Recientemente, al dirigirme a un auditorio de adolescentes, en principio mucho más interesados en las últimas novedades musicales que en las maravillas de la naturaleza, tuve la suerte de observar en un rincón de la sala una telaraña absolutamente perfecta, «de escuela» puede decirse, en cuyo centro acababa de colocarse una pequeña Argiope, oscura e inmóvil.
Inmediatamente, encargué al grupo de jóvenes la tarea de buscar un insecto comestible («eso sí, procurando que esté vivo y coleando») para ofrecerlo en sacrificio a nuestro voraz sujeto de estudio. Tras unos instantes de agitación, me trajeron una hormiga roja, aparentemente bastante activa y descontenta, que se presentaba como un adversario de nivel, ya que era del mismo tamaño que la araña y, como se sabe, también inflige una temible picadura. El tiempo que se tardó en hacer un bonito tobogán con una hoja de papel fue el que tardó la hormiga en acabar deslizándose hasta las redes de la telaraña.
El público se precipitó ante el drama inminente. La araña desplegó sus patas y se lanzó hacia la intrusa: tras unos instantes de duda, la apresó y la mordió. Seguidamente, la araña retrocedió un paso, vaciló de nuevo y le infligió una nueva mordedura. Enérgicamente respaldada por el público joven, Argiope liberó a la hormiga de los hilos secundarios que la retenían y comenzó a envolverla, haciéndola girar sobre sí misma a toda velocidad, al mismo tiempo que la recubría de seda. La desafortunada hormiga roja, a pesar de algunos sobresaltos, expiró en un pequeño sarcófago de seda, ante un público pasmado ante un desenlace tan rápido. Para finalizar, sólo diré que la hora siguiente apenas bastó para responder a la avalancha de preguntas que esta escena suscitó.
En realidad, lo que ocurre es que la observación de las arañas es una actividad fascinante para cualquier individuo dotado de un mínimo de paciencia y de una cierta curiosidad por los seres vivos. No obstante, dicho individuo también deberá contar con algunos conocimientos básicos para interpretar lo que observe. El deseo del autor es, lógicamente, que pueda descubrirlos en esta obra.
Existen tres tipos de observación de las arañas. El primero es el estudio de los animales en su medio, sin que se produzca la intervención del hombre, aunque siempre podemos permitirnos «provocar» un poco los fenómenos naturales.
El segundo es el estudio de los animales muertos y conservados en alcohol, y que además han sido extraídos de su medio. En este caso, es necesario conocer algunas técnicas para realizar esta actividad.
El tercer tipo es la observación de los animales en cautividad.

Araña de la familia Thomisidae, al acecho en el seno de un racimo floral de Buddleia: ejemplo de mimetismo con el soporte (región de Lyon, Francia). © Y. Thonnerieux
La observación de las arañas en su medio es el tipo de acercamiento a estos animales más desconocido. Efectivamente, podemos confirmar que el estudio del comportamiento de las arañas ha tenido y tiene muchos menos adeptos que el estudio de su aspecto y de sus formas.
Evidentemente, esto puede explicarse con razones objetivas. Las arañas, como ya he explicado antes, forman un universo muy amplio y todavía poco conocido, ya que se estima en un 50 % la proporción de especies conocidas en relación con las especies existentes. Con todo, antes de interpretar y analizar, hay que dedicarse a acumular conocimientos y comenzar a clasificarlos. Así, desde este punto de vista comprensible, los aracnólogos se han consagrado principalmente al descubrimiento y a la descripción de nuevas especies.
Además, no se trata de animales que puedan ser observados fácilmente. En primer lugar, se plantean problemas relativos al tamaño, ya que un gran número de especies miden tan sólo algunos milímetros. A pesar de que pueden observarse los principales comportamientos, como la fuga, la caza, el apareamiento, la actividad de tejer, etc., a partir de un determinado grado de detalle (o de una edad concreta), la lupa se hace necesaria y su manejo resulta complicado cuando no quiere perturbarse el objeto de estudio. Si desea verse el proceso de la puesta de huevos, el apareamiento, el punto de impacto de los garfios en el momento de golpear u otros fenómenos precisos, será mejor encontrar, en primer lugar, individuos de un tamaño bastante grande y, a continuación, armarse de paciencia y concentración.

El estabilimento de las arañas suele estar muy desarrollado en los individuos no adultos, como en esta Argiope argentata de Costa Rica. © Y. Thonnerieux
A este problema se añade el hecho de que, en su inmensa mayoría, las arañas son miedosas y se esconden bajo tierra cuando se sienten amenazadas. Con todo, gracias a su escasa visión es posible acercarse a ellas desde muy cerca, aunque habrá que mostrarse siempre hábil y precavido. Finalmente, si desean efectuarse observaciones durante un periodo más largo, se corre el riesgo de ver cómo desaparece la araña, por uno u otro motivo. Afortunadamente, las arañas hembras suelen ser, por lo general, sedentarias (los machos acostumbran a ser errantes) y se mantienen cerca de su telaraña o de su madriguera, por lo que podremos encontrarlas de nuevo en el mismo sitio durante un tiempo, siempre y cuando no se las moleste.
Sin embargo, a pesar de todas estas dificultades, nuestras protagonistas son unos objetivos de observación que le ofrecerán unos placeres memorables. A los que todavía vacilan (y también al resto) les recomiendo la lectura de un extraordinario observador de los insectos y las arañas llamado Jean-Henri Fabre (1823-1915), que consigue maravillar y tener en vilo al lector simplemente con historias de invertebrados, gracias a su gran curiosidad y sus grandes dotes de narrador.
La naturaleza está repleta de prodigios, enigmas y paradojas que el aficionado menos erudito puede comenzar a dilucidar con éxito. Una araña ignora a una presa que se debate en su telaraña: ¿no tiene hambre o está ocupada con otra cosa? Puede que la presa sea una especie que le disguste, porque sea peligrosa, por el sabor de esta o porque no llega a percibir su presencia. Un macho es devorado antes del apareamiento, pero otro macho, no: ¿a qué se debe esto? En todo momento habrá que elucubrar las hipótesis, comprobarlas (encontrar otras presas, otras hembras de la misma especie, otros contextos, etc.).
En mi opinión, este tipo de observación es la más gratificante y apasionante, aunque habrá que combinarla con otra si se desea dominar, al menos parcialmente, el mundo de las arañas.
A pesar de sus virtudes, las arañas no aceptan de buen grado acompañar al naturalista aficionado para adoptar posteriormente las posturas que este desee bajo su lupa binocular. Por tanto, a fin de reconocerlas mejor, será necesario eliminar a un cierto número de las mismas y conservarlas para poder finalmente estudiarlas con comodidad. A pesar de lo anterior, el aficionado deberá responsabilizarse de moderarse y de no coger más muestras de especímenes de las que sean necesarias. Los comportamientos orientados a establecer «tablas de caza» o buenos «marcadores» deben combatirse enérgicamente. Además, deberán protegerse en la medida de lo posible aquellas especies de las que se sepa que son «raras».
No existe un material de observación «estándar» que pueda recomendarse al aracnólogo aficionado, ya que todo depende de la precisión que desee obtener. Sin embargo, superado un cierto nivel, la lupa binocular (una especie de prismáticos colocados sobre una base) se presenta como un instrumento ineludible, con independencia de que al principio se utilice una lupa potente. Efectivamente, la lupa binocular permite realizar observaciones sin provocar cansancio durante un tiempo bastante prolongado, dejando las manos libres y, junto con una pequeña tabla, ofrece directamente la escala de los animales que se colocan. Sin lugar a dudas, esta será la adquisición más costosa del aprendiz de aracnólogo.

Araña ecuatorial al acecho. © Y. Thonnerieux
En cuanto al material de recolección, este es sencillo y barato. Aunque pueda parecer evidente, recordemos que el uso de la mano queda prohibido en la captura de arañas, sobre todo si no desea estudiarse a los animales chafados, sin alguna de las patas o sin otros órganos (como el abdomen y los apéndices, que son de una extrema fragilidad).
Por ello, el primer aparato, un clásico, será el paraguas japonés. Lo mejor es fabricarlo uno mismo, y así desarrollar el modelo en función de los gustos y de las aptitudes manuales de cada uno. Se trata de un trozo de tela de aproximadamente un metro cuadrado, con los bordes doblados hacia el interior. Se colocará una cruz metálica (en un supuesto ideal, y que también será desmontable) en las diagonales del cuadrado (se fijará en las cuatro esquinas del trozo de tela), lo que asegurará la estabilidad del conjunto y permitirá sostener el paraguas.
El dispositivo se colocará bajo un árbol o un matorral, del que se sacudirán las ramas enérgicamente. Entonces, las arañas y los insectos caerán dentro del paraguas japonés (aunque también, y por desgracia, una cantidad nada despreciable de detritus diversos) de forma que bastará con recogerlas del mismo. A menudo, las arañas huyen precipitadamente y se refugian en el borde, que parece ser bastante útil ya que, de no estar presente, las arañas saltarían al vacío y se escaparían.

Las patas en la prolongación del cuerpo ayudan a camuflarse a esta araña tropical. © Y. Thonnerieux
También resulta indispensable la manga entomológica, variante aracnológica del cazamariposas. Se trata de una manga donde la red se ha reemplazado por un trozo de tela resistente, colocado en una estructura menos fuerte. El conjunto se pasea por las hierbas altas, los matorrales, los ramajes, etc., y se va haciendo una selección del producto de la recolección.
Para poder manejarlo de forma más precisa, será imprescindible el «aspirador», con el cual podrá «atrapar» las arañas recogidas con los utensilios anteriores o las que haya detectado en la naturaleza. Se trata de un pequeño tubo de cristal colocado en el extremo de un tubo de goma (el tipo de tubo de una manguera o de una bombona de butano) de casi 1 metro de largo. El paso entre ambos quedará obstruido por un trozo de gasa o de tejido fino. Cualquier araña digna de interés podrá ser fácilmente aspirada hacia dentro del tubo de cristal y expulsada posteriormente en el recipiente donde se decida depositarla. No se deberá dejar nunca a varias arañas vivas dentro del tubo, ya que se devorarían entre ellas.
Habida cuenta de su tamaño, lo más sensato es depositar las arañas recolectadas en pequeños tubos transparentes, de entre 1 y 2 cm de diámetro y de entre 4 y 5 cm de altura, de cristal o de plástico, previamente rellenados con alcohol de 75º. La técnica más sencilla será la de tapar herméticamente el tubo y llevárselo a su casa, donde podrá realizar las observaciones tranquilamente, durante las cuales las arañas no deberán salir del recipiente con alcohol, ya que se secarían rápidamente. Un estudio con lupa binocular se realiza de este modo, con animales que flotan en el líquido de conservación.
Por su parte, los especialistas tapan los tubos con algodón y los depositan en tarros de gran tamaño, también rellenos de alcohol, lo que permite que sólo deban preocuparse por la evaporación del tarro, de manera que no tenga que vigilarse cada uno de los tubos. Lo anterior se justifica en el caso de que desee crear auténticas colecciones, en cuyo caso necesitará establecer desde el principio un sistema de etiquetado de los tubos, donde figure el nombre de la especie, la fecha y el lugar de recolección (los detalles complementarios, como el entorno del espécimen y la técnica de captura, pueden describirse en un cuaderno especial asociado a los tubos). Posteriormente, los tarros deberán numerarse y asociarse a fichas donde se indique qué tubos contienen. En todos los casos, usted deberá indicar sus observaciones tras regresar del terreno ya que, de lo contrario, las lagunas en la memoria le pasarán factura.
Cabe indicar que también podrá atrapar arañas en recipientes enterrados, en los que el borde se asome a la superficie del suelo. La evaporación del líquido de conservación puede entonces suponer un problema en caso de que las trampas no se retiren con la rapidez adecuada: en este supuesto, el alcohol se sustituirá por etilenglicol, líquido que se evapora con menor rapidez.
Para capturar a las arañas del suelo o de la hojarasca, el aparato de Berlese constituye un dispositivo extremadamente eficaz. La hojarasca se coloca encima de una rejilla situada en el fondo de un embudo que desemboca en un recipiente lleno de alcohol. Una lámpara ilumina el aparato por la parte superior. Las arañas, al huir de la luz, el calor y la desecación, retroceden hacia el fondo del aparato y acaban cayendo en la solución alcoholizada.
Para manipular a los animales recolectados, habrá que mostrarse muy prudente, ya que la permanencia en el alcohol debilita todavía más los tejidos. Podrá utilizar pinzas de disección extremadamente finas, agujas y láminas estrechas colocadas en el extremo de un mango.
En esta obra no se describirán las técnicas de observación en microscopio, ya que estas requieren la utilización de un material mucho más complejo. Sin embargo, las diversas asociaciones aracnológicas citadas en el anexo harán que los neófitos se beneficien de sus competencias en torno a estas cuestiones.
La cría de arañas puede ser un pasatiempo original y enriquecedor, y una fuente de gran cantidad de información acerca de las costumbres y el modo de vida de nuestras hermosas tejedoras, aunque esto plantea algunos problemas.
Para empezar, el problema del comercio destinado a la cría ha puesto en peligro a algunas especies y comienza a ser una amenaza para otras. Por esta razón, el Convenio sobre Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) protege a una migala tropical muy conocida llamada Euathlus (Brachypelma) smithi o, sencillamente, la «rodillas rojas» de México. Esta araña ya sólo se encuentra en algunas zonas dispersas de la región de México, ya que la pasión que despierta en los aficionados (debido sobre todo a las bandas de color coral de sus patas y su cefalotórax) ha puesto a la especie en peligro de extinción. Por consiguiente, pedimos a nuestros lectores que se nieguen a comprar esta araña y que informen acerca de los especímenes existentes y de los posibles nacimientos al Ministerio de Medio Ambiente de su país.
Desafortunadamente, hay muchas razones para pensar que otras especies menos conocidas también corren peligro (sobre todo las migalas), a pesar de no poder comprobarse con exactitud, habida cuenta del carácter excepcional de los estudios aracnológicos, sobre todo en países tropicales, generalmente pobres. Por tanto, lo más razonable es abstenerse de recolectar o comprar arañas procedentes de estos países.
Existen otros problemas con las especies tropicales, en particular en el ámbito de la seguridad. Actualmente, el veneno de las arañas es objeto de diversos trabajos científicos, aunque, de forma general, todavía no es muy conocido. No obstante, dependiendo de los individuos, se han comprobado enormes variaciones en la sensibilidad a las mordeduras. Así, una araña considerada inofensiva podrá provocar en algunas personas reacciones de gran violencia, algo que no es en absoluto sorprendente, ya que también se observa en otros Artrópodos, como las abejas o las avispas. Desde este punto de vista, las especies tropicales presentan un cierto riesgo, agravado por la ignorancia o la mala fe de algunos vendedores, que ofrecen bajo una u otra denominación un animal de una especie totalmente diferente.
Además, las grandes migalas tropicales suelen presentar un importante sistema piloso. Estos pelos son generalmente urticantes y constituyen un medio de defensa: la araña desprende una nube de pelos cuando se siente amenazada. Normalmente, estos pelos no suelen provocar situaciones graves, aunque pueden dar lugar a importantes reacciones alérgicas en la piel en caso de contacto o en los bronquios si se inhalan. Por todos estos motivos, desaconsejamos a los neófitos que manipulen migalas de gran tamaño, incluso aunque la prensa publique fotografías de niños con enormes arañas de este tipo o cuando se les muestre un ejemplo de cómo manejarlas.
Para concluir con estos problemas, cabe mencionar que, a pesar de que muchas personas crían a migalas ofreciéndoles un entorno confortable, las cuidan y no cometen imprudencias, también existe una categoría de «migalófilos» preocupados básicamente por impresionar a sus amigos y tener sensaciones fuertes. Estos últimos no manifiestan ningún interés por el animal en sí, sino que este tan sólo les sirve para hacerse valer, y suelen maltratarlo. El único consejo que podemos dar a estas personas es que se busquen otra ocupación...
En la práctica, la cría de arañas requiere pocos recursos, aunque implica un conocimiento básico del modo de vida del espécimen. En el momento de la captura (como ya hemos dicho, recomendamos principalmente la cría de especies que uno mismo pueda apresar), procure guardar a los animales de manera que a cada uno de los especímenes le corresponda un recipiente, ya que, en caso contrario, el carácter carnívoro de las arañas puede reducir en gran medida su capital de Arácnidos.
Posteriormente, habrá que ofrecerles un hábitat que recree aproximadamente aquel del que proceden. Así, las arañas que excavan madrigueras (sedentarias) deben encontrarse con pequeños nidos (de entre 10 y 15 cm), preparados con antelación en el suelo, esperándoles, ya que de lo contrario pueden debilitarse y acabar muriendo. Por el contrario, las arañas tejedoras de telarañas deberán contar con algunas ramas a modo de puntos de apoyo y una cierta «altura de techo».

Araña cangrejo oculta entre las flores de un espino albar. © Y. Thonnerieux
El terrario en sí puede presentar una infinidad de formas en función de la imaginación del investigador; el sistema más eficaz para impedir las fugas es la mosquitera colocada en las paredes con cinta adhesiva. También pueden utilizarse delgadas rejillas metálicas, o incluso cajas de plástico transparente cerradas, puesto que, como la estanquidad no es total, las arañas podrán respirar.
En el fondo del recipiente, se dispondrá una capa de tierra que habrá que mantener relativamente húmeda. Para ello bastará con regarla un poco todos los días. Un recipiente pequeño con agua podrá ser de utilidad (aunque no es indispensable). No se podrá olvidar que hay que introducir algunos obstáculos naturales que creen un poco de ambiente para el animal.
En cuanto a la alimentación de las arañas, el principal problema consiste en conseguir presas vivas, ya que las muertas suelen ser ignoradas. Afortunadamente, las tiendas especializadas en artículos para la pesca venden gusanos que son ideales en este caso. En verano, aquellos que tengan jardines podrán dedicarse a la recolección de insectos. Algunos de mis colegas se consagran a la cría de cucarachas para alimentar a sus arañas, actividad que parece sencilla y eficaz. Las auténticas arañas pueden aguantar con facilidad varios días en ayunas.
En lo que respecta a la manera de estudiar a una cría no existen más límites que los de la imaginación y la paciencia del observador. Podrá interesarse por las técnicas de tejido o de estructuración del nido, realizar apareamientos, etc. En definitiva, se abre ante usted un mundo prácticamente infinito.
Aunque la aracnología no sea una actividad de ocio de «masas», tiene adeptos fieles en todas partes, que suelen agruparse para formar asociaciones o para publicar y mantener revistas. Algunas de las principales se indican en el anexo de la presente obra.

Paratibellus oblongus, prácticamente invisible sobre su rama. © V. Chansigaud