El Paraíso: ¿un pasado o una invitación?

Para hablar de la paz, armonía y felicidad que se gozan cuando se mantiene una cercanía con Dios, el autor del libro del Génesis utilizó la figura de un jardín: el Edén. Pero, ¿realmente el paraíso es un jardín?

Para comprender la respuesta es necesario que tomemos en cuenta las necesidades humanas, la experiencia y la situación geográfica del autor de este libro. Aunque Dios lo inspiró para dar un mensaje determinado, el autor utilizó su propia experiencia para darlo a conocer. Si tomamos en cuenta que el medio oriente y, concretamente, la zona donde habitaron los judíos era una zona desértica o semidesértica, comprenderemos que el ideal de vida del escritor era un lugar con grandes ríos, abundante y variada vegetación, diversos frutos y presencia de todo tipo de animales. Para él, eso sería el paraíso. Así, el Edén representaba el mundo ideal para quien vivía en zonas inhóspitas. Pero la Biblia no intenta hablarnos en sus inicios de un lugar geográfico. No intenta hablarnos tanto de un pasado fantástico sino de una experiencia y de un futuro real. Utilizando elementos terrenos, como el jardín del Edén, invita al lector a imaginar la experiencia interna, la experiencia espiritual que se goza cuando se vive en comunión con Dios y con el prójimo. Pero para ello se necesita de todo un proceso. Ese camino es el que la Biblia, a través de todas sus páginas, nos ofrece para llegar a la plenitud. Y sólo el que lo transita puede tener la experiencia del desarrollo de los valores, del cambio del egoísmo a la generosidad, del paso del odio al egoísmo, del pecado a la gracia que nos hacen estar más cerca del paraíso. Así, las Sagradas Escrituras no son solo textos, sino una invitación a la reflexión, a la confrontación personal, a la conversión y a la vivencia del amor en plenitud.

Cuando nos alejamos de Dios, del amor y del prójimo nos desterramos del paraíso para vivir en el infierno.