Diferentes respuestas ante la muerte

El 28 de mayo de 2011 recibí una llamada telefónica que solicitaba mi presencia en una agencia funeraria de la Ciudad de México. Al llegar al lugar me sorprendí porque un gran grupo de periodistas me abordó con preguntas. Para mí, como sacerdote, no era usual recibir este tipo de cuestionamientos antes de celebrar una misa. Sin embargo, comprendí la razón.

Se trataba del funeral de la mamá de la famosa actriz y cantante Thalía y de sus tres hermanas: Gabriela, Ernestina y Laura, estas dos últimas secuestradas en septiembre del 2002. Todos los medios querían enterarse de lo que sucedía al interior de la funeraria, como si el dolor y la impotencia provocados por la muerte de un ser querido fueran algo desconocido. De la misma manera que en cualquier capilla ardiente, la familia de la popular intérprete y sus más íntimos amigos sufrían por la irreparable pérdida. Trataban de animarse y consolarse mutuamente, mientras alguno se acercaba al ataúd con el deseo de sentir aún, físicamente, la presencia del ser amado. Durante la celebración litúrgica, recordamos las palabras de Cristo que nos hicieron agradecer al Creador por todas las bendiciones que la señora Yolanda recibió en vida, y oramos por el perdón de sus pecados. Este tipo de celebraciones nos ayudan a descubrir que nadie, ni famosos, ni políticos, ni poderosos estamos exentos de experimentar el dolor, la impotencia y los límites que nos marca la muerte. Es en esos momentos cuando las ideas, los pensamientos filosóficos y las creencias se tambalean o recuperan su fuerza. Es frecuente que entonces quienes por moda, comodidad o por sentirse intelectuales dejaron a un lado la fe y renunciaron a la existencia de un Dios lleguen a cuestionarse sobre qué sucede después de la muerte. Quienes afirman que no existe el alma o el espíritu deben aceptar que al morir el cuerpo de su ser querido, éste dejó de existir para siempre y solo quedará de él un recuerdo que irá desapareciendo paulatinamente. En ese caso no tendría sentido y sería absurdo orar por un ser que ya no existe. Quienes creen, como lo afirmó Antoine Lavoisier, que la vida solo se trata de materia o energía, tienen que aceptar que la materia o energía del ahora difunto se transforma y, por lo tanto, éste dejó de ser quien era para ser algo totalmente nuevo, perdiendo su personalidad y cualquier posibilidad de relación con sus seres queridos. En este caso, tampoco tendría sentido orar o pensar que hay lazos que nos unen con aquella materia o energía que se ha transformado y dejó de ser el ser amado . Se tendría que reconocer que el ser amado desapareció y, ahora, es solo polvo, materia o energía despersonalizada. Por otra parte, quienes creen en la reencarnación, tienen que aceptar que su ser amado, al morir, nació nuevamente bajo otra apariencia terrena como vegetal, insecto, animal o, en el mejor de los casos, como un nuevo ser humano que perdió toda su personalidad y, por tanto, los lazos con sus seres queridos. A diferencia de todo lo anterior, para el cristiano, la muerte es un fenómeno natural y el límite de la vida, la oportunidad de trascender, de encontrarse con Dios e iniciar una vida eterna en plenitud. En este caso, la muerte no hace desaparecer ni la conciencia ni la individualidad del difunto. Éste, aunque viva en presencia de Dios, continúa teniendo conciencia de sí mismo. Los lazos de amor que le unían a sus seres queridos no solo permanecen, sino se hacen más fuertes y le permiten orar por ellos para que un día también lleguen a gozar de la plenitud que él disfruta. Sin embargo, para que todos podamos llegar a esa plenitud, necesitamos del esfuerzo constante y cotidiano que haga crecer y desarrollar nuestra alma y cuerpo. Hoy, en este segundo día de lectura, toma conciencia de que tú eres como este libro: tienes un principio y un fin, pero lo más importante es todo lo que puedas hacer entre esos dos puntos. Si te esfuerzas, cuando hayan pasado 363 días habrá un gran cambio en ti.

La muerte está tan segura de su triunfo que nos deja toda una vida de ventaja. (Anónimo.)