Las relaciones entre Iglesia y Estado siempre han estado sujetas a tensiones de diversa índole. En el curso de esta relación no siempre fluida, destacan algunas fechas importantes, que han ido marcando este tortuoso camino. Una de ellas fue el año 313, cuando, a través del Edicto de Milán, el emperador romano Constantino I (272-337) decretó la libertad de culto para los cristianos y el fin del paganismo como religión oficial del Imperio. Los cristianos pasaron, de ser perseguidos, a obtener ciertos privilegios y a permitírseles la construcción de grandes templos.
Con el Edicto de Milán se iniciaba una nueva época para la Iglesia; a partir de ese momento, su influencia en las esferas del poder aumentaría. Sin embargo, existía, al menos en teoría, libertad de culto.