INTRODUCCIÓN: ¿CÓMO USAR ESTE LIBRO?
Esta es nuestra obligación hacia el niño: darle un rayo de luz, y seguir nuestro camino.
MARIA MONTESSORI
Mi experiencia
Cuando pienso en la maternidad y en lo que quiero guardar en la memoria de los años transcurridos desde que soy madre, siempre me viene a la cabeza una primera imagen. Cierro los ojos y me veo a mí misma abrazando a mi bebé recién nacido, que huele a vida. Hoy de ese olor intenso apenas queda el recuerdo, pero la sensación que me embarga es la misma que tuve entonces: responsabilidad absoluta. Quería hacerlo bien, quería ser una buena madre y no quería equivocarme. Varios años después tengo sentimientos encontrados respecto a estas afirmaciones. A veces pienso que lo hago bien y a veces, todo lo contrario. Me equivoco muchísimo, pero esto es lo único que me permite aprender de mis errores y mejorar. Y aunque yo no lo vea igual que ellas, para mis hijas siempre, o casi siempre, soy una madre estupenda, la estrella más brillante de su universo. ¡Qué responsabilidad!
En estos años ha habido mucho ensayo y error, y así fue como llegamos al método Montessori, tras un error: necesitaba potenciar la autonomía de mi hija mayor a la hora de jugar, ya que con su hermana recién nacida yo no podía dedicarle mucho tiempo, y pensé que sería una buena idea redecorar la habitación de juegos. Ahora se me ocurren un montón de posibilidades no basadas en la decoración de interiores para integrar a mi hija y acompañarla en ese proceso, pero en aquel momento empecé la casa por el tejado, comprando muchas estanterías, y así fue como, gracias a la casualidad, llegué al método Montessori.
De pequeña quería ser maestra, entonces ya me encantaba compartir y enseñar; sin embargo, no soportaba la idea de jerarquía, superioridad y control que planeaba en la escuela. Decidí tomar otro camino cuando se presentó la ocasión, y opté por algo que me encantaba, aunque no era mi pasión. Después fui reorientándome hacia la formación de adultos. Con la maternidad de repente algo en mí cambió, volví a conectar con la niña que había sido y le prometí ciertas cosas: le prometí que yo sería la persona que ella hubiera necesitado en cada momento crítico de su vida.
Mi marido es docente, así que conocíamos el sistema Montessori como método pedagógico, pero para nosotros la verdadera revolución fue adoptarlo también en casa. Empecé a profundizar en este sistema y me enamoré de su manera respetuosa de entender la educación, de la fe absoluta que tiene en el niño, del cambio de paradigma que supone que el niño pueda aprender por sí mismo con un buen ambiente preparado, de la no intervención del adulto, de su apuesta por las relaciones horizontales. En definitiva, me fascinó.
Tras aterrizar en el método Montessori y empezar a asimilar lo que era realmente, me di cuenta de que, siguiendo mi instinto, aplicando lo que yo veía que funcionaba con mi hija gracias al ensayo y error y observándola mucho, yo ya había interiorizado todos y cada uno de los principios de este sistema sin darme cuenta.

Una idea sumamente útil para los niños muy pequeños es poner un lavabo a su altura, en el bidé, en un mueblecito o en espacios reducidos con un añadido para la bañera.
Los últimos seis años han pasado en un suspiro, y de lo único que me arrepiento es de que en algunos momentos disminuyera mi confianza en ellas y no me escuchara a mí misma o me desconectara. Llegó un día en que mis hijas dejaron de ser bebés para convertirse en niñas, y fue entonces cuando comprendí lo maravilloso que había sido criarlas sin premios ni castigos en su primera infancia, ofreciéndoles autonomía y libertad, tanta como, a nuestro juicio, pudieran manejar. Y contra todo pronóstico —el pronóstico de los opinadores, pues me decía el corazón que ocurriría así—, ahora son niñas con las que se puede dialogar, negociar y llegar a acuerdos. Son compasivas y empáticas y saben calmarse cuando se enfadan, no porque el enfado sea una emoción negativa, sino porque son conscientes de que no nos lleva a tomar buenas decisiones a largo plazo. Saben expresar cómo se sienten y también pedir disculpas y aceptarlas sin rencores. Por mi parte, volvería a hacerlo todo igual, no porque haya comprobado que el método funciona, sino porque es lo que creíamos que debíamos hacer: tratarlas a ellas como nos gustaría que nos tratasen a nosotros. Nos queda mucha crianza por delante, pero ahora tengo la certeza de que hemos sentado una sólida base de respeto y cooperación. Mis hijas tienen un librito precioso que dice que los únicos regalos que necesita un niño son tiempo y amor. Y eso es lo que les hemos dado.
El porqué de este libro
Este libro es el que me hubiera gustado tener a mano el día anterior al del nacimiento de mi hija mayor, o incluso antes de quedarme embarazada. Gestar y criar tienen mucho que ver con soltar, ceder y relativizar. Ahora sé que educar no es conseguir, ni verter, ni controlar. Educar viene del latín educare, es sacar desde dentro, educar es liberar todo lo que los niños llevan dentro, proteger su tiempo y su espacio e interferir lo menos posible en sus actividades. No podemos controlar a los niños ni decidir por ellos, igual que no es posible escoger cuándo queremos que les salgan los dientes de leche o comiencen a perderlos. Ellos siguen su proceso. No tenemos competencia para hacer su trabajo, que es crecer, solo podemos acompañarles en este proceso.
He querido ser rigurosa y flexible, he querido ser precisa y concisa, he querido buscar un equilibrio entre la teoría y la práctica. Por eso este no es un libro más sobre la pedagogía de Maria Montessori (hay muchos, pero estoy convencida de que lo más enriquecedor es leer directamente las obras de la doctora, de las cuales tienes un resumen al final del libro). Tampoco es un libro más sobre crianza, pues es una guía diferente, en la que encontrarás lo que yo hubiera querido saber antes de ser madre, no para evitarme frustraciones innecesarias, sino para encontrar consuelo cuando estaba perdida. Al mismo tiempo, he querido que sea un libro práctico porque sé que cuando probamos algo nuevo necesitamos toda la información posible. Sin embargo, no te daré recetas universales, aunque te animaré a buscar las tuyas, las vuestras.

Si tenemos suficiente espacio, podemos prepararles una mesita donde puedan lavarse las manos y la cara y, además, tener a su alcance sus útiles de aseo.
En este libro he recogido lo que me gustaría transmitirles a mis hijas, con la intención no de que me hagan caso o repitan mis pasos cuando sean madres, sino de encenderles una luz si en algún momento la necesitan. El libro es el abrazo que me gustaría darte en persona si se te está haciendo cuesta arriba la crianza, para decirte: «Tú puedes», «Cuídate», «Esto también pasará», «Disfrútalo, que es muy corto» y «Al final del viaje solo importan las risas», todo a la vez.
Es un compendio de todo lo que hemos vivido estos años, de nuestra experiencia de crianza. Si pudiera volver al pasado, seguramente lo habría leído y pensado «otro libro más», y después lo habría dejado olvidado en un cajón. Y así es como debe ser, porque cada uno tiene que cometer sus propios errores, lo cual no convierte a los hijos en cobayas, sino en hijos. Pero para esto es preciso ser conscientes, sinceros y valientes y saber decir «Lo siento, me he equivocado, esto es lo que voy a poner en práctica para que no vuelva a ocurrir, me encantaría que me ayudaras». Si tú, lector o lectora, mientras lees este libro sientes en algún momento que lo que digo no te convence, te chirría o te plantea dudas, ¡genial! Significa que estás desarrollando tu espíritu crítico, algo esencial para la crianza, junto al amor, que viene de serie. Las otras tres cosas esenciales son la paciencia, el humor y el chocolate.
He tratado de plasmar en estas páginas mi máxima «No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti», que es un principio universal y está presenta en todas las religiones (Mary Ellen Maunz, guía Montessori, lo llama «la regla de oro» en su libro Cuidar de la vida interior de tu hijo). Para ponerla en práctica necesitamos empatía, y para desarrollar la empatía necesitamos nuestro cerebro racional, y para usar nuestro cerebro racional necesitamos cuidarnos. Así, el autocuidado es esencial en la crianza, y espero poder comunicar lo importante que es esto a lo largo del libro.
Este es un libro en el que he puesto todo mi ser, todas mis ganas, todo mi cariño y empatía. Es un libro también para recordarme que los días son eternos cuando tienes bebés, pero que los años son muy cortos, si no efímeros. En un suspiro tu hijo camina; en otro, sabe hablar, en otro más, ha aprendido a escribir. La primera infancia de los hijos es una etapa tan breve como intensa, durante la que es fácil caer en el bucle de la desesperación y dejar de cuidarse. Espero que este libro te sirva de guía, de faro y de estrella en esos días de oscuridad. Espero que este libro te ayude a ser tu propio gurú («lo que nos lleva de la oscuridad a la luz»). Y también espero que te arranque una sonrisa o incluso una carcajada. Nunca se oyen suficientes risas en el mundo.
¿Por dónde empezar?
Déjame que te diga algo: no podemos cambiar la conducta de los demás, y mira que lo he intentado; lo único que podemos hacer es cambiar nuestra forma de comportarnos para inspirar un cambio en los demás. Seguramente no puedes evitar que tu bebé llore por la noche, pero sí tienes la posibilidad de conocer los ciclos de sueño de un recién nacido y buscar los momentos en los que cuidarte y descansar para actuar con más paciencia. Nadie consigue impedir que un niño de dos años tenga rabietas, pero es posible buscar información sobre cómo prevenir una parte de ellas y qué herramientas son útiles para gestionarlas como un aprendizaje a largo plazo para padres e hijos. No lograrás que tu niño de cuatro años haga exactamente lo que tú le has pedido, pero sí está en tu mano trabajar una manera de acordar las cosas importantes en familia para que todo fluya más fácilmente.
Quizá has adivinado ya que el objetivo de este libro no es cambiar a tus hijos, sino cambiarte a ti, inspirarte, alentarte, comprenderte y animarte a cambiar el mundo partiendo de tu opción de crianza. Llegué al método Montessori por mis hijas, pero me quedé por mí, porque me ayuda a ser la madre que quiero ser, una persona capaz de observar sin emitir juicios, de actuar con bondad y respeto mutuo, y de esforzarse por ser mejor para poder servir de ejemplo. Me motiva, como se cree que decía Gandhi, a ser el cambio que quiero ver en el mundo.
¿Por qué empezar a «montessorizarse»?
De la filosofía Montessori me enamora el respeto profundo que tiene por los niños, por su autonomía, por sus procesos de aprendizaje, por su criterio, por sus necesidades. Me cautiva el hecho de que el método pedagógico ofrezca también mucho orden y estructura a la par que autonomía y libre elección. Además, con las lecciones de gracia y cortesía, que enseñan cómo tratar a los demás, se les muestra a los niños el respeto hacia los otros como un principio inquebrantable.
El método Montessori da resultados sorprendentes en el plano emocional, pero además tiene una ventaja clara para nuestra organización en casa, ya que nos anima a hacer de nuestro hogar un espacio ordenado, minimalista, bello y lleno de calma —adaptándonos siempre a las peculiaridades de nuestra familia y nuestra cultura—, que permite a nuestros hijos sentir que son autónomos, responsables y que forman parte de nuestra vida diaria. En esencia, el método Montessori es esto, y no tiene nada que ver con comprar muchos materiales carísimos, colocarlos en las estanterías de casa y esperar que el milagro suceda por arte de magia.

Con un imán y algunos pequeños objetos podemos preparar su primer experimento de física: clasificar entre magnético y no magnético.
Los mitos que conviene desterrar
En este libro trataré de desmentir ciertas afirmaciones que suelen reiterarse acerca del método Montessori y que, según mi punto de vista, son simples mitos.
1. Es elitista y caro. Debido a que, en España, de momento, el método Montessori solo se puede aplicar fuera del sistema educativo público, es inevitable que sea caro, pues es preciso sufragar los gastos de una iniciativa privada. No obstante, existen pequeñas escuelas para familias humildes en las que se trabaja con este sistema, así como docentes de centros sostenidos con fondos públicos que buscan la forma de implementarlo en sus aulas (desde aquí les doy las gracias). Maria Montessori empezó su proyecto con niños de familias humildes, no podemos olvidarlo, y su objetivo no era formar una élite sino cambiar la educación para lograr un mundo mejor. En cualquier caso, en casa solo hace falta una banqueta, un delantal y un montón de ganas por parte de los adultos. El respeto, la libertad y la autonomía no cuestan dinero.
2. Es rígido. A simple vista puede parecer que el método Montessori dirija demasiado al niño, limitando su creatividad y capacidad de actuación, debido al orden y las presentaciones, pero en realidad el niño puede jugar libremente con los objetos que, eso sí, nosotros le ofrecemos y proporcionamos en el ambiente preparado. La presentación es tan solo una manera de educar con el ejemplo, de mostrarles una de las mil formas de hacer que pueden existir. El ambiente, la estructura, permiten establecer los límites dentro de los cuales los niños pueden ser libres a la hora de aprender. Aun así, ser más o menos directivo es una elección personal de los guías que acompañan a los niños en sus procesos: no todos los guías estamos en el mismo punto de equilibrio entre amabilidad y firmeza, y el método Montessori ayuda a encontrar ese punto. No obstante, es preciso no tener miedo a la firmeza, puesto que nos da estructura, y esto nos permite movernos y encontrar el equilibrio de nuestra familia.
3. Todo o nada. Se puede seguir la filosofía Montessori en casa sin ningún tipo de material y aunque los niños asistan por las mañanas a un colegio tradicional. El método Montessori para el hogar se basa en el respeto mutuo, la libertad y la autonomía. Siempre merece la pena cooperar con nuestros pequeños y alentarlos a ser la mejor versión de sí mismos.
4. Presiona a los niños hacia la intelectualización temprana. Con el sistema Montessori los niños pueden aprender a leer pronto, pero solo lo hacen los niños que quieren, puesto que el ambiente está preparado de forma que desarrollen sus capacidades cuando lo requieran. Como no se los fuerza a aprender algo determinado, sino que se tiene absoluta confianza en el niño, cada uno aprende lo que necesita y cuanto necesita. Es verdad que los periodos sensibles son contagiosos y que el hecho de estar juntos niños de tres edades diferentes supone un incentivo muy importante, pero si el interés parte del niño no tiene nada de perjudicial intentar saciar su curiosidad. Si un niño tiene sed, ¿no le damos agua?
5. No favorece la creatividad. Es cierto que, antes de usar un material concreto, el sistema Montessori establece el requisito previo de hacer una presentación. Pero la presentación es tan solo eso, mostrar una forma de hacer una actividad determinada (algunos guías Montessori empiezan a plantearse el uso sistemático de las presentaciones). Por otro lado, como nunca se juzga o critica el trabajo del niño, este método le permite encontrar nuevas formas de hacer las cosas, que es en definitiva en lo que consiste la creatividad. Además, en casa no es necesario ser dogmáticos, la máxima «sigue al niño» debe prevalecer por encima de todo.
6. No puede aplicarse en casa si ambos padres trabajan. Montessori es una forma de vida, una filosofía. Aunque los padres trabajen fuera de casa, pasarán mucho tiempo con los niños, y tanto los días laborables como el fin de semana están repletos de oportunidades para conectar con los pequeños, alentarlos y ofrecerles la posibilidad de ser autónomos e independientes. Es más, si el tiempo que les dedicamos es corto, ¿qué mejor forma hay de utilizarlo que disfrutando y conectando en vez de discutiendo inmersos en luchas de poder que no benefician a nadie?
7. No sirve si ambos padres no están de acuerdo. Sin duda estar en desacuerdo con el otro progenitor es una situación difícil de gestionar, pero siempre podemos modelar al niño con el ejemplo, protegerlo cuando sea necesario y dialogar, con respeto y empatía y mediante la comunicación no violenta, para llegar a acuerdos. El ejemplo es más poderoso que las palabras. Dicen que el movimiento se demuestra andando, de modo que, si tú estás convencido, ¡sigue adelante! No podemos cambiar a los demás, pero ellos sí pueden cambiar de opinión cuando les demostramos que una cosa funciona. Y en cada intercambio de opiniones estamos enseñando a los niños cómo expresar el desacuerdo respetando a los demás.
8. No es válido para casas pequeñas. Realmente lo ideal sería tener una casa espaciosa con acceso a un gran terreno natural, pero esto no significa que no sea posible aplicar el método Montessori en nuestra casa. El método requiere grandes dosis de orden, organización, simplicidad y minimalismo (rotación de materiales), además de adaptar el hogar. De hecho, es una buenísima idea organizar la casa de acuerdo a los principios montessorianos para lograr una mayor armonía, pero para ello simplemente hace falta reorganizar armarios, comprar solo lo necesario y usarlo rotativamente, y apostar por un orden muy cuidado.
9. No prepara a los niños para la vida académica y al dejar el sistema Montessori fracasan. El sentido común siempre me ha dicho lo contrario, que cuanto más sólidas sean las raíces, cuanto más fuertes sean los niños al haber seguido su naturaleza, su maestro interior, más capacidad de resiliencia tendrán y mejores habilidades demostrarán para enfrentarse a las dificultades de un sistema educativo obsoleto. En el libro Montessori: The Science behind the Genious (también en la biografía de Maria Montessori de Renato Foschi, si no leéis en inglés), la autora, Angeline Stoll Lillard, expone un estudio realizado en las escuelas públicas Montessori de Milwaukee, según el cual los niños, al llegar al instituto y ser evaluados mediante pruebas estandarizadas, obtuvieron calificaciones iguales o superiores que las de otros compañeros no provenientes de escuelas Montessori. En cualquier caso, creo que educar y aprender tiene poco que ver con las notas de los exámenes y consiste, en cambio, en desarrollar competencias y habilidades para la vida. Las funciones ejecutivas siempre se desarrollan mejor en entornos que permitan el error y la libre elección.
10. No sirve para todos los niños. Es indiscutible que hay niños que tienen una serie de características determinadas y necesidades especiales, pero podemos adaptar el método Montessori para ellos. Quizá en un aula será preciso repensar el modo de presentarles los materiales o de trabajar las relaciones sociales, pero eso no impide que se beneficien de todo lo positivo que puede proponerles el sistema Montessori. Cualquier actividad relacionada con la autonomía y la motivación intrínseca, el movimiento libre y la elección será positiva para ellos.

La naturaleza es también fuente de múltiples aprendizajes.
Cómo usar esta guía
Este libro trata de dar unas pinceladas, una visión general a partir de la cual puedas profundizar siguiendo tus intereses, por eso está dividido en varias partes:
•Una primera parte más bien teórica sobre el método Montessori, donde se explican sus principios y pilares, y cómo adaptar un sistema pedagógico pensado para la escuela a una casa.
•Una parte dedicada a entender el desarrollo infantil, así como cuáles son las necesidades de un niño en la primera infancia. En esta sección también se trata la manera de trabajar y hacer un cambio en nosotros, los padres, para alcanzar la mejor versión de nosotros mismos y así poder ofrecérsela como ejemplo al niño. Asimismo, se ahonda en las cuestiones relacionadas con nuestro papel como adultos, en la disciplina, los límites y la manera de evitar el uso de premios, castigos, chantajes y amenazas.
•Una sección destinada a comprender en mayor profundidad y de forma más práctica cuáles son los periodos sensibles de los niños y a conocer las estrategias para ayudarlos y alentarlos, y las actividades que se les puede proponer.
•Una sección centrada en la observación del niño, que debe ser objetiva y sin emitir juicios, como forma de conectar con él y entender sus verdaderas necesidades y motivaciones. La observación también nos ayudará en el momento de intervenir cuando existan comportamientos que a nuestro juicio sean inadecuados.
•Una sección sobre el ambiente preparado, las áreas que podemos —y deberíamos— adaptar para que nuestro hijo se pueda desenvolver con la máxima autonomía posible en casa.
•Una sección para acompañar al bebé en las transiciones hacia la niñez de la forma más autónoma y respetuosa posible. Autonomía y respeto no deberían ser antónimos, sino todo lo contrario.
•Una sección sobre los niños de tres a seis años y cómo acompañar también a nuestros hijos cuando crecen, con explicaciones sobre el material que podemos ofrecer.
•Una sección con ideas y ejemplos de actividades. La recopilación me ayudaron a hacerla mis hijas, pues consiste en las actividades que a ellas más les gustaban. Está dividida en dos por necesidades de estructura, no porque la edad sea algo determinante en el método Montessori, y está organizada de forma alfabética por el mismo motivo. Hay que tener en cuenta que existen muchas más actividades; las recogidas en esta sección son solo una muestra, no algo por lo que tengan que pasar todos los niños.
•Una sección de anexos para ampliar el conocimiento de los distintos temas tratados en el libro, con bibliografía, un glosario y varias tablas y gráficos que recogen la esencia de estas páginas.
El libro está planteado para que hagas una lectura lineal, pero yo también soy madre con poco tiempo y he crecido en la era de Google (por cierto, sus creadores, Larry Page y Sergey Brin, estudiaron con el método Montessori), y sé que cuando necesitas saber algo miras el índice, buscas las páginas donde está la información que te hace falta y las lees. A veces pones en práctica lo que has leído y te resulta útil. Entonces deseas profundizar en el tema y en algún momento tranquilo lees el resto del libro. A veces la información que encuentras no te sirve y te frustras. Yo he querido ponértelo fácil, y por eso al final del libro encontrarás un listado de los términos que considero que pueden ser más útiles y las páginas donde hablo de ellos.
Habrá quien empiece leyendo algún capítulo suelto sobre el tema que le preocupa, quien comience por el principio y siga hasta el final y quien vaya a las secciones que necesite en cada momento. Algunos leerán el libro de un tirón, otros tardarán meses o lo simultanearán con distintos libros. Si en algún momento te agobias, no te olvides de echarle un vistazo al capítulo final. Puedes empezar por la decoración, como hice yo, pero no olvides leer la parte teórica para no quedarte a medias. He puesto todo mi ser en organizarlo de forma que te sea lo más útil posible, cualquiera que sea tu necesidad en ese momento.
El libro está lleno de fotografías para que te inspiren a poner la teoría en práctica. Lo ideal sería empezar por la filosofía, continuar por el ambiente y terminar preparando actividades, pero si quieres cambiar el orden, ¡hazlo! Es tu proceso, tu vida, y cuando algo no funcione como esperabas, tendrás una oportunidad única de ver cuál ha podido ser el fallo. No dejes que ningún libro, y mucho menos este, te diga lo que tienes que hacer.
Además, seguramente, si observas con atención y sin enjuiciar, dejando atrás el ego y el control, cuando ofrezcas a tu hijo un material o una actividad y no la utilice como esperabas, descubrirás nuevas cosas sobre tu hijo y, manteniendo la conexión, sabrás cómo ayudarlo.
Maria Montessori habla de normalización cuando los niños siguen su plan de desarrollo, es decir, cuando su mente logra trabajar de forma significativa, cuando se sienten integrados y pueden contribuir a su entorno. Cuando no consiguen sentirse parte del entorno, cuando no les permitimos que conecten su naturaleza con la nuestra es cuando se producen desviaciones de la normalidad. El modo que tenemos de llegar a la normalización de los niños es reorientarlos para que puedan volver a seguir su proceso de desarrollo, darles trabajo en un buen ambiente preparado (con tareas que les permitan recuperar su esencia) y darles aliento (hacer que se sientan capaces y valiosos). ¿Cómo podemos conseguirlo? Con respeto, con amor y conexión: respetando las situaciones —y por tanto los límites— y a los niños —y por tanto sus necesidades—; dando amor incondicional, sin premios, ni castigos, ni chantajes, ni amenazas; y conectando con ellos en todo momento, averiguando el origen de estas conductas disruptivas y qué es lo que hay debajo de la punta del iceberg que es el comportamiento.

El molinillo de café suele ser una actividad que todos los niños adoran y es un gran ejercicio de motricidad para pequeñas manitas.
Este libro, además de mi máxima personal, contiene una sola norma: «Sigue al niño, sigue a tu familia», uno de los principios del método Montessori, de modo que no es dogmático. Mi intención no es decirte lo que tienes que hacer, porque tú, tu familia, tu hijo y tus circunstancias no son las mías.
En estas páginas no pretendo darte respuestas, sino información orientada a que construyas tus propias respuestas, pues mi objetivo es ayudarte a hacer las cosas por ti mismo. Te contaré mi experiencia por si te ayuda, te inspira, te conecta, te remueve o te hace, incluso, cuestionarte cosas, sin decirte cómo debes actuar. Date permiso para equivocarte, a veces poco y a veces mucho, pues es el único camino que nos permite aprender en el proceso de ser padres, dando raíces y alas, como se suele decir.
Cuando nació mi hija mayor y la familia empezó a bromear sobre lo que iba a ser de mayor la niña, mi marido, lleno de ternura y amor, dijo: «Yo solo quiero que sea buena persona». En ese momento no di importancia a aquella respuesta, pero ahora veo lo bonito y acertado que fue su deseo.
Pienso en los conflictos que hemos tenido y en los que tendremos —y mi anhelo es que no caigamos en el control, ni en sus amigos, la vergüenza, el miedo y la culpa—, que ninguna de nuestras acciones o palabras deteriore nuestro vínculo, que jamás perdamos de vista el horizonte, el futuro, el sentido de ser padres.
Ahora cierra los ojos y toma aire poco a poco. Abre los ojos e imagina que han pasado veinticinco o treinta años; imagina que alguien llama a tu puerta, que abres y ves a tu hijo o tu hija con tu nieto o tu nieta en brazos. ¿Qué tipo de adulto te gustaría que fuera? Piensa en qué clase de padre o madre desearías que tuviera tu nieto.
Me gustaría puntualizar algo: por favor, no supongas que creo que nuestros hijos deben ser lo que nos gustaría a los padres, que deben acomodarse a nuestros deseos y preferencias o que deben hacernos felices, más bien pienso justo lo contrario. No se trata de eso, se trata de reflexionar sobre lo que nos gustaría aportar al mundo a través de los seres humanos que son nuestros hijos.

Existen cuchillos especiales para niños muy pequeños que son muy seguros y cuentan con un mango para poder utilizarlos más fácilmente. Los niños disfrutan mucho ayudando en la cocina a preparar comidas sencillas gracias a este tipo de instrumentos.
El planteamiento Montessori no es ni un método para aplicar ni puede ponerse en práctica desde una posición de fuerza o poder sobre el niño. El niño es un igual y nuestro deber no es «domarlo», sino no perjudicar su desarrollo como embrión espiritual. Nuestro deber no es transformarlo en el niño ideal que queremos que sea, sino permitirle que se expanda y se moldee a sí mismo como realmente es.
Su mente absorbente asimilará, sin filtros, nuestra forma de ser y de comportarnos con él. Es ahí donde quiero poner el foco, en nosotros.
Y ahora sí, ¿cómo te lo imaginas? Asertivo, respetuoso, seguro de sí mismo, humilde, generoso… Si tienes un papel a mano, haz una lista y pégala en la contraportada del libro. Si no, cierra los ojos. ¿Lo visualizas? Grábate esa imagen en la memoria, piensa en ese adulto del mañana y piensa en el ejemplo que le estás dando tú hoy.
Ahora concéntrate en los retos diarios (los conflictos por los juguetes o la comida, la prisa por la mañana, el cansancio acumulado a la hora de ir a dormir…) y analiza cómo los estás gestionando. ¿Te gusta? ¿Contribuye TU comportamiento a formar ese adulto del mañana que te gustaría que fuera tu hijo? Si queremos dar al mundo hijos respetuosos tendremos que empezar por respetarlos. Ríete a carcajadas de las situaciones límite y fomenta así su sentido del humor. Sé flexible para transmitir la flexibilidad que necesitará a la hora de enfrentarse a los retos que le ponga la vida. ¿Y quieres que sobre todo sea bondadoso? Sé amable con él o ella, con todo el mundo y especialmente contigo mismo. Perdónate lo que tengas que perdonarte y empieza a querer a tus errores, pues son los que te han ido modelando a lo largo de los años, los que te han enseñado todo lo que sabes, los que te han convertido en la persona que eres ahora mismo.
El ejemplo es más poderoso que las palabras ¿Estás dando a tu hijo un rayo de luz y siguiendo tu camino? Espero ayudarte a conseguirlo en los próximos capítulos.
¿Me acompañas?