Agradecimiento por la creación
La Biblia tiene 150 salmos que fueron creados para orar a Dios bajo diversas circunstancias. Forman parte de los Libros Sapienciales y se encuentran después de los Libros Históricos. El pueblo judío y la Iglesia los utilizan constantemente en su culto, especialmente en la Santa Misa.
Los sacerdotes y religiosos están obligados a rezar la salmodia durante diversos momentos del día. Hoy te invito a que alabes y agradezcas a Dios con el salmo 104. “Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! Estás vestido de esplendor y majestad y te envuelves con un manto de luz. Tú extendiste el cielo como un toldo y construiste tu mansión sobre las aguas. Las nubes te sirven de carruaje y avanzas en alas del viento. Usas como mensajeros a los vientos, y a los relámpagos, como ministros. Afirmaste la tierra sobre sus cimientos: ¡no se moverá jamás! El océano la cubría como un manto, las aguas tapaban las montañas; pero tú las amenazaste y huyeron, escaparon ante el fragor de tu trueno. Subieron a las montañas, bajaron por los valles, hasta el lugar que les habías señalado: les fijaste un límite que no pasarán, ya no volverán a cubrir la tierra. Haces brotar fuentes en los valles, y corren sus aguas por las quebradas. Allí beben los animales del campo, los asnos salvajes apagan su sed. Las aves del cielo habitan junto a ellas y hacen oír su canto entre las ramas. Desde lo alto riegas las montañas, y la tierra se sacia con el fruto de tus obras. Haces brotar la hierba para el ganado y las plantas que el hombre cultiva, para sacar de la tierra el pan y el vino que alegra el corazón del hombre, para que él haga brillar su rostro con el aceite y el pan reconforte su corazón. Se llenan de savia los árboles del Señor, los cedros del Líbano que él plantó; allí ponen su nido los pájaros, la cigüeña tiene su casa en los abetos; los altos peñascos son para las cabras, y en las rocas se refugian los erizos. Hiciste la luna para medir el tiempo, señalaste al sol el momento de su ocaso; mandas la oscuridad, y cae la noche: entonces rondan las fieras de la selva y los cachorros rugen por la presa, pidiendo a Dios su alimento. Haces brillar el sol y se retiran, van a echarse en sus guaridas: entonces sale el hombre a trabajar, a cumplir su jornada hasta la tarde. ¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas! Allí está el mar, grande y dilatado, donde se agitan, en número incontable, animales grandes y pequeños. Por él transitan las naves, y ese Leviatán que tú formaste para jugar con él. Todos esperan de ti que les des la comida a su tiempo: se la das, y ellos la recogen; abres tu mano, y quedan saciados. Si escondes tu rostro, se espantan; si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra. ¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras! Él mira, y la tierra se estremece; toca las montañas, y echan humo. Cantaré al Señor toda mi vida; mientras yo exista, celebraré a mi Dios: que mi canto le sea agradable, y yo me alegraré en el Señor. Que los pecadores desaparezcan de la tierra y los malvados ya no existan más.
¡Bendice al Señor, alma mía! ¡Aleluya!”
El pueblo judío y los cristianos podemos alabar a Dios con estos maravillosos textos atribuidos a los reyes David y Salomón.