Capítulo I
¿BIBLIOGRAFÍA O FUENTES DE INFORMACIÓN?: DIVERGENCIAS TERMINOLÓGICAS Y CONCEPTUALES
Es curioso comprobar que un término tan utilizado como fuentes de información sea capaz de concentrar un número importante de divergencias conceptuales y terminológicas.
La diversidad la encontramos en el empleo del término en especificaciones de materias
(por ejemplo, Fuentes de información especializadas) o por otro lado, en el empleo
del término en especificaciones conceptuales, como bibliografía o fuentes de información
bibliográficas, una cuestión cuya importancia debe tenerse en cuenta y que conviene
matizar con el fin de evitar confusiones.
En la universidad española, los primeros planes de estudio de Biblioteconomía y Documentación
se establecieron a partir de la
Orden de 24 de febrero de 1981[] que fijaba las directrices de los planes de estudio de las escuelas universitarias
de Biblioteconomía y Documentación. En dicha disposición aparecen unidos los términos
de bibliografía y fuentes de información, especificados en las asignaturas Bibliografía
I: Introducción a las fuentes de información y Bibliografía II: Bibliografía general
y especializada, recayendo principalmente el peso de la materia en la bibliografía.
En el
Real Decreto 1422/1991[] de 30 de agosto, por el que se establecía el título universitario oficial de diplomado
en Biblioteconomía y Documentación, entre las directrices generales se establecía
como materia troncal de obligatoria inclusión Bibliografía y fuentes de información.
En esta materia se debían tratar la naturaleza, función y tipología de las fuentes
documentales (tanto generales como especializadas), el estudio histórico y evolutivo
de la bibliografía, la historia del libro impreso, los repertorios bibliográficos
y la metodología de su elaboración. En esta descripción temática se evidencia una
mayor relevancia del concepto
bibliografía frente al de fuentes de Información ya que se incide, en primera instancia, en la
importancia de la identificación de los libros para la práctica bibliotecaria.
La norma de 1991 fue modificada a mediados de los años noventa, propiciando del mismo
título una segunda generación de planes de estudios de diplomado en Biblioteconomía
y Documentación. Por regla general, en este nuevo contexto se dividió la materia en
dos asignaturas: Fuentes de información generales y Fuentes de información especializadas,
en las que el término bibliografía desaparece de su denominación. Esta circunstancia es consecuencia del desarrollo
tecnológico que ya por entonces venía propiciando la generación y disposición de una
ingente cantidad de fuentes de información no exclusivamente de carácter bibliográfico.
Esto requería de una perspectiva de estudio y conocimiento más global en la práctica
documentalista.
La siguiente transformación de la materia acaece en la evolución hacia el título de
graduado en Información y Documentación. En 2009, en la memoria verificada de dicho
grado se establece la materia
Fuentes de información[], denominación actual.
1. La bibliografía
Este término se empezó a usar en el siglo
I a.C. por
Dioscórides[] pero hasta el siglo
XII no adquiere el significado de ‘descripción de libros’. En el siglo
XVII se generaliza su uso y se utiliza en títulos de repertorios, como por ejemplo
Bibliographia política de Gabriel Naudé. Por otra parte, Michael Denis la concibe como la ciencia del libro
en general y en el diccionario de Trevoux se define como el conocimiento y la interpretación
de los antiguos manuscritos. En el siglo
XIX se define tal y como la conocemos hoy. Gabriel Peignot en su obra
Repertorio Universal de Bibliografía (1812) distingue la bibliografía o ciencia de los repertorios de la bibliología o
ciencia del libro (Martin Vega, 1995, pág. 18).
El concepto de bibliografía se puede considerar como el referido a la actividad científica,
o bien al producto resultante de dicha actividad (los repertorios). En la actualidad
está más orientado el término al conjunto resultante de un laborioso proceso selectivo,
no exclusivamente monográfico ni impreso, vinculado a un trabajo académico, científico
o técnico, constituyendo fuentes de información hiperespecializadas. Por tanto, la
idea más elemental y difundida sobre la bibliografía es aquella que se refiere a la
compilación y uso de «listas de libros» (Balsamo, 1998, pág. 11) cuyo objetivo final
es constituir una base de información y conocimiento en forma de índices, catálogos
o repertorios. Esta concepción terminológica, que tiene su origen en el Renacimiento
con
la aparición de la imprenta[], sigue estando vigente pese a la transformación al formato digital de la mayor parte
de estas fuentes informativas, proceso acaecido de forma más contundente desde la
aparición de internet, produciéndose así hitos tecnológicos análogos (figura 1) entre la aparición de la imprenta (siglo
XV) y la aparición siglos después de internet (siglo
XX), respecto a la producción y difusión de la información.
Figura 1. Hitos tecnológicos

Fuente: elaboración propia
La bibliografía «tiene el deber de coordinar y utilizar el saber para obtener provecho
de él, dando a conocer los libros y promoviendo su difusión» (Balsamo, 1998, pág.
13). Esta misma exigencia es aplicable a las fuentes de información pero con la salvedad
de que en estas últimas, el espectro de conocimiento no se limita exclusivamente a
los libros sino que se amplía a cualquier objeto portador de información, independientemente
de su formato de difusión.
Aunque el término bibliografía sigue teniendo un peso relevante en el ámbito de la Biblioteconomía y Documentación,
es evidente que ha disminuido la trascendencia de su estudio frente a otros tipos
y formatos de compilaciones del saber. Esta evolución ha sido auspiciada, fundamentalmente,
por el desarrollo tecnológico y de los procesos editoriales, además de la necesidad
de comunicar la gestión administrativa, quedando encuadrada en una tipología de fuentes
de información: las bibliográficas.
2. Las fuentes de información
La evolución de la materia desde un punto de vista conceptual transcurre mediante
la absorción del concepto bibliografía en el de fuentes de información. Este término
tiene un alcance más amplio con independencia del objeto, soporte o formato, «cuyo
objetivo primordial es la identificación y localización de documentos» (Martin Vega,
1995, pág. 36). Aun coincidiendo en métodos y objetivos con la bibliografía, esta
última se ha visto superada, sobre todo por el cambio de soportes, formatos y el acceso
a la información.
Ya Aliá (1998, pág. 23) aventuraba que «el papel, soporte principal, va perdiendo
día a día protagonismo frente a otros materiales más duraderos y con mayor capacidad
de almacenamiento y recuperación», como el caso del soporte electrónico. Los diferentes
y variados formatos de edición y descripción, como por ejemplo el RDF, han permitido
un crecimiento ingente de información en cualquier tipo de objeto dejando en un segundo
plano la información bibliográfica impresa. Además, la apertura y accesibilidad subyacente
del establecimiento de nuevos planteamientos y políticas de transparencia ha reavivado
el interés por la figura del documentalista referencista o content curator, profesional experto en el filtrado de información y/o contenidos especializados,
capaz de buscar, seleccionar, caracterizar y difundir el contenido más relevante de
entre las fuentes de información más fiables y veraces de la web para una audiencia
determinada y exigente (Guallar; Leiva-Aguilera, 2013, pág. 6).
Esta fiabilidad y veracidad reside, en la mayoría de los casos, en la génesis de los
datos o informaciones, no solo desde el punto de vista del contenido sino también
desde el continente o formato, siendo las fuentes de información de origen institucional
aquellas que cumplen estos preceptos y aportan las garantías mínimas de validez en
su uso (figura 1). Por ello, es imprescindible ser capaz de analizar los procesos y procedimientos
llevados a cabo por las instituciones para identificar, analizar y clasificar tipos
documentales que conformarán las diversas e innumerables fuentes de información.
Figura 2. Génesis de fuentes institucionales

Fuente: elaboración propia
Otro aspecto a considerar es el fenómeno del acceso abierto y su incidencia en la
generación de nuevos datos y documentos y, por tanto, la constitución de nuevas fuentes
de información y contenidos.
«La Bibliografía ha de adaptarse a los cometidos propios de las Fuentes, es decir
al estudio tanto de documentos como de cualquier objeto productor de información (personas,
instituciones…). Y las Fuentes de Información deben finalizar en la sistematización
de los conocimientos obtenidos de los documentos con productos bibliográficos, tanto
de carácter textual como especial.»
Martin Vega (1995, pág. 38)
Las fuentes de información son los recursos necesarios para poder acceder a la información
y al conocimiento en general. Desde la perspectiva académica, y más concretamente
en el área de Biblioteconomía y Documentación, se refieren a todos aquellos instrumentos
y herramientas que maneja o crea el profesional de la información para satisfacer
las demandas y necesidades de los usuarios.
«Se entiende por fuente de información cualquier conjunto de documentos, informaciones
y datos cuyo contenido y estructura informativa constituyen una unidad informacional
en la que pueden ser satisfechas las consultas y demandas documentales de un usuario
determinado.»
Blázquez (2015, pág. 4)
Por tanto, las fuentes de información son todos aquellos instrumentos y recursos que
sirven para satisfacer las necesidades informativas de cualquier persona, se hayan
creado o no con ese fin y sean utilizados directamente por los usuarios o por un profesional
de la información como intermediario.
«Se consideran fuentes de información a los materiales o productos, originales o elaborados,
que aportan noticias o testimonios a través de los cuales se accede al conocimiento,
cualquiera que éste sea […], pueden ser restos biológicos, monumentos, documentos,
libros, etc.»
Carrizo (2000, pág. 38)