Lujuria, ira, gula, envidia y pereza:
pecados capitales

Dios creo al hombre y la mujer y bendijo su unión: “Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, varón y mujer los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo Dios: ‘Sean fecundos y multiplíquense y llenen la tierra’”.27

Con amor verdadero todas las expresiones corporales son buenas. Así lo manifiesta el Cantar de los Cantares: “¡Que me bese ardientemente con su boca! Porque tus amores son más deliciosos que el vino; sí, el aroma de tus perfumes es exquisito, tu nombre es un perfume que se derrama: por eso las jóvenes se enamoran de ti. Llévame contigo: ¡corramos! El rey me introdujo en sus habitaciones: ¡gocemos y alegrémonos contigo, celebremos tus amores más que el vino! ¡Cuánta razón tienen para amarte!”.28 Sin embargo, el sexo sin amor se convierte en lujuria. La lujuria da más importancia al placer del cuerpo que al amor. Es la inclinación desordenada de los placeres sexuales. Engaña diciendo que el placer sexual es mejor que el mismo amor. Es capaz de matar el amor por la búsqueda del placer. Sus efectos son: infidelidad, ruptura matrimonial, abusos y violaciones, escándalos, pornografía, prostitución, embarazos no deseados, abortos, contagio de enfermedades: sida, papiloma, etc. La lujuria se vence con amor verdadero. El enojo es una emoción sana porque manifiesta nuestra molestia por alguna ofensa, frustración o promesa no cumplida. Sin embargo es conveniente aprender a controlarlo. No es conveniente reprimirlo porque eso termina por afectarnos negativamente, ni tampoco es bueno permitir que ofenda a otros. Cuando el enojo nos hace explotar se convierte en destructivo y, por lo tanto, en ira. La ira inclina al hombre a rechazar violentamente lo que le desagrada y a buscar la venganza. Cuando está en los labios prorrumpe en clamores destemplados y blasfemias. Da lugar a insultos y pleitos; alimenta un estado que genera aversión y odio por los demás que puede desembocar en el crimen. Los efectos de la ira son las guerras (grandes o pequeñas), fruto de la enemistad entre los pueblos, pleitos entre parejas y amigos, maltrato y violencia hacia los hijos. En el deporte ocasiona reacciones que hacen ver al equipo contrario y a todos sus seguidores como enemigos. La ira se vence con paciencia. No es malo el uso de manjares y licores tomados con moderación; sin embargo, la gula infunde una pasión desordenada para comer o beber, haciendo que el abuso se convierta en maldad. Es causante de desórdenes como la diabetes, la obesidad, la embriaguez –que hace perder el sentido y ocasiona graves males–. Sus efectos son: embotamiento intelectual, muerte prematura, accidentes, violencia intrafamiliar, separación matrimonial, maltrato infantil. Se vence con templanza y sobriedad. La envidia hace que sintamos tristeza o enojo por el bien ajeno y alegría por el mal ajeno. Hace que nos consideremos menos; que sintamos que disminuye nuestra propia excelencia cuando el prójimo triunfa o cuando recibe dones o bienes. Nos hace vivir acomplejados por el progreso de los demás. Sus efectos son: la calumnia, la maledicencia y el odio. La envidia se vence con generosidad y magnanimidad (grandeza de corazón). La pereza propicia languidez de ánimo, que es vivir bajo la ley del mínimo esfuerzo. Sus adeptos se alejan de todo lo que signifique esfuerzo en cualquier área de su vida. Quienes se dejan seducir por ella se hacen mediocres, viven en la miseria, en la ignorancia y la irresponsabilidad haciendo sufrir a quienes dependen de ellos. El refrán popular la hacen origen de muchos males: “La ociosidad es la madre de todos los vicios”. Se vence con diligencia, disponibilidad y prontitud en el servicio. Trabajo.

“Todo me está permitido, pero no todo es conveniente. Todo me está permitido, pero no me dejaré dominar por nada. Eviten la fornicación. Cualquier otro pecado cometido por el hombre es exterior a su cuerpo, pero el que fornica peca contra su propio cuerpo. ¿O no saben que sus cuerpos son templo del Espíritu Santo, que habita en ustedes y que han recibido de Dios?”29


NOTAS

27 Génesis 1, 27-28.

28 Cantar de los Cantares 1, 2.4.

29 Primera carta a los Corintios 6, 12.18-19.