Las relaciones interpersonales son hermosas. Nos hacen gozar más de los momentos felices o sentir menos dolor en los momentos tristes. Nos ayudan a levantarnos cuando hemos caído o a sentir el gozo de poder ayudar a quien lo necesita.
Las relaciones también confrontan o hacen más sólidas nuestras ideas y pensamientos. Nos enriquecen porque nos hacen ver lo que antes no veíamos o, por lo menos, verlo desde otro punto de vista. Pero lo más hermoso que nos ofrecen es el crecimiento en el amor. Sin embargo, debemos reconocer que toda relación exige tiempo, esfuerzo, constancia, tolerancia y, de acuerdo con el nivel al que pretendamos llegar en ella, muchas cosas más. Lamentablemente, el hombre contemporáneo siempre dice: “¡Me falta tiempo!”. Quizás esta sea la razón por la que hay cada vez más personas solas. ¡Cuánta razón tenía el autor de El Principito1 cuando hizo que el zorro de la historia comentara: “Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada! Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos”. Nadie puede tener amigos si no se abre al otro y se muestra como amigo. El proceso del acercamiento no tiene por qué ser violento. Cada relación es distinta y lleva su propio ritmo. No hay por qué violentar al otro ni violentarse uno mismo, porque una verdadera relación exige respeto. Lo importante es descubrir que, en muchas ocasiones y antes que nosotros, el otro está abierto y dispuesto a iniciar la relación ofreciendo lo mejor de sí. Esto es lo que sucede entre Dios y nosotros. Desde el momento en que nos creó, quiso iniciar con nosotros un diálogo personal, una relación íntima y de amor en la que nos entrega lo mejor de sí, exigiendo, paulatinamente, lo mejor de nosotros. Sin embargo, Él respeta nuestra libertad, nuestra voluntad y nuestra decisión. Toca a nosotros responder a su invitación, decidir si queremos anexarlo a nuestra cuenta o red de amigos, decidir hasta qué grado queremos profundizar en esa relación y el nivel de confianza que queremos alcanzar. También toca a nosotros darle y darnos el tiempo para estar más cerca de Dios. Si a partir de hoy le dedicas un momento diario, en forma responsable y constante, después de un año podrás ver una gran diferencia. Deseo que estas páginas te ayuden a gozar al gran amigo que a veces olvidas, que contribuyan a que tu Biblia no sea un simple libro de adorno o un volumen más en el librero, a que tu presencia en los ritos litúrgicos sea algo más que una simple rutina y que tu relación con el prójimo alcance niveles insospechados. Hoy es tu primer día.
Una primera nota puede dar origen a una hermosa sinfonía. Una primera piedra es necesaria para una gran construcción. Un primer paso puede ser el inicio de un gran avance. El inicio es importante pero, no es suficiente. Se necesitan muchas notas, piedras y pasos para conseguir grandes éxitos. De la constancia dependen muchas cosas.
NOTAS