Los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que en tiempos de crisis moral mantienen su neutralidad.
—DANTE ALIGHIERI,
La Divina Comedia
ENVUELTA EN SU REBOZO, Margarita Zavala fue testigo silencioso de los excesos cometidos en el sexenio de su esposo Felipe Calderón. Como primera dama de México, prefirió mirar y callar. Decidió reservar su momento, cuidar su imagen, proteger su “carrera política” y encaminarse paulatinamente, pero con paso firme, al sueño de su vida: la Presidencia de la República.
Durante los seis años del gobierno de su esposo, la Señora Calderón fue tejiendo hábilmente los hilos de su futuro. En lugar de asumir un papel decisivo como consejera del quehacer gubernamental y ser un contrapeso frente a la guerra fratricida con que su marido ensangrentó el país, prefirió ser una buena dama de compañía, una cónyuge discreta, una consorte reservada. Cuidó con esmero las relaciones, los vínculos con el sistema político y operó a favor de sí misma.
Fue el secreto mejor guardado de Palacio Nacional. A diferencia de otros aspirantes, la Señora Calderón nunca reveló públicamente sus anhelos presidenciales; se limitó a medrar con el poder acumulado por su ambicioso marido. Él guardó in pectore su única esperanza a la reelección.
Mientras la primera dama coleccionaba más de 100 rebozos, Calderón sostenía una guerra que acabó con la vida de 100 mil personas. Mientras ella renovaba su imagen para cubrirse de glamur, su esposo pasaba por alto el llanto de las madres de 30 mil desaparecidos. Mientras Margarita se miraba a sí misma en la televisión viajando por el mundo, Calderón sembraba el país con fosas clandestinas. Mientras ella allanaba el terreno para su candidatura presidencial, Calderón desdeñaba a los 70 mil migrantes que en su paso por México no llegaban a su destino, Estados Unidos. Mientras la Señora Calderón decoraba Los Pinos, el presidente se vestía de militar para seguir jugando a los soldaditos y desplazar a 2 millones de mexicanos de sus casas. Mientras Margarita inauguraba parques infantiles, la guerra de su esposo dejaba en la orfandad a más de 20 mil niños. Mientras ella se hacía de la vista gorda ante los casos de corrupción, la empresa Hildebrando —propiedad de su hermano— y Calderón conseguían acceso al padrón social de 80 millones de mexicanos para fines electorales. Mientras la primera dama concedía entrevistas a la prensa del corazón, su esposo preparaba el fraude de la Estela de Luz. Mientras ella luchaba contra la drogadicción desde su oficina, Calderón permitía los sobornos a Pemex por parte de Odebrecht. Mientras Margarita aceptaba dócilmente “la mordaza” que le impuso Presidencia, Calderón se divertía con las empresas fantasmas creadas por sus colaboradores y amigos para obtener ilegalmente contratos de Pemex y quedar registrados en los Paradise Papers. Mientras ella apoyaba el lazo consanguíneo con su prima Marcia Matilde Gómez del Campo, 49 niños que no debieron morir en la Guardería ABC siguen esperando justicia. Mientras la Señora Calderón acompañaba a su esposo a Villas de Salvárcar, él afirmaba que los 60 estudiantes masacrados eran “pandilleros”. Mientras ella recibía premios por su destacada labor en el DIF, Calderón incrementaba en 16 millones el número de pobres en su sexenio. Mientras la primera dama disfrutaba recepciones sociales con sus amigas Consuelo Sáizar y Denise Dresser, en Conaculta había un hoyo de millones de pesos por corrupción. Mientras Margarita colocaba a hermanos, primos y sobrinos en puestos clave, Calderón decretaba la muerte por “gastritis crónica” de la anciana indígena Ernestina Ascencio Rosario, violada tumultuariamente por militares. Mientras ella se dedicaba a hacer movimientos ciudadanos, el presidente negaba el acceso a la justicia a los 72 migrantes de la masacre de San Fernando. Mientras ella se sentaba en el Castillo de Chapultepec junto a su marido y en silencio, miles de madres y padres seguían clamando y esperando a sus hijos desaparecidos.
ES TANTO EL DOLOR, el sufrimiento y la sangre; tantos los resultados desastrosos del modelo neoliberal; tantos los casos de corrupción, que el balance del sexenio de Felipe Calderón al lado de su discreta y silenciosa primera dama arroja una deuda prácticamente imposible de saldar. ¿Dónde estaba Margarita Zavala cuando el clamor popular pedía a Felipe Calderón un cambio en su estrategia de seguridad, el fin a la guerra delirante que iba dejando miles de muertos a lo largo y ancho del país? La Señora Calderón adoptó un papel estático, inactivo, quieto, neutral e insensible.
El balance, sin duda, es negativo. Tal vez por eso la Señora Calderón ha querido tomar distancia de su esposo y su sexenio. Hacer borrón y cuenta nueva. Vendernos la idea de que ella no tuvo ni tiene nada que ver con su marido en términos políticos y gubernamentales; que él fue un hombre de Estado, pero ella no fue más que una consorte sin voz. La candidatura presidencial le ofrece, en pro de sus intereses, una separación momentánea y estratégica de su marido. Una vuelta a la página, confiando en la mala memoria de los mexicanos. Al final de cuentas ella es mujer y él es hombre. Dos seres diferentes. Ella sólo fue primera dama, y él, presidente, y ambos puestos carecen de relación.
Sin embargo, esta separación de facto entre la Señora Calderón y su marido resulta difícil de creer.
Su estrategia de mercadotecnia electoral es francamente desafortunada porque intenta engañar al electorado. Entre la Señora Calderón-primera dama y la Margarita Zavala-candidata presidencial no hay diferencia. Felipe Calderón no ha desaparecido, aunque ella asegure que no está en su war room. De hecho, es uno de sus grandes propagandistas, no obstante que ella, para apartarse de él, diga: “Cada uno tiene sus ideas y asume sus consecuencias”. Así de fácil. El mensaje electoral es engañoso: “Yo soy yo, y él es él”.
Desde hace tres años, un reiterado mensaje pretende convencer a la gente: “Se deslinda Margarita Zavala de Felipe Calderón”. De manera que la Señora Calderón se aleja de su marido, como si fuera ave de mal agüero. Pero su discurso es inverosímil. Máxime porque él es el principal financiador de su campaña, ya que aporta el 80 por ciento de su presupuesto, y porque es su principal promotor, antes en el PAN y ahora como independiente. Basta con ver su cuenta de Twitter para comprobar que el ex presidente, si bien no está en el war room, sí está en el autobús en el que la Señora Calderón recorre el país, en su alcoba, en su casa, en su familia, en sus intereses, en su vida.
Hay que tener presente, asimismo, que la unión de Felipe Calderón y Margarita Zavala nace de la política, en el seno del Partido Acción Nacional (PAN). Ella misma cuenta que los “reunió el panismo”. Margarita tenía 17 años; Felipe, 21. El flechazo surgió en una convención del PAN. Ambos, siendo hijos de militantes históricos del blanquiazul, fueron considerados parte de la élite privilegiada. Margarita es la quinta de siete hijos. Estudió en el colegio católico Asunción y en la Escuela Libre de Derecho, ambos en la Ciudad de México. Su historial profesional es breve: trabajó un año en un bufete de abogados y el resto de su vida laboral la hizo en el partido. Las dos veces que Margarita ha sido diputada fue por la vía plurinominal, sin votos, a dedo.
La unión de ambos cumplió 25 años. “Querido Felipe, llevamos la mitad de mi vida juntos. 25 años caminando ‘codo a codo’ por la vida. Feliz 25 aniversario”, tuiteó la Señora Calderón. Luego entonces, es imposible concebir a Margarita sin Felipe y a Felipe sin Margarita. Más allá de su historia personal y relación sentimental, sus trayectorias están entrelazadas. Decir ahora que ella no tiene nada que ver con el sexenio de su marido francamente la coloca en un papel de esposa sumisa y mansa que no favorece sus pretensiones presidenciales.
Ciertamente vivir con un hombre alcohólico es difícil. El problema de la bebida que padece Felipe Calderón es público y notorio; hay videos y existen testimonios directos. Su enfermedad ha trascendido el ámbito privado para colocarse en lo público, luego de que la periodista Carmen Aristegui fuera despedida de MVS por haber mencionado ese aspecto de la personalidad del entonces presidente.
DESPUÉS DE QUE EL PAÍS atestiguara las aspiraciones presidenciales de Marta Sahagún, esposa del primer presidente panista, Vicente Fox, no causó ninguna sorpresa el destape a la candidatura presidencial de Margarita Zavala, ocurrido el 14 de julio de 2015 a través de un video publicado en sus redes sociales. Tampoco su renuncia al PAN luego de 33 años de militancia. La Señora Calderón había comenzado desde mucho antes a encauzar su candidatura. “La hora de Margarita” titulaba la revista Vanity Fair, con el subtítulo “¿Dónde ponemos a Felipe?”, una entrevista que le hizo la dramaturga y periodista Sabina Berman. En ella, Margarita le confiesa que para relajarse “lee un libro de derecho”. La ex primera dama asegura que decidió ser candidata porque la gente se lo pedía: “Lánzate, Margarita”.
Por mi parte, durante dos años y medio intenté entrevistar a Margarita Zavala, pero declinó. El 28 de octubre de 2016 le envié por correo electrónico mi petición, a través de la jefa de prensa de su fundación Dignificación de la Política, Pamela Cristerna, quien me contestó el 24 de noviembre lo siguiente: “Te comento que lamentablemente en este momento no cuento con fecha para proponerte”. Más adelante, lo reintenté con su nuevo jefe de prensa, Miguel Ángel Sosa, y con su coordinador general de Comunicación Social, Fernando Morales, avisándole de la publicación de este libro y de la importancia de tener una entrevista con ella. Por toda respuesta hubo silencio.
A pesar de que la Señora Calderón ha publicado dos libros, su estrategia de comunicación y marketing electoral no ha contemplado la trascendencia de abordar los temas fundamentales y a la vez más polémicos en torno a la vida y obra de Margarita Zavala. Esa es la razón de este libro, una especie de biografía no autorizada.
La ex primera dama ha dicho que, de ganar la Presidencia, continuará con la misma política de seguridad impuesta por su marido, que dejó más de 100 mil muertos. De modo que consideré necesario reivindicar el ejercicio de la memoria para ofrecer una imagen más completa de Margarita Zavala y su esposo, Felipe Calderón, una pareja que no puede tomarse separadamente, por más procesos electorales que existan.
En realidad, son muy parecidos. Y a pesar de que ninguna mujer debe ser una extensión de su marido, Felipe Calderón es el doppelgänger de Margarita Zavala, una palabra alemana que define al doble de una persona o “al que camina al lado”.