DESCODIFICAR E INTERPRETAR LOS SUEÑOS

Ahora mismo acabamos de despertar, el timbre del despertador todavía resuena en nuestros oídos. Tomamos el café a sorbos, pero no tenemos ganas de hablar. Ese sueño, el sueño de esta noche, sigue atormentándonos. No es un sueño cualquiera, de esos un poco desenfocados que se diluyen al primer contacto con la luz. Es un sueño muy real, una sucesión de imágenes fuertes que se nos han quedado grabadas. Un sueño que quizá contenga algún mensaje, insinúe una situación o perfile una solución a nuestras preocupaciones. Es bien sabido que nuestros abuelos, cuando un problema les atormentaba, pedían consejo a los sueños. Y los antiguos, incluso, acudían a templos y a santuarios, donde había sacerdotes especializados en «incubar», es decir, en gestar, en el lugar y en el momento adecuados, el sueño que les proporcionara la respuesta.

Para penetrar a fondo en nuestros sueños necesitaremos un cuaderno donde anotar los más significativos, desarmarlos y descodificarlos.

Describiremos breve y claramente el sueño, sin olvidar la fecha y la posible información complementaria (por ejemplo, un acontecimiento especial ocurrido durante el día anterior, una cena muy abundante, una discusión, un espectáculo muy fuerte al cual habíamos asistido), porque hay factores que, fijados como recuerdos en el sueño, pueden disminuir o incluso invalidar la importancia de algunos de sus elementos.

El sueño está constituido por partes esenciales y accesorias. El objetivo de desmontar el sueño es separar lo esencial de lo accesorio.

En el sueño habla el lenguaje secreto del símbolo, y los símbolos son esencialmente energía, sus raíces ahondan en los mitos, en las fábulas, en los ritos, en las tradiciones y en las creencias que resultan comunes a las experiencias de distintos hombres, en latitudes distintas, en épocas distintas y en contextos socioculturales distintos. Son conceptos originarios comunes a todos los seres humanos, o por lo menos a los grandes grupos, que Jung define como arquetipos. Ninguna interpretación ni ningún significado de los símbolos tendrían razón de ser si no hiciesen referencia a estas energías básicas en las que se apoyan todos los conocimientos y artes del hombre.

Precisamente porque el símbolo es el fundamento de todo (para crear el mundo, Dios pronuncia letras, es decir, símbolos), el elemento simbólico, tradicional, mitológico, fabulístico, reclama un espacio muy amplio en las reflexiones personales y en la interpretación del sueño.

Una vez redactado el texto del sueño, debemos destacar las palabras que, por la emoción o la sensación que despiertan en nosotros, podrían considerarse claves en el sueño. Para ello, imaginaremos el sueño como un conjunto de frases dotadas de una gramática y una lógica propias. Del mismo modo que en un párrafo hay siempre una frase principal, de la que dependen otras subordinadas, y de la misma manera que en todas las frases hay un sujeto y un predicado sin los cuales no existirían, pero también una serie de complementos accesorios (de lugar, de modo, etc.), que podríamos añadir y quitar a placer, en el sueño encontramos elementos insustituibles, es decir, palabras clave, que se mezclan con otros de importancia secundaria, que, por el contrario, sí podrían omitirse sin que el contenido se viera alterado. Debemos detectar con atención las palabras clave y, sin conceder importancia a su cronología, al orden de aparición en el sueño, numerarlas: 1, 2, 3, etc.

Cada símbolo clave debe ser interpretado tanto de forma general como particular, combinándolo con las otras palabras clave. Sin embargo, antes de hacerlo, debemos leer y reflexionar acerca de las referencias simbólicas, las tradiciones, los ritos y, sobre todo, los mitos relativos a las palabras clave de nuestro sueño. Cerraremos los ojos y los abriremos, saboreando mentalmente, dejando que el símbolo se active en nuestro interior, como una pequeña lámpara que se enciende.

Ahora ya sólo nos queda realizar una pequeña síntesis de lo que hemos extrapolado, que servirá para definir a grandes rasgos el tipo de situación (afectiva, profesional, física, espiritual) a la que nos enfrentamos y a la que buscamos una respuesta. Si nos apetece, podemos anotar los números correspondientes a las palabras clave, que podemos emplear para apostar combinaciones en la lotería primitiva, u otras... ¡y adelante con las cartas! Mediante los esquemas de juego, elaborados expresamente para la interpretación psicológica y el juego de la lotería, ganaremos no sólo un apoyo útil para el conocimiento de nosotros mismos, sino también pautas para traducir el sueño en cifras y extrapolar números significativos para jugar, tomando como punto de partida la fechas de nacimiento y los símbolos oníricos estudiados.

 Señoras y señores, se interpreta

«Un sueño no interpretado es como una letra que nunca ha sido abierta.» Esta sabia sugerencia nos llega del Talmud, un antiguo libro sagrado del pueblo hebreo que, como se sabe, tenía grandes conocimientos sobre los sueños y los números.

Las reglas para aprender a analizar e interpretar un sueño son las siguientes:

 En primer lugar es preciso determinar si se trata de un sueño con un contenido onírico banal o que encierra un mensaje. Esto nos lo dirán nuestras impresiones al despertar y el tono emotivo que lo acompaña. Anotaremos rápidamente los puntos clave, por escrito o en una grabadora, antes de que la conciencia, al despertar, tenga tiempo de borrarlos o incluso modificarlos.

 Analizaremos el sueño por partes, con el propósito de ver si se trata de un mensaje especulador, es decir, que refleja nuestra situación, o si, por el contrario, utiliza un lenguaje simbólico, en el que un elemento toma el significado de otro.

 Buscaremos, entre todo el material onírico, lo que más nos ha conmovido.

 Empezaremos siguiendo la pista que nos han indicado los elementos clave del sueño, asociándolos con cualquier palabra, recuerdo, imagen o persona que nos vengan a la mente.

 Prestaremos una especial atención al color que predomina en el sueño, a la posible aparición de números, letras, formas geométricas o a los escritos aislados que repentinamente pueden invadir el campo del sueño. Otro aspecto a tener en cuenta son los tamaños de los objetos y las personas, sobre todo en caso de que aparezcan deformados o diferentes con respecto a la realidad.

 Debemos tener en cuenta que, para complicar la comprensión de las cosas, el subconsciente se divierte con sus propias artimañas, ocultando los puntos más sensibles de la construcción onírica en detalles insignificantes o dando un giro completo al sentido.

 De la misma manera que el sueño no debe ser infravalorado, tampoco hay que darle más importancia de la que tiene realmente. No nos angustiemos, ni esperemos del mensaje onírico más de lo que pueda aportarnos. Todavía nos queda mucho tiempo para soñar, y, tomándonos las cosas con calma, muchos mensajes por descubrir.

 Cuando nos despertemos con un sabor de boca amargo por culpa de un sueño, intentaremos dar un paso atrás para recordar el tema del sueño, retomarlo e inventar un final feliz.

 Debemos escribir sintéticamente si una cuestión nos preocupa o si buscamos la solución a un problema, reflexionaremos acerca de ello y consultaremos con la almohada. Al despertar, manejando bien el material onírico, podríamos encontrarnos con la solución en nuestras manos, a la que el pensamiento racional no nos habría podido llevar nunca. Poner el despertador cada hora y media para despertarnos después de cada sueño, de todos los de la noche y no solamente del último, nos ofrecerá mucho material suplementario sobre el cual reflexionar.

 Dar rienda suelta a la fantasía a lo largo del día ayuda a enfocar con más detalle los sueños nocturnos. Y no olvidemos que, si dormir bien equilibra el cuerpo y la mente, soñar bien y mucho proporciona buen humor, juventud y longevidad.

Identificando e interpretando las palabras clave del sueño hemos esbozado la situación en la que nos encontramos actualmente. Puede tratarse del estado general, que tiene que ver con toda la vida, o de una cuestión parcial, centrada en una parte. Gracias a los símbolos con los que está tejido, que hunden sus raíces en las tradiciones, el sueño es siempre un mensajero de excepción. Casi siempre, porque existen los sueños que Platón denominaba «salidos de la puerta de cuerno», inducidos por un estímulo accidental, como un ruido o una luz que se enciende de pronto en una sala, trastornos digestivos, sensaciones de calor o de frío no lo suficientemente intensas como para despertar a la persona que duerme pero que son capaces de condicionar la visión onírica.

Ahora se trata de determinar cómo será la evolución. Las preguntas son muchas: ¿estoy actuando de forma correcta?, ¿la dirección emprendida es la buena?, ¿mi iniciativa tendrá éxito o acabará en un descalabro?, ¿cómo debo comportarme para estar a la altura de los hechos?

Aquí entra en juego la baraja de cartas que acompañan al libro. Está compuesta por cuarenta y cinco cartas básicas y siete comodines, cinco de los cuales son relativos a grandes psicólogos que han estudiado los sueños (Freud, Jung, Adler, Laing, Lacan) y dos son cartas adjuntas: el Sol y la Luna. El Sol, símbolo masculino de luz, calor, actividad e iniciativa, representa la energía yang que se manifiesta en su máximo esplendor; la Luna, símbolo femenino de receptividad, intuición y fecundidad, es la expresión máxima de la energía yin.

Estas cincuenta y dos cartas en color tienen los marcos de seis colores diferentes que, según el esquema de juego elegido previamente, nos definirán el tipo de situación o emoción esencial que estamos viviendo (un deseo, un temor, un recuerdo, un sentimiento), y sobre todo nos indicarán la dirección a seguir.