INTRODUCCIÓN

Me di cuenta, tras nacer mi segundo hijo,
de que no es que yo fuera una buena madre,
sino de que mi primera hija era una santa.

María Valladares. Madre de dos hijos.

La maternidad y paternidad es una de las facetas más difíciles del ser humano y, sin embargo, es quizás en la que más nos exigimos y nos exigen. ¿Eres una amiga o pareja perfecta? ¿Entonces por qué pretendes ser la madre sin defectos y tener el mejor hijo del mundo? Si tu hijo es humano y tú también lo eres, lo lógico es aceptar que será un camino apasionante pero no exento de momentos mágicos y grandes dificultades.

La maternidad llegó a mi vida tras siete años de pediatría, con conocimientos científicos y teóricos, pero cuando una es madre llega lo más difícil, la parte práctica. Ser madre revolucionó mi vida personal y también mi vida profesional. Me permitió ponerme en el lugar de cada madre o padre que venía a mi consulta y saber que dejan en mis manos lo que más quieren: sus hijos. El tener a mi hija entre mis brazos me hizo amar y respetar profundamente mi profesión.

Si he aprendido algo en mi corta e intensa maternidad es a aceptarla sin complejos, a no exigirme más de lo que soy capaz de ofrecer. En mi caso creo que la maternidad, en muchos aspectos, me ha llevado al límite y me ha hecho conocer mis grandes defectos y virtudes, de los que ni siquiera era consciente de su existencia. He desarrollado una capacidad increíble de relativizar los problemas, de paciencia infinita, de que me importa muy poco qué pensarán los demás, de saber cuáles son mis límites y, lo que creo que es más importante, de un humor sarcástico que me permite reírme de mí misma y de toda mi familia. ¿Qué sería de la maternidad si no fuésemos capaces de afrontarla con humor?

Otra gran enseñanza ha sido llegar a comprender qué significa querer a otro sin condiciones. Es muy distinto el hijo que deseas, al hijo que tienes. Hará cosas que llegarán a desesperarte, en las que estarás en total desacuerdo, otras te harán plantearte si estabas en lo cierto. Independientemente de todo y, haga lo que haga, seguirá siendo tu hijo y tendrás que aceptarlo tal y como es, con aquello que te guste y con lo que te desagrada.

El embarazo, entre otras cosas, es ese periodo donde imaginas cómo será tu hijo y tu vida tras su nacimiento. En la mayoría de las ocasiones en los padres primerizos existe gran diferencia entre lo que uno imagina y lo que la realidad posterior le presenta, porque se desconoce lo que realmente significa ser padre o madre hasta que llega el momento.

Nos dan cursos de preparación al parto, pero nadie te explica cómo funciona un bebé, ni los cambios que van a acontecer en tu vida tras el nacimiento o cómo estar preparada para las miles de críticas que recibirás, hagas lo que hagas, incluso de personas que no tienen hijos.

Recuerdo los primeros días de mi hija en casa como si fuese ayer; tuvimos la suerte de estar acompañados tras el parto. Fue el tiempo suficiente como para lograr mi recuperación física, pero llegó lo inevitable y nos quedamos los tres solos; el padre, la madre y la hija para afrontar la casa, la comida, la lactancia, nuestro propio cuidado y el de un recién nacido que requiere a una persona disponible física y emocionalmente las 24 horas del día, tarea nada sencilla y agotadora.

Pronto el barco comenzó a hacer aguas. Había días en que su padre regresaba del trabajo y yo estaba «en el mismo lugar» en el que me había dejado diez horas antes: sin duchar y con el pijama puesto, una maravilla. Había días en los que no tenía tiempo para nada que no fuese mi bebé y mi cuidado básico. Sentía que estaba desbordada y me preguntaba quién me habría mandado meterme en la maternidad. Era una mezcla de cansancio extremo, impotencia, rabia e indefensión.

Yo era plenamente consciente de que mis sentimientos eran normales y no tenían solución, era cuestión de esperar a que el bebé madurase y fuese menos dependiente. Mi esperanza al compartirlo era que me escucharan sin juzgar y se apiadasen de mis sentimientos, pero en la mayoría de las ocasiones no fue así. Muchas veces el apoyo recibido venía cargado de «consejos» que me hacían enloquecer. Eran opuestos entre sí, en muchas ocasiones alejados de nuestra propia realidad, porque eran incompatibles con las necesidades de mi hija y alejados de mi propia forma de ser. Cuando intentaba expresar lo difícil que estaba siendo la maternidad, parecía que no tenía derecho a «quejarme», era en cierto modo un sueño cumplido y totalmente voluntario; «me lo merecía». Da la sensación de que las emociones negativas y la maternidad son incompatibles, cuando realmente es la norma, como en cualquier otra faceta de la vida. Sería maravilloso que se pudiese hablar de lo bueno y lo malo con total naturalidad para darle una salida, para seguir avanzando.

Nuestro principal problema era el sueño, nuestra hija tenía múltiples despertares. Cuando digo «múltiples», me refiero a incontables, era extenuante. Aunque nos dividíamos la noche para que ambos pudiésemos descansar al menos tres horas seguidas, era muy complicado conseguirlo. Nos pasábamos el día como zombis, deseando que llegara el momento de poder dormir fuese la hora que fuese. Yo pensaba que si la falta de sueño se prolongaba unos meses más moriría.

Una de las etapas más duras con el sueño fue esa época, en torno a los cuatro meses, en la que se supone que todo bebé debe dormir de un tirón por los dichosos cereales. Muchos decidieron dar su opinión, me volvieron loca: «estás acostumbrando muy mal a Julia», «si sigues así nunca dormirá sola», «eso lo hace porque demanda tu atención», «eres demasiado blanda» y yo qué sé cuántas barbaridades más.

Los consejos y las opiniones del entorno no me ayudaban a solucionar el problema, así que cada minuto que tenía libre lo dedicaba a intentar informarme de si lo que le pasaba a mi hija era normal o no y si yo estaba haciendo algo mal que provocara esos despertares nocturnos frecuentes. He leído a Estivil, a la guía para tener a bebés tranquilos y felices, a Rosa Jové, a Carlos González, he visitado foros de madres y mil y una página de internet dedicadas al sueño infantil. Realmente ninguna de las fuentes de información me servía al 100% y en el fondo, en muchas ocasiones, por uno u otro lado, me sentía juzgada. Cada cosa interesante que descubría la copiaba y se la mandaba por email a su padre, porque necesitaba compartirlo al segundo, no se podían perder mis grandes descubrimientos.

El sueño fue el problema central en nuestro caso, pero es tan solo una muestra de los mitos a los que tuvimos que hacer frente y buscar respuestas. Está claro que no encajábamos en ningún tipo de crianza, porque nos han juzgado desde un lado y desde el contrario. He dado lactancia materna hasta los 12 meses, pero con muchos biberones de por medio porque necesitaba algún tiempo para mí y porque luego me incorporé al trabajo. Cogí a mi hija todo lo que me apetecía porque yo soy muy cariñosa y notaba que así ella lloraba menos. Hicimos colecho por la dureza de nuestra lactancia pero tuve que dejar de hacerlo porque mi hija se asaba y yo me moría de frío; es calurosa como su padre. Hemos utilizado portabebés, en algunas épocas casi todo el tiempo, y el carrito, y así podría poner miles de ejemplos. Me han llamado «loca de la teta», «usa la teta de chupete», «lo vuestro no es lactancia exclusiva», «no la cojas tanto que se acostumbra», «no tiene suficiente contacto, así no tendrá un apego seguro», «la llevas en pañuelos como los hippies, la vas a asfixiar» y un largo etcétera. En el momento, dependiendo de la relación que me uniese a la persona que lo dijese, los sentimientos podían ser muy diversos en intensidad e ir desde la más absoluta indiferencia a la culpabilidad, las lágrimas o incluso el dolor.

Así nació el blog «mi mamá ya no es pediatra»; a modo de terapia, de blog protesta para acallar los mitos de crianza, para intentar dar respuestas, y de la necesidad de que el mundo se enterase de todo aquello que estaba aprendiendo. Sentía la necesidad de ayudar a otros padres, mi objetivo es que tuviesen un lugar donde encontraran respuestas con base científica sin ser juzgados, para que nadie más pasase por la angustia que yo había vivido. Me resultaba increíble que pudiese haber tantas «certezas» extendidas que son absolutamente falsas y sin ninguna base científica. Todo ello me permitió un nuevo enfoque como pediatra y como madre: no juzgar y no dar consejos, sino escuchar y acompañar desde el más absoluto respeto.

Hay muchos libros que aconsejan a los padres sobre lo que se debe o no se debe hacer, pero hay pocos que pongan al niño en el centro y traten de explicar sus necesidades dándoles voz. No tiene sentido centrarse en un tipo de crianza, porque generalmente en el binomio padre o madre e hijo hay muchos tipos de crianzas y muchos pasos intermedios, en realidad, nada puede dar respuesta a todas las necesidades de los padres y del bebé porque cada padre, al igual que cada bebé, es distinto.

¿Y en qué lugar quedan los bebés y los niños? Los verdaderos protagonistas de todo esto son los grandes olvidados. Las críticas, los mitos y en muchos casos la incomprensión provocan en los padres inseguridad, miedo de no hacer las cosas bien, abandonar el instinto y llegar a una crianza con la que realmente no se sienten cómodos.

El libro que tienes ahora entre tus manos es el que a mí me hubiese gustado encontrar cuando me sentí tan perdida en mi primera maternidad. Un libro que no nos juzgase como madre o padre, que no nos diera recetas de cómo hacer las cosas. Una fuente de información de donde pudiésemos aprender cuáles son las necesidades del bebé, con el apoyo de la ciencia para desmontar los mitos que tanto daño nos hacen. Sin posicionamientos, sin culpabilidades y tratando todos esos temas que muchas veces nadie explica. ¿Sabías que los bebés tienen múltiples despertares porque es un proceso madurativo y todos llegarán a dormir la noche de un tirón? ¿Alguien te ha hablado de la importancia de coger a tu bebé, mejor si puede ser con algún espacio de piel descubierta, tanto si has elegido dar el biberón como lactancia materna? ¿Te dijeron que el pecho cumple una función de succión no nutritiva y que hay que cubrirla y que esa es la razón de que los niños alimentados con biberón necesiten el chupete y los que toman lactancia materna generalmente no lo quieren? ¿Conoces la importancia de que los bebés coman texturas antes de los ocho meses para el desarrollo del lenguaje y no tener aversión a los sabores ni a las texturas? Asimismo, se tratará el sueño como un proceso madurativo que va modificándose hasta los tres años de vida, el contacto como lugar de refugio y seguridad, la alimentación como un proceso de aprendizaje, la parentalidad positiva, entre otros.

Una vez se conozcan las necesidades, el cómo cubrirlas depende de ti, de cada familia. Lo importante es sentirse cómodo con lo que haces y encontrar el camino que mejor se adapte a tu familia.

Este libro es el fruto de muchas inquietudes personales y de mi entorno, de muchas horas buscando información para tratar de dar respuestas. De grandes alegrías y momentos muy duros. Es el resultado de la necesidad de gritar al mundo que tenemos que normalizar el cuidado de nuestros hijos aprendiendo a escucharlos y cubriendo sus necesidades, sin olvidar que también tenemos que cubrir las nuestras. No tenemos que tratar de ser perfectos nosotros ni nuestros hijos, porque la perfección en el ser humano es irreal. Hay que disfrutar de los buenos momentos, que son muchos, y aprender de los malos, y la sociedad debe permitir que las emociones negativas puedan ser compartidas y escuchadas sin necesidad de dar consejos como si fueran verdades absolutas ni juzgar, porque probablemente lo que te ha servido a ti con un hijo no te sirva para aplicarlo con el segundo.

Bienvenidos, recorramos juntos el camino apasionante de conocer las necesidades del bebé y cómo compatibilizarlas para poder cubrir también las tuyas como adulto. Espero que sea útil y que ningún padre vuelva a sentirse solo en este camino apasionante.

Te invito a que compartas tus sensaciones y sentimientos cuando leas este libro #criarsincomplejos. Entre todos podemos revolucionar el arte de ser padres.