Es difícil establecer el número de vidas romanas que perecieron a manos de los guerreros de Arminio. Si tenemos en cuenta que las legiones estaban compuestas por unos cinco mil o seis mil hombres, y que éstas iban acompañadas de un número variable, pero enorme, de tropas auxiliares y civiles (esclavos personales, las familias de los oficiales, comerciantes de todo tipo y hasta prostitutas), se calcula que los muertos pudieron ascender a más de treinta mil. La masacre de Teutoburgo fue, por lo tanto, una de las derrotas militares más rotundas de toda la Historia.
Las legiones habían dejado de ser invencibles. La voz se expandió por todo el Imperio y a todos sus rincones llegó la noticia de que los guerreros germanos habían aniquilado a las tres legiones de Varo.
El emperador Augusto cayó en una profunda depresión al conocer la derrota de sus tropas en Germania. Durante varios meses no acudió a ningún acto público y se dejó crecer el cabello y la barba. Augusto padecía arrebatos de desesperación en los que repetía una y otra vez, dándose golpes en la cabeza, la frase que iría ligada para siempre con la masacre del bosque de Teutoburgo: «Quintilio Varo, ¡devuélveme mis legiones!».
Pese a que la batalla fue realmente importante, pues marcó al Imperio romano su límite en Germania, en realidad esa derrota no tuvo mayores consecuencias. Los romanos quedaron en posesión de una estrecha franja de terreno, como cabeza de puente, en la orilla oriental del Rin, lo que les permitiría, de vez en cuando, llevar a cabo incursiones en terreno germano.
El prestigio militar de Roma y sus legiones no se vio mermado, pero la masacre sí supuso un doloroso trauma, hasta tal punto que los números de las legiones derrotadas (XVII, XVIII y XIX) jamás fueron vueltos a utilizar en toda la historia militar del Imperio romano.