No puedo dejar de mencionar a mis padres Francisco (✟) y Blanca Aurora, de quienes he aprendido a amar a Dios en medio de las adversidades; a mis hermanos Magdalena, Esperanza, Rosario, Francisco Antonio, Blanca Guadalupe (✟), Flor y Alejandra; y a todos mis familiares; al señor Cardenal D. Norberto Rivera Carrera; al obispo de mi zona pastoral, Carlos Briseño Arch; a los sacerdotes Xavier González Tescucano (✟) y Mario Ángel Flores Ramos, por su testimonio; a Janett Arceo, quien me animó a escribir mi primer libro y todos los demás; a mi editor Daniel Mesino; a los periodistas Lolita de la Vega, Lilly Téllez, Matilde Obregón, Gustavo Adolfo Infante, Javier Alatorre, Jorge Garralda y Mariano Osorio por su gran amistad; al equipo de Comunicación Social del Arzobispado de México y el periódico Desde la Fe, a Televisa, TV Azteca, Grupo Fórmula, Imagen y Reporte 98.5; al equipo de la Catedral de México; a Mario Córdova y su equipo del programa Encuentro con tu Ángel; a mi equipo de los programas Resonancias de Fe y En tu Camino; a Alfonso Navarrete Prida y Raymundo Collins Flores; a la comunidad parroquial de San Cosme y San Damián; a mis grandes colaboradores de siempre: Jaime Obregón Acosta, José Guadalupe Martínez, Juan Manuel Lugo, Jesús Eduardo Ramírez, Víctor Hernández, Alfredo López, Adrián Lugo, Margarito Vilchis, David Chávez, Sergio Enríquez, Silverio Velasco, Angelita Álvarez y familia Garzón. A Rafael Álvarez Cordero y mi médico alfabiótico, Aurelio Muñoz, instrumentos capacitados por Dios para ayudarme a recuperar la salud; a mis lectores y a todos los que me ofrecen diariamente su oración y el invaluable regalo de la amistad.
Septiembre, 2011