PRIMEROS PARTIDOS INTERNACIONALES
Durante la antigüedad, los juegos con balones surgieron en distintos puntos del planeta: China, Japón, Grecia, Italia, México. Sin embargo, fue en Inglaterra donde el pasatiempo evolucionó hacia el fútbol, el deporte que conocemos hoy. Algunos aseguran que el primer esférico que rebotó sobre el suelo de Gran Bretaña fue importado por un legionario que había arribado junto al épico general Julio César. Otros, más “románticos”, que esa pelota inaugural fue la cabeza de un soldado romano muerto en combate. Los bravos celtas lograron lo que pocos pueblos habían conseguido en Europa: rechazar las poderosas huestes imperiales lanzadas desde la “Ciudad Eterna”. El fútbol se quedó para siempre en Inglaterra y sólo en esa tierra se desarrolló hacia el plano lúdico-deportivo, a partir de la maduración de sus normas y el surgimiento de competencias reglamentadas. De los otros juegos de pelota quedaron sólo cenizas, excepto expresiones como el Calcio Fiorentino, más cerca de un curioso evento circense que de una competencia atlética.
Durante siglos, a lo largo de las edades Media y Moderna, se practicaron en toda Gran Bretaña diferentes pasatiempos con balones, conocidos como mob football, fútbol de masas o fútbol de multitudes. Casi todos combinaban el uso de manos y pies, y solían enfrentar equipos de veinte, cincuenta y hasta cientos de participantes, por lo general miembros de dos pueblos vecinos -también eran comunes los desafíos entre un equipo de hombres casados y otro de solterosen canchas improvisadas en calles, parques e inclusive en los campos que separaban dos villas. Por lo general, no se utilizaban arcos y el objetivo era llevar el balón con las manos o a las patadas hasta determinado punto -un árbol, la ribera de un arroyo o la plaza central de un pueblo-, donde debía ser apoyado. Este pasatiempo tenía mucho de fútbol-rugby.
Uno de los juegos “de masas” era el Royal Shrovetide Football, un deporte brutal cuyas reglas permitían cualquier maniobra para quitarle el balón a un rival... “menos el homicidio”. El aval para puñetazos y puntapiés dio lugar a numerosas muertes durante estos encuentros feroces, por lo general accidentales. No obstante, en la biblioteca de una antigua iglesia del condado de Northumberland se halló el registro de un insólito caso ocurrido en la aldea de Ulgham en el año 1280: un jugador fue asesinado de una puñalada por un rival en medio del encuentro, lo que constituye el primer crimen futbolístico de la historia.
El fútbol ganó un rápido prestigio entre la población común, aunque no tuvo el reconocimiento de las autoridades hasta mediados del Siglo XIX. En el año 1314, el alcalde de Londres prohibió los partidos entre los muros de la ciudad porque provocaban un “caos” en calles y parques. Jugarlo se castigaba con una temporada en la cárcel. Según un obispo inglés del Siglo XIV, la práctica de este entretenimiento podía “despertar muchos males, lo que está prohibido por Dios”. Pocos años más tarde, el rey Eduardo III lo vetó, “bajo pena de prisión”, por considerarlo “un juego tonto que no sirve para nada”. En todo el país, más de treinta leyes reales y locales fueron redactadas en contra del extendido pasatiempo que cada día atraía a más personas. En 1410, el monarca Enrique IV impuso multas para quienes “incurran en delitos menores tales como el jugar fútbol”. Otros soberanos prefirieron promover competencias como la arquería, “más útiles para la guerra”. El carácter despectivo que la nobleza otorgaba a los participantes de esta actividad llegó, inclusive, a la obra Rey Lear, presentada por William Shakespeare en 1608: durante la escena cuarta del primer acto uno de los personajes, Earl of Kent, pretende denigrar a un siervo llamado Oswald al calificarlo como “vulgar jugador de fútbol”.
Curiosamente, el primer registro de un par de botines surgió en 1526, cuando el rey Enrique VIII de Inglaterra –célebre por sus muchos matrimonios y por haber impulsado la ruptura de Gran Bretaña con el Vaticano para dar lugar a la iglesia anglicana- ordenó a sus sastres la confección de “45 pares (de zapatos) de terciopelo y un par de cuero para el fútbol”. Se ignora si don Enrique participó alguna vez de un partido, pero sí se sabe que su hijo Eduardo VI volvió a prohibir el juego en 1548, luego de que un match desatara una batalla campal entre dos poblaciones. Unas centurias más tarde, otra vez levantada la veda, el ayuntamiento de Manchester rechazó su práctica dentro de la ciudad porque provocaba la rotura de “muchas ventanas”. En Escocia, la prohibición se extendió legalmente hasta 1906, circunstancia que no impidió que el primer torneo oficial comenzara en 1873.
Mientras recibía desaprobaciones desde la nobleza gobernante, el fútbol continuó practicándose en los ámbitos escolares. En el siglo XVI, el colegio londinense Saint Paul’s resaltó su “valor educativo positivo” y su carácter promotor de “la salud y la fuerza”.
Es este un paso no menor en la historia del fútbol y del deporte en general. Hasta ese momento, el concepto de deporte estaba asociado al entrenamiento para la guerra. Por caso, todas las disciplinas que se desarrollaban en los Juegos Olímpicos de la antigüedad estaban vinculadas con hechos bélicos: el boxeo, la lucha, el lanzamiento de jabalinas, las carreras de cuádrigas y pedestres, algunas con armaduras, escudo y lanza. Los colegios y universidades, principalmente de Estados Unidos, Inglaterra y Francia, sirvieron como plataforma para el establecimiento de disciplinas más fraternales, en las que el objetivo no consistía en aniquilar a un rival: fútbol, rugby, tenis y críquet, por citar juegos con un denominador común: en todos ellos, el único que debe recibir golpes es el balón.
Con el paso del tiempo, escuelas y universidades se convirtieron también en los ámbitos de discusión ideales para el desarrollo normativo del juego, aunque cada casa de estudios ideara una reglamentación propia que difirió, en muchos aspectos, con las de otros establecimientos. Así, el fútbol se refugió durante un largo tiempo a la sombra de aulas y claustros, desde donde emergería fortalecido en cuerpo y alma para conquistar el mundo mediante el poderío de su encanto.
El 26 de octubre de 1863, delegados de once clubes de Londres -entre ellos, dos que representaban a escuelas- y enviados de equipos de otras ciudades – que actuaron sólo como “veedores”, sin participar de discusiones ni votaciones- se reunieron en un pub de la calle Great Queen, en el centro de la capital británica, llamado The Freemasons’Tavern. Allí, entre pintas de cerveza y el humo de finos puros, los directivos acordaron la fundación de The Football Association – La Asociación de Fútbol, conocida por la sigla FA-, el primer órgano gubernativo de este deporte. En ese mismo cónclave, los delegados comenzaron a redactar el primer reglamento “oficial” que, al cabo de dos meses y varios encuentros, contempló catorce normas.
El avance normativo permitió un código que unificó criterios primero entre los clubes londinenses, luego en todo el país y pronto en las otras naciones británicas: Escocia, Gales e Irlanda. El 5 de marzo de 1870, apenas seis años y medio después de la conformación de The Football Association, tuvo lugar el primer partido entre selecciones nacionales. En el estadio Kennington Oval de Londres, emplazado a pocos metros al sur del río Támesis, empataron en un gol por bando dos equipos que representaban a Inglaterra y Escocia. Este duelo inaugural no es considerado oficial porque los once futbolistas “visitantes” vivían en la capital británica y, además, no habían sido elegidos por The Scottish Football Association. Sin embargo, el inglés Charles Alcock –quien tuvo otra vez variados roles ese día, como delantero, capitán de Inglaterra, dirigente y promotor del duelo- defendió el carácter internacional del partido en una nota publicada por el periódico The Scotman el 28 de noviembre de 1870: “El derecho a jugar estaba abierto a todos los escoceses al norte y al Sur de la frontera, a través de invitaciones públicas en columnas de las principales revistas de Escocia”. Según Alcock, “llamar al equipo escoceses de Londres no contribuye en nada. El partido fue, como se había anunciado, a todos los efectos, entre Inglaterra y Escocia”.
El primer encuentro que sí es reconocido como “oficial” se produjo el 30 de noviembre de 1872 en una cancha del West of Scotland Cricket Club, situada en el barrio de Partick, a las afueras de Glasgow. En esa jornada, ante apenas unos tres mil espectadores, Escocia – integrada por jugadores de un solo club, Queen´s Park FC, y vestida de azul, uniforme alternativo de ese mismo equipo- e Inglaterra no lograron sacarse diferencias. El match terminó con el marcador en blanco.