Zaragoza (España)
Belchite es un pueblo situado en el nordeste de España que ha quedado como un mudo testigo de las atrocidades de la Guerra Civil española (1936-1939). Actualmente, junto al antiguo Belchite —un pueblo fantasma y deshabitado, formado por las ruinas— se levanta el pueblo «moderno», una población inaugurada en 1954 por deseo de Franco y en la que hoy hay 1.559 habitantes empadronados.
Los últimos vecinos abandonaron en 1964 el pueblo viejo. Pasear por el Belchite viejo es una experiencia en la que entramos en contacto con la historia. Entre sus edificios derruidos y bombardeados se sienten impresiones indescriptibles y un ambiente de otra época. De hecho, hay quien asegura que por allí aún vagan las almas de toda la gente que murió a consecuencia de una guerra fratricida.
Los horrores del conflicto hicieron mella en el pueblo desde la sublevación militar. Se cuenta que, tras el levantamiento, un grupo falangista apresó al alcalde socialista de Belchite y a ciento setenta personas; el alcalde terminó por suicidarse y todos los detenidos fueron fusilados.
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Foto: Erik Torrico |
Ya en el verano de 1937, fuerzas republicanas al mando del general Pozas iniciaban una ofensiva con la que consiguieron ocupar las poblaciones cercanas de Quinto, Codo y Mediana, amenazando la ciudad de Zaragoza. Después de un año de guerra, los nacionales del general Franco se encontraban a punto de entrar en Santander, y la ofensiva republicana en Aragón pretendía impedir la pérdida del frente del norte, que aún resistía. A finales de agosto, el avance de las tropas de la República se encontró con un grave escollo: el pueblo de Belchite, bien fortificado y con una guarnición nacional de unos dos mil efectivos, que resistieron como pudieron hasta el 6 de septiembre de 1937.
Entre la batalla y los bombardeos, Belchite quedó completamente arrasado. Se calcula que los muertos fueron más de cinco mil en solo dos semanas. El pueblo no fue reconstruido y hoy conviven el pueblo nuevo y el pueblo viejo, un impresionante testimonio de la violencia de la guerra. También existe un Belchite subterráneo, ya que durante la guerra, la gente indefensa no tuvo más remedio que comunicarse a través de túneles. Muchos, asustados, usaban las bodegas de las casas para esconderse. Hoy, gran parte de estos lugares han quedado hundidos e inaccesibles. En otros, se ha encontrado variada documentación de la época que testimonia un pasado no tan lejano.
Desde su total abandono en la década de 1960 y dado su pasado doloroso y sangriento, junto con el perfil fantasmal de sus edificios, Belchite viejo ha sido un centro de peregrinación para investigadores de lo paranormal de todo el mundo. Las ruinas de los conventos de San Rafael y San Agustín, la inquietante torre del reloj, el viejo cementerio, la iglesia de San Martín y sus casas, son lugares cargados de historia donde el pasado parece querer comunicarse con el presente.
Los resultados de estos investigadores no tardaron en producirse. Decenas de psicofonías, grabaciones en las que se escuchan los ecos de la guerra como si aquellos terribles días de 1937 hubiesen quedado impregnados en cada una de las piedras que aún resisten. Aviones, bombas, disparos, lamentos... Con el paso de los años, las leyendas fueron aumentando, en gran parte gracias a muchas de las psicofonías recogidas. Sombras y fantasmas que todavía caminan por las calles, entes que aparecen y desaparecen en el interior de las casas, al paso de los visitantes. Fotografías en las que se revelan figuras inexistentes, manos que tocan las tiendas de campaña de los jóvenes que decidieron pasar allí la noche, campanas que hace años dejaron de sonar y que vuelven a repicar, un niño jugando que suele asomarse en lo más alto del campanario. Y voces que a veces increpan a los visitantes y les exigen o les suplican que se marchen de allí.
Estas son algunas de las psicofonías allí grabadas por el investigador, escritor y periodista Pedro Amorós.
— Una misteriosa voz pronuncia una enigmática frase: «No hay más que una vida». Esta psicofonía fue recogida en el cementerio del Belchite antiguo durante el rodaje de un programa de Antena 3 (Otra dimensión).
— Durante la primera experimentación que realizó en Belchite Pedro Amorós con sus compañeros de la SEIP de Zaragoza y de La Rioja, recogió una grabación en la iglesia de San Agustín. Justo a las doce de la noche sonaron las campanadas del reloj de la torre del Belchite nuevo. Se oye entonces cómo Javier García Blanco, uno de los colaboradores procedentes de Zaragoza, tras sonar las doce campanadas, dice: «Doce». Tras él, una voz profunda parece pedir: «Paren el reloj».
— Se ha debatido mucho sobre la autenticidad de las psicofonías del profesor y periodista Carlos Bogdanich, obtenidas años atrás para su programa Cuarta dimensión, de Radio Heraldo. En la realizada por Amorós, quedó grabado un fragmento de audio obtenido a altas horas de la madrugada en el que se escucha con claridad un avión volando en picado y el silbido que produce al arrojar una bomba, y que vendrían a confirmar la actividad registrada por Bogdanich.
— Durante su investigación, Ángel Briongos, buen conocedor de lo que él llama «el Aragón mágico», preguntó acerca de la situación de un compañero. En un fragmento de la grabación se escucha una voz psicofónica que dice: «Vive en pecado este hombre».
Nosotros estuvimos con el equipo de Hora punta de Radio Televisión Española (RTVE) y después en una ruta organizada por nosotros mismos. En la primera ocasión, la impresión más intensa me la llevé al entrar en la iglesia de San Martín, una construcción del siglo XV cuya torre y fachada aún se conservan. Sin saber el uso que se le dio a esta hermosa construcción de piedra supe, solo al entrar, que en su suelo se albergaron cientos de cadáveres. Era como estar entrando en una morgue; las impregnaciones eran tremendas.
En casi todo el pueblo los aparatos que portábamos para nuestra investigación se pusieron a funcionar dando resultados espectaculares. Fue bastante fácil interactuar con los que todavía deambulan por el pueblo con la Spirit Box.
También nos sorprendió el olor a pólvora que todo el equipo pudo percibir en la iglesia de San Rafael —una construcción barroca del siglo XVIII—, en el lado sudeste del pueblo viejo; un olor que en la actualidad no se sabe de dónde puede proceder.
En nuestra segunda visita pudimos también charlar con aquellos que una vez vivieron en el pueblo y muchos nos decían que aquellas presencias no eran conscientes de no estar vivas. Y algunos parecían no estarlo, como el niño pequeño y sus padres, con los que contactamos, que seguían allí, vagando entre las ruinas.
En Belchite parece que el tiempo se haya detenido para siempre.