Estas páginas surgen en momentos de prueba por un año de enfermedad. Me permiten hacerme solidario con los enfermos y, al mismo tiempo, dar testimonio de que, aunque el cuerpo tenga limitaciones, nuestro espíritu puede mantenerse firme por la gracia de Dios. Dedico este libro a todos aquellos que unen a la pasión de Cristo sus molestias, dolores y sufrimientos por la limitación, enfermedad o ancianidad. Y les invito a buscar en Dios el mejor medicamento a su dolor.