CAPÍTULO I

Generalidades
El maíz es el “... real triunfo de los agricultores (o el más afortunado de los accidentes)...”
No cabe la menor duda de que una de las plantas que ha cumplido una función de fundamental importancia en el desarrollo de las culturas americanas ha sido el maíz. Como bien lo señalara Ortiz (1994: 527), desde los Andes, pasando por Mesoamérica a través del Caribe hasta el sureste de Woodlands, el maíz hizo posibles tanto las altas culturas como las concentraciones de grandes poblaciones, permitiéndoles además quedarse en su sitio.
La temática del maíz es muy compleja y encierra una serie de facetas que atañen a diferentes disciplinas, desde las biológicas hasta las históricas, y si bien es cierto que sobre ello se ha escrito una cantidad muy grande de artículos y muchísimos libros, me atrevería a decir que aún no se han reunido en una sola obra todas estas temáticas. Es por esto que quiero aclarar desde un comienzo que este libro ni pretende ni puede ser completo. Lo único que se espera es dar una visión general, de conjunto, sobre los temas principales relacionados con esta planta haciendo, sin embargo, mayor énfasis en su problemática en América del Sur, dado que sobre esta área si bien se ha escrito mucho no se ha intentado aún una síntesis.
A lo largo del texto se utilizarán muy a menudo los términos recolección, cultivo y domesticación. Son tres palabras que se emplean corrientemente pero sobre las que también muy a menudo hay cierta confusión; sin embargo, ellas son esenciales si se quiere entender la forma en la que una planta desde su estado silvestre pasa a ser un instrumento de primordial importancia para el hombre. Recolectar significa simplemente recoger, cosechar una flora nativa tal como se encuentra en la naturaleza, sin producir en ella ningún cambio. Cultivar es un acto mediante el cual el hombre manipula la distribución natural de una planta llevándola, para que se reproduzca, a un ambiente que él ha escogido y preparado, evitando de esta manera la competencia con otras especies. Muchas plantas al ser sometidas a este proceso no cambian, de modo que con frecuencia es difícil que el arqueólogo pueda darse cuenta cuándo el microambiente ha sido creado por el hombre. Domesticar es un fenómeno mucho más laborioso, en el que el hombre maneja el proceso de crecimiento de una planta jugando con su plasticidad genética, haciendo que con el tiempo se produzcan en ella una serie de modificaciones que pueden llevar a cambios biológicos extremos, incluso antinaturales, convirtiéndola en un artefacto. Con ello, el hombre logra las mejores condiciones productivas de aquellos caracteres que mayormente le interesan.
Este proceso ha sido llevado al extremo con el maíz que, como se verá, se ha convertido en una planta que no puede reproducirse sin la intervención humana. La forma en la que el hombre ha desarrollado este fenómeno es muy compleja, pero se basa principalmente en la utilización de la plasticidad genética de las plantas por medio de dos mecanismos fundamentales: la selección y la hibridación. Y ello implica ciertas alteraciones de sus mecanismos biológicos. En algunos casos se llega a la pérdida de la capacidad de producir semillas, como ha sucedido con la oca y el olluco; en otros se ha anulado la posibilidad de producir semillas viables, como ocurre con el añu, la achira y el pepino; o como pasó con el maíz en el que se ha suprimido la aptitud de dispersar semillas. Hay que aclarar, además, que este es un largo proceso y sólo en algunos casos puede tratarse de eventos en los que no ha intervenido el hombre sino la misma naturaleza, como cuando se producen mutaciones genéticas. (Para mayor información vide inter alia Harlan, 1992; Helbaek, 1953; Smith, 1967: 223; Sanoja, 1981: 73-74).
Mangelsdorf (1974: 9) escribió al respecto:
“La mazorca del maíz, encerrada en su panca no tiene una cercana contraparte en la naturaleza como entre las otras plantas cultivadas. Está soberbiamente construida para producir granos bajo la protección del hombre, pero tiene un bajo valor de sobrevida en la naturaleza, porque le falta el mecanismo de dispersar sus semillas. Cuando una mazorca de maíz cae al suelo y encuentra condiciones favorables para la germinación, emergen plántulas creando una competición tan fiera entre ellas por la humedad y los nutrientes del suelo, que usualmente mueren y ninguna alcanza su estadio reproductivo”. (Nota del autor: Este y todos los textos en idiomas extranjeros que figuran en el libro han sido traducidos por el autor, el cual asume la responsabilidad por errores o interpretaciones equivocadas que involuntariamente se hayan podido dar).
Bugé (1974:35) considera que los hombres de los tiempos precerámicos fueron verdaderos biólogos, en el sentido de que ellos no trabajaron con un material estático sino con un proceso real. La producción y el mantenimiento de las diferentes razas de maíz debieron ser vistos por ellos como el resultado de la interacción de una serie de mutaciones, de una desviación genética al azar, de una selección natural y de una hibridación. Es decir, de una sucesión de procesos biológicos que fueron acelerando o inhibiendo la realización de ciertas metas que imponía la cultura.
Pickersgill, una de las más connotadas especialistas sobre estos procesos, ha señalado que en el estudio del origen y la evolución de las plantas cultivadas hay que plantearse cuatro preguntas fundamentales. La primera, a partir de qué planta se originó la moderna. La segunda, dónde fue domesticada. La tercera, cuándo sucedió eso. La cuarta, cómo ha cambiado la planta en estudio y la forma de su difusión desde el inicio de su cultivo (Pickersgill, 1977: 591). Estas son las preguntas a las que trataré de dar respuesta, refiriéndome concretamente al maíz.
La característica reproductiva de las gramíneas, bajo condiciones naturales, es que dispersan libremente las semillas. Cuando el hombre interviene seleccionando y sembrando, la planta pasa a depender de él y los caracteres visibles de ella, es decir los fenotípicos que él ha decidido seleccionar, comprometen su supervivencia autónoma. Uno de estos caracteres es la producción de más semillas por la inflorescencia femenina. El aumento de semillas en la tusa del maíz se obtiene por mayor condensación, es decir el número de granos que se da por hilera, y el número de estas hileras. En el caso de esta planta, la domesticación consiste esencialmente en eliminar las características de dispersión de semillas por separación natural de la raquilla en la que están insertadas y aumentar su inclusión en el raquis para poder de esta manera ofrecer al hombre una cosecha segura. Esta práctica se da en el maíz moderno y, como se verá más adelante, es una de las peculiaridades que lo diferencian radicalmente de su congénere más cercano, el teosinte, cuyas semillas se dispersan al madurar, por fragmentación del propio raquis (lege Grobman, 2004: 428).
Para el maíz, los fenómenos ambientales más críticos son las variaciones de temperatura, de humedad, el fotoperíodo y la duración del día (Purseglove, 1972: 44). La ventaja que tenemos es que los cambios ecológicos producidos en el Holoceno, sobre todo en lo que se refiere a las temperaturas y a los patrones de precipitación, están bien documentados. Dado que pueden haber jugado un rol en el desarrollo de la agricultura del maíz deben ser tomados muy en cuenta por los investigadores (Benz y Long, 2000: 462).
Mangelsdorf, que ha sido sin duda alguna uno de los más grandes y destacados especialistas en maíz, estaba convencido de que lo que él llamaba “la invención de la cultura del maíz” tuvo dos madres. Por un lado la necesidad (y es probable que el maíz originalmente nunca haya sido abundante en la naturaleza y si era sacado de su hábitat natural podía extinguirse) y, por el otro, la aguda observación del indígena que se dio cuenta de que la planta tenía un comportamiento diferente en los campos limpios que él creaba, cerca de sus campamentos, y que luego con su siembra llevó a una selección que permitía la conservación de los mutantes que él había elegido (Mangelsdorf, 1974: 167, 207-208).
El pariente más cercano del maíz es el teosinte, y a él me referiré ampliamente más adelante. Pero es importante entender que el problema mayor que se plantea al comparar estas dos plantas está constituido por las diferencias en la estructura de la inflorescencia, es decir la mazorca. En el teosinte los granos están ajustadamente encajados en estructuras llamadas vainas de fruta en cúpula, mientras que los granos del maíz nacen descubiertos sobre la superficie de la mazorca. La domesticación del maíz significa un cambio en el desarrollo de la mazorca, en cuanto las cúpulas y las glumas forman el eje interno de esta en vez de formar una película alrededor del grano. Es por eso que Wang et al. (2005: 714) han señalado que “[e]n un sentido la domesticación del maíz significa una vuelta al revés de la mazorca del teosinte”.
En efecto la coronta del maíz, sea ella tunicada (pod corn) o normal, difícilmente puede representar un diseño funcional para la dispersión de la semilla que resultó por selección natural. Su nueva forma no encaja en una secuencia evolutiva, sino que más bien representa su descendencia terminal. Su proliferación y concentración de espiguillas con fructificación de granos puede ser atribuida a la selección inconsciente, aunque también deliberada, del hombre en su preocupación por obtener siempre más y mejor comida (vide Galinat, 1975a: 318).
No todos los investigadores están de acuerdo sobre la forma en la que se ha dado la domesticación del maíz. Unos se inclinan a aceptar que los mecanismos de evolución y de ecología han sido decisivos, mientras que otros piensan que fue básica la intencionalidad humana, que supo utilizar las variables climáticas. Es necesario decir, sin embargo, que es muy probable que una deriva genética al azar haya sido un factor importante en los cambios que se aprecian en el desarrollo de esta planta. Es muy posible que una interacción de estos factores se haya conjugado en el proceso del cambio de la mazorca (Flannery, 1986a; Rindos, 1984; Watson, 1995; Benz y Long, 2000: 460-464; Tarrago, 1980: 182).
Johannessen (1982: 97) acepta que en un principio hubo quizás una selección inconsciente, pero ella no pudo tener lugar en el caso de la creación del maíz de granos grandes, o en el del colorado y las muchas variedades que se han dado. Él considera que ello se logró sólo con una selección continua y consciente. Iltis (1987: 208) y Grobman (2004: 428) concuerdan con este planteamiento; sin embargo Wilcox (2004:145) piensa que “...la domesticación es sólo un factor que puede afectar el tamaño del grano; los otros incluyen las condiciones ambientales, la variabilidad genética, el proceso de cosecha y, para el material arqueológico, las condiciones de carbonización”.
Wang et al. (1999: 236) han llamado la atención sobre el hecho de que la domesticación puede reducir fuertemente la secuencia de diversidad en los genes que controlan los rasgos de interés humano, en el sentido de que cuando la selección es fuerte, la domesticación tiene el potencial de reducir drásticamente la diversidad genética de una planta. Y Doebley (1994: 106, 112) ha hecho ver que cuando la selección humana de la mazorca es muy fuerte los cambios evolutivos se darán muy rápidamente, mientras que cuando esta selección sobre la mazorca es débil los cambios se producirán muy lentamente. Por eso él opina que es inapropiado asumir simplemente que las razas de maíz con morfología similar de mazorca están unidas filogenéticamente. Esta asunción es probablemente inadecuada cuando se compara el maíz de diferentes regiones geográficas, de diversas zonas altitudinales y en distintos momentos en el tiempo. Doebley señala que no se debe olvidar que formas morfológicas similares pueden darse independientemente en diferentes regiones geográficas.
Iltis ha analizado los factores de selección humana bajo domesticación y concluye que en el maíz los rasgos mayores que emergieron en este proceso fueron los siguientes:
1)Aumento en cantidad de hileras, granos y tamaño de la mazorca.
2)Endurecimiento de las cúpulas y de las glumas.
3)Desarrollo de corontas duras que no se desarticulan.
4)Granos desnudos y fácilmente desgranables.
5)Disminución de las ramas primarias, esto es, de la cantidad de mazorcas.
6)Condensación de las ramas primarias y de los internudos de la mazorca.
7)Aumento de cantidad de la vaina de la hoja.
8)Desaparición total de los pedúnculos de la panoja y del espacio entre las ramas.
9)Supresión de todas las ramas de panojas laterales.
10)Supresión de todas las órdenes inferiores de ramas laterales, incluyendo las inflorescencias.
11)Sincronización de la maduración de granos en una mazorca, una planta y un campo.
12)Evaluación de un mecanismo genético y ecogeográfico aislador para prevenir el retrocruce al teosinte ancestral (Nota bene: El autor acepta que el maíz se ha generado a partir del teosinte sobre lo que, como veremos, no todos los especialistas están de acuerdo), dirigiendo la formación de la raza (Iltis, 1983b: 892).
Benz y Long (2000: 460), siguiendo a Rindos (1984:164-166), sugieren que la mayor proporción de cambios evolutivos en el maíz se ha dado antes de los 5000 años a.P. y proponen que las modificaciones morfológicas reflejan una agricultura bajo domesticación. En esto concuerdan con Jaenicke-Deprés et al. (2003: 1208), quienes concluyen que hace 4400 años los agricultores tempranos ya tenían la posibilidad de producir un efecto sustancialmente homogéneo sobre la diversidad alélica, sobre tres genes asociados con la morfología del maíz y sobre las propiedades bioquímicas de las corontas.
Es indudable, como lo ha señalado Doebley (2006: 1318), que una de las más grandes creaciones de los antiguos agricultores son los cereales; es decir, el triunvirato arroz, trigo y maíz que ha provisto más del 50% de las calorías consumidas por los humanos. Si se comparan con sus ancestros, se verá que tienen más granos, que estos son más grandes, que sus tallos son más gruesos, que sus semillas se desgranan libremente de su cascabillo y que además aumenta su sabor. Asimismo, como ya lo he señalado, estos cereales al igual que otras plantas cultivadas tienen un importante factor adicional: sus granos se quedan pegados a las plantas para ser cosechados, en vez de dispersar sus semillas, como sucede en las plantas silvestres. A pesar de que se sabe, como se verá más adelante, que estos fenómenos se dan por medio de un cambio en un número pequeño de genes, la naturaleza de estos y las variaciones moleculares internas no son aún bien conocidas.
Pääbo (1999: 195), basándose en el trabajo de Wang et al. (1999), al que me referiré más adelante, y a pesar de considerar que este es aún tentativo, opina que la domesticación del maíz fue bastante rápida y que pudo producirse en algunos cientos de años.
Hay que señalar que Hilton y Gaut (1998) han hecho un estudio genealógico del género Zea para contrastar una especiación artificial con otra natural. Considero que este trabajo no es válido por tres razones fundamentales. Para la problemática de la antigüedad del maíz usan una bibliografía basada en datos indirectos y no han empleado las fuentes originales. En segundo lugar, las muestras de maíz que han utilizado en su experimento no han sido bien escogidas y es imposible saber a qué razas se refieren (vide Op. Cit. Tabla 1,864). Y, finalmente, en la bibliografía, que consiste de 55 títulos, sólo uno (v.g. Goloubinoff et al., 1993) se refiere a Sudamérica.
Distribución geográfica del maíz
Cuando llegaron los españoles al continente americano, el maíz se cultivaba desde Canadá hasta Chile. En la actualidad lo encontramos desde los 58º de Latitud Norte en Canadá y Rusia, hasta los 40º de Latitud Sur en el hemisferio meridional. Se desarrolla debajo del nivel del mar en los llanos de la depresión del mar Caspio y a alturas superiores a los 3600 msnm en los Andes; en zonas que reciben menos de 2,5 cm de lluvia anual en las regiones semiáridas de las llanuras rusas, y en otras que tienen más de 1000 cm de lluvias anuales en las costas pacíficas de Colombia; en los veranos cortos de Canadá lo mismo que en los perennes de las regiones ecuatoriales tropicales de Ecuador y Colombia. No hay ninguna otra planta cultivada que se reproduzca en un área tan grande y sólo el trigo ocupa una cantidad de superficie mayor medida en acres. En realidad en todas las longitudes y a lo largo de todo el año, el maíz madura en algún lugar del mundo (Mangelsdorf, 1974: 1-2; Brown et al., 1988: 8).
Descripción de la planta
“Es una planta anual, de raíz fasciculada y cuyo tallo tiene también la propiedad de formar raíces adventicias. Dicho tallo es una caña maciza provista de una médula blanca y azucarada. En cada nudo nace una hoja envainadora, ligulada, cintiforme y rectinerviada. Es planta monoica cuyas flores masculinas nacen antes que las femeninas en el extremo de los tallos, formando una panícula de espigas. Las flores femeninas nacen en la axila de las hojas hacia la mitad del tallo y están agrupadas en hileras a lo largo de un raquis grueso, cilindráceo, esponjoso y alveolado, al que en algunas naciones le denominan olote y zuro. Las flores femeninas son sentadas, por lo cual esta inflorescencia es, en realidad, un verdadero amento femenino al que vulgarmente se denomina mazorca, panoja o choclo; éstas están protegidas por grandes brácteas papiráceas a las que suelen llamarse camisas, tusas y hojas de choclo. Cada flor femenina termina en un estilo velloso y muy largo (15 y más centímetros); los estilos de todas las flores salen por el extremo de las brácteas y son verdes primero y rojizos en la madurez conociéndoseles con el nombre de barbas de maíz, pelo de choclo y cabello de elote; este último nombre es debido a que en algunas naciones se denomina elote [México] a la mazorca verde del maíz, que en otras se llama jojoto [Venezuela], la cual cocida se consume como alimento” (Cendrero, 1943: 202). (Para una descripción más amplia y detallada vide Mangelsdorf, 1974:5-9 y Johnson, 1977).
Sobre el origen de la mazorca hay dos planteamientos. Uno propone que la mazorca del maíz se originó por modificaciones de la inflorescencia pistilada del teosinte a través de un pequeño número de cambios morfológicos claves controlados por una igualmente pequeña cantidad de genes mayores (Beadle, 1980; Galinat, 1983, 1985a, 1988a; Langham, 1940). La segunda posición plantea que la inflorescencia lateral primaria de la espiga central del teosinte se transformó en mazorca de maíz por transmutación sexual (Iltis, 1983b).
(Para el lector interesado en detalles sobre la estructura, crecimiento y reproducción de esta planta, lege Kiesselback, 1949; Sass, 1955; Weatherwax, 1955).
Origen del nombre
Ya en el siglo XVII ese “precursor científico”, como lo define Porras (1986: 510), que fue el Padre Bernabé Cobo escribía:
“El nombre de maíz es de la lengua de los indios de la isla Española; los mexicanos lo llaman tlaolli, y los del Perú, zara, en la lengua quichua, y en aimará, tonco; y a la mazorca del maíz llaman los indios de la Nueva España elote, los peruanos, choclo; y al corazón de la mazorca sin grano, coronte, y sirve de leña; y las túnicas del choclo son muy útiles a los arrieros, porque hinchen con ellas las enjalmas y quedan muy livianas”
(Cobo, 1964a: 162).
Hay un acuerdo entre los especialistas respecto a que la palabra maíz viene del taino o caribe donde se le llamaba mahiz. El taino era la lengua hablada por un grupo de elite de los arawak (Ortiz, 1994: 528; Beadle, 1972: 3). Aunque hay quien sostiene que la voz es arawak, marise, y que allí en las Antillas se transformó en mahiz (Horkheimer, 1958: 37).
Los términos mayas para maíz fueron: Ixim, que es un término general, Zac Ixim que significa maíz blanco, Peev ixim, maíz pequeño o temprano, y Xacin que son los granos negros y blancos (Marcus, 1982: Tabla 1, 241). La palabra Ixim era también el nombre del dios del maíz. Al grano del maíz se le llamaba nel, palabra que en los textos maya significa “lugar”. El resto de la mazorca desgranada, es decir la tusa, se llamaba b’akal, como el antiguo nombre de Palenque (Antonio Aimi, comunicación personal, 11 de octubre de 2006).
Hay que tener en cuenta que en el sureste de Mesoamérica, es decir Guatemala, Belice y México al este del istmo de Tehuantepec, incluyendo la región ocupada por los hablantes del mixe, todos son miembros de las familias lingüísticas maya y mixe-zoqueana. En un lapso de 400 años por lo menos, la familia maya incluye 29 lenguajes diferentes hablados en numerosas comunidades en México y se calcula que uno más se ha extinguido desde la conquista. Y hay 12 lenguajes mixe-zoqueanos, de los que uno ha desaparecido también después de la conquista. Se encuentran mayormente en el oeste de Chiapas, suroeste de Oaxaca y sureste de Veracruz. Todos ellos son riquísimos en una terminología relacionada con el maíz y sus usos (Stross, 2006: 578, 581).
En nahuatl el maíz recibe el nombre de cintli o centli y teocentli y era el sustento de los dioses. (Para la terminología lingüística en Mesoamérica y Norteamérica, vide Hill, 2006).
Para los vocablos quechua tenemos el testimonio de Fray Domingo de Santo Tomás que publicó su Lexicón 48 años antes del vocabulario de Fray Diego González Holguín (Porras, 1951: XV, XVII), y allí se dice çara, “mayz, trigo de los indios” (Santo Tomás, 1951:163, 249). Por su parte González Holguín (1989:79, 579) escribió: “çara. Mayz. çara çara. Mayz en montones. Viñak çaraçara, Maizales en caña o en pie”. Y también: “Mayz. Çara, mayz en grano, muchhascca çara, o ttiuçara”. Es interesante que en la cuenca del lago Titicaca, a pesar de que las lenguas quechua y aimara coexisten desde los tiempos del incanato por lo menos, las palabras para definir al maíz se han mantenido diferentes. En aimara la palabra es tunqu y en quechua sara. Sin embargo, en el Cuzco no se conoce el término aimara y en Copacabana se ignora el término quechua (Chávez, 2006: 624). (Para los nombres de las variedades de maíz en quechua, aimara y a’karo, vide Mejía Xesspe, 1931: 13).
Es interesante señalar que Zea mays es universalmente conocido como “corn” en los Estados Unidos de América, mientras que los términos “maize” o “indian corn” son preferidos a nivel internacional, ya que la palabra “corn” en muchos países es sinónimo de “grano” (Mangelsdorf y Reeves, 1945, Nota 2, 235).
Taxonomía
Los estudios de los más distantes parientes del maíz son muy generales y algunos géneros han sido sólo muy raramente investigados científicamente (lege Goodman, 1988a: 203 y su bibliografía). Como lo señala Goodman (Op. Cit., 204, 205 y Tabla 1), sobre la nomenclatura hay también discrepancias.
En 1753 Linnaeus, en su Species Plantarum, clasifica el Zea mays (Towle, 1961: 20). Durante muchos años el maíz y el teosinte estuvieron clasificados en dos géneros diferentes: Zea y Euchlaena. Es en 1942 que Reeves y Mangelsdorf incluyen el teosinte en Zea (Iltis y Doebley, 1984: 591).
Zea mays L. forma parte de la tribu Maydeae, de la familia (Gramineae) Poaceae. El género Zea comprende cuatro especies: Z. diploperennis Iltis, Doebley y Guzmán, que es el teosinte perenne diploide; Z. perennis (Hitchcock) Reeves y Mangelsdorf, que es el teosinte tetraploide perenne, hoy extinto en la naturaleza; Z. luxurians (Durieu y Ascherson) Bird que es el teosinte de Guatemala; y Z. mays o maíz. Esta última especie ha sido subdividida por Iltis y Doebley en Z. mays L. ssp. huehuetenangensis (Iltis y Doebley) Doebley, que es el teosinte de Huehuetenango; Z. mays L. ssp. mexicana (Schraeder) Iltis, que corresponde a la raza Nobogame del teosinte anual; Z. mays L. ssp. parviglumis (Iltis, Doebley), es decir la raza Balsas de teosinte anual, y Z. mays L. ssp. mays, que es el maíz común (Grobman, 2004: 429-430).
Sin embargo Wilkes (1967) ha propuesto otra clasificación: Zea mays L., que corresponde al maíz; Z. mexicana (Schräder) Kuntze, es decir el teosinte anual; Z. perennis Reeves y Mangelsdorf, el teosinte perenne tetraploide; y Z. diploperennis Iltis, Doebley, Guzmán y Pazy, el teosinte perenne diploide, al que considera posiblemente como la forma más primitiva del teosinte (Grobman, Op. Cit.: 430).
Hay que recordar que la tribu Maydae comprende siete géneros, de los cuales sólo dos, Zea y Tripsacum, son americanos. El resto son orientales: Coix, Chionachne, Schlerachne, Trilobachne y Polytoca (Galinat, 1977: 1).
Hay un concepto que es importante aclarar, me refiero al de raza. Este término, que no es muy usado en botánica, se usa ampliamente en el caso del maíz y a menudo crea confusión pues existe la idea de que su aplicación es exclusiva para los humanos y los animales superiores. Hay que decir que desde el punto de vista idiomático la palabra es bien empleada en botánica, pues la segunda acepción que da la Real Academia Española (2001: 1292) corresponde a “Cada uno de los grupos en que se subdividen algunas especies biológicas y cuyos caracteres diferenciales se perpetúan por herencia”.
Varios autores han dado la definición de raza para el maíz. Según Anderson y Cutler (1942: 71), ella corresponde a “...un grupo de individuos relacionados con suficientes características en común para permitir su reconocimiento como grupo. Desde el punto de vista de la genética, una raza es un grupo de individuos con significativo número de genes en común, teniendo las razas mayores un número más pequeño en común que las subrazas”. Por su parte Grobman et al. (1961: 51), siguiendo a Mayr (1942), la definen como una “...población real o potencialmente capaz de cruzamiento, una de varias que puede formar una especie que se distingue por tener en común ciertos rasgos morfológicos y fisiológicos, y por lo tanto, también tener en común genes que determinan dichos rasgos”.
Este concepto surgió dada la gran dificultad de los taxónomos para subdividir una sola especie cuya interfertilización es tan amplia y compleja. En 1899 Stutervant intentó una clasificación y separó el maíz tunicado (pod), el reventón o reventador (pop), el dentado o hendido (dent, que es el maíz ordinario que se usa para forraje), el duro o córneo (flint), el harinoso (flour) y el dulce (sweet). Esta es una terminología aún usada en el comercio o por personas que no tienen conocimientos de botánica. En 1942 Edgard Anderson y Hugh C. Cutler observaron que la clasificación de Stutervant era artificial, pues tomaba en cuenta sólo las características del endospermo mientras que era necesario considerar todo el genotipo.
En el año 1943 se hace la primera clasificación completa del maíz mexicano que culmina con la publicación de Wellhausen et al. en 1951 de Razas de maíz en México, patrocinada por la Secretaría de Agricultura de ese país. Esto fue aplicado ampliamente en América y se editaron 11 volúmenes en los que se definen y se nombran 305 razas de maíz (Mangelsdorf, 1974: 101-105; Sánchez González, 1994: 139). Este gran proyecto fue realizado por el Committee of Preservation of Indigenous Strains of Maize del Agricultural Board de la Division of Biology and Agriculture de la National Academy of Sciences, National Research Council, presidido por Ralph E. Cleland, siendo secretario ejecutivo J. Allen Clark. Los miembros fueron Edgar Anderson, William L. Brown, C.O. Erlanson, Claud L. Horu, Merle T. Jenkins, Paul C. Mangelsdorf, G.H. Stringfield y George F. Sprague. Tuvieron además el apoyo de la Fundación Rockefeller.
En México y América Central se han separado cuatro grupos raciales. Uno en el oeste de México que incluye el Chapalote Reventador y el Harinoso de Ocho. Un segundo grupo corresponde a las razas de tierras altas de México Central y Norte con el grupo Cónico y el de Sierra de Chihuahua. Un tercero, de alturas medias a bajas, desde el sur de México hasta Guatemala, está constituido por tres subgrupos: a) dentados tropicales, b) grupo de maduración tardía y c) razas de madurez corta adaptadas a bajas elevaciones y distribuidas en forma predominante en los planos costeros del Pacífico. Y el cuarto grupo, de razas de alturas medias a altas, desde el sur de México hasta Guatemala, representadas por el tipo Serrano-Olotón; en México y América Central hay más de sesenta tipos raciales (Sánchez González, 1994: 154-155).
En México hay 32 razas que corresponden a cuatro grupos principales: indígenas antiguos, exóticos precolombinos, mestizos prehispánicos y modernos incipientes (Wellhausen et al., 1951: 146), mientras que en Centroamérica se han reconocido 25 razas (Wellhausen et al., 1957). Hernández y Alanís (1970), por su parte, añadieron cinco razas más para el noroeste de México, y Benz (1986) describe cinco nuevas razas (cuatro son las no definidas por Wellhausen et al., 1951) y tres nuevos tipos (Sánchez González, 1994: 139, 141).
En el suroeste de Norteamérica se han distinguido 11 razas (Adams, 1994).
En la región andina la diferenciación racial es notable. Goodman y Brown (1988) han escrito que del total de 252 razas de maíz que se conocen (en esto discrepan con Mangelsdorf [1974: 103] quien, como hemos visto, señala que son 305), 132 corresponden a la región andina. Ellas han sido ampliamente descritas (Grobman et al., 1961, Perú; Roberts et al., 1957, Colombia; Rodríguez et al., 1968, Bolivia; Timothy et al. 1963, Ecuador). (Para Brasil y otros países del oriente sudamericano vide Brieger et al., 1958; para Venezuela Grant et al., 1963; para Chile Timothy et al., 1961). (Vide también Sevilla, 1994: 233).
Wittmack (1880-1887, 1888) fue el primero que hizo un esquema de clasificación del maíz andino partiendo de las muestras arqueológicas halladas en Ancón, basándose en caracteres morfológicos, en la forma de la mazorca y en las características de los granos. Él distinguió tres grupos:
1)Un maíz común que denominó Zea Mays vulgata, con granos que no son ni dentados ni puntiagudos sino en cierta manera de forma irregular.
2)Un maíz con mazorcas cortas, de granos puntiagudos o picudos, que denominó Zea Mays peruviana.
3)Una variedad denominada Zea Mays umbilicata, con granos que tienen una acanaladura en la superficie externa.
A aquellas formas que tenían tipos intermedios o híbridos entre las descritas, las consideró como transicionales. Las ilustraciones del maíz que nos ha dejado son de una calidad increíble. Posteriormente Rochebrune (1879), Costantin y Bois (1910), y Harms (1922) siguieron la sistematización de Wittmack con algunas variaciones, para ordenar grupos intermedios (Towle, 1961: 22).
Grobman y sus colaboradores han clasificado las razas existentes en el Perú en seis grandes grupos:
1)Cinco razas primitivas que por sus características morfológicas y a base de los especímenes arqueológicos se consideran de gran antigüedad (agrupa cinco razas). (Fig. 1; ejemplar de la derecha).
2)Diecinueve razas que han derivado antiguamente o que son primarias. Es decir que se han originado directamente en tiempos prehispánicos por aislamiento, hibridación o selección a partir de razas primitivas.
3)Nueve razas derivadas tardíamente o secundarias. Su origen puede trazarse a base de las razas primarias que aparecen mucho en épocas posteriores a la conquista (Figs. 1, ejemplar de la izquierda y Fig. 2).
4)Seis razas introducidas. Son las que han sido importadas y que a pesar del intercambio genético con las razas nativas, mantienen una diferente morfología de planta y grano.
5)Cinco razas incipientes que emergen en la actualidad como entidades raciales nuevas o que ya están bien establecidas y caracterizadas en tiempos recientes.
6)Seis razas definidas imperfectamente. Se trata de razas que tienen una limitada dispersión geográfica y algunas que están en un incipiente estadio de desarrollo y que además no tienen características bien definidas.
Se trata, pues, en total de 50 razas. Para el listado completo con los nombres específicos de cada una de ellas y sus características, remito al lector a la obra misma de Grobman et al. (1961: 138-336). Un detalle importante es que la raza Cuzco Cristalino Amarillo es una de las que viven en el ambiente más alto del mundo (Sevilla, 1994: 238).
Quiero sólo subrayar que el maíz reventador, conocido como popcorn, de granos pequeños y duros que explotan con el calor, llamado Confite en el Perú, forma parte de las “razas primitivas” que han definido Grobman et al. Pero lo que hay que destacar es que las razas primitivas de los otros países americanos son también todas popcorns y algunas de ellas han persistido desde tiempos precerámicos hasta el presente (Grobman et al., Op. Cit.: 141). Otro tipo peculiar es el pod corn, es decir el maíz tunicado, en el que los granos individuales están encerrados en brácteas, llamadas glumas. Se trata de una característica también primitiva, que es bastante común y casi universal en las gramíneas silvestres (Mangelsdorf, 1974: 75).

Figura 1
Es una muestra de especímenes modernos. La mazorca pequeña a la derecha corresponde a la raza Confite Puntiagudo (vide Grobman et al., 1961: 149-154) y la grande de la izquierda a la raza Cuzco Gigante (vide Grobman et al., Op. Cit.: 295-299).

Figura 2
En este caso también se trata de una muestra de especímenes actuales de maíz. La primera mazorca de la derecha corresponde a la raza Cuzco Gigante, las dos del centro a la subraza de Cuzco Gigante denominada Saccsa (vide Grobman et al., 1961:299-300), y la última de la izquierda es Cuzco Gigante Amarillo que es una raza híbrida entre Cuzco Gigante y Cuzco Cristalino Amarillo (vide Grobman et al., Op. Cit.: 300-301).
Pickersgill (1969: 58) ha dado cuenta de una controversia en el sentido de si los pod corns hallados hoy en Sudamérica son equivalentes a los primitivos pod-popcorns que le dieron inicio al maíz cultivado. Weatherwax (1954: 160-170) ha sostenido que los actuales pod corns son formas “monstruosas” similares a otros conocidos mutantes del maíz y que, en consecuencia, son irrelevantes para la discusión de la domesticación de esta planta. Los maíces muy antiguos tienen glumas vestigiales de pod corns o semitunicados. Los popcorns son sin duda tipos primitivos, pero es difícil aceptar, dice Pickersgill (Op. Cit.), que los popcorn del Perú sean más primitivos que los mexicanos. Hay que aclarar que Pickersgill escribió esto cuando los popcorns precerámicos aún no se conocían y se basó en los actuales.
A fines de la década de los setenta del siglo pasado, Wilkes hizo un análisis comparativo entre las razas mexicanas y las andinas, y llegó a una conclusión sumamente interesante. De las 32 razas encontradas en México, siete tienen contraparte en Guatemala, seis en Colombia, cinco en el Perú y dos en el Brasil. Y señaló algo mucho más importante: 20 de las 32 razas mexicanas son endémicas, es decir el 62,5%. En el caso peruano tomó en cuenta 48 razas, de las que 30 son endémicas, lo que representa el 62,5% (Wilkes, 1979: 5). Es pues la misma proporción. Hay que señalar, sin embargo, que diez años después Wilkes hace el mismo razonamiento, pero por razones que desconozco y que no he podido comprobar le atribuye a México 50 razas (cifra que no concuerda ni con los datos de Wellhausen et al. [1951], ni siquiera si les añadimos las de Hernández y Alanís [1970] y Benz [1986]; vide supra) de las cuales afirma que 27 son endémicas, es decir sólo el 54% frente al 62.5% de las peruanas (Wilkes, 1989: 445).
Todos los principales tipos comerciales de hoy: el maíz dentado, el córneo, el harinoso, el reventador y el dulce existían cuando llegaron los europeos al continente americano.
A pesar de las múltiples variedades mencionadas dentro del Zea mays L., todas se hibridan entre ellas y los híbridos son, casi sin excepción, completamente fértiles.
Es imposible determinar si el maíz fue verdaderamente una especie mutable en la naturaleza. Lo que sabemos es que el Zea mays moderno contiene formas mutantes, centenares de las cuales han sido descritas por los genetistas. Que el maíz moderno es una especie mutable es un hecho o por lo menos contiene algunos loci altamente mutables. Algunos de los mutantes que se dan en el maíz se orientan a hacer la planta más útil para el hombre, usualmente a costa de su habilidad de poder sobrevivir en la naturaleza (Mangelsdorf, Op. Cit.: 2, 133).
Galinat (1985b: 271-272) escribió que “[e]l maíz parece ser el único ejemplo de una nueva especie o subespecie creada directamente por selección humana”.