La realidad a la que despertó Maj Wallenberg tras su periodo inicial de dolor traía consigo cambios prácticos y emocionales. En aquel momento, Suecia era un país en el que se consideraba al hombre tutor tanto económico como legal de su esposa y sus hijos, y a la mujer casada, subordinada a su marido en todos los aspectos. No se esperaba de ella que trabajase fuera del hogar a menos que resultase absolutamente necesario: un trabajo era solo una solución temporal para las mujeres solteras que no podían mantenerse de otra forma.
Con solo veintiún años, Maj Wallenberg era viuda y madre sin pareja, a todo un mundo de distancia de ser la esposa de un prometedor oficial de la Marina con futuro en uno de los bancos comerciales más importantes de Suecia.
No obstante, puesto que ya no estaba casada, se convirtió automáticamente en tutora legal de su hijo. Podía buscar empleo, firmar contratos e incluso comenzar un negocio sin la firma conjunta de un hombre. Ese era el tipo de «privilegios» que tenía una viuda en aquella época. Pero ella tenía un hijo al que quería criar por sí misma, no entregarlo a una niñera. Y tenía su posición social.
La pensión que recibía tras la muerte de Raoul Oscar era el equivalente a solo un tercio del salario anual del obrero peor pagado del país. Si bien Maj podía contar con cierto apoyo financiero por parte del abuelo de Raoul, necesitaría otros ingresos.
Maj Wallenberg comenzó clases nocturnas de estenografía en el año siguiente a la muerte de Raoul Oscar, aunque abandonó el proyecto tras solo unas semanas. Habría necesitado alcanzar una velocidad de 150 pulsaciones por minuto para ganarse la vida, lo que a su vez le habría exigido una formación de nueve meses a tiempo completo, así como «nervios excepcionalmente fuertes». Tras veinte horas se quejaba en una carta a su suegra de que estaba tan cansada que le temblaba todo el cuerpo y tenía taquicardia. Contó a Annie que el doctor Lamberg la había puesto a dieta láctea y le había ordenado que descansase para que esos «síntomas nerviosos» no fuesen a peor: «No, mamá, necesito un trabajo pacífico, y ese es cuidar a mi hijo (mi primer deber absoluto), coser y leer. Por el bien de mi pequeño Raoul, no puedo agotarme».
Maj se trasladó a vivir con su madre viuda, Sophie Wising, en Linnégatan 9-11. El pequeño Raoul se convirtió en el rayo de luz de la vida de ambas. Lo llamaban «su consuelo».
A Maj le preocupaba muchísimo su educación. Raoul Oscar la había aleccionado a este respecto: deseaba que ella fuese estricta y exigente con Baby y que le enseñase los valores de «la sencillez y el trabajo». Ella temía que el niño desarrollase un temperamento nervioso después de todo lo ocurrido. Durante su edad más tierna, por consiguiente, intentó mantener un entorno tranquilo.
Maj creía que era importante que su difunto marido fuese parte de la vida cotidiana de Raoul desde el principio. Colgó un retrato suyo sobre la cama del niño, así como un cuadro de dos ángeles de la guarda, un detalle de una acuarela del artista decimonónico Egron Lundgren, que Raoul Oscar había copiado y regalado a Maj en 1910. Sus esfuerzos dieron fruto. Cada mañana, Raoul, con solo un año, se sentaba en la cama, señalaba la imagen de Raoul Oscar y decía: «Papá ahí».
Marcus Wallenberg y su mujer, Amalia, estaban muy ocupados con sus seis hijos, pero siguieron prestando atención a Maj y su sobrino nieto. Raoul se benefició de la mejoría en las relaciones de su abuelo con Marcus, una vez que Gustaf había abandonado el banco de la familia y resuelto sus problemáticos asuntos.
Amalia invitó a Maj y Raoul a Malmvik para recordar el cumpleaños de Raoul Oscar. Por su parte, Marcus se aseguró de que la construcción del mausoleo de Malmvik se completase y de que este estuviese bien conservado, algo que significaba mucho para Maj. El niño visitaba habitualmente a Marcus. Un día, en diciembre de 1913, Marcus envió su nuevo automóvil Fiat a recoger a Maj y Raoul. Había retrasado esta inversión más que la mayoría de los suecos acaudalados para no acostumbrar a sus hijos al lujo. A Marcus lo habían educado para valorar el deber y la humildad y, si por él era, no habría excesos tampoco en la siguiente generación.
Paso a paso, Maj comenzó a disfrutar la compañía de otras personas. Le pidieron que organizase un «té de beneficencia» en el Hôtel Royal. A comienzos de 1914, Maj vio el funeral de la reina Sofía desde las ventanas del Tribunal de Apelaciones, con su amiga Elsa von Dardel. Se las habían arreglado para asegurarse esta vista privilegiada con ayuda del hermano de Elsa, Fredrik, que trabajaba en el Tribunal. Quizá pasara algo allí: unos años más tarde, Fredrik von Dardel asumiría gran importancia en la vida de Maj Wallenberg.
El día del segundo cumpleaños de Raoul, el 4 de agosto de 1914, Alemania invadió Bélgica tras haber declarado la guerra a Francia el día anterior. Suecia declaró de inmediato su neutralidad y mantendría dicha postura sin mucho debate político interno. A pesar de ello, la guerra dejó sus huellas en la sociedad sueca. Los precios del pan, las patatas y los huevos sufrieron espectaculares subidas.
La guerra no trajo grandes cambios a la vida de Maj y Raoul. Pasaban los veranos en Kappsta, en Malmvik o en casa de la hermana de Maj, que vivía en la hacienda Broby, en Sörmland. Al reunirse allí las hermanas de Maj, Raoul podía jugar con sus primos; sobre todo con Lennart y Anders Hagströmer, que se convertirían en íntimos amigos en su niñez. Otra de las hermanas de Maj estaba casada con el agregado militar estadounidense en Estocolmo, William Colvin. Tenían dos niños con quienes Raoul podía practicar inglés.
Pero Kappsta siguió siendo su destino veraniego favorito. Era un terreno abierto, rocoso y arbolado, con vistas al estrecho de Lilla Värtan. Per Wising había construido allí dos edificios: una vivienda grande, de trescientos metros cuadrados, y una más pequeña, la «Cabaña del Mar», más cerca del agua, para invitados o temporeros. Ambas estaban construidas al estilo de los chalés suizos, con verandas y balcones elaboradamente tallados.
Maj y sus hermanas habían pasado en Kappsta de mayo a septiembre todos los años desde que eran pequeñas. Y ella continuó la tradición como madre soltera. La residencia de verano lo tenía todo. Había una pista arenosa de croquet y petanca y, sobre los suaves acantilados que rodaban hacia el agua, Wising había construido un muelle de natación y una cabina de baño. Pero Kappsta también abarcaba cinco hectáreas de terreno relativamente silvestre: altas colinas y bosques llenos de arándanos encarnados y mirtillos. Todo un paraíso para un niño.
Maj había decidido asegurarse de que el énfasis del padre de Raoul en «la sencillez y el trabajo» se combinaba con un espíritu independiente, así que dejaba a su hijo vagar más o menos libre por la finca. Incluso a los tres años podía jugar solo donde quisiera en Kappsta, subir a las colinas, montar su caballo de madera o «jugar a los barcos» en los bancos. La única cosa que le prohibió fue bajar al agua, una advertencia que, no deja de sorprender, parece que él siempre respetó.
Maj se quejaba a veces de que el pequeño Raoul era obstinado, rayando en lo insolente. Podía enfadarse hasta temblar o tirarse al suelo en plena pataleta. En tales estados era casi imposible calmarlo. Solo cuando estaba en la ciudad y podía mostrarle los ángeles custodios de Raoul Oscar, podía Maj tener la confianza de que apaciguaría a su hijo.
Que la vida de Maj estuviese dominada por Raoul no disminuía, sin embargo, el interés de esta por el drama que se desarrollaba en el resto de Europa. La guerra la afectaba profundamente y, a través de una amiga, se convirtió en miembro de una sección de la Cruz Roja centrada en ofrecer ayuda a las víctimas del conflicto. Su primera tarea consistió en organizar ropa de cama y colchones. Más tarde les pidieron a ella y a sus amigas que cosieran diversas prendas de muestra, que la Cruz Roja tenía previsto utilizar como modelo para nuevas ropas de trabajo.
La Cruz Roja sueca también estacionó gente en regiones afectadas por la guerra. Este grupo incluía a la maestra y enfermera Elsa Brändström, quien, cuando sus contribuciones durante y tras la Gran Guerra la hicieron famosa, se convirtió en un ídolo para Maj y sus hermanas, una de las cuales, Sigrid Hagströmer, estaba emparentada por matrimonio con ella.
Brändström tenía veintiséis años y vivía en San Petersburgo cuando estalló la guerra. Consiguió papeles como enfermera rusa y viajó a Siberia. Allí, a temperaturas de cuarenta grados bajo cero, luchó contra el tifus, el escorbuto y la congelación, y salvó la vida a muchos prisioneros de guerra. La apodaron «el ángel de Siberia» y se hizo famosa en toda Suecia, así como en el resto del continente.
Más tarde, justo antes de que estallase la Segunda Guerra Mundial, esta enfermera sueca comenzó un extenso programa de ayuda para refugiados judíos alemanes en Estados Unidos. Esta vez su genial idea fue la producción en serie de documentos que garantizaban la inmunidad. Maj inculcó la admiración por Elsa Brändström a Raoul y sus otros hijos desde una edad muy temprana.
En abril de 1916, cuando Raoul tenía casi cuatro años, conoció a su abuelo Gustaf. Su abuela, Annie, había vuelto de Japón dos años antes, pero Gustaf no, y se encontró a un niño que había crecido rápidamente. Raoul se llamaba a sí mismo «Wallberg» y hablaba a menudo sobre su padre con Maj. Ella le oía decir: «Buenas noches, querido papá», antes de quedarse dormido. Raoul también recogía flores para su padre y las colocaba en un jarrón junto a su retrato. Soñaba con tener el sable de su padre cuando hubiese crecido. Un día miró seriamente a su madre y le dijo: «Mamá, ¿te alegrarías de que Raoul fuese un poco como papá de mayor?».
Maj comenzó a salir más. Hubo bailes y cenas y, de vez en cuando durante los años de la guerra, escribió sobre noches en casa del artista Fritz von Dardel y su familia. Era su hijo, Fredrik, quien había captado el interés de Maj. El benjamín, Nils, que acabaría siendo uno de los artistas más importantes de Suecia, tenía ya una conexión con la familia de Maj. Nita, la hermana de Raoul Oscar, había conocido a Nils von Dardel en Japón durante uno de los viajes que este hizo para inspirarse. Nils von Dardel y Nita Wallenberg se habían enamorado locamente. Pero, cuando Gustaf Wallenberg descubrió que pensaban casarse, se apresuró a poner fin al asunto. Un artista bohemio no era lo que tenía en mente para su hija.
Al terminar la guerra, cuando Nita había vuelto a casa y Gustaf estaba de vuelta en Japón, Marcus Wallenberg tuvo que intervenir. Nita Wallenberg y Nils von Dardel fueron obligados a separarse. «Espero que, con el tiempo, Nita aprenda a olvidar a ese cubista suyo», escribió Marcus en una carta. Ella nunca lo hizo.
Cada vez más, Raoul se preguntaba por qué, a diferencia de los padres de sus amigos, el suyo no estaba. A veces se paraba bajo su fotografía y gemía: «¡Raoul no tiene papá!».
Gustaf Wallenberg comenzó a interesarse más por la educación de Raoul. Escribió a Maj para animarla a hacer más por desarrollar su sentido de la independencia. En noviembre de 1917, Maj respondió con una descripción de la vida cotidiana de Raoul, que ella creía que hablaba por sí misma. Contaba que Anders Hagströmer, el primo de Raoul, venía a su casa a las nueve de la mañana todos los días. Los chicos se iban entonces solos a Humlegården, donde jugaban hasta mediodía, y luego volvían de nuevo caminando a casa. Dos veces a la semana iban directamente del parque a sus clases de gimnasia. Tenían que vigilar la hora ellos solos, y también recordar que debían cambiarse de calzado y ponerse uno deportivo.
Tenían cinco años.
Raoul había jugado ese verano en Kappsta con su primo norteamericano, Fitz, y ahora Maj decidió que debía mejorar su inglés. En una carta a su suegro le dijo que había contratado a un profesor particular, por cuarenta coronas al mes, para que pasase dos horas al día con él. Iban de paseo y charlaban, o ella le leía historias en inglés en casa.
Ese otoño, Marcus Wallenberg le preguntó por los planes de escolarización de Raoul. Había recomendado a Maj que le permitiese comenzar la escuela tan pronto como fuese posible, como habían hecho sus hijos, Jacob y Marcus. Ella no estaba segura. Sin embargo, el primo y compañero de juegos de Raoul, Anders Hagströmer, nueve meses mayor, también iba a comenzar el colegio al año siguiente.
El invierno de 1918 fue uno de los más duros desde la década de 1860. Las cosechas se habían perdido y era difícil encontrar suficiente comida y combustible. Al mismo tiempo, la Bolsa de Estocolmo alcanzó un máximo histórico. El negocio de la guerra había hecho florecer la industria mientras la gente de a pie sufría. Fue una época de graves tensiones sociales. Los Wallenberg estaban entre los que habían prosperado. Antes de la guerra, Marcus había cuadruplicado su fortuna en cuestión de meses, y los años que siguieron trajeron una gran mejora tanto para la exportación sueca como para los bancos del país. En 1915, el Enskilda Bank había trasladado por fin su sede central a las nuevas oficinas de Kungsträdgården 8, en el corazón de Estocolmo.
Maj Wallenberg estaba en el umbral de un importante cambio de vida. Había estado pasando cada vez más tiempo con Fredrik von Dardel durante los últimos años y ahora habían decidido casarse. Fredrik von Dardel tenía treinta años, era administrativo en el Tribunal de Apelación de Suecia y ascendería pronto a jefe de gabinete de la Dirección General de Salud y Farmacia. Pertenecía a una familia de artistas famosos. Su abuelo, Fritz von Dardel, había sido un pintor importante, y su hermano menor, Nils, el exprometido de la cuñada de Maj, se estaba haciendo ya muy famoso. En 1918 terminó El dandi moribundo, posiblemente el cuadro sueco más famoso del siglo XX.
En su tiempo libre, Fredrik también pintaba. Consideraba que él y su futura esposa tenían personalidades complementarias y pensaba que sus diferencias garantizarían su felicidad. Ella era extrovertida, rebosaba energía y se interesaba por los demás; él era más bien reservado con los recién conocidos.
A sus seis años, Raoul no estaba del todo conforme con la noticia. Cuando se leyeron las amonestaciones en la iglesia por última vez, Fredrik estaba enfermo y no pudo asistir. Maj lo lamentó, pero Raoul dijo enfadado: «¿Qué más da? No es mi padre, ¡ni el tuyo tampoco!».
Maj Wallenberg y Fredrik von Dardel se casaron el jueves 24 de octubre de 1918. La relación entre Raoul y su padrastro mejoraría rápidamente y, con el tiempo, Raoul llegó a estar encantado de llamarlo «papá».