (cauce de agua que está seco, salvo en los períodos de lluvias) en-Natuf, situado en Israel. Fue en esta época cuando la población empezó a asentarse en aldeas.
En la Península Ibérica la población empezó a beneficiarse de la revolución neolítica hacia el 5000 a.C., apareciendo la domesticación de animales, la agricultura y la fabricación de cerámica y tejidos. De este modo fueron surgiendo la propiedad privada de los excedentes, la división del trabajo y las jefaturas políticas.
En una fase incipiente (5000-3500 a.C.), los asentamientos se realizaron en cuevas y se desarrollaron en la costa mediterránea, con vestigios en Font Major (Cataluña), L’Or y Sarsa (Comunidad Valenciana), Nerja (Andalucía) y Sima de la Serreta (Murcia). Se desarrolló la cerámica cardial, con decoración impresa mediante conchas de berberecho.
En una segunda etapa (3500-2500) fueron articulados auténticos poblados en zonas llanas, aptas para el cultivo. El Neolítico se propagó por las dos mesetas, en el valle del Ebro y en el País Vasco, registrándose la cultura de los sepulcros de fosa en Cataluña, caracterizada por las tumbas individuales con ajuar. Más al sur, en torno al 3700 a.C., aparece el megalitismo y una tendencia paulatina hacia los enterramientos colectivos, con presencia desde lo que sería hoy la zona de Almería, haciendo un semicírculo en el sentido de las agujas del reloj, hasta el norte de la Península.
El control de los medios de subsistencia y el atesoramiento de riqueza condujeron a la aparición de una sociedad de jefaturas. La asamblea de guerreros parece que ejercía un poder decisorio. En el Neolítico se difundieron los sistemas de preparación de la harina con molinos de piedra. Posteriormente, se descubrió el sistema de fermentación y su cocción empezó a realizarse en hornos cada vez más complejos, proceso que dio lugar al pan.
El único alimento dulce conocido era la miel. De los panales se obtenía también cera, usada en rituales mágicos y funerarios. De la miel se obtuvo hidromiel, solución acuosa que, tras la fermentación, adquiría un sabor parecido al del alcohol, si bien hay que tener en cuenta que los individuos del Neolítico no conocían ni el vino ni el aceite.
También la pintura levantina es característica del comienzo del Neolítico hispano. Está localizada en abrigos rocosos de las sierras interiores, normalmente al descubierto, y representa escenas de grupos, con figuras humanas estilizadas y mucho dinamismo. Se ubica en la vertiente mediterránea desde Cataluña hasta Murcia (Valltorta, en Castellón; Cogull, en Lérida; Bicorp, en Valencia…).
Posiblemente cada comunidad disponía de un hechicero, ataviado con una cabeza de toro salvaje hueca y una piel. Entre otras manifestaciones del arte levantino, destacan las existentes en Valltorta. Los animales más representados son ciervos, cabras monteses y jabalíes. Las figuras masculinas van armadas, tensan los arcos o disparan flechas. Las siluetas femeninas son menos abundantes. Recatadas vemos a las damas con largas faldas.

Mapa de la Península Ibérica con las principales zonas en las que se han encontrado yacimientos procedentes del Neolítico.
5. La Edad de los Metales
El experimento con la metalurgia tuvo lugar antes del V milenio a.C., si bien este horizonte culminó en el I milenio a.C. A raíz de la invención de la escritura se inauguraba la Historia. El tránsito, en el reloj de la humanidad, de una vida analfabeta a otra letrada a nivel global se denomina Protohistoria. Esta categoría tiene su propia datación en cada territorio, pues se corresponde con los testimonios escritos sobre la cultura en cuestión aportados por foráneos.
El primero de los metales empleados fue el cobre, a esta época se la llama Calcolítico. El objeto más antiguo conocido hasta el momento es un colgante procedente de Shanidar (Irán), datado en el 9500 a.C., aunque estas piezas no serían habituales hasta 3000 años después, como constatan los hallazgos de los Montes Zagros y de Çatal Hüyük.
Posteriormente, se descubrió que el cobre podía ser extraído de diferentes minerales, como la malaquita y la calcopirita, mediante la fusión en hornos especiales en los que se superaban los 1000 ºC. Proliferaron los crisoles y moldes, necesarios en el trabajo metalúrgico.
La técnica del cobre se difundió por Próximo Oriente, coincidiendo con el nacimiento y desarrollo de las primeras civilizaciones históricas, tales como la sumeria y la egipcia. La metalurgia en España aparecería desde el año 3000 a.C. Han aparecido puñales, agujas y puntas de flecha. Las culturas más importantes fueron la de Los Millares (Almería) y la del vaso campaniforme, caracterizado por recipientes cerámicos acampanados, hallados generalmente en contextos funerarios. Destacan los yacimientos de Ciempozuelos (en torno a Madrid), Palmela (en el estuario del Tajo), Carmona (en el Bajo Guadalquivir) y Salamó (en Cataluña).
El Calcolítico sería seguido por el Bronce, metal que resulta de la aleación de cobre y estaño. Este horizonte surgió en Próximo Oriente hace unos 6000 años y vendría a coincidir con el auge de las civilizaciones mesopotámica y egipcia. En la Península Ibérica puede datarse desde el año 1700 a.C., con culturas como El Argar (Almería), los campos de urnas (en el valle del Ebro, Cataluña y la Comunidad Valenciana) y el megalitismo de las Baleares (con talayots, navetas y taulas, de los que hablaremos más adelante). Los avances en la agricultura y la generación de excedentes facilitaron la creación de núcleos de carácter preurbano, y que se emplearan ortostatos (grandes losas) para señalar los enterramientos colectivos.
Los poblados fortificados de esta cultura y la enorme presencia de armas en los ajuares funerarios reflejan una sociedad desigual y una ideología guerrera. La metalurgia de El Argar se singulariza por la frecuencia de puñales, espadas y alabardas en los yacimientos, así como por la creciente presencia de adornos de plata y de oro en las sepulturas de mayor prestigio. El perfeccionamiento de la metalurgia del bronce coincidió con innovaciones culturales, representadas por el arado tirado por animales y los poblados estables.
Otras manifestaciones locales del Bronce en la Península Ibérica son la cultura de las Motillas (Bronce manchego) y la de Cogotas (Bronce Final en la Meseta). Mientras, en Europa Central se desarrollaba la cultura de los campos de urnas, llamada así al haber sido sustituido el enterramiento en túmulos por la incineración de los cadáveres, cuyos restos eran depositados en estos recipientes. En la Península destaca el Can Missert de Tarrasa (Barcelona), un amplio cementerio con vasos de cerámica que contenían las cenizas de los difuntos.
En el III milenio a.C. se inició en Oriente la metalurgia con materiales ferrosos, como puede constatarse en las ruinas de Alaça Hüyük, en Anatolia. Por tablillas cuneiformes se sabe que los primeros herreros fueron los hititas. El trabajo del hierro resultaba muy diferente al del cobre y al del bronce, pues precisaba de hornos con alta capacidad calórica. No obstante, una vez dominada la tecnología, el hierro era más abundante que el cobre y más barato que el bronce.
Hacia el primer milenio a.C., la Edad de Hierro marcaría el camino de la Prehistoria a la Historia. En Europa se desarrollaron pueblos como los celtas, los etruscos, los iberos y los celtíberos. Además, en este período comenzó a difundirse la escritura, alcanzando su cima en el Mediterráneo la civilización griega.
6. El arte megalítico
Coincidiendo con la Edad de los Metales, entre los milenios V y II a.C., se desarrolló en Europa el fenómeno del megalitismo. El término deriva de dos vocablos griegos, mega (µεγας), grande, y lithos (λιθος), piedra, logrando esta cultura notable representación en las Islas Británicas, Francia y la Península Ibérica. Fue obra de individuos que aún no conocían la escritura ni las técnicas arquitectónicas avanzadas, como las que se empezaban a poner en práctica en Mesopotamia y Egipto, pero cabe recordar que bastantes monolitos son posteriores a la construcción de los zigurats y de las pirámides.
Tradicionalmente se ofreció una interpretación difusionista del megalitismo. Así, a principios del siglo XX, se atribuía el proceso a la influencia de los comerciantes del Mediterráneo Oriental. Sin embargo, al comprobarse que ciertos megalitos occidentales eran más antiguos, se buscó la explicación en el desarrollo local mediante el análisis de las funciones socioeconómicas.
Estas construcciones no eran concebidas como viviendas sino relacionadas con usos religiosos, por ejemplo, el culto al sol o a los muertos, de ahí que revelen una sociedad jerarquizada. Para poder erigir estos monumentos fue necesario contar con potentes recursos humanos y con una complejidad técnica que permitiera mover toneladas pétreas. Por ello, se recurrió a los rodillos y a las rampas de tierra apisonada que facilitaban la elevación de los dinteles y la fijación de las cubiertas.
La tipología megalítica más simple es el menhir, integrado por una piedra vertical clavada en el suelo. Algunos superaron los 20 metros de altura. El cromlech era el resultado de colocar menhires en línea o en círculo. El caso más célebre es el de Stonehenge (Salisbury, Reino Unido), que está en pie desde el período 1800-1700 a.C. y que, según precisas estimaciones, en su fase final exigió 30 millones de horas de trabajo.
Se ha especulado sobre la conexión astronómica de muchos megalitos, especialmente de Stonehenge, que se dice pudo ser un observatorio. Prácticamente todos los dólmenes tienen el corredor alineado hacia el solsticio de invierno, y los petroglifos circulares galaico-portugueses señalan este u otros acontecimientos anuales mediante la sombra que proyectaría un gnomon que se situara en su centro. No obstante, los críticos de la arqueoastronomía consideran que estas hipótesis carecen de fundamento.
Desde finales del V milenio a.C. y durante todo el IV milenio a.C., en Córcega se habilitaron hipogeos colectivos con antecámara y varias estancias decoradas con imágenes relacionadas con el culto al toro.
Aunque inicialmente se pensaba que los monumentos sencillos eran necesariamente más antiguos, en la actualidad no se puede establecer una relación cronológica de complejidad en función del número de ortostatos.
El dolmen está formado por dos piedras verticales y una horizontal a modo de cubierta. Dicen que fue ideado para evitar la venganza del difunto a la par que se contribuía a su descanso. En España destacan los de Dombate (La Coruña), Sakulo (Navarra), Laguardia y Eguilaz (Álava), Tella (Huesca), Navalcán (Toledo), Santiago y Valencia de Alcántara (Cáceres) y Antequera (Málaga). En esta última ubicación, el de Menga representa el conjunto de dólmenes más grande de Europa superando al de Stonehenge. Mide 25 metros de largo, 5 de ancho y 4 de alto. Pudo ser construido en la Edad del Cobre, alrededor del 2500 a.C.
Asociados a dólmenes se han documentado sepulturas colectivas con ajuar. Están registradas en Pedra Gentil (Barcelona) y en Aizcomendi (Álava). No en vano la fase más extensa de construcciones megalíticas se localiza en el suroeste ibérico, donde abarcan desde el año 4800 a.C. hasta el 1300 a.C., comprendiendo los ciclos transcurridos entre el Neolítico y la Edad del Bronce.

Alzado —arriba— y planta de un talayot, un tipo de arquitectura megalítica de torres en forma de tronco de pirámide con bóveda falsa.
En nuestra Península se ha definido otra categoría megalítica constituida por las cuevas, las cuales no son oquedades de tipo natural, sino construcciones cubiertas. El montículo era colocado para fijar los terraplenes auxiliares. En el exterior tenían cubierta adintelada, a modo de dolmen, y hacia el interior poseían un corredor que llevaba a las cámaras sepulcrales. Las cuevas de Menga y El Romeral (Antequera) y de Los Millares (Almería) responden a este modelo. La taula es un enterramiento con forma de mesa. De funcionalidad poco clara y cronología tardía son las navetas y los talayots, hallados en Menorca.
Los megalitos revelan un avance en la estructuración de la humanidad: el sujeto errante había sentado la cabeza y anhelaba familia, techo y trabajo. No solo el proceso de hominización seguía su curso ‚sino que, además, se generaban excedentes susceptibles de ser almacenados (cerámica, cestería, etc.) y el control de los medios de producción llevó al liderazgo.
Las estelas del suroeste, con el jinete, el carro y el espejo, nos hablan del ansia de inmortalidad en la Protohistoria mediante el misterioso lenguaje del arte esquemático.
Han transcurrrido tantos milenios que casi resultan incontables, pero nadie puede resolver esta duda: ¿los dibujos sobre piedra fueron el sueño de los hombres de las cavernas o son la ensoñación de los prehistoriadores?
Durmió el guerrero y los garabatos tornaron en letras, cesó la cantinela oral y se descargó en la arcilla, luego papiro, pergamino, pliego o soporte informático la responsabilidad del recuerdo.