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¡Solo tú respondes ante el mercado!

«He fallado más de 9.000 tiros en mi carrera. He perdido
casi 300 partidos. 26 veces han confiado en mí para tomar
el tiro que ganaba el partido y lo he fallado. He fracasado una
y otra vez en mi vida, y es por eso que tengo éxito».

 

MICHAEL JORDAN

Objetivos de la lectura de este capítulo:

•   La irresponsabilidad en los mercados se paga cara.

•   Aferrarse a las situaciones perdedoras puede cambiar tu destino.

•   Comprender con astucia el significado de la gestión del capital.

•   Prepárate emocionalmente para comprender las responsabilidades de tus decisiones.

Recuerdo perfectamente el día en que me dio por invertir en bolsa. Estaba en el gimnasio del instituto pensando en cómo podría generar beneficios con acciones del Santander. No recuerdo el motivo exacto, aunque siempre me viene a la memoria la película Wall Street. El personaje de Gekko ha sido el inspirador de millones de traders en todo el mundo. De todos modos, conservo ese momento de forma imborrable y como un punto de inflexión. Era 1997 y en esa etapa de mi vida estaba planteándome mi futuro, con diecisiete años de edad y en la antesala de la selectividad. No tenía muy claro a qué dedicarme, pero como suele suceder la curiosidad se transformó en pasión y entusiasmo..

Un día, paseando por las calles de Barcelona, justo delante de la Bolsa, me preguntaba cómo sería mi futuro. Yo, nacido en un pequeño pueblo de 5.000 habitantes, carecía de las oportunidades que podría haber tenido por el mero hecho de haber nacido en otro lugar y pensaba que jamás podría permitirme el lujo de poder ser un gestor de fondos o dedicarme a tiempo completo a la bolsa. ¿Qué estupidez, verdad? Como ves, era un joven lleno de ilusiones y ambiciones, pero con poca autoestima, encerrado en mí mismo y con una exagerada timidez. Quizás por esta timidez y baja autoestima, sea una persona humilde en la manera de enfrentarme a los retos que la vida me ha deparado, y quizás también por ello tenga una gran virtud, que trato de explotar a cada segundo: el sentido común. Mi pasión por los mercados dibujó una persona cogida a un libro, siempre pendiente de las cotizaciones.

Illustration

Acceso a cotizaciones de mercado a través del teletexto.

Recuerdo con mucho cariño el teletexto de TV1, concretamente la página 521, en la que aparecían las cotizaciones, y a mi madre mirándome en el salón con una sensación extraña, al ver a su hijo pegado a la pantalla viendo números con mucho interés, una libreta, un bolígrafo y una ten-sión corporal difícilmente comprensible para alguien que no sea un trader. Las hojas de cálculo se acumulaban en mi ordenador y la expresión interés compuesto comenzó a ser mi religión.

Mi pasión por los mercados, como suele suceder, se aceleró justo en el momento en que formé parte de la codicia y me convertí en un gambler. La burbuja puntocom marcó mi juventud, y casualmente (puesto que sucedió por mera casualidad) conseguí cierta cantidad de dinero, un dinero inalcanzable para un estudiante de mi edad y, sobre todo, inimaginable. Nadie que haya invertido en bolsa a partir de 2005 puede entender qué significó la burbuja puntocom. Las OPV se sucedían con asiduidad y las revalorizaciones del 1.000 %, una y otra vez. En mi caso, ¡Tecnocom!

En esa época, era muy fácil capitalizarse, ya que cualquiera, y digo cualquiera, podía ganar mucho dinero simplemente comprando y esperando. Entonces tenía veinte años, y cuando uno forma parte de una burbuja, los problemas de autoestima desaparecen y tener rasgos cercanos a la sociopatía claramente supone una ventaja. Ir en contra de la multitud ha sido siempre mi propósito, dado que los años me han enseñado que, en el mercado, la mayoría siempre está en el lado equivocado.

Sin embargo, perder la humildad fue mi trampa mortal. Los mercados gestaron la mayor burbuja bursátil que he conocido y su estallido fue asombroso. En aquella época, las salas de bolsa eran muy populares porque el desarrollo de las plataformas de internet era muy escaso. Renta 4, que catorce años después sigue teniendo la misma plataforma tecnológica, era una referencia y un sueño para mí. Supuso un verdadero cambio en nuestra forma de operar, dado que, por aquel entonces, pagábamos la comisión al banco y al bróker, nada menos que un 0,50 % por trade más cánones de mercado, algo insostenible. Sin contar que para poder abrir cortos, tenías que ir al notario y firmar una póliza con Bancoval y, por supuesto, ir a ventanilla y operar en horario de oficina. ¡Un drama! Como decía, mi suerte cambió, y digo ¡mi suerte!, pues todo lo que conseguí fue gracias a lo que he definido como «resultados aleatorios». Créeme que el mérito de comprar y mantener era tan simple como una mera limitación tecnológica, nada meritorio. Pero como pasa siempre en los mercados, sucedió lo que tenía que suceder y la burbuja estalló, poniendo fin a mis ganancias y a mi arrogancia. Compré Terra a 51 euros por acción, tras desplomarse de 135 euros. Me sentía impaciente al ver cómo los precios se desplomaban y caían sin cesar.¡Lo que era bueno hacía un mes tenía que serlo ahora! Yo sabía que eso no podía ser y me lancé, fruto de la codicia, a invertir todo al rojo. ¡Mi apuesta era Terra! Entonces no había comprendido todavía la voracidad del mercado y todo lo que hasta ahora te he explicado. Cuando un activo está siendo machacado, los traders más profesionales se ponen las botas, aprovechando los mejores momentos para hacer dinero en las bolsas, ¡los pánicos! Allí experimenté la codicia, el optimismo, la vanidad y la arrogancia, pero también la negación de lo evidente, el miedo, la desesperación y la capitulación.

Creo que entonces tomé una de las decisiones más importantes de mi carrera. Fui capaz de comprender mis errores y de plantear un nuevo en-torno, el entorno en el que todos los traders caemos, ¡el del arrepentimiento! Perder cientos de miles de euros sin saber los motivos es algo que te lleva a la desesperación. Los traders vivimos y sufrimos en silencio, por eso somos de una pasta especial, porque la batalla psicológica no es comparable a nada en esta vida. Un trader se acostumbra a sentirse absolutamente machacado emocionalmente, y esto no es nada simple. Al cabo de unos años, Terra fue absorbida por Telefónica a 3 euros. En ese momento, me di cuenta de que vender a 11 euros había sido un mal menor, pero, sobre todo, de que en los mercados a veces hay que tomar decisiones drásticas, basadas en el juicio y nunca en el arrepentimiento, puesto que en el mercado recuperar no existe. No caigas en el error de pensar que, cuando se recupere mi acción, haré las cosas bien, pues lo que en bolsa no funciona, tiene siempre su razón de ser y las cosas que pueden empeorar, en bolsa, siempre empeoran, ¡siempre! Por ello, no dejes nunca para mañana la posibilidad de corregir tus errores. Levántate, sobreponte y toma tus decisiones utilizando tu juicio, jamás utilices tus sentimientos, dado que en el mercado las emociones te acaban devorando.

El mercado me había dado una auténtica paliza y lo cierto es que era difícil continuar. Levantarse de un duro golpe en los mercados no es algo simple porque, como te decía, el dolor del trading se vive en silencio. Tú puedes compartir tus ganancias porque sumarse al carro del éxito es simple hasta para los que no comprenden las razones, pero cuando llega el revés, tu entorno te trata como a un gambler. No importa el éxito que hayas tenido antes, no importa que tengas más dinero del que puedas gastar, tampoco importa que sigas ganando más que el mercado; lo que importa es cómo te sientes y cómo te afecta este. El mercado hace estallar en mil pedazos algo más importante que el dinero: tus ilusiones. Cada uno de sus reveses acaba por romper las horas de dedicación, tus noches pensando en cómo abrirán, las cuentas mentales que haces pensando en tus posiciones abiertas y la esperanza de verlos amanecer con un nuevo día de ganancias. Pensar que tenemos al fin la puerta a la libertad y ver cómo hemos fracasado duele más que perder todo el dinero del mundo. Por más que algunos piensen que los traders solo pensamos en el dinero, lo cierto es que la realidad es distinta. Lo que nos importa es la competición, el reto, la posibilidad de tener razón en contra de los demás, la posibilidad de convertir nuestras ideas en éxitos; en definitiva, la capacidad de aguantar el combate psicológico. La satisfacción de estar en el lado correcto es lo más importante. Seguramente por ello sufrir un KO en el mercado es tan duro, puesto que toca nuestra parte más íntima, nuestras ilusiones, y claro, nuestro entorno jamás comprenderá eso.

Por este motivo, un trader tiene que hacer un esfuerzo para hacer una correcta planificación financiera, sabiendo qué cantidad puede arriesgar y de qué manera, y qué cantidad lo mantendrá a salvo. Yo siempre trato de tener garantizado un año de subsistencia y así me he acostumbrado a vivir, puesto que si tuviera que definir este negocio, te diría que es un trabajo mal remunerado, en el que muchas veces se gana poco y muchas veces se pierde poco, y lo que te define como profesional o no del trading es la capacidad que tengas de que pocas veces ganes mucho o una vez lo pierdas todo. Ahí es donde creo que radica la clave del éxito, en saber controlar y gestionar las pérdidas. Nuestro trabajo no consiste en predecir los precios; consiste en plantear hipótesis y operarlas, gestionando correctamente los riesgos. Solamente tú eres responsable de tus decisiones, puesto que las personas, en esencia, somos esclavos de ellas.

Nadie en su sano juicio se enfrenta a los mercados pensando que va a perder. Todos partimos de la esencia del optimismo, pensando que hemos tomado la decisión acertada. A lo largo de mi carrera profesional, he visto miles de conductas y he podido conocer a miles de traders. Y creo, sin miedo a equivocarme, que los errores más habituales en la bolsa son tres: ilimitar una pequeña pérdida y convertirla en una gran pérdida, promediando a la baja; sobreoperar para querer recuperar, y por supuesto, utilizar de manera incorrecta el apalancamiento.

Sobreoperamos cuando, condicionados por un apalancamiento, provocado por un exceso de confianza, la posición nos va en contra y nos cargamos el trabajo de un mes. En ese momento, en lugar de tomar una decisión racional y admitir el error con la intención de no repetirlo, la parte más primitiva de nuestro cerebro hace que ya nada nos importe, la ira nos abduce y, entonces, cuando ya nada nos importa, empezamos a sacar el gambler que todos llevamos dentro. Apuestas grandes, con la intención de recuperar en un segundo lo que nos ha costado meses de buen trabajo. ¡Entonces, estamos sentenciados!

Otro de los errores habituales que todo trader comete a lo largo de su trayectoria es el error de la gran apuesta, o lo que yo llamo «el sesgo del pelotazo». En mi caso, este ha sido, y de hecho creo que es, mi gran problema. Como trader, soy hijo de una burbuja especulativa, y lo cierto es que uno de mis principales sesgos es el sesgo de la gran apuesta. Tengo muy interiorizado aquello de que en el trading son pocas decisiones de inversión las que marcan la diferencia, y no me preocupa asumir las pérdidas, al contrario. Tengo tanta fe en que el mercado acabará dándome la razón que a veces peco de arrogancia. Es uno de los puntos que siempre intento recordar y quizás por ello ajusto mis ideas a los resultados económicos de las compañías. Por este motivo, me he esforzado para ajustar siempre en mi operativa el binomio precio-valor, o lo que yo llamo «valor en momento», pero hablaré de ello más adelante. Pero créeme, nadie está exento de equivocarse en el mercado y precisamente eso es lo que trato de explicarte, puesto que el error en bolsa, contrariamente a lo que se cree, no es perder dinero. El error que todo operador comete es convertir una decisión objetiva y racional en un proceso impulsivo que merma nuestra conducta racional y convierte nuestra operativa en un despropósito, que termina por abducirnos y llevarnos a cometer uno de los errores típicos, de los que he venido advirtiendo. Perder dinero en bolsa es normal, necesario y habitual. ¡No temas a las pérdidas! Por lo tanto, más allá de la típica autoflagelación que todos los traders sentimos, lo único que importa es aquello que sientes en el momento de entrar en el mercado, y de ahí, la capacidad que tengas de entender que gran parte de tus decisiones vendrán condicionadas por emociones como el miedo, el dolor, el arrepentimiento, la codicia y el optimismo. Eso probablemente es lo que marcará verdaderamente tu carrera como trader. Así pues, el primer propósito que debes conseguir como trader es ser responsable de tus decisiones, no buscar más culpables que tú mismo y aprender que solo tú eres responsable de tus conductas ante el mercado.