Y si un día este modo de actuar nuestro y todo lo que nos ocurre pareciera la nada, algo tan extraño que el esfuerzo por crecer más que un pequeño zapato infantil nos pareciera inútil: esta tupida tira de blonda floreada y amarillenta, ¿no sería suficiente para retenernos aquí? Como ves: ella fue hecha.
RAINER MARIA RILKE
Para responder a la pregunta «¿qué es el Feng Shui?», se podría dar una respuesta estrictamente etimológica: la palabra china «Feng Shui» está compuesta por los caracteres de «viento» (Feng) y «agua» (Shui). El Feng Shui, por tanto, es la acción combinada de viento y agua, dos de las expresiones fundamentales de la energía vital. Sin embargo, esta definición plantea otros interrogantes. El primero de ellos: ¿qué significa «energía vital»?
La respuesta complica todavía más las cosas.
Los chinos prefieren hacer alusión a las cosas antes que argumentarlas; poseen una historia y una cultura que por encima de la retórica (la organización clásica occidental de un discurso, que contempla una sólida argumentación racional, para demostrar la validez de los propios conceptos o de las propias tesis) privilegian la poesía: la escritura misma (los caracteres chinos) es un arte visual antes que un instrumento lingüístico. Ningún carácter tiene significado por sí mismo, sino que adquiere una variedad de significados en función del carácter (o del grupo de caracteres) con el que aparece.
¿Cómo se puede dar una respuesta clara con una lengua tan móvil y creativa?
Estoy convencido de que si cualquiera de nosotros se acerca a la cultura oriental, y de manera especial a la china, y se aventura en la exploración de los preciados recursos filosóficos y de los manantiales de sabiduría que brotan generosamente de esta cultura, es capaz de poder encontrar una respuesta propia a la pregunta «¿qué es el Feng Shui?»
Intentaré dar una respuesta que, de la manera más clara posible, pero sin caer en generalizaciones, refleje lo que yo considero que es el Feng Shui.
Pero, no quisiera ser malinterpretado y acusado de hacer un ejercicio de sentimentalismo o de irracionalidad, igual que el que han realizado hasta la saciedad los improvisados «santones» del comercio espiritual.
No estoy diciendo «la respuesta está dentro de vosotros», «sigue la voz de tu corazón», «la felicidad se halla en las pequeñas cosas cotidianas» o cosas por el estilo, porque tampoco estoy convencido de ello.
De hecho, considero que el «dentro de nosotros» no es una mónada, un lugar sellado a todo contacto externo e inmóvil ante cualquier modificación, sino que se trata de algo dinámico, que cambia como lo hace el cuerpo con la edad o el cerebro con la experiencia, y que conformarse con las pequeñas alegrías cotidianas —que, por otra parte, son cada vez más enrarecidas y artificiales en un mundo dedicado, casi de manera exclusiva, a la falsedad, a la arrogancia y a la intimidación— es el camino más seguro para perder definitivamente la única facultad por la que todavía vale la pena sentirse afortunado por ser humano: soñar.
Pero, parece ser que el destino del hombre contemporáneo, prisionero de la desarrollada sociedad mediática, es el de estar obligado a disfrutar siem pre de nuevas emociones individuales, que son siempre insatisfactorias. Parece ser que el destino del ideal de hombre contemporáneo es el narcicismo.
No, yo creo que las mayores emociones se encuentran fuera de nosotros, en la interacción con la realidad exterior, con su inagotable complejidad, a través de las infinitas puertas de la imaginación.
Busco experiencias universales.
Esta es mi respuesta al Feng Shui, una respuesta que intentaré resumir de la siguiente manera: el Feng Shui es un concepto complejo que indica que todo es energía, y que la energía actúa —es decir, se codifica, se transmite y se decodifica— sobre todas las cosas, modificando constantemente la realidad.
Llegados a este punto, podemos ser todavía más claros porque hemos simplificado el problema. Ahora, la pregunta que se nos plantea es: ¿qué significa que todo es energía?
Gracias a la ciencia, podemos encontrar las palabras que nos faciliten una respuesta, lo suficientemente concreta, a esta pregunta.
El ejemplo clásico para demostrar que la esencia de la realidad es energía procede de la física subatómica. Esta nos enseña que, a un nivel subatómico, no se puede establecer si una partícula tiene una consistencia física o si bien es una fluctuación energética. En un nivel subatómico, la materia es energía.
Pero, lo que más nos interesa para poder responder a nuestra pregunta es de qué manera esta energía influye activamente sobre la realidad.
La respuesta procede de la teoría de la información. La teoría de la información es fruto de las intuiciones y del trabajo del matemático Claude Shannon. Fue él quien, en los años cincuenta, creó el concepto de bit, la unidad de la información, y también fue el artífice de la elaboración de una idea revolucionaria: los conceptos de la física moderna, y en especial el de la energía, están conectados a la información.
Shannon retomó la rama de la lógica del siglo XIX, elaborada por George Boole. «La idea sobre la que se basa la lógica booleana», escriben Yurij Castelfranchi y Oliviero Stock en Máquinas como nosotros, «es la de imaginar dos extremos lógicos juntos: el Todo, es decir, el Todo universal que comprende todas las cosas, y la Nada, el conjunto vacío que no contiene ningún objeto». Boole indica el Todo con el número 1 y llama 0 a la Nada.
Después, intenta imaginar qué queda de nuestras matemáticas si nos limitamos a estos dos números. Las cuatro operaciones son sustancialmente las mismas: 1 + 0 = 1, porque Todo más Nada es igual a Todo, etc. La única diferencia es 1 + 1 = 1, porque si se añade el Todo al Todo, se obtiene otra vez Todo.
Gracias a Shannon, la lógica booleana se ha convertido en el lenguaje binario de la informática, compuesto únicamente por el 1 y el 0. Gracias a la lógica de Boole y a las aplicaciones de Shannon, hoy sabemos que todas las transmisiones son intercambios de información, es decir, se pueden descomponer en complejas combinaciones de 1 y 0.
Asimismo, hoy sabemos que toda la realidad es información. Decimos que el ARN-mensajero codifica la información contenida en el ADN para una proteína concreta, o que el ADN contiene el código, es decir, las informaciones que se decodifican alfabéticamente, de nuestra vida biológica. En resumidas cuentas, el mundo del átomo, el mundo de los elementos fijos, inmóviles, ha cedido el lugar al mundo de los bits, al mundo de la transmisión de la información.
¿Qué ocurriría si sustituyéramos el número 0 por la línea discontinua ___ ___ y el número 1 por la línea continua ______ ? Lo que sucedería es que obtendríamos los dos elementos base de la adivinación del I Ching, es decir, las infinitas combinaciones energéticas de la energía femenina yin (la línea ___ ___ , el número 0) y de la energía masculina yang (la línea ______, el número 1). En otras palabras, la base del Feng Shui, la energía del Feng Shui, se interpreta y se explica a través del lenguaje binario.
El filósofo Gottfried Wilhelm von Leibniz que, con toda probabilidad, fue el primer matemático que ideó el lenguaje binario, en un escrito de 1670 ya atribuía a los chinos la invención de la anotación binaria, revisando en los hexagramas del I Ching el resto de las intuiciones matemáticas, cuyo significado se había perdido. «Los sesenta y cuatro dibujos representan una aritmética binaria», escribió Leibniz, «que yo he redescubierto miles de años más tarde. En ella, hay sólo dos signos, 0 y 1, con los que podemos escribir todos los números».
De este modo, hemos encontrado la respuesta a la pregunta inicial: ¿qué es el Feng Shui? El Feng Shui es un flujo continuo de energía, es decir, un continuo intercambio de información. Así, sabemos que la energía del Feng Shui (la energía inherente al universo entero) ejerce una acción efectiva, física, porque cualquier instante de interacción es un intercambio de información.
Tal como nos cuentan muchos textos antiguos, el Chi es el concepto que recoge la verdadera esencia del universo. De todo lo anteriormente referido, y de una interpretación más «abierta» basada en la concepción fisiológica y espiritual oriental, se puede afirmar que el Chi (o Ki en Japón, Prana en la India, Rlun en el Tíbet) es la energía presente, tanto en nosotros como en todo aquello que nos rodea (tanto en los seres vivos como en el universo).
Toda la medicina china está basada en el estudio del Chi, y las enfermedades no son otra cosa que desequilibrios, bloqueos o disfunciones del Chi. La acupuntura, por ejemplo, actúa directamente sobre el Chi —este punto ha sido demostrado científicamente e incluso la medicina occidental lo ha aceptado— e identifica los puntos exactos a través de los cuales se puede «penetrar» en el Chi.
En nuestro cuerpo, el Chi se introduce por «puertas» presentes en la columna vertebral —puertas que nosotros llamamos chakras—. El Chi penetra por estas puertas y, con sus cualidades magnéticas, permite que el hombre pueda recibir y transmitir todas las vibraciones del cosmos. De este modo, el hombre se convierte en una verdadera y propia antena, o en un decodificador de informaciones, del Chi universal.
El Feng Shui forma parte de las llamadas seis clases ocultas puestas en práctica por los ocultistas (fang shi) de la antigua filosofía china; la clasificación de las seis clases ocultas se halla en el «Tratado de literatura» —correspondiente al capítulo XXX de la Historia de la precedente dinastía Han— y se basa en los Siete sumarios de Liu Hsin.
EL FLUJO DE LA ENERGÍA
La energía está siempre en movimiento. Esta característica es intrínseca a su propia naturaleza. Cualquier elemento que el experto de Feng Shui quiera examinar —las fuerzas yin y yang, las combinaciones del I Ching, los ciclos de las Cinco energías o los desplazamientos de la energía en una casa determinada— se mueve; lo cierto es que todo se mueve. Generalmente, nuestros sentidos perciben sólo las formas más obvias del movimiento —el tráfico en la calle o la suave caricia del viento sobre nuestra piel— y son menos capaces de captar los ligeros flujos de energía que, de manera invisible, atraviesan una puerta, o sus vibraciones cuando tocan paredes y muebles. Estas son leves corrientes de energía que están siempre activas. Nosotros vivimos en medio de ellas y recibimos su influencia, tanto despiertos como durante el sueño. Por ejemplo, podemos sentirnos incómodos, inquietos o agitados cuando nos sentamos en algún lugar determinado de una habitación y, al cambiar de silla y de lugar de ubicación, nos encontramos más relajados y tranquilos sin ninguna razón aparente. Otro ejemplo, cuando entramos en una casa con motivo de una recepción, de manera instintiva evitamos quedarnos parados al lado de una puerta abierta y preferimos situarnos en cualquier otro lugar de la sala. En la vida cotidiana podemos constatar muchas situaciones como estas, determinadas por nuestra instintiva percepción de las energías que actúan en el ambiente circunstante.
(MASTER LAM KAM CHUEN, El manual del Feng Shui)
• La primera clase es la astrología. En el «Tratado de literatura» está escrito que esta «sirve para colocar y ordenar las veintiocho constelaciones y para observar los movimientos del sol y la luna, con el fin de advertir las manifestaciones de la buena suerte y de la mala suerte».
• La segunda clase está formada por los almanaques. El «Tratado de literatura» dice que «los almanaques sirven para colocar de manera ordenada las cuatro estaciones, para determinar el tiempo de los equinoccios y de los solsticios, y para señalar la concordancia de los periodos del sol, la luna y los cinco planetas, de modo que se puedan prever las condiciones de frío y de calor, de vida y de muerte. Así se ponen de manifiesto los dolores de la desventura y de las alegrías de la prosperidad».
• La tercera clase es la de los Cinco elementos. En el «Tratado de literatura» se lee que «este arte deriva de las revoluciones de los Cinco poderes (que son, de hecho, los Cinco elementos) y en el caso de que este arte se extienda hasta los límites más extremos, nada se le podrá escapar».
• La cuarta clase es la adivinación, y en especial la que se realiza con pétalos de milhojas, conchas de tortuga y huesos de espaldilla de buey. Los pétalos de milhojas se tiraban y después se interpretaban siguiendo las directrices del I Ching, el Libro de las Mutaciones, que originariamente se compiló para cumplir justamente con este objetivo.
• La quinta clase en el «Tratado de literatura» trata sobre otros métodos adivinatorios.
• Finalmente, la sexta clase trata del sistema de las formas. Este sistema comprendía la fisiognomonía y el arte del Feng Shui, la teoría que sostiene que el hombre es producto del universo y, por este motivo, su casa y su sepulcro también deben estar ubicados en armonía con las fuerzas naturales: con el Viento y el Agua.
El hombre es producto del universo, el universo es energía e información. Contemplar este triple aspecto nos lleva a dar una respuesta plausible a la pregunta «¿qué es el Feng Shui?».
Por este motivo, se dice que el Feng Shui nos enseña la buena o la mala naturaleza de las influencias que nos rodean: porque nos hace sensibles a las energías de la realidad exterior y al intercambio de informaciones entre el mundo y nosotros. Por ello, un ambiente determinado puede influir de manera decisiva sobre nuestra psique y sobre nuestro organismo.
En resumen, el Feng Shui es, principalmente, una sabiduría compleja basada en la circulación dinámica de la energía del universo.
Se puede utilizar para mejorar nuestra vida profesional y familiar, nuestras relaciones personales y nuestra salud, si, en cualquiera de nuestros actos cotidianos, ponemos en práctica lo que se deriva de la certeza de la existencia de la energía y la armonía.
La armonía no significa que todo sea perfecto y se mantenga siempre en equilibrio; la armonía significa que todos los elementos tienen una interacción energética, un intercambio de informaciones con el ambiente en el que se hallan, y que dicha interacción energética es dinámica, es decir, puede modificarse y tender —a menudo, de forma natural— a un estado de equilibrio. La práctica del Feng Shui favorece la comprensión —y la búsqueda— de dicho estado de equilibrio, estado favorable, beneficioso y siempre deseable.
En ese sentido, los chinos hablan de «capturar la respiración del dragón».
Generalmente, el Feng Shui es definido como una técnica para conseguir la armonía en el hogar, para organizar de manera «equilibrada» los espacios de la casa y para distribuir de un modo «energéticamente correcto» los muebles, electrodomésticos y objetos.
En realidad, el Feng Shui es mucho más que eso.
El Feng Shui es una sabiduría que nos enseña a vivir en armonía con el ambiente.
Sin embargo, el ambiente no se limita sólo a la casa, sino que abarca todos aquellos lugares en los que se interactúa y en los que, por tanto, se suceden profundos intercambios energéticos. Y, aunque pueda parecer extraño, el ambiente también incluye el cuerpo y la mente. Intentemos imaginar nuestra mente como un ambiente externo. En el fondo, ¿qué es lo que sabemos acerca de ella?
A menudo, nos sorprende con pensamientos imprevistos, transmitiéndonos alegrías inesperadas, o descolocándonos con miedos que pensábamos que ya estaban desterrados. La mente nos sorprende continuamente, haciéndonos rendir ante la evidencia del poco control que tenemos sobre ella.
Desde este punto de vista, la mente se convierte en un verdadero y propio «ambiente» en el que nos hallamos inmersos, con el que mantenemos una interacción continua, un intercambio de energía y de informaciones, y cuyo equilibrio condiciona nuestro estado de ánimo y nuestro bienestar general.
Desde esta otra perspectiva, la visión del cuerpo como ambiente es todavía más sencilla. Nuestro cuerpo es un organismo complejo compuesto por órganos complejos que, a su vez, son fruto de asociaciones complejas de elementos heterogéneos.
El «ambiente» peculiar del cuerpo es el agua. Lo más profundo de «nosotros mismos», es decir, nuestras células, está compuesto por agua (por ese motivo, el agua se define como nuestro «ambiente interno»). En un adulto, al agua corresponde al 70 % del peso corporal: en 50 kg de peso hay 35 l (es decir, casi 35 kg) de líquido, repartidos del siguiente modo: 5 litros de sangre, 2 litros de linfa y 28 litros de líquidos extra e intercelulares.
El estado del cuerpo también condiciona nuestro estado de ánimo y nuestro equilibrio general. Y su equilibrio depende de una compleja red de equilibrios.
Este es, en mi opinión, el significado más amplio y el valor más general del Feng Shui, porque reducirlo simplemente a una técnica de «decoración ecológica» me parecería un acto de desconsideración, en la medida en que su objetivo consiste en lograr el equilibrio y la armonía de todo el «nosotros mismos», nuestro bienestar físico, psíquico, espiritual y existencial.
Por este motivo, la medicina tibetana enseña que una enfermedad puede ser provocada por una falta de armonía con aquello que nos rodea. La armonía es indispensable para nuestra vida, ¡busquémosla! Feng Shui significa que la acción del Viento y del Agua, es decir, el movimiento perpetuo, el cambio de la mente, del cuerpo y del espíritu, puede convertirse en equilibrio, en armonía.
LOS ASPECTOS FUNDAMENTALES DEL FENG SHUI
Los aspectos fundamentales del Feng Shui, que aparecerán en este libro, son los siguientes:
— el Ba Gua, el octágono y el cuadrado, Lo Shu;
— la búsqueda de lugares de buen auspicio;
— la selección y la creación de formas regulares;
— la teoría de los Cinco elementos;
— el equilibrio del yin y del yang;
— la respiración cósmica del dragón;
— el uso de símbolos y números.