Capítulo 2-B

UN MÓVIL AJENO Y UNA MADRE CABREADA

Hermano, ¿seguro que estás bien? Estás mazo blanco —me dice Paul al llegar a la barra.

Echo un trago de mi Coca-Cola (de lo que queda, porque casi se la ha bebido toda él) y le digo:

—Sí, sí… Es solo que… Joder, ni te imaginas lo que he echado ahí dentro… —me río.

Pone cara de asco inmediatamente.

—A ver, a ver, colega, no quiero detalles, que me acabo de zampar las bravas porque tú no salías de ahí.

—¡Joder, Mohammed! —oigo gritar a Josema; siempre me llama así de cachondeo—. Vaya olorcito has dejado, macho.

—Josema, tío, no tiene que enterarse todo el bar —me vuelvo a reír. No sé por qué, pero hoy parece que todos los chistes van a girar alrededor de mi diarrea. Algo bueno tenía que salirme del culo, ¿no?

Pero Paul pone mala cara. ¡Qué finolis es cuando le da la gana, el cabrón!

—Va, relaja, ya paro con mis mierdas. —Jeje, él no lo pilla, pero seguro que vosotros sí—. ¿Pedimos otra ronda?

—Yo estoy lleno, macho.

—¡Vaya nenaza! Bueno, pues seguimos grabando, ¿no?

Pagamos y, a modo de despedida, Josema nos manda a tomar por culo. ¡Qué majo! Cuando salimos, un cani que hay en la puerta nos pide fuego. Al principio me acojono un poco, para qué engañaros, pero al final resulta que solo quiere que le encendamos el piti.

Luego volvemos a la calle donde estábamos antes. Me vuelvo a poner la bata y esas tonterías, pero cuando intentamos grabar, Paul me dice que está ya demasiado oscuro y no se ve bien la imagen. Así que nada, recogemos las cosas y para casa.

 

 

Los problemas llegan cuando abro la puerta: algo choca contra el marco apenas meto la cabeza y me pego el susto de mi vida. No es nada que se haya caído, ninguna de las fotos de cuando mis hermanos y yo éramos pequeños, que están colgadas en el recibidor y de las que mis colegas se cachondean cuando vienen a casa. ¡ES ALGO QUE ME HAN TIRADO!

 

12.psd

 

—¿Dónde has istado?

—Mamá, yo…

No mi dijiste que ti ibas a pasar la tarde fuera, habibi.

—Ya, pero…

—Ni peros ni baklavas.

En realidad, con mi familia hablo marroquí, pero os hago traducción simultánea. El acento es una licencia que os hago. Así que lo de los baklavas tomáoslo como una adaptación del «ni peros ni peras», ¿vale? Para que luego digan que los youtubers no sabemos escribir. ¡Chupaos esa!

—Pero es que…

Y ahí va, ahí va la otra chancla que estaba amenazante en su mano. Me da en el pecho y, te lo juro, me deja sin aire durante dos segundos. Lo único bueno es que ha quedado desarmada. Lo malo es que me va a tocar tener que aguantar la chapa.

¡¡Tú no sabis lo preocupada quistaba, Hamza!! ¡¡Un montón de horas sin saber de ti, qui ya tindrías que haber llegado a casa!! ¡¡Y ni una llamada ni un nada!! ¡¡Y estabas castigado!!

—Mamá, que el castigo acabó la semana pasada, no me des la lata, eh.

—¡¡No mi repliques!!

—¡Joder!

12.psd

 

—¡¡Una palabrota más y te quedas sin cuscús!!

—¿¿Otra vez cuscús?? ¡Si me he cagado por su culpa!

Sé que la he cagado —¡y ya van dos veces esta tarde, pero de forma distinta!— en cuanto oigo el grito ahogado de mi madre, como un gemido. Si hicieran telenovelas en Marruecos, mi madre sería la protagonista de todas ellas.

¿¿Que mi cuscús ti hiso daño en la tripa?? ¿Cómo puides disirme eso, Hamza? ¿Hago el mejor cuscús de isti lado del Miditerránio y ti hase daño?

Se produce un breve silencio porque no sé qué decir y porque, de verdad, colega, el drama que está montando me ha pillado en bragas. Error mío; porque entre eso y la cara que debo de estar poniendo, suelta la traca final:

—¿Quí has fumado?

—¿¿QUÉ??

—Has istado fumando, ¿verdad, Hamza? Ayyy, ayyy, AAAAAYYYY QUÉ DESGRASIA UN HIJO DROGADICTOOOO.

—Mamá, que no…

—¡¡Échame el aliento!! ¡¡Mírame a los ojos!! ¡¡Ensíñame los bolsillos!!

 

14.psd

 

Y lo hago todo, claro. Aún desarmada de chanclas, mi madre sigue acojonando una pasada. Todavía me podría fulminar con la mirada o echarme té moruno ardiendo hasta desintegrarme la cara.

Los ojos claros, por supuesto; solo podían estar rojos de las fuerzas que he hecho pa cagar. ¿El aliento? Con olor a Coca-Cola, como mucho. Los bolsillos…

Mierda.

Mierdamierdamierdamierdacolega.

El iPhone.

—¿Quí guardas ahí, habibi?

No respondo. ¿Qué mierdas voy a responder? Lo único que se me ocurre:

—Apuntes.

 

14.psd

 

¿Apuntis? —No se lo cree. Normal, hermano.

—Apuntes. De filosofía.

—De filosofía —repite.

14.psd

 

—Dame la droga, Hamza.

¡¡Vaya fama tengo!!

—Mamaquetejuroquenoesdrogadeverdad.

—Ahora.

Y le doy el iPhone. ¿Qué voy a hacer si no? Si sigue pensando que es droga es capaz de llamar a la policía y aún tendríamos problemas con nuestros papeles. Como si lo estuviera viendo.

Pero vamos, que no sirve de mucho, tampoco, porque va y me dice:

¿Ahora iris un ladrón, Hamza?

—Mamá, no, es mío, lo he comprado con el dinero del partner, yo…

—¡¡No mi mientas!! ¡¡Si fuera tuyo, por qué lo ocultarías!! ¡Ay, aaaay, AAAAAY, MI HIJO ES UN LADRÓÓÓN…!

Ojalá alguien estuviera grabando esto porque da para un vídeo único, hermano. ¿O no? Cuando Fatema piensa lo peor de ti.

Así que confieso:

Mamá, relájate… Que me lo he encontrado en el váter del bar del Josema. Lo iba a llevar mañana a la comisaría del barrio por si alguien lo reclama… —Esto es una mentira más grande que mi cagalera; en realidad pensaba descubrir cómo formatearlo y me lo iba a quedar yo, y el dinero del partner, para un reloj o para fiestas, qué sé yo.

El llanto de mi madre para como si nunca hubiera estado llorando. Lo que yo os digo: actriz de Óscar, macho.

—¿Sí? ¡Oh, qué buen hijo tingo! ¡Ya sabía qui no podías ser un ladrón! ¿Y por qué no si lo dijaste a Josema?

—Porque se lo quedaría él…

—¡Oh, mi habibi! Mañana te acompaño a comisaría, no si vayan a pensar que eres un ladrón arrepentido.

—Sí, mamá…

Y adiós al iPhone.

Game over, colega.