El género científico de los discos, Symphysodon, pertenece a la familia de los cíclidos, y este nombre se debe a la característica de tener unos dientes (del griego odon) a la altura de la sínfisis mandibular (del griego symphysis).
El género Symphysodon fue instituido por primera vez en 1840 por Heckel, que adscribió al mismo la especie Symphysodon discus (Heckel discus).
Más tarde, Pellegrin, en 1903, describió otra especie de Symphysodon a la que se dio el nombre de Symphysodon aequifasciatus y que, en cualquier caso, comprende a todos los demás peces comúnmente denominados discos.

Symphysodon aequifasciatus aequifasciatus (disco verde)
A esta segunda especie, según muchos taxónomos (expertos que se ocupan de la clasificación de los seres vivos, animales y vegetales), pertenecerían tres subespecies:
— S. aequifasciatus aequifasciatus, generalmente denominado disco verde (green discus);
— S. aequifasciatus axelrodi, también conocido como disco marrón (brown discus);
— S. aequifasciatus haraldi, denominado también disco azul (blue discus).
En realidad, la clasificación de estos peces no es tan sencilla, y sigue siendo objeto de debates. Las variaciones de color, como veremos en el próximo apartado, no son siempre tan claras, y también en la naturaleza existen peces con características intermedias entre las diversas subespecies de S. aequifasciatus, hasta el punto de que para algunos expertos se debería hablar sólo de variaciones cromáticas (o geográficas, si se tiene en cuenta la zona de procedencia). Para otros, por último, ni siquiera debería existir una diferenciación entre S. aequifasciatus y S. discus.
Los amantes de los discos suelen seguir la clasificación propuesta por Schultz en 1960, que tiene en cuenta también las subespecies de S. aequifasciatus y, dado que la mayoría de importadores, sobre todo de Sudamérica, la consideran aún válida, será la que tomemos aquí como referencia.
Tanto los discos como los aequifasciatus (o aequifasciata, como a menudo se halla erróneamente escrito, dado que Symphysodon es de género masculino y, siguiendo las reglas de la gramática latina, también el género de la especie deberá serlo) presentan forma discoidal muy comprimida en sentido transversal. El cuerpo aparece adornado por la aleta dorsal (en la parte superior) y la ventral (en la inferior), formadas ambas por unos cuantos radios duros y un número muy superior de radios blandos, y por la aleta caudal en la zona posterior del cuerpo, que se une a este por un pedúnculo caudal corto y robusto pero no demasiado visible. Además, hay un par de aletas pectorales, formadas por algunos radios duros y pocos radios blandos (que le dan la forma de triángulos alargados, con frecuencia de color rojo vivo), y unas aletas laterales transparentes, con la base situada justo detrás del opérculo branquial, que son las más importantes para la locomoción.
El S. discus presenta de 46 a 56 escamas (para algunos 44-48), colocadas en sentido longitudinal a lo largo de la línea lateral, mientras que el S. aequifasciatus tiene de 53 a 59 escamas (hasta 62 para algunos autores). En ambos, el número de radios espinosos que componen las aletas resulta elevado, ya que la aleta dorsal presenta 8-10 radios duros y 28-33 radios blandos, mientras que la aleta anal tiene 6-9 radios duros y 27-31 radios blandos.
Como puede observarse, la variabilidad del número de escamas es amplia y, desde luego, no puede constituir una característica diferencial (véase el dibujo). Más significativa resulta, en cambio, la diferencia cromática:
• El S. discus tiene el cuerpo de color amarillo-marrón con matices rojizos y rayas de color verde azulado, atravesado por nueve bandas verticales equidistantes de las cuales la primera pasa por el ojo, la quinta por la parte central del cuerpo y la novena por el límite entre pedúnculo y cola, y es casi siempre muy visible incluso cuando, según el estado de ánimo del pez, las demás resultan invisibles.
• El S. aequifasciatus aequifasciatus presenta coloración de base verdosa o azul verdosa, con las nueve bandas verticales negras, de las que resultan siempre presentes sólo la primera y la novena, que están situadas como en todos los demás Symphysodon (la primera pasa por el ojo y la novena por el límite entre pedúnculo caudal y la cola); la cabeza está adornada con algunas líneas de color verde o azul metálico intensas. Las aletas aparecen divididas en tres franjas de color, es decir, oscuras hasta el negro en la base, rojas en la parte central y coloreadas con matices de un tono verde azulado en los bordes.
• El S. aequifasciatus axelrodi, denominado disco marrón, es considerado por muchos el patito feo, por su coloración de base, de un marrón poco vistoso con rayas azul metálico en la frente; puede tener tonos rojos en la zona terminal de las aletas dorsales, ventrales y pectorales.
• Por último, el S. aequifasciatus haraldi —durante muchos años el más buscado antes de que en los criaderos se criasen todas las variedades cromáticas de las que hablaremos en el capítulo siguiente— presenta una coloración de base marrón azulada, con bandas de color azul más anchas y visibles y, sobre todo, distribuidas por todo el cuerpo. Muchos de estos peces presentan el iris rojo, una característica muy apreciada. Sin duda ha sido la subespecie más importante para conseguir discos de factor azul.
|
Symphysodon aequifasciatus axelrodi (disco marrón) |
Symphysodon aequifasciatus haraldi (disco azul) (foto Aquarium du Limousin) |
Como es sabido, los discos son peces procedentes del continente sudamericano, que se hallan exclusivamente en la cuenca hidrográfica del río Amazonas y en algún otro río como el Orinoco, donde en los últimos años se han pescado algunos ejemplares.
Concretamente en el río Amazonas podemos distinguir tres zonas distintas identificadas con nombres que hacen referencia a las características fundamentales de su agua:
• El agua blanca, denominada por los indígenas agua branca, así definida por su consistencia casi comparable a la de la leche, con una visibilidad inferior a los 50 cm y un color que, a pesar del nombre, resulta amarillo ocre. El aspecto turbio de esta agua deriva de la enorme cantidad de arcilla y detritos en suspensión junto al fango que la intensa corriente retira continuamente del lecho del río. Los valores químicos del agua son los siguientes: pH (acidez) entre 6,2 y 7,2, kH (dureza carbónica) entre 0,2 y 0,4 y dGH (dureza total) no superior a 1 (véase recuadro).
• El agua clara, bastante difundida sobre todo en los pequeños ríos que luego forman los grandes, como el Tapajos. Se caracteriza por no perder nunca la transparencia, que se mantiene incluso durante los periodos en que adopta coloración amarillenta o verdosa al ser colonizada por fitoplancton, lo que se facilita por la continua precipitación de las sustancias disueltas junto con la escasa velocidad de deslizamiento, que se produce sobre todo en terrenos de grava y arena o constituidos por mica (clara u oscura) y gneis. Como es obvio, en este caso la visibilidad es mucho mejor, y puede llegar hasta 4,50 m, sin bajar nunca del metro. Los valores químicos del agua son: pH oscilante entre 4,5 y 7,8, kH inferior a 0,3 y dGH comprendido entre 0,3 y 0,8.
• El agua negra (o agua preta) presenta un color marrón similar a la Coca-Cola, generado por la alta concentración de ácidos húmicos derivados de la gran cantidad de material vegetal en descomposición. Un estudio de Klinge realizado en 1971 demuestra que sobre una superficie de una hectárea de cuenca amazónica caen por término medio hasta 15 toneladas de hojas al año. Al contrario de lo que cabría imaginar, el agua no resulta en absoluto turbia, sino transparente, con visibilidad comprendida entre 1,30 y 2,50 m. Los valores químicos del agua son: pH comprendido entre 3,8 y 4,7; dGH, 0,1, y kH no susceptible de medición por la escasa cantidad de carbonatos presentes. Es el agua típica del río Negro y sobre todo de sus afluentes del margen derecho.
De todos modos, no se puede afirmar con certeza que el disco vive en la naturaleza exclusivamente en aguas que presentan exactamente estos valores radicales, al menos hasta que no esté completamente explorada toda la cuenca hídrica del río Amazonas. Sabemos que este pez se ha encontrado en el río Amazonas y en muchos afluentes suyos como los ríos Alenquer, Branco, Madeira, Tapajos, Uapes, Urubu, el lago de Manacapurú, el gran lago de Manacapurú y el de Tefé, pero con toda probabilidad son muchos más los lugares donde viven los Symphysodon sin que hayan sido descubiertos hasta el momento.

Difusión de los discos en la naturaleza
Si quisiéramos hacer un viaje por la Amazonia en busca de discos deberíamos conocer algunos datos básicos para poder encontrarlos.
En la naturaleza, a los Symphysodon les gusta vivir en aguas tranquilas. Por ello, resulta difícil hallarlos en pleno río Amazonas o en los ríos principales, mientras que es más fácil encontrarlos en los pequeños afluentes o en los lagos. En cuanto a la calidad del agua, no los veremos, como nuestro conocimiento de los discos nos sugeriría, en el agua preta, ya que afortunadamente no es en estas aguas con valores imposibles de reproducir en un acuario donde se crían los discos. Será más fácil encontrarlos en los otros dos tipos de agua o, mejor aún, en los tramos en los que las dos aguas se mezclan entre sí o con el agua preta.
Si además tenemos «exigencias de especie», para ver auténticos Symphysodon discus (véase recuadro) deberemos viajar a los afluentes de la izquierda del río Branco y del río Negro, el río Abacaxis y el río Trombetas; si buscamos marrones, nuestra búsqueda deberá desarrollarse sobre todo en el río Tapajos, en el río Parurú, en el río Tocantins o en el río Alenquer; si nuestro objetivo son los magníficos S. aequifasciatus haraldi, debemos acudir al río Purus, al río Tapauá o al lago Anamá; si, por el contrario, buscamos los verdes, tendremos que centrarnos en los lagos Tefé y Coari para no llevarnos una decepción.
Por lo que se refiere al hábitat propiamente dicho, nuestros peces prefieren vivir en zonas en las que abundan ramas o árboles caídos, ya que estos les permiten esconderse y escapar del ataque de cualquier depredador, ya sea pez o pájaro. Prefieren una profundidad de un metro o un poco más, aunque si el agua resulta muy transparente la profundidad puede aumentar de forma considerable.
Como hemos visto, no es tan sencillo dar unos valores absolutos en lo que respecta al agua.
Sin duda, podemos decir que todas las aguas de procedencia de los discos tienen valores de nitritos, nitratos y amoniaco mínimos o mejor inexistentes, con carga microbiana sumamente limitada por la característica acidez del agua (valor este último muy discutido y temido por los acuariófilos). Es difícil dar una cifra concreta; sin duda es baja, comprendido entre pH 4,5 y 6,5.
Hemos visto que los valores de dureza carbónica temporal y total son muy bajos, e incluso en algunos casos no se pueden medir; por ello, conviene hacer referencia, si queremos recrear este tipo de agua en nuestro acuario, al valor de la conductividad eléctrica. En la naturaleza, este valor oscila entre 20 y 42 microsiemens.
Hay que precisar que, en cualquier caso, para criar discos de captura no resulta imprescindible respetar todos estos valores; por lo general, basta con un agua que tenga pH entre 5,5 y 6, kH inferior a 2 y dGH no superior a 3 o 4, con una conductividad inferior a 70 u 80 microsiemens. Poco a poco podríamos pasar incluso a valores ligeramente superiores.
El pH expresa el valor de acidez de un líquido (agua en nuestro caso).
Puede tener valores comprendidos entre 0 y 14, aunque a nosotros nos interesan los valores comprendidos entre 6 y 8.
En valores iguales a 7, el agua es neutra; si son menores de 7, es ácida; si son mayores de 7, es básica. Para medir el valor de pH se precisan los equipos adecuados. Entre las sustancias disueltas en el agua podemos encontrar bastantes sales, especialmente compuestos de calcio y magnesio, que determinan la dureza total del agua (dGH o grados germanos) y la dureza temporal o de carbonatos (kH). La primera medida tiene en cuenta todas las sales disueltas; la segunda, las sales carbonadas y los bicarbonatos.
