Una vez demostrado que el perro es un ser inteligente y que, a su manera, es capaz de pensar, la consecuencia lógica es entender a fondo la psique canina, de modo que podamos obtener animales cada vez más útiles en distintas actividades.
Esta es la función de la psicología canina, cuyos descubrimientos han abierto nuevas fronteras a la cinofilia.
Efectivamente, se ha llegado a la conclusión de que el perro aprende mucho antes (y muchas más cosas) si trabaja de buena gana. Y el animal trabaja a gusto si nosotros logramos:
a) no forzar su ánimo;
b) hacerle creer que el trabajo es un juego agradable y con compensaciones, que le permite obtener las deseadas recompensas (juguetes, comida, caricias);
c) aprovechar al máximo sus aptitudes naturales y los componentes esenciales de su carácter.
Los apartados a y b han introducido cambios radicales en los métodos de adiestramiento del perro, que antiguamente estaban basados en gran parte en la coerción, mientras que actualmente se apoyan en el juego y la diversión.
Para el perro, el adiestramiento debe ser un juego
El apartado c ha hecho que científicos, adiestradores, criadores y cinófilos en general se interesaran por entender cada vez más profundamente al perro, entendido no sólo como especie o como raza, sino también como individuo.
Efectivamente, cada perro lo es en toda la extensión del término y, por consiguiente, en teoría, es capaz de desempeñar cualquier tarea: guardia, caza, defensa, compañía, etcétera.
Sin embargo, la selección llevada a cabo por los hombres ha creado razas con aptitudes bien diferenciadas (así se conocen razas de guardia, de defensa, de muestra, de cobro, etc.), y también razas totalmente inadecuadas para ciertos tipos de trabajo.
Por último, dentro de una determinada raza existen ejemplares más o menos válidos para su trabajo, y también otros que representan una excepción respecto a las características de su raza.
La predisposición de cualquier ejemplar canino para un tipo de actividad determinada se define como aptitud para el trabajo.
Esta es la razón por la cual se han creado los test psicológicos para perros. Dichos test nos dan la oportunidad de aprender algo sobre su personalidad (test caracterológicos), especialmente cuando todavía es un cachorro, y más tarde para descubrir qué trabajos será capaz de realizar con más ganas y, en consecuencia, en cuales obtendrá un rendimiento mejor (test de aptitudes).
Los test caracterológicos están basados en el análisis de los distintos componentes del carácter, es decir de cada uno de los impulsos que determinan el comportamiento del perro.
Los test de aptitudes por lo general analizan un conjunto de distintos impulsos.
De todos modos, de cada test caracterológico se podrán obtener indicaciones útiles sobre sus aptitudes, y viceversa. En este campo no tiene que haber una esquematización excesivamente rígida, sino la máxima libertad de interpretación.
El primer código utilizado para valorar los resultados de los test caracterológicos fue el que elaboraron los señores Menzel: un impulso muy intenso se indicaba con el signo «+», mediante una indicación variable entre 1 y 3, según la intensidad; un impulso inexistente se indicaba con el signo «–» y a un impulso medio se le asignaba el valor «0».
Este código ha sido readaptado en varias ocasiones y ha experimentado ligeras mejoras, aunque el criterio básico sigue siendo el mismo. Para este libro hemos decidido adoptar la misma simbología utilizada por Pietro Alquati en su obra Test caracterológicos para perros jóvenes, en parte porque creemos que resulta especialmente válida, y en parte porque el mencionado texto es el más reciente y más difundido en los medios cinófilos. En caso de que un particular o un criador tengan la intención de utilizar ambos libros conjuntamente, parece lógico evitar confusiones y dificultades inútiles con leyendas diferentes.
Veamos, pues, las atribuciones numéricas que encontraremos al final de cada test:
+3 |
intensa presencia del impulso; |
de +2 a +1 |
notable presencia del impulso; |
de –1 a –2 |
media o medio-baja presencia del impulso; |
–3 |
escasa o inexistente presencia del impulso. |
Dado que no nos estamos dirigiendo a cinófilos expertos, siempre se añadirá al símbolo una breve descripción de su significado, dirigida a las personas poco familiarizadas con la utilización de la simbología numérica.
Todos los test se realizan con perros muy jóvenes: Los caracterológicos están pensados para el segmento de edad comprendido entre los tres y los diez meses, mientras que los de aptitud están casi exclusivamente dedicados a los animales de cinco a diez meses, y en cualquier caso es desaconsejable llevarlos a cabo antes de esta edad.
Es casi indispensable que el perro no haya recibido ningún tipo de adiestramiento o acondicionamiento antes de los test, ya que las experiencias previas podrían transformar en falsos, parcial o totalmente, los resultados.
En algunos test se indica una edad exacta, que debe respetarse rigurosamente (por ejemplo, el test de Campbell se realiza entre los cuarenta y los cincuenta días de vida, ni antes ni después), mientras en otros se puede dejar una mayor libertad.
Todos los test tienen que plantearse siempre en forma de juego, de manera que diviertan al perro todo lo posible y eviten que se asuste o se traumatice.
Cuando en el test interviene un estímulo negativo (como un ligero dolor), es muy importante que parezca totalmente casual y que el perro no pueda atribuir responsabilidad o voluntariedad a su amo en ese hecho. El propósito es poner a prueba la personalidad del perro, no inducirle a pensar que su propietario le hace daño expresamente, ya que esto comprometería sus futuras relaciones.
Los test deben ser realizados con seriedad. Nunca deben pasarse de forma aproximada ni con prisas, sino que se les debe dedicar el tiempo que haga falta y no improvisar. Debemos estudiar a fondo el test que vamos a realizar, procurándonos con antelación el material necesario y avisando a los posibles ayudantes, y después dirigirnos al lugar elegido para la realización del test con las ideas bien claras. Consultar el manual a mitad de la realización del test, por no recordar algún detalle, es una buen manera de arruinarlo todo.
No olvidemos el lápiz, el cuaderno y, si se da el caso, las tablas preparadas para ser completadas con los datos obtenidos.
Los test pueden proporcionar a cualquier amo excelentes indicaciones acerca de la psicología y de las aptitudes de su perro. Sin embargo, también tienen otras utilidades, como por ejemplo mejorar la reproducción utilizando ejemplares psicológicamente compatibles y uniendo características complementarias para obtener una descendencia mejor desde el punto de vista del carácter.
El criador casi siempre se esfuerza en lograr este resultado basándose en las características psicofísicas de sus reproductores, que conoce a fondo. En cambio, no se puede decir lo mismo del particular, que la mayor parte de las veces acaba arreglando apareamientos entre su macho y la perrita del vecino o del amigo, teniendo en cuenta muy pocas veces la morfología, y casi nunca las características psíquicas.
Los resultados de los test realizados a los reproductores que pretendemos utilizar nos pueden ayudar a descartar apareamientos erróneos, sin que para ello tengamos que ser expertos en psicología o en la cría y adiestramiento de animales.
Al final de algunos de los test encontraremos indicaciones básicas sobre la forma de utilizarlos con objetivos prácticos, como el adiestramiento o la cría. Recordemos, no obstante, que se trata de indicaciones genéricas, ya que carecen de la observación y la experiencia directa que sólo el dueño puede tener de su propio perro. El lector tendrá que considerarlos como consejos a tener en cuenta, pero que no deben seguir necesariamente al pie de la letra.
Una última advertencia: los test deben estar orientados a fines prácticos o de utilidad, como los descritos, y en ningún caso deben convertirse en una especie de juego de sociedad. Esto no tiene que privarnos de la diversión cuando los hagamos, olvidando de algún modo el frío rigor científico en favor del aspecto lúdico.
En determinados casos propondremos algunos test (como el del C. I. del perro adulto) que ya desde el principio son más divertidos que útiles. En cambio, lo que no tiene ningún sentido es que el propietario de un perro de caza le someta, por pura curiosidad, a un test destinado a razas de defensa.
En el fondo, todos los test pueden darnos informaciones interesantes sobre el carácter y sobre las aptitudes de nuestro mejor amigo peludo, incluso los que podrían parecer inadecuados para él. Lo importante es que siempre se lleven a cabo con seriedad, concienzudamente y sin traumas para el perro.