Prólogo

En 2017 fui invitado a Colombia por Editorial Planeta para presentar mi libro Los secretos de Hitler en la Feria del Libro de Bogotá (FILBo). No esperaba que ese corto viaje de cuatro días, con un objetivo tan claro, derivara en una investigación sobre la presencia del máximo jerarca nazi en ese país sudamericano. Para ese entonces, contaba con un documento de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) que alertaba sobre la presencia de Hitler en la ciudad de Tunja, situada a ciento sesenta kilómetros de la capital colombiana, en 1954. Ese sorprendente informe fue publicado por primera vez en mi libro Tras los pasos de Hitler. Dicho documento de inteligencia, excepcional, da cuenta de que el jefe del Tercer Reich se reunió con un camarada nazi llamado Phillip Citroen, exintegrante de las SS. Según el documento de la CIA, el encuentro se realizó en las Residencias Coloniales, administradas por un alemán llamado Vicente Edes. Lo inédito es que, además de los significativos detalles que se publican en la documentación oficial, se adjunta una foto en la que aparece Hitler junto al mencionado Citroen en Tunja. En el informe de la agencia que se analizará en esta investigación también se explica cómo ese servicio de inteligencia de los Estados Unidos accedió al negativo y al positivo de papel, una imagen en blanco y negro, documento que hoy es accesible al público, por haber sido desclasificado.

Tras la presentación de mi libro en Bogotá, me contactó el escritor Edwin Cristian Umaña, quien me brindó un dato asombroso: su abuelo contaba que Hitler había estado en el poblado de Paipa, a unos ochenta kilómetros de Tunja, una localidad famosa por sus aguas termales. Según el abuelo de Umaña, Laureano Gómez, líder conservador y presidente de Colombia entre 1950 y 1953, junto con un pequeño grupo de personas, le había tributado un homenaje al jefe nazi, quien, por razones de salud, se había bañado en las termas locales, famosas desde la época prehispánica por sus virtudes curativas.

Es interesante saber que el presidente colombiano Enrique Olaya había designado a Laureano Gómez en 1930 como ministro plenipotenciario en Alemania, donde pudo apreciar el paulatino ascenso de Hitler al poder, siendo desde esos años un ferviente admirador del nacionalsocialismo y de su indiscutido líder. También es conocido, tal como se verá, el rol de Gómez para lograr que durante la Segunda Guerra Mundial se instaurara un gobierno pronazi en Colombia, lo que intentó fomentando sucesivos intentos de golpes de Estado, que siempre fueron frustrados por el oficialismo liberal, alineado con los Estados Unidos.

La narración de Umaña me sorprendió porque el hecho que contaba coincidía geográficamente con la descripción del informe de la CIA. Cuando en una investigación hay datos cruzados, especialmente si provienen de fuentes diferentes que no tienen relación entre sí, en este caso un documento oficial y el relato del abuelo de Edwin Umaña, hay que comenzar a prestar atención, ya que se podría estar ante una pista segura, y es posible que si uno comienza a escarbar un poco aparezcan nuevos datos.

Hasta ese momento, mi investigación se había basado en testigos y documentos que narraban la presencia de Hitler en Argentina, donde vivió varios años amparado por el presidente Juan Domingo Perón, quien dio refugio a miles de nazis después de la Segunda Guerra Mundial. Hitler llegó a Sudamérica en 1945, tras un viaje transoceánico en submarino que lo alejó para siempre del Viejo Continente. En Argentina, uno de los refugios del jerarca nazi fue en una gran estancia austral, llamada San Ramón, comprada en 1910 por el principado alemán de Schaumburg-Lippe, cerca de San Carlos de Bariloche, en la Patagonia, ciudad donde resido desde 1978. A partir de los años noventa, en mi condición de periodista, me dediqué a estudiar cómo Hitler pudo escapar de Berlín, la capital de Alemania, que en esa época estaba rodeada por las tropas soviéticas y envuelta en llamas. La investigación de estos hechos la desarrollé en detalle en el libro El exilio de Hitler (2016).

El hecho de vivir en una de las zonas donde se escondió Hitler me ha dado una gran ventaja, ya que durante años me permitió buscar y encontrar, relativamente cerca de mi casa, testimonios relacionados al caso, algunos de los cuales, aunque parezca increíble, fueron detectados en tiempos muy recientes, como el de una mucama que atendió al jefe nazi, una anciana octogenaria a la que entrevisté en 2016, filmando la totalidad de su relato. En los últimos veinte años, siguiendo estas pistas pude reportear a un importante número de personas y acceder a variada documentación, reconstruyendo con esos datos, presentados en mis libros, la vida del Führer en la Argentina. Si bien publiqué en su momento el documento de la CIA antes citado, carecía de información adicional, no conocía Tunja y no había buscado testimonios o más documentos relacionados con este acontecimiento que no registra ningún libro de historia.

Ante una detenida lectura de ese informe de inteligencia, inevitablemente surge la pregunta: ¿es posible que Hitler, fugitivo y con la posibilidad de ser perseguido y asesinado, paseara, así como así, por el continente? En principio, por lógica, uno a boca de jarro y sin dudarlo contestaría con un rotundo no. Sin embargo, durante la investigación me sorprendieron los datos que surgieron en relación con reuniones que él mantuvo en distintas ciudades de Argentina, por ejemplo, con el exiliado presidente de la Croacia nazi, Ante Pavelić, quien también escapó a Sudamérica junto con todo su Estado Mayor. Esos encuentros se realizaron a principios de los años cincuenta en la ciudad balnearia de Mar del Plata, en la provincia de Buenos Aires, según me reveló Hernán Ancín, un testigo de esas reuniones que trabajaba para Pavelić. Ancín contó que Hitler iba allí protegido por tres guardaespaldas y acompañado por Eva Braun. También aseguró que mientras el Führer se reunía por un lado con Pavelić, la mujer de Hitler charlaba aparte, en la misma sala del edificio, ubicado en el radio céntrico, con una amante del jefe de los croatas nazis llamada María Rosa Gel.

También pude constatar que el Führer se había reunido con el matrimonio Eichhorn, Walter e Ida, ella decía ser prima de Hitler, que financió desde la Argentina al Partido Nacionalsocialista a partir de la década del veinte. En ese sentido, pude verificar por lo menos un encuentro que mantuvieron en 1949 los tres, según me lo reveló Catalina Gamero, la hija adoptiva de la pareja germano-argentina, en el chalet de los Eichhorn, en la localidad argentina de La Falda, en la provincia de Córdoba. La anciana Catalina me dijo que, tiempo después de esa visita de la cual ella fue testigo, “todos los domingos” Hitler llamaba a su prima desde la provincia de Mendoza, limítrofe con Chile. Sabía que esto era así, que la llamada provenía de allá, porque era ella quien atendía el teléfono siempre y la operadora le informaba el sitio de origen de la comunicación. “¡Deme con la señora!”, era lo único que le decía Hitler con voz cortante, enfática y acento alemán, recuerda doña Catalina.

Estos son solo algunos ejemplos de viajes que Hitler realizó en la Argentina para mantener diversas reuniones, tanto con civiles como con militares sudamericanos. En este contexto, las dudas surgen por demás y las preguntas, por lo fascinante del tema, no pueden contenerse, ya que los interrogantes son varios. Si el jefe nazi podía moverse así, lógicamente tomando ciertas precauciones, con identidad falsa y con su fisonomía cambiada simplemente por haberse cortado su bigotito y haberse rapado, debía ser porque existían pactos de inmunidad que le garantizaban ciertas seguridades y hasta protección oficial. En ese sentido, el comisario Gauna, de la Policía Federal Argentina, confesó que integró un grupo especial de esa fuerza, llamado Cóndor, que tenía como misión proteger a Hitler en territorio argentino. Según se desprende de este testimonio, existía una cobertura del Estado implementada a veces por fuerzas policiales, pero también por otras militares, tal como lo reveló un soldado, un excelente francotirador, con convicciones nazis, apellidado Sánchez, asignado por sus superiores a la función de custodia cuando Hitler residía en la Patagonia.

Ahora bien, además de moverse dentro de la Argentina, ¿es posible que él viajara, e inclusive residiera en el exterior por determinados períodos de tiempo, con los riesgos que ello suponía? De ser así, tendrían que haber existido acuerdos internacionales, pactos de poder desconocidos para nosotros, que le permitieran movilizarse a otros países de la región. Digo pactos porque hoy, merced a copiosa información de inteligencia desclasificada, podemos afirmar que todos los servicios secretos del mundo sabían que el jefe nazi había escapado de Berlín. Esto es notorio por la documentación producida por el espionaje de la época, liberada en parte al público, que da cuenta de que después de terminada la Segunda Guerra Mundial, y por muchos años, las agencias de inteligencia continuaban acopiando datos sobre un Hitler vivo, residiendo en el exilio. Por ende, si la información existía, pero nunca siquiera se intentó la captura del jerarca nazi, parece obvio que eso no ocurrió por los acuerdos secretos que le daban ciertas garantías e inmunidad absoluta.

La respuesta a la pregunta de si Hitler viajó desde Argentina a otros países surgió durante mi investigación, ya que pude comprobar que cuando el presidente argentino Juan Domingo Perón fue derrocado por una revolución en 1955, Hitler escapó a Paraguay tal como lo hizo el mismo Perón. Con la caída del presidente los fugitivos que estaban en Argentina se sintieron inseguros y cruzaron la frontera, siguiendo los pasos del mandatario depuesto. En Asunción del Paraguay, el profesor de historia Mariano Llano me dijo que cuando el dictador Alfredo Stroessner estaba exiliado en Brasil, él le preguntó si Hitler había entrado a su país en los años cincuenta. “Sí, así fue, a mí me lo pidió Perón, y yo no le podía decir que no a Perón”, le contestó Stroessner. Llano tenía información sobre este hecho porque tenía una relación familiar con el general Emilio Díaz de Vivar, mano derecha de Stroessner. En Paraguay pude entrevistar a testigos que confirmaron la presencia del jefe nazi en esa nación, lo que me permitió reconstruir en parte la vida de Hitler allí, incluyendo sus reuniones con el presidente paraguayo y un grupo de militares que conformaban una logia ultranacionalista, a una de cuyas reuniones plenarias asistió el jerarca nazi, según lo confirmó un testigo directo encargado de recibirlo. Ahora bien, si Hitler se reunió con Perón en Argentina y con Stroessner en Paraguay, todo indica que el Führer agradeció personalmente la seguridad que le garantizaban sus anfitriones en sus respectivos países. ¿En Colombia hizo lo propio con el presidente de turno? Hablamos en primer lugar de Laureano Gómez, de acuerdo al relato que antes se mencionó del abuelo de Umaña, pero también del general Gustavo Rojas Pinilla, ya que durante el mandato de este último Hitler habría estado en Tunja, según el informe de la CIA.

Durante mi investigación también encontré un documento del FBI, fechado el 5 de junio de 1947, informando sobre una reunión de nazis de la cual participó el Führer en un hotel ubicado en Praia do Cassino, en el sur de Brasil, país que contó siempre con la colonia alemana más grande del continente. En esos momentos, esa nación era gobernada por el mariscal Eurico Gaspar Dutra, un militar anticomunista que hizo que Brasil rompiera relaciones con la Unión Soviética y declaró ilegal al Partido Comunista Brasilero (PCB). Un confidente del FBI que se encontraba en ese hotel en marzo de 1947 aseguró que vio a los germanos reunidos alrededor de una mesa y que con seguridad uno de los comensales era Hitler. En ese sentido, no tiene ninguna duda y explicaba que estaba un poco demacrado, afeitado y con el pelo muy corto. También dijo que el jefe nazi se encontraba acompañado por una mujer rubia y una joven de unos diecisiete años. Estaban sentados junto a varios alemanes, uno fue identificado por el FBI como un nazi reconocido, quienes participaron del encuentro, que duró más de un día porque varios miembros del grupo se alojaron en el hotel.

Todos estos datos me permitieron inferir que Hitler efectivamente viajó por el continente, lo que da sustento a la posibilidad de que haya estado en Colombia. La falta de datos al respecto cambió tras mi brevísima visita a Bogotá en 2017. Estando allí sumé al relato de Umaña, que mencioné antes, la opinión del doctor Javier Ocampo López, presidente de la Academia Boyacense de Historia, un reconocido y laureado intelectual colombiano, autor de más de cien libros y de una gran cantidad de artículos y trabajos de investigación. En ese sentido, debo hacer una reflexión. El mundo académico no se toma con seriedad el tema de que Hitler escapó, los historiadores descartan esta idea de plano, con lo cual anulan toda posibilidad de analizar los datos sobre su presencia en Sudamérica después de la guerra. Se atienen a la versión oficial del suicidio, supuestamente ocurrido el 30 de abril de 1945, en el búnker de Berlín, junto a su amante Eva Braun. Por lo que acabo de mencionar, cuando fui a entrevistar al doctor Ocampo López, en Tunja, esperaba recibir una respuesta categórica de ese tipo. Me equivoqué de plano. Él no se sorprendió, como yo esperaba, cuando le pregunté sobre la reunión que habría mantenido el jefe nazi en Tunja. Por el contrario, me aseguró que en esos años la presencia del Führer, “que había llegado desde Argentina”, según dijo, había corrido como un reguero de pólvora en la población y que él se enteró porque en los años cincuenta era un hecho muy comentado en ciertos círculos intelectuales locales. Como si esto fuera poco, una anciana octogenaria me contó que ella trabajaba en un laboratorio farmacéutico de alemanes, Sanicol, que funcionaba en Bogotá, y que el dueño, Boris Beschiroff, era amigo de Hitler. La mujer reveló que este se reunió más de una vez con su jefe, que les prohibió a sus empleados de confianza contarles a terceros sobre la presencia del jerarca nazi en el lugar. “Él se hacía llamar ‘Don Miguel’, pero todos sabíamos que era Hitler”, me dijo ella con absoluta seguridad. Si en cuatro días de estadía en Colombia surgió este cúmulo de datos impresionantes, que me dejó perplejo, tuve la convicción de que con una investigación planificada podría obtener más piezas del rompecabezas que se estaba empezando a armar.

Este libro es el resultado de esa investigación posterior que corrobora la presencia del jefe nazi en territorio colombiano después de la guerra. Una nación que tenía sectores muy afines al nacionalsocialismo y en la que, como en tantas otras del continente, los nazis en fuga encontraron refugio seguro. Una tierra fértil, receptiva y amigable para el viejo Hitler que, en el exilio, pero sin perder sus convicciones, visitaba a sus amigos y camaradas, quienes lo veneraban como un semidiós. Ya retirado, el Führer se reunió con aquellos militares, políticos y empresarios sudamericanos que tanto lo admiraban, algunos habían realizado importantes aportes para la causa desde los años treinta, y que ahora cumplían con el deseo de verlo y escucharlo en persona. Un verdadero milagro para ellos. Un sueño impensado durante la guerra, una idea fantástica en sus cabezas, que se concretó en un joven continente llamado Sudamérica, un refugio seguro para los nazis, contracara de la antigua Europa, destruida y arrasada después del mayor conflicto bélico del siglo XX.

Finalmente, debo decir que la investigación de Hitler en Colombia abrió una caja de Pandora. En principio, es difícil establecer cuánto tiempo estuvo él en territorio colombiano y responder si viajó más de una vez, lo que al parecer hizo. Incluso tres cartas anónimas, de personas supuestamente vinculadas a la operación de fuga del Führer, aseguran que Hitler arribó primero a Colombia, lo que implicaría que tiempo después se trasladó a la Argentina, y no al revés. Esos relatos perdieron su carácter privado cuando fueron publicados por el diario El Tiempo en 1948, y esto, además de causar una conmoción, obligó a que interviniera el FBI, según lo revelan los archivos de esa agencia. Uno de los informantes, que decía llamarse Ludoro Llama Seltz, aunque este es un nombre falso, aseguró ser un acaudalado colombiano que había trabado amistad con el Führer en Europa y que luego actuó de anfitrión del jerarca en Colombia. Llama asegura, y aquí siguen las sorpresas, que Hitler en 1948 estuvo detrás del Bogotazo y del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, con el propósito de generar un escándalo internacional cuando estaba sesionando la Novena Conferencia Panamericana en la capital de Colombia. El informante asegura que el plan del jefe nazi era que se acusara a los comunistas por estos hechos; el fallecimiento de Gaitán desató el Bogotazo, que causó cientos de muertos y heridos, amén de la destrucción de buena parte de la capital, pensando que este incidente causaría que los países americanos, cuyos representantes estaban debatiendo en Bogotá, rompieran relaciones con la Unión Soviética. En síntesis, dice Llama que, de acuerdo con el plan pergeñado por Hitler, el trágico Bogotazo encendería la mecha que haría estallar la guerra entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Sea verdadera o no la versión de Llama, lo cierto es que, tras el Bogotazo, Colombia y varios países de la región rompieron relaciones con Moscú, mientras aumentaba la tensión en el mundo como consecuencia de la Guerra Fría.

Cuando hablo de caja de Pandora, lo digo en el marco de las informaciones inesperadas que comenzaron a aparecer. Si Hitler estuvo en Colombia, tal como se intenta demostrar en esta investigación, ¿cuál era la razón de su presencia?, ¿estaba solamente escondiéndose o había otros motivos para viajar a territorio colombiano?, ¿con quiénes se reunía en Tunja y para tratar qué temas? Si realmente tenía encuentros con líderes políticos, como Laureano Gómez, ¿de qué hablaban? ¿Dónde se reunían? ¿Hitler tenía intereses especiales en territorio colombiano? Si los tenía, ¿podía tratarse de capital nazi fugado de Alemania cuando caía el Tercer Reich? ¿Parte de esas divisas fue puesta en resguardo en Colombia? ¿Qué rol estaba jugando él durante la Guerra Fría, que enfrentó a los mundos capitalista y comunista?

En principio y sin tener respuestas concluyentes, la presencia de Hitler coincide con la inauguración de Acerías Paz del Río, ubicada cerca de Tunja, una empresa industrial al parecer vinculada a los intereses de los alemanes. Entonces, en esta línea de hipótesis, ¿visitó Hitler Acerías Paz del Río? ¿Quería comprobar in situ la magnitud del mayor polo minero y metalúrgico de la región, donde los nazis habían puesto sus fichas? Consideremos que este emprendimiento era estratégico en Sudamérica, tanto por administrar un área extractiva, minas de carbón, hierro y calizas, que claramente estaban en manos de los alemanes, como por la gran producción del acero, producto que escaseaba después de la Segunda Guerra Mundial y que era necesario para la fabricación de armas de los países del bloque occidental que conformaban la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Sorprende descubrir en esa empresa la presencia de algunos nazis, por ejemplo el caso de Wolfgang Karl Hinz, quien estaba en el búnker de Berlín en abril de 1945 y salió de ese refugio subterráneo con un encargo personal de Hitler. Lo insólito es que Hinz terminó trabajando de ingeniero en Acerías Paz del Río, donde sufrió dos atentados al parecer porque los agresores habían identificado quién era y su pasado en las filas del Tercer Reich. Pero no es el único ejemplo: Gunter Schwochau Steinke, tras dejar su uniforme nazi, trabajó un tiempo en Paz del Río, y luego formó parte del servicio secreto colombiano, durante el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla. ¿Hay más casos similares? ¿Estos alemanes llegaban en el marco de un plan de fuga que contemplaba como destino a Colombia? La respuesta es que sí, y en este libro se demostrará cómo funcionaba esa estrategia tendiente a dar refugio seguro y trabajo a los germanos en fuga. Como ejemplo, se citarán nazis que llegaron a Colombia e inclusive famosos héroes de guerra alemanes que encontraron tranquilidad para sus vidas en ese país. En ese contexto, no se puede pasar por alto la forma de traslado de los nazis cuando escapaban a Sudamérica. Varios de los jerarcas se fugaron en submarinos y era una modalidad hundir esos navíos, tras desembarcar, para no dejar rastros. ¿Ocurrió esto en Colombia? Al respecto, durante esta investigación se accedió al testimonio del general Belarmino Pinilla Contreras, un octogenario militar de la Fuerza Aérea, quien aportó un dato clave: piloteando un helicóptero sobre el mar, pudo ubicar el casco de un submarino alemán hundido en el área de La Guajira, en aguas jurisdiccionales colombianas. Se trata de una zona marítima donde no hay antecedentes de que algún submarino nazi haya sido hundido por los aliados o la Armada de Colombia, con lo cual efectivamente podría tratarse de uno que fuera utilizado por los fugitivos tras desembarcar.

En este libro se presenta también otro testigo directo que estuvo en una reunión que se realizó en Bogotá, donde Hitler se encontró con un pequeño grupo de alemanes. En ese caso, el lector se asombrará cuando descubra cómo el jefe nazi cambiaba de fisonomía para despistar a sus potenciales perseguidores. Esta caja de Pandora de la historia —según la mitología griega, la esposa de Epímeteo debía mantenerla cerrada, pero no lo hizo, con lo cual liberó los males de este mundo— ha sido abierta y las verdades que estaban escondidas, durmiendo por años apaciblemente, salen a la luz para, desde el pasado, que es de donde provienen, sacudir al presente. Ahora, con la mente receptiva y sin prejuicios ni preconceptos, deslicemos estas páginas y dejémonos sorprender.